Hugo Moser, el precursor de la comedia costumbrista que le ponía su sello a cada programa
El autor y director empezó haciendo guiones de cine, pero pronto se dedicó de lleno a la televisión y dejó programas muy recordados, de La familia Falcon hasta El precio del poder
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Fue el guionista y director más prolífico de nuestra televisión, y casi todo lo que tocaba se transformaba en éxito, desde La familia Falcón hasta Matrimonios y algo más o El precio del poder. Hugo Moser era un apasionado por su trabajo y lo fue hasta el último día de su vida. Nació en Buenos Aires el 14 de abril de 1926 y dio sus primeros pasos como guionista con apenas 20 años. Luego se animó a producir y a dirigir, dándole a sus productos una impronta inigualable. Murió a los 77 años, el 16 de diciembre de 2003, luego de padecer una larga enfermedad que solo en su última etapa lo alejó de su trabajo.
Cursaba Ciencias Económicas y trabajaba en la Dirección General Impositiva, cuando tuvo su primera oportunidad como guionista, y fue en cine aunque con el tiempo se dedicó de lleno a la TV. Esa primera película fue El hombre virgen, que se estrenó en 1956 con dirección de Román Viñoly Barreto, protagonizada por Luis Sandrini y Aída Luz; era una adaptación de Hipocampo, de Sergio Pugliese. Moser entendió que lo suyo no era la economía y largó la carrera y su trabajo en la DGI para apostar al mundo del espectáculo.
Nunca le faltaron propuestas ni reconocimiento. Hizo también los guiones de Novia para dos, Fantoche, Un centavo de mujer, Los dioses ajenos, Salitre, Chafalonías, Vacaciones en la Argentina, Rebelde con causa, Libertad bajo palabra, La familia Falcón, Convención de vagabundos, Estoy hecho un demonio, Quiero besarlo señor, La flor de la mafia, El gordo catástrofe, Fotógrafo de señoras, Mi mujer no es mi señora, Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo, Los hijos de López.
Tuvo una única experiencia como actor en una coproducción con Italia, Vacaciones en Argentina, de la que además escribió el guion. Se estrenó en 1966 con dirección de Guido Leoni y un elenco de artistas italianos, y se filmó en Roma, Mar del Plata, La Pampa, Bariloche y Cataratas del Iguazú. Esa oportunidad fue suficiente para aceptar que lo suyo era el detrás de cámaras. Como productor hizo El novicio rebelde, en 1968.
En TV hizo los libros de Amor en sí bemol, en 1959, y luego Los trabajos de Marrone. La familia Falcón, en 1962, fue un boom y pronto se transformó en uno de los programas símbolo de toda esa década, precursora de la comedia costumbrista que retrataba a una familia de clase media. Se emitió por Canal 13 y sus protagonistas fueron Pedro Quartucci, Elina Colomer, Roberto Escalada, Silvia Merlino, Emilio Comte, José Luis Mazza y Alberto Fernández de Rosa. También hizo Ellos dos y alguien más, Mis hijos y yo, J.C. Buenos Aires-Roma-París, La familia Carreras