La actriz se encuentra en Mar del Plata protagonizando Perdida Mente, la obra de José María Muscari que se presenta en el Atlas; radiografía de una mujer auténtica querida por todos
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MAR DEL PLATA. - “Cuando me siento en el sillón y observo el mar, siento que está papá junto a mí”. Iliana Calabró se emociona ante el recuerdo de Juan Carlos Calabró, ese hombre que, para todo un país, ha sido el responsable de despertar sonrisas amorosas en su público.
La actriz se encuentra en Mar del Plata protagonizando la pieza Perdida Mente, en el Atlas de Carlos Rottemberg, junto a Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Emilia Mazer y Mirta Wons. La obra, escrita por José María Muscari -también director- y Mariela Asensio, aborda el complejo tema del deterioro cognitivo, aunque lo hace en clave de comedia y con un basamento sostenido en textos del médico Facundo Manes.
Entusiasmada con la propuesta -que va por su segunda temporada en la ciudad y cuenta con producción de Tomás Rottemberg- Iliana Calabró explica las razones de su emoción ni bien LA NACION accede a la propiedad frente a playa Varese, una de las zonas más bellas de Mar del Plata, donde eligió hospedarse: “Mis padres eran propietarios del mismo departamento, pero en el piso de abajo, aquí pasé mi infancia y adolescencia”.
“Cala”, como le decían todos, ha sido el protagonista de innumerables temporadas aquí. Extensos períodos desde diciembre hasta marzo en los que las obras se ofrecían con dos funciones diarias. “Algo hizo que tuviera que volver a vivir acá, en el mismo edificio, donde me parece ver a mi papá en cada rincón”, intenta encontrar una explicación la actriz que ha pasado sus últimos veranos haciendo temporada en Villa Carlos Paz. Atenta a la charla, “Coca” Calabró, su madre, no la deja mentir: “Este era el lugar elegido por ´Cala´”, dice esta mujer simpática a más no poder y que irá mechando recuerdos y comentarios, mientras su hija dialoga con el cronista. Pasar una tarde con las Calabró es un gran plan, minado de anécdotas, cuentos de teatro y una amabilidad que llega al paroxismo. “No te vas a ir sin tomarte otro café”. Y allí va Illiana a la cocina en busca de la infusión. Con un cuerpo tallado e imponente, en ella convive el “minón” impactante y la mujer campechana.
La ley primera…
Sabe que el móvil de un programa sobre farándula la está buscando. “Ahora que me amigué con mi hermana, no me van a hacer pelear”, dice.
-Hablemos del vínculo con tu hermana Marina.
-En realidad, nunca nos peleamos.
-¿Qué sucedió? ¿Por qué le reclamaste en el programa PH, podemos hablar una mayor presencia familiar?
-Soy más grande y para algo tienen que servir los años. Yo la veo muy bien, feliz, sé que disfruta lo que hace y vive para eso, porque es muy pasional; pero también mi deber de hermana mayor es decirle “acá estamos y te necesitamos, queremos que estés acá, te va a hacer bien”. No se trata de egoísmo, sino de pensar en ella. Acercarse al entorno familiar, brindarle amor y que Marina nos lo brinde a nosotras es algo hermoso, es una pena que nos privemos de eso.
-El reclamo te surgió, nada menos, que en un programa de Telefe, ante millones de personas.
-Es que soy auténtica, me salió así. Estaba tan relajada que empecé a hablar.
-Luego de la grabación, ¿tomaste conciencia de lo dicho?
-A veces, una pierde la perspectiva, es como que tenés que ver el programa al aire para darte cuenta qué pasó, porque es como ir a una sesión de terapia.
-Para que esté alertada antes de la salida al aire del programa, ¿le habías avisado a tu hermana sobre lo que habías dicho en la grabación?
-Le quise avisar, pero no me contestó el mensaje. A los dos o tres días me llamó, justo cuando se estaba yendo a un casamiento, así que no era momento para contarle. Le dije “¿te acordás que te llamé?” y me respondió, “sí, me colgué”.
Iliana se refiere a la boda del conductor Baby Etchecopar a la que fue invitada Marina Calabró. Dicha fiesta coincidió con la emisión de PH, podemos hablar, el ciclo conducido por Andy Kusnetzoff. Luego del testimonio de Iliana, a Marina comenzó a explotarle el teléfono. Enterada de lo sucedido, la periodista le envió un mensaje a su hermana y la bloqueó. “La llamé, no me atendió, así que le escribí, pero por el bloqueo mi respuesta nunca le llegó”. Finalmente, el 13 de diciembre, las hermanas se reencontraron en el cumpleaños de la abogada Ana Rosenfeld, que coincide con el de Marina.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-No iba nerviosa. En cuanto nos vimos nos abrazamos y nos dimos un beso.
