Inés Estévez brega por el bajo perfil. Asegura que no le interesa verse involucrada en polémicas, aunque, en las últimas semanas, algunas de sus declaraciones cobraron notoriedad y fueron generadoras de un intenso intercambio en las redes sociales. Es que la actriz, recién recuperada de una Gripe A que se complicó con una neumonía, lo que la llevó a estar internada varios días, declaró que había que cuidarse porque había una epidemia azotando. Esto generó apoyo y repudio. Y no faltó quien le diera una lectura política a sus declaraciones. "Nada más lejos de mí. Solo conté lo que me sucedió y alerté", explica a LA NACION. En las últimos días también tomó posición al solicitar al gobierno de Mauricio Macri que no se ajuste el presupuesto del programa Incluir Salud y acompañó su posteo con un video realizado por el foro Permanente para la Promoción y la Defensa de las Personas con Discapacidad. La actriz conoce de cerca la temática debido a que sus hijas, Vida y Cielo, tienen un retraso madurativo por lo cual necesitan de la atención y apoyo de los programas del Estado destinados a este sector de la población. La polémica ya fue instalada. Con todo, la mujer nacida en Dolores prefiere no agigantar la cuestión. "Me involucro en cuestiones sociales, no en temas partidarios", aclara ante el revuelo que generan algunos de sus comentarios. Son tiempos de sensibilidades extremas.
A pesar de las idas y vueltas de las siempre polémicas redes sociales y de los comentarios agresivos de quienes se escudan en el anonimato, ella prefiere la vida apacible en el barrio de Coghlan que, en cierta forma, emula a aquella idiosincrasia de su pueblo a orillas de la ruta 2. Entre calles cortadas, arboledas frondosas y una casa de blanco inmaculado, su ritmo pausado se contrapone con un presente de mucha actividad: este sábado 10 de agosto se presentará en el Centro Cultural Torquato Tasso con Estévez & Magic 3 para ofrecer un exquisito repertorio de jazz, pero en el que no faltarán títulos del blues, bossa y swing. Los clásicos de su disco Nude se complementarán con algunas versiones novedosas y estrenos en su repertorio. Y, aunque la música hoy la define, de lunes a viernes se encuentra abocada a las grabaciones de Pequeña Victoria, la nueva tira que Telefe ya anuncia en su pantalla y que se estrenará en septiembre.
Y siga el jazz
-Como cantante estás atravesada por el jazz. ¿En qué aspectos sentís que te define este lenguaje? ¿Cómo te atraviesa?
-Me inicié como cantante hace muy poco y de la mano del jazz, pero es un género que me acompaña desde muy chica porque lo amaba mi padre, quien tocaba el contrabajo y el piano de oído y cantaba. Una vez por semana se juntaba en el Club Social de Dolores, donde había un piano de cola, para tocar y cantar con sus amigos. A mí me llevaba desde que tenía ocho años. Ahí conocí los clásicos del género, en esas tertulias que duraron hasta que me vine a Buenos Aires.
-Más allá de las características propias de cada lenguaje expresivo, ¿qué te otorga la música a diferencia de la actuación?
-La música tiene una bohemia que la actuación no tiene. La actuación, además, se presta mucho más a la examinación de quien recibe lo que hacés. En la música, en general, el que te viene a ver lo hace porque te quiere escuchar.
-Además en el canto sos vos y no un personaje.
-Por eso digo que tiene una bohemia que no posee la actuación.
-El jazz suele ser de esos géneros que seducen en la adultez. En aquel club de Dolores se produjo, en vos, una experiencia fundacional poco frecuente.
-A mí se me dio desde muy chica. Tuve una infancia muy particular.
-¿Por qué?
-Estudie danzas, que es en realidad en lo único en lo que me formé desde los 4 hasta los 12 años. A esa edad, con la irrupción del gobierno militar, las escuelas de arte se cerraron y tuve que dejar de formarme. Siempre me gustó la música clásica, lo sinfónico. Recuerdo que, a los cinco años, me sentaba a escuchar música clásica en el Winco que había en casa. Era un aparato, muy nerd.
