Inés, la “más votada” de Survivor: la historia de vida que la volvió una mujer resiliente y el comentario que más le molestó en la isla
Quería un desafío y por eso entró al reality; en un mes bajó más de diez kilos y soportó las alergias a los insectos, pero dice que no le gusta hacer alianzas y por eso se “cortaba sola”
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Inés Lucero fue la primera eliminada por unanimidad de Survivor, Expedición Robinson. Ya con la unificación en marcha, todos decidieron votarla para que dejara el reality extremo que Telefe emite de domingos a jueves, y ella cree que es porque la veían como a una jugadora fuerte y posible ganadora. En diálogo con LA NACIÓN, Inés habla de su experiencia en la isla, dice que bajó más de diez kilos y que se sintió sola, pero que se maneja mejor individualmente que en equipo. Además, cuenta cómo mudarse a Buenos Aires desde Río Grande, en Tierra del Fuego, la ayudó a transitar su cambio de género y qué sintió al encontrarse con ciertos “pensamientos arcaicos” en algunos de sus compañeros de competencia.
-¿Qué significó la experiencia de Survivor?
-La experiencia fue bastante shockeante, dura y muy compleja en lo social, en la destreza física, por el hambre que pasé. Conocí mis vulnerabilidades y mis fortalezas y volvería una y mil veces.
-Por primera vez te votaron todos, ¿qué sentiste?
-No me sorprendió porque sentía las vibras. Al mismo tiempo hago una autocrítica, porque no soy muy buena haciendo alianzas ni manipulando gente. Soy como soy y me valgo por mi esfuerzo y hasta ese momento era la única mujer que había ganado tres collares de inmunidad, así que me perfilaba ganadora y todo el mundo sabía que tenía ganas de ganar. Entonces, cuando pudieron me arrancaron la cabeza, y para eso tuvieron que unir fuerzas entre dos tribus para poder hacerlo. Así que me voy victoriosa.
-¿Te veías ganadora?
-No sé si ganadora, pero sentía que me lo merecía y esa era la nafta que tenía para seguir.
-¿Cómo fueron tus días en la isla?
-Fueron bastante duros. Comíamos un coco y un mango por día; bajé más de diez kilos en ese mes. Y tuve reacción alérgica a las picaduras así que me picaba un bichito y me salían cinco ronchas. Estaba llena de ronchas de los pies a la cabeza y los médicos del programa me tenían que inyectar corticoides porque no podía conciliar el sueño de tanto que me rascaba. Entonces el hambre, las ronchas, tener gente complotando en mi contra, todo fue una tortura china.
-¿Te sentiste sola?
-Sí, me sentí sola, pero al mismo tiempo me considero un lobo solitario. Soy una persona que me gestiono bien individualmente, por más que esté con mi familia o con mis amigos. Siempre tomo las decisiones que creo son correctas para mí, y si planteo algo en un grupo y no me apoyan, aún así lo hago y me banco las consecuencias. Me manejo sola mejor que grupalmente y llegué bastante lejos en un programa que se trata de alianzas. Estoy contenta con el resultado.
-¿Qué te motivó a anotarte en Survivor?
-Tenía una vida bastante rutinaria, en un trabajo que siempre quise tener, en una oficina de 9 a 18. Iba alcanzando los deseos que tenía cuando vine a “la gran ciudad”, y en un momento me pregunté qué más podía hacer, y vi la publicidad del reality y me anoté porque pensé que reúno todos los condimentos para enfrentar el desafío: fui a una escuela rural, juego al handball, tengo mi historia de vida, la construcción de mi identidad, soy “chispita”.
-¿Cómo era tu vida antes y cómo sigue?
-Trabajaba como empleada administrativa y renuncié para entrar al reality. Y estaba estudiando psicología, iba y venía y supongo que voy a retomar. Y ahora también estoy buscando mi lado artístico porque me gusta la comedia, el modelaje, las publicidades. Quiero despertar este costado artístico que tengo y explotarlo. Nunca había hecho nada, más que teatro en la secundaria. Voy a lucharla como lo hice siempre. Lo que vieron en Survivor, sacando mis insultos y mi mal humor, lo importante de mi participación fue mi resiliencia y mi resistencia. No me gusta verme insultando porque soy una mujer adulta de 31 años y me gustaría que quede la resistencia que puse a que me eliminaran.
-Naciste en Río Grande, Tierra del Fuego... ¿Por qué decidiste venir a Buenos Aires?
-Terminé la secundaria, empecé a trabajar en una fábrica y pasaron un par de años más antes de tomar la decisión de venir porque la ley de identidad de género todavía no existía. Me enteré que había equipos de médicos en algunos hospitales de Capital que ayudaban a las mujeres trans a empezar su transición y tener sus chequeos médicos, ahí me fasciné y pensé que eso no podía hacerlo en Río Grande, porque no existía. Medio que me escapé porque la ciudad no tenía mucho más para ofrecer y me vine a Buenos Aires.
-¿Cómo fue llegar e iniciar ese proceso de transición?
-La decisión estaba tomada porque una sabe quién es desde siempre. El tema es blanquearlo, porque cuando ponés las cartas sobre la mesa lo único que te queda es activar. En ese momento estaba trabajando como valet parking en un hotel y pensaba que cuando iniciara la transición se me iba a notar en la piel, en la cara, en el pelo y cómo iba a enfrentarlo en el trabajo. Tenés que cranear muchas cosas y son reglas que inventás vos y marcás tu propia cancha. Fue bastante complejo, más allá de hablarlo con mis papás. Fue paso a paso, día a día. Siento que tenía mucho que perder, porque obviamente los privilegios de los varones siempre son mejores que los de una mujer, pero al mismo tiempo prefería apostar todo a ser yo. Soy Inés desde hace seis años.
-Criticaron mucho a Malvina cuando dijo que la competencia entre mujeres no era leal porque tenías la fuerza de un varón y que por eso ganabas. ¿Cómo te cayó esa declaración?
-Me cayó mal. Fue un sopetón porque ese capítulo hablaba del equipo Sur, que no tenía nada que ver con mi equipo y de pronto esa chica dijo eso. Lo hablé con Malvina y le dije que era una mujer grande y que no iba a explicarle cómo son las cosas. Ya le di las explicaciones de mi transición a mis papás y a mis amistades y al chico con el que salía. No me considero una persona activista por ahora porque no tengo las herramientas como para hacerlo, pero estaría bueno que se informe un poco más. Estoy en un proceso de terapia de armonización y en ese momento estaba pensando 63 kilos en la isla, por ende cualquier persona podía ganarme en un desafío. El comentario vino desde una falacia absoluta, y además minimizó nuestra existencia porque no es que nos cortamos el pelito nos ponemos una remera y ya está. Nosotras somos mucho más que eso. Entonces, no me lo tomé bien pero no voy a explicarle todo a una mujer grande. Es la primera vez que me pasó algo así: juego al handball y me probé en distintos clubes y siempre fui bien recibida y nadie me dijo nada de eso, pero sabía que podía encontrarme con estos pensamientos arcaicos en Survivor.
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