-¿Hablaron luego de ese encuentro?
-Nos volvimos a ver en Navidad. Está todo muy bien, ayer nos quedamos hablando hasta cualquier hora por teléfono, algo que hacía mucho tiempo que no pasaba.
-A veces son buenas esas crisis.
-Yo me tomo atribuciones, es que siempre fui muy “mamaza” de mi hermana. Mi mamá tuvo un accidente vial siendo muy joven, entonces siempre cuidamos mucho de no preocuparla, yo era la que recibía los problemas para que no llegasen a oídos de “Coca”.
-Iliana, ¿qué periodista de policiales te gusta más?
-¡Me enteré por los medios! No hablé con mi hermana sobre eso.
Estalla en una carcajada ante la pregunta con segunda intención. Su hermana Marina estaría noviando con el periodista Rolando Barbano, su compañero en el programa de radio Lanata sin filtro. “Ella no venía de un buen año, así que me pone muy feliz que esté bien. Dios quiera que vaya todo para adelante, porque cuesta mucho, luego de una relación larga, tomar una decisión”.
-¿La llamaste para felicitarla?
-Sí, pero siempre está rodeada de gente y no puede hablar. Ella está bien.
“El día de su cumpleaños le dije a Marina que quería que se pusiera de novia, se casara y tuviera más hijos”, dice “Coca”, la mamá orgullosa que, lejos de incomodarse, disfruta del flamante noviazgo de la menor de sus herederas. Iliana reconoce que el amor hacia su hermana está intacto, tanto como el de Marina hacia ella. Así sucede, más allá de las diferencias, cuando se trata de gente de bien.
El paso del tiempo
“Me encantaría ser abuela”, dice la actriz, aunque reconoce que no le gusta “presionar a los chicos” porque “cada uno tiene sus tiempos”.
-¿Cómo vivís el paso de los años?
-Una siente que ya comienza a transitar un peldaño de madurez, aunque todavía tengo a “Coca”, una generación arriba de la mía. Si bien no me preocupa el avance de los años, lo que si tengo claro es que, a esta altura de la vida, todo tiene que ser goce, sin sacrificios. No vivo la vida como una carrera contrarreloj.
-¿Dónde viven tus hijos?
-Stefano, el más chico, es arquitecto y vive en Argentina y Nicolás, el mayor, está en Brasil, donde se casó con una compañera de la multinacional donde trabaja.
-He leído que te has reencontrado, en alguna fiesta familiar, con el padre de tus hijos.
-Sí, cuando mi hijo se recibió de arquitecto.
-Luego de la separación, no se habían vuelto a ver.
-Exacto, pero, en esa oportunidad, no saludamos, estuvo todo bien. Es el papá de mis hijos y siempre estuvo presente, jamás se desentendió de su rol de padre.
-La vida te dio revancha en el amor.
-Ahora sí. Luis es un ser bondadoso y luminoso, un señor, es mi cable a tierra. Se ocupa de las pequeñas cosas, piensa en visitar a “Coca” y, de hecho, la trajo a mi mamá a Mar del Plata. Se ganó el cielo.
-¿Cómo lo conociste?
-Me lo presentó un amigo joyero, hacía mucho tiempo que me venía hablando de él, pero yo estaba muy bien sola. Me daba fiaca empezar de nuevo con alguien, no me quería complicar. Lo curioso es que también me llamó Ana Rosenfeld para presentármelo, porque también lo conocía.
-¿Tu amigo joyero y Ana Rosenfeld querían presentarte a la misma persona?
-Sí, pero el joyero y Ana no se conocían.
-Cuestión de destino.
-Sin dudas. Finalmente, mi amigo joyero me lo presentó. Compartimos los orígenes de familia italiana, el gusto por los viajes y el amor por la familia.
-¿A qué se dedica?
-Es marmolero.
-¿Conviven?
-Desde el primer momento. Entró a casa y se quedó.
Qué tiempos aquellos…
-¿Cómo eran aquellos veranos en los que tu padre hacía teatro aquí?
-Fueron tiempos muy felices, de temporadas brillantes.
El cronista le recuerda la carpa de la calle Buenos Aires donde Juan Carlos Calabró protagonizó, junto a Juan Carlos Altavista y Gerardo Sofovich, la pieza Minguito, el Contra y el Ruso, del humor hacen abuso. “¿Cómo te acordás de eso? Llegaron a hacer tres funciones por día, la cola de público rodeaba toda la manzana”.
