En la película Sueños de un seductor (Play It Again, Sam, 1972), el perdedor que encarnaba Woody Allen imaginaba que el fantasma de Humphrey Bogart, vestido como en Casablanca, le daba consejos de cómo conquistar mujeres. Ni la elección simbólica ni la elección estética fueron caprichosas, porque si Bogie fue la representación perfecta del seductor cinematográfico, el clásico de 1942 que protagonizó con Ingrid Bergman fue la película que lo colocó en ese lugar.
Previo a su consagración en Casablanca, Bogart engrosaba la lista de esos antihéroes toscos, ásperos y rudos, descendientes de aquellos cowboys y gangsters que habían dominado el cine de décadas anteriores, pero potenciados aquellos años por los vientos de guerra. Películas como La legión negra (1937), The Roaring Twenties (1939), High Sierra (1941) o El halcón Maltés (1941) habían consolidado esa imagen cuasi misógina, que entusiasmaba a los hombres pero no aceleraba el pulso femenino. Hasta que un día llegó el director Michael Curtiz, y con él Ingrid Bergman, y con ella la cadencia del piano de "Según pasan los años..", y con todos ellos una de las películas románticas más importantes de la historia del cine. De pronto, Humphrey Bogart se convirtió en un galán, creando una bisagra en el género que marcaría un antes y un después en su carrera, y en su vida.
El hijo del doctor
Humphrey DeForest Bogart nació el 25 de diciembre de 1899. Su madre –de quien heredó el nombre–, fue una artista muy importante y ya desde bebé él se convirtió en modelo para ilustraciones de libros infantiles. El padre de Bogart era un prestigioso cirujano de Nueva York, por lo que se podría decir que la familia estaba, dentro de todo, acomodada en la escala social de la época, muy lejos de ese personaje de outsider y barba de dos días que cultivó en la pantalla. Al adolescente, amigo de las fiestas y alérgico a los compromisos nunca le faltó nada. Excepto tal vez el cariño de su madre, que siempre priorizó su trabajo por sobre su primogénito. Tanto así que ya grande, y cuando algún periodista buceaba en esa etapa de su vida, el actor siempre destacaba a las niñeras que habían cuidado de él siendo chico.
Fue la Primera Guerra Mundial la que comenzó a templar el carácter del futuro astro. Bogart se enroló en la marina y terminó como timonel del buque Leviathan. Con el final del conflicto surgió la necesidad de conseguir un trabajo, el cual encontró en un teatro como asistente del director. La enfermedad de uno de los actores y la necesidad de encontrar un reemplazo urgente le dieron su primera gran oportunidad. Y sucedió: Humphrey Bogart subió al escenario y no se bajó nunca más.
Si la llegada al teatro de Bogie fue casi por casualidad, su despegue en el cine no fue tan distinto. El intérprete había hecho una exitosa puesta en Broadway junto a Leslie Howard de El bosque petrificado. En 1936, Warner Bros. le dio luz verde a una adaptación cinematográfica. Querían a Howard, pero sugerían reemplazar a su ignoto compañero por el ya consagrado Edward G. Robinson. Pero Leslie Howard se puso firme, eran los dos o ninguno. Así fue que a los estudios no les quedó más remedio que contratar a Bogie. La película fue un suceso, y el actor (en el rol de un gangster) dio un paso importantísimo en la consolidación de su propio mito.
Amores en conflicto
Durante su paso por Broadway, un veinteañero Humphrey Bogart llamó la atención de una conocida actriz de la época, Helen Menken, diez años mayor que él. La mujer hizo todo lo necesario para conquistarlo, y aunque él no se sentía particularmente atraído por ella, entendió que tal vez fuera una cuestión de tiempo; y que además decirle que no podía traer como consecuencia que comenzaran a cerrarse esas puertas profesionales que recién se estaba abriendo. Se casaron el 20 de mayo de 1926. Un año después, y luego de que él le confesara que estaba enamorado de otra mujer, Menken le pidió el divorcio. El nuevo amor de Bogie también era una actriz, se llamaba Mary Philips, y con ella se casó en 1928.
En los 10 años que estuvieron juntos, Mary tuvo que apuntalar económicamente a Humphrey en más de una ocasión, lo que coloquialmente sería "parar la olla". Las obras en las que él trabajaba pasaban sin pena ni gloria, y a la pareja no le alcanzaba la plata. Fueron tiempos muy duros para el actor desde lo anímico, y también cuando comenzó a refugiarse en el alcohol, una adicción que mantuvo hasta el final de sus días.
En 1938, durante una gira de Mary fuera del país, Bogie conoció a Mayo Methot. Su carácter era totalmente diferente al de su esposa, mucho más alegre y desenfadada. Seducido por esta joven tan irreverente, Bogart dejó a su esposa, y cinco días después volvió a casarse.