-Esa característica nerd, ¿se padecía en tu círculo social o en el colegio? ¿Tuviste que pagar un costo por tus aficiones, por salirte de la norma esperable? ¿Te sentías diferente?
-Socialmente no lo compartía. No sé cuánto sabían mis compañeros sobre mis gustos. Era una chica muy tímida, pero tenía todas las características del infante propenso al bullying. No estaba muy integrada. Nunca tuve gustos muy masivos, nunca pertenecí al común denominador. Lo cual no me hacía sentir bien. El no encajar no me hacía sentir muy feliz. Luego entendí, de grande, que la singularidad es un valor y que está bueno darle entidad. Me sigue sucediendo, aunque lo camuflo mejor. No encajo del todo.
-De hecho, llevás una carrera algo rebelde, con pasos no del todo esperables.
-Nunca di los pasos habituales, pero no es que me lo propuse. Mi vida, mi búsqueda, tiene esas características.
-Siempre alternás entre la industria masiva y cierto ostracismo. En estos momentos, pivoteás entre una telenovela y el jazz...
-Dirijo teatro, canto jazz, doy clases, escribo una novela. Me gusta la diversificación. Durante muchos años no era bien visto, se creía que si uno hacía diversas cosas no profundizaba en nada.
-En ese camino no convencional incluso, alguna vez, anunciaste un retiro.
-Pensaba no volver a actuar. De hecho, no la siento mi profesión madre.
-¿Cuál es tu profesión madre?
-En este momento, creo que es cantar. Lo que sucede es que tampoco vivo de este arte. No podría vivir un ciento por ciento de la música. Entonces tampoco puedo dejar todo lo demás y dedicarme a eso. Tampoco me interesa dejar todo lo demás. Me interesa volver a escribir, a dirigir. Me gusta hacer un poco todo.
-En este contexto, ¿hacer televisión te interesa desde lo artístico o es sólo un recurso de supervivencia?
-Me encanta la televisión. Me siento súper cómoda. Hay una sensación de fluidez, al hacer tantas y disímiles escenas por día, que me interesa mucho. Te abstraes de la realidad y del celular durante varias horas. Te enfocás en esa realidad paralela.
En Pequeña Victoria confluirá en el protagónico con Julieta Díaz, Natalie Pérez y Mariana Genesio. La historia, escrita por Erika Halvorsen, reflejará la historia de cuatro mujeres que compartirán la crianza de Victoria, en cierta forma la hija de todas. Sin dudas, se trata de un dream team que, desde el melodrama y la comedia, pondrán luz sobre una particular historia que rompe con determinados protocolos de subrogación de vientre.
"Pequeña Victoria, es una comedia, pero, además, es muy profunda. Tiene producción artística de Daniel Burman, quien me estimuló para que no deje la actuación", explica la actriz.
En peligro
A comienzos del mes de julio, la actriz contrajo Gripe A y neumonía, lo que la llevó a suspender sus compromisos laborales. "Una de las nenas vino con Gripe A del colegio y me contagié. En mi caso, se mezcló con una neumonía. Por eso tuvieron que internarme. Mi vida estuvo en peligro".
-¿Corrió riesgo tu vida?
-Sí, neumonía con Gripe A puede ser letal. Si no hubiese estado internada, no se si salía del cuadro. No es una cosa fácil y, de hecho, estoy convaleciente. Tuve una caída de defensas muy fuerte.
-¿Erás consciente de ese peligro mientras estabas internada?
-Sí...
-¿Por dónde pasaban tus pensamientos ante ese cuadro?
-Pensaba mucho en mis hijas.
-¿Ellas también estuvieron en riesgo?
-Estaban vacunadas, así que con una semana de reposo fue suficiente. Yo no estaba vacunada porque no formo parte del grupo de riesgo. Hay que tomar recaudos previos como lavarse las manos y utilizar alcohol en gel.