Había una mística en aquellos veranos. “Muchos actores cumplían años acá, así que las reuniones eran permanentes”. Recuerda a Carlos Andrés Calvo, Soledad Silveyra, Linda Peretz, Emilio Disi, Susana Giménez y, desde ya, a su padre. “Se reunían todos a celebrar con el compañero”, rememora la actriz, quien debutó en el circuito del teatro comercial integrando el elenco de una comedia que se daba en el teatro Hermitage, donde solía presentarse la compañía encabezada por Nora Cárpena, Guillermo Bredeston, Dorys del Valle, Emilio Disi y figuras invitadas que rotaban cada verano. “Después de las funciones se iba a cenar y luego a tomar café al bar del Hermitage hasta que saliera el sol. Era todo mágico y feliz”.
Iliana y su hermana Marina -integrante del staff del canal de noticias LN+-, acomodaban sus horarios al de sus padres. Se desayunaba casi al mediodía -debido a que papá Juan Carlos se acostaba al amanecer- y el día de playa se cortaba cerca de las cinco de la tarde. “Había que volver para que papá tomara una merienda importante, antes de irse a trabajar. Ese era el mandato. Mi mamá no se iba a quedar en la playa y no acompañar a su marido, que se tenía que preparar para ir al teatro”.
Mientras “Cala” cumplía con sus funciones, Iliana y su amiga Lorena Bredeston se escapaban al bingo para “hacer tiempo” hasta que sus padres terminaran las funciones. Antes, en la adolescencia, Iliana iba a los bailes del colegio Stella Maris o del club Los Troncos y, cerca de la una de la mañana, Juan Carlos la pasaba a buscar. “Cómo no me va a dar nostalgia volver a Mar del Plata”, reafirma muy emocionada.
Un ritual también acompañaba la vida en la arena. “No había celulares y la Polaroid era para los ricos, entonces mi padre se mandaba a imprimir miles de fotos con su cara. Cuando la gente se le acercaba, le pedía que volviera a las cinco de la tarde, que era el momento en el que le traían las fotos de la imprenta. A esa hora se hacía una cola de gente en nuestra carpa del balneario para que ´Cala´ los saludara y les diera la foto autografiada”.
Es indudable que Iliana Calabró recibió una influencia vocacional importante, pero no hubo mandato impuesto. Al punto tal despertó su pasión por la actuación que se recibió en el Conservatorio Nacional con el mejor promedio de su camada. “Siempre les he dicho a mis hijos que si se ama la profesión que se elige, se siente que no se trabaja nunca, es jugar, un placer y un modo de vida”.
-¿Conlleva algún riesgo?
-Sí, no se para nunca, no se pone freno. Ahora, que una está más grande, se da cuenta que, quizás, se perdió cosas de índole personal, porque la entrega y la pasión siempre han sido de lleno.
No es tu despedida
Juan Carlos Calabró falleció el 5 de noviembre de 2013. Al haberse cumplido una década de la ausencia física del cómico, este verano, su hija Illiana organizará una bicicleteada por la ciudad de Mar del Plata a modo de homenaje.
-¿Cómo fueron los últimos días de Juan Carlos Calabró?
-Un médico se me acercó y me dijo que el cuerpo de papá era como un balde lleno de agujeros y que, por más que le hiciera diálisis, el cuadro era complejo, perdía sangre porque no coagulaba; ya le habían hecho una cantidad impresionante de transfusiones de sangre.
-El dilema era cuánto más había que agredir a ese cuerpo y con qué perspectiva.
-Exacto, era una decisión muy difícil. Finalmente, dejamos de dializarlo, no tenía ningún sentido que siguiera sufriendo, porque no había posibilidad de recuperación. Sabíamos que estaría con vida un par de días más, así que le dije a mamá que fuese a su casa para descansar un poco, ya que yo sabía lo que se venía.
-¿Él tenía algún grado de lucidez?
-Estaba medio dormido, pero yo le iba leyendo la nueva obra que iba a hacer. Se sonreía. La mano a través de la cual lo dializaban la tenía siempre contraída, en tensión, entonces, le dije “papi, ya no te van a dializar más, quédate tranquilo” y, automáticamente, abrió esa mano, la relajó y volvió a sonreír, a pesar que estaba muy sedado. Él me decía “¿para qué todo esto?, hija” y yo le explicaba que era para curarse, por eso, al decirle que ya no habría más diálisis, entendió que le dábamos el permiso para partir, se acababa el sufrimiento. Luchaba por nosotras, porque sabía que lo necesitábamos, pero ya estaba muy cansado, sufriendo.
-¿Qué fue lo último que le dijiste a tu padre?
-Le decía que se fuera tranquilo, que había sido muy bueno y por eso iba a ascender para reencontrarse con sus padres.
-Muy fuerte.
-También le dije que me iba a encargar de cuidar a “Coca” y le susurré “venime a buscar cuando me toque, pero todavía no, tomate tu tiempo”. Papá era muy reacio a la muerte, muy negado, antiguo.