Sin embargo, dos personalidades tan fuertes como la de Methot y Humphrey estaban destinadas a colisionar. Las peleas se convirtieron en cotidianas, al punto que sus amigos los apodaron "Battle Bogies". El in crescendo fue tal que en una ocasión Mayo llegó a atacar a su marido con un cuchillo.
La pareja iba a la deriva, una curiosa metáfora de la pasión del actor por los barcos. Sin embargo, él no tenía demasiado tiempo para preocuparse, porque su carrera profesional finalmente iba en ascenso y, a la vuelta de la esquina, lo esperaba el bar de Rick.
Siempre tendremos París
Ingrid Bergman, su compañera en Casablanca, describía a Humphrey Bogart de la siguiente manera: "Con toda su dureza y brusquedad, aún sentías que detrás de todo eso había un corazón tierno. Cuando empezamos la pélícula él era muy educado y trabajaba con mucha naturalidad, pero yo sentía que estaba distante. Era como si estuviese detrás de una pared". Con el estreno del film, el 25 de noviembre de 1942 (apenas 15 días antes de su debut en los cines argentinos), Bogart se convirtió en el actor más taquillero del cine norteamericano, y también en el más seductor.
La historia de la película amalgamó su imagen de "rudo" con la del hombre enamorado, y el combo fue explosivo. "No hice nada que no hubiera hecho antes. Pero cuando la cámara enfoca el rostro de Ingrid Bergman y ella está diciendo que te quiere, cualquiera parece romántico", trató de explicar el actor, pero no se lo creyó ni él.
Casablanca ganó el Oscar a mejor película, y todo Hollywood se rindió a los pies de su protagonista. Inmediatamente después llegaron Pasaje a Marsella (1944) y Tener y no tener (1944). Es fundamental recordar este último título, porque en esa película compartió pantalla con una chica de 19 años que daba sus primeros pasos en la industria de la mano del director Howard Hawks: Lauren Bacall, el gran amor de su vida.
El sueño eterno
"Howard me quería en una película con Cary Grant o Humphrey Bogart. Yo dije ‘Uauu, Cary Grant… Pero Humphrey Bogart es un buen actor, nada más. Lo conocí en el set de Pasaje a Marsella, pero no estallaron fuegos artificiales ni nada. Nos saludamos y después se fue cada uno por su lado. Pero un día me crucé con Bogie en la puerta de las oficinas de Howard Hawks, me miró y me dijo: ‘Ví tus pruebas para la película, la vamos a pasar muy bien juntos’. Y en eso tuvo mucha razón". Así recordaba Lauren Bacall su primer encuentro con el hombre que acompañó hasta el último día de su vida, el padre de sus dos primeros hijos y su gran amor.
La química entre ambos atravesó la pantalla y también los atravesó a ellos. Durante el rodaje comenzaron un romance, mientras Bogart todavía estaba casado. Sin embargo, al finalizar la filmación de Tener y no tener, el actor volvió con su esposa.
Recién se reencontró con "Betty" -como llamaba a Bacall- en el set de Al borde del abismo (The Big Sleep, 1946), segunda película en la que compartieron cartel. La pasión fue tal que ahí sí Bogie no pudo ni quiso seguir con una doble vida. El 10 de mayo de 1945 se separó de Mayo Methot y, fiel a su estilo impaciente, once días después se casó con Laureen Bacall.
La boda se llevó a cabo en la granja del escritor Louis Bromfield, íntimo amigo del actor. "Durante la ceremonia -recuerda Bacall- miré a Bogie y ví que tenía lágrimas en los ojos. Me dijo que fue porque finalmente había entendido el significado de las palabras que se dijeron en la ceremonia".
El 6 de enero de 1949 nació Stephen (bautizado en honor a su personaje en Tener y no tener), y cuatro años después Leslie (en honor a Leslie Howard, el actor que había sido su mentor). Bogart, que durante muchos años había dicho que no tenía ningún interés en formar una familia, se vio siendo padre a los 49 años. Y fue la mayor alegría de su vida.
Rodeado de ese amor, que compensaba el que no tuvo de chico, Humphrey Bogart murió en su casa, el 14 de enero de 1957, luego de luchar durante mucho tiempo contra un cáncer de garganta. Así lo despidió Laureen Bacall: "Antes de conocerlo creía que Bogie hablaba como si fuera un gángster, me sorprendió ver que no era así. Fuera de la pantalla no se parecía a sus personajes, era un caballero. El se autodenominaba ‘Un chico del siglo XIX’. Tenía valores muy elevados, mucho carácter e integridad. No toleraba una mentira, lo que la gente llamaba ‘rudeza’, en realidad era convicción. Pasara lo que pasara no hacía concesiones".
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