Cuando estuvo en pareja con el actor Fabián Vena, adoptaron a Cielo y Vida. Las nenas son hermanas biológicas y tienen retraso madurativo. Hoy, estimuladas, atendidas por especialistas y con una educación escolar en marcha, llevan una vida que alterna entre el estudio y lo social. Además, como la tenencia es compartida, las chiquitas reparten su tiempo entre la casa de su madre y la de su padre. "En este momento están con él", explica la actriz, quien acaba de llegar de grabar desde los estudios de Martínez y se apresta a recibir visitas para cenar. A un costado, como fiel custodio, su perro Chino observa como Inés posa para el fotógrafo poniendo especial énfasis en que no se noten las marcas en la pierna que le dejó un jean ajustado ni la cara de cansancio por haber grabado todo el día. Ni lo uno ni lo otro sucede. Se la ve espléndida, lejos de toda convalecencia y haciendo gala de su sensual languidez.
-Habitualmente declarás que no te sentís un ejemplo de madre, pero, debés reconocer, que sos referente para mucha gente que atraviesa situaciones similares con sus hijos.
-No sé qué es lo que la gente deposita en mi esquema de maternidad como para pensar que hay algo de extraordinario en eso. Lo importante es quitarle romanticismo a la maternidad, no es como la venden.
-¿Qué es la maternidad para vos?
-Es un puesto irrenunciable, lo cual ya presupone responsabilidad y compromiso agobiantes. En segundo lugar, tiene mucho de sacerdocio y te ofrecés a eso con todo lo que tenés y con todo lo que carecés. Somos seres falibles y cometemos errores, uno detrás del otro. El hecho de endiosar la figura materna, y hacerles creer a las madres que se trata de una bendición divina, obliga a las mujeres a una impecabilidad que no es humana. Esa obligación hace que, ante cada error que cometés, te sientas más presionada.
-Y aparece la culpa.
-Me interesa más utilizar la palabra presión.
-No cumplir con la presión acarrea culpa.
-Es una presión que impone el mandato social. Hay que desmitificar el mandato materno. Es abnegado, sacrificado y no lo hacemos bien. Nadie lo hace bien.
-En tal caso es un aprendizaje que se hace a partir de la praxis.
-Lo hacés como podés y vas aprendiendo sobre la marcha.
-De todos modos, la admiración que se siente por vos reside, no en el hecho de ser madre, sino por determinada condición de tus hijas y cómo has encarado, al igual que el papá, la crianza de ambas.
-He decidido acompañar, en la evolución, a dos personas que no tienen todas las facilidades orgánicas a mano, pero también podés quedar embarazada y tener un pibe así. Muchas madres me escriben y son mujeres que los parieron y que eligieron quedarse acompañando a esos hijos.
-En tu caso se suma el formidable acto de amor que significa una adopción.
-La gente le tiene miedo a la adopción, a adoptar chicos grandes y ni hablar si son más de uno. Para mí es una facilidad y volvería a adoptar.
-¿Tenés el deseo?
-No tengo el deseo, pero si pudiera, si tuviera una estructura económica que me lo permitiese, lo haría. Esta estructura, económicamente hablando, es muy pesada para mí.
-Cuando adoptaron a las nenas, ¿conocían todas sus características?
-Sí, sabíamos que tenían retraso madurativo. No sabíamos el alcance. Nos leyeron las historias clínicas de las dos y nos pidieron que lo pensáramos. Inmediatamente dijimos que no teníamos nada que pensar. Entre las cinco parejas que auditaron, los únicos que respondimos que no teníamos nada que pensar fuimos nosotros. Hicimos una adaptación de una semana, nos la dieron en guarda, y unos cuantos meses más tarde nos dieron la adopción definitiva.
-¿Que tiempo tenían tus hijas en ese entonces?
-Uno y dos años. Ahora tienen nueve y diez.