-¿Todo eso se lo decías llorando?
-No, como te lo estoy contando a vos.
-Tenías una gran fortaleza.
-También le canté una canción.
-¿Cuál?
-”Hasta el final” de David Bisbal, ahí sí se me entrecortaba la voz. En su última tarde habían ido a visitarlo sus amigos Carlitos Rottemberg y Settimio Aloisio, y algunos amigos míos. Me fui del hospital sabiendo que papá se iría.
-Desde ese momento hasta que tu padre falleció, ¿cuánto transcurrió?
-Papá se fue a la mañana siguiente, acompañado por mi mamá. Él quería quedarse solo con mamá para irse.
-El homenaje que le hizo Aptra en la entrega del Martín Fierro que se realizó en el teatro Colón fue muy importante.
-Lo levantó mucho, aunque él sabía que estaba haciendo un camino de despedida, que el final, tarde o temprano llegaría.
Habla con entereza sobre todo aquello que le tocó transitar, pero se quiebra al pensar en su madre recorriendo los rincones de ese edificio de Mar del Plata donde tantos veranos transcurrió.
Palabra de “Coca”
“Me encanta la obra y me gustó lo que hizo Iliana en el escenario, ya sé que soy la madre, pero está muy bien”, dice “Coca” Calabró, quien no se perdió tramo de la charla de su hija con LA NACION.
-¿Le gusta visitar Mar del Plata, nuevamente?
-Sí, por supuesto, hacía mucho que no venía. “Cala” tenía un departamento acá, me parece mentira salir al balcón y mirar Cabo Corrientes.
“Coca” Calabró es una émula de Mirtha Legrand ya que tiene la agenda completa de sus noches con visitas en el teatro. “Esta noche voy a ver a Martín Bossi”.
-¿Se encontrará con Mirtha Legrand?
-Sí, espero que sí. En Buenos Aires hablamos los martes, jueves y, a veces, también los sábados. Juan Carlos la quería mucho, habían trabajado juntos en teatro. Yo también la quiero mucho, cuando no la llamo me llama ella, “´Coca´, ¿qué te pasó que no me llamaste? Mirtha es única e irrepetible”.
Plantada en la escena
“El texto es muy rico”, dice Iliana Calabró con respecto al material que le toca interpretar. En Perdida Mente interpreta a la mano derecha de la jueza encarnada por Leonor Benedetto, que va organizando su futuro una vez que le diagnostican Alzheimer. “Es muy lindo el desafío cuando se produce un ping pong”, grafica en torno al vínculo que puede desarrollar en el escenario con sus compañeras. “La mirada con el otro es fundamental, esto es lo que siempre quise para mi carrera”.
-Te voy a hacer una pregunta muy machista y obsoleta. ¿Es complejo compartir el elenco sólo con mujeres?
-Para nada, los mayores problemas los he visto entre los colegas varones. Tengo mucho para contar sobre ellos.
La charla deja de grabarse y el muestrario de anecdotario es bien extenso. Desde el actor que comía ajo en el camarín y dejaba impregnado ese aroma en todo el teatro, hasta los compañeros que cantaban en voz muy alta en el micro de gira sin dejar dormir a quienes deseaban descansar. Los nombres sorprenden. “No hay gente con la que no volvería a trabajar, pero, sí me dan a elegir, sé muy bien con quién preferiría y con quién no”, asegura.
En cuanto a su ingreso a Perdida Mente, donde le toca interpretar al personaje que, durante las primeras temporadas, llevaba adelante Patricia Sosa, recuerda que lo primero que hizo cuando recibió la propuesta fue llamar a la cantante: “Me dijo, ´tenés que hacerlo, que alegría que seas vos la que toma el personaje, te va a encantar, vas a poder desplegar a tu actriz´. Estimulada, le dije que sí a Muscari sin siquiera haber leído el texto”.
-Una carrera atípica donde has hecho de todo. Trabajaste para chicos, fuiste vedette, comediante; sin olvidarnos de tu paso por “Cantando por un sueño” y “Bailando...”, los programas de Marcelo Tinelli.
-Y te olvidás de mi trabajo erótico en Sex. Tengo un espíritu inquieto.
-Deslumbrabas en tu rol de vedette.
-Había que llamar la atención.
-En un principio, tu papá no estaba muy de acuerdo con su hija desnuda en el escenario.
-Se había enojado un poco, pero después se acostumbró y venía a todas las funciones. Se sentaba en el fondo, para no llamar la atención, y contaba cuánta gente había en la sala. Siempre decía, “si mis hijas son felices, yo soy feliz”.
-¿Sos consciente de lo querida que sos por la gente?
-Sí, y me encanta.
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