Hace pocos días, Inés se mostró eufórica, otra vez a través de las redes, por ver a una de sus hijas caminando junto a un chico. La gracia se convirtió en una revelación. Casi una epifanía provocada por la lucha y la abnegación, aunque Inés le reste grandilocuencia a su loable decisión y tarea.
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-¿Cómo es la vida de ellas hoy?
-Son nenas felices. Vida, que tiene muchos más recursos, es súper activa, va al colegio, tiene sus amigas, asiste a terapia, está muy estimulada. Su retraso madurativo, que es leve, se supone que es recuperable. Cielo es una nena muy feliz, pero tiene un retraso madurativo irreversible. Estamos trabajando mucho con el autovalimiento para que tenga herramientas para eso. Son muy activas, inteligentes, ávidas de aprender y de conectarse. Son hermosas.
-¿Qué sobrevive de la Inés de Dolores, de la chica nerd de gustos especiales? ¿Qué se rescata hoy?
-¡Todo! Sigo sin pertenecer a la urbe, aunque no volvería a vivir en Dolores porque no tenés acceso a un montón de cosas, a pesar de la tecnología. De todos modos, la falta de contacto con la naturaleza la sufro. Extraño la tranquilidad, no me gusta la carencia de tiempo.
Mucho de esa chica de Dolores se percibe en su casa de atmósfera pueblerina. Y, aún más, se puede entrever en sus modos, en su ritmo cansino, en su hábitos saludables como el de tomar agua tibia sin siquiera colocarle un saquito de té. A lo oriental. Mucho de ese estilo de vida se puede radiografiar en ella. "A pesar de los años vividos, de la calle que tengo y de lo temeraria que suelo ser con las decisiones vitales de mi existencia, pienso que conservo, a mi pesar, mucha inocencia".
-No está nada mal eso.
-El mundo está muy hostil y esa inocencia hace que la hostilidad duela más.
-¿Cómo te ha atravesado y cómo te atraviesa el amor de pareja?
-Es muy importante para mí. Me encanta el vínculo de la pareja. Me encanta construirlo, la complicidad que se genera, me completa bastante. Ha ido mutando a través del tiempo, junto con el crecimiento y la evolución. Todo muta. Uno se vincula diferente y el tipo de personas con las que me relaciono cambia.
-Luego de las rupturas con Fabián Vena y con el músico Javier Malosetti, ¿existe, en vos, la sensación de fracaso?
-Nunca he tenido un sentimiento de frustración ante la culminación de una pareja. Al contrario. Pienso que ha cumplido su ciclo y puedo extractar lo positivo que me deja. No he terminado ningún vínculo sin haber agotado recursos, eso me deja muy tranquila.
Cielo y Vida son muy activas, inteligentes, ávidas de aprender y de conectarse. Son hermosas
-Actualmente, ¿estás en pareja?
-Estuve dos años muy enfrascada en la banda y en mis hijas, sin una relación. Pero estoy dispuesta a que me vuelva a suceder. El tema es perfeccionarse para pasarla cada vez mejor. Cuando se dice que estar en pareja es un arduo trabajo, yo creo que el trabajo es con uno mismo: trabajar la propia templanza, la propia integridad. Ese es el desafío.
-Tu rica vida interior, una estructura tan solida en cuanto a tus deseos y necesidades, ¿te convierte en una mujer compleja a la hora de amar y compartir?
-Esa es una visión equivocada que tiene la masculinidad sobre mí. Soy extremadamente simple. Tener una vida interior rica no implica ser un ser humano complejo. Ser complejo no tiene que ver con la riqueza interior sino con el conflicto y yo no soy una persona conflictiva. Mi felicidad cotidiana reside en el sosiego. No tengo grandes exigencias. Al contrario. La única exigencia es descomplejizar y no crear conflictos innecesarios.
-¿Podrías mantener una relación cordial con la pareja actual de algún ex?
-Absolutamente. Si la otra persona es lo suficientemente flexible, por supuesto. Siempre he propuesto eso a mis exparejas. No se ha podido lograr, pero no por mí sino por el otro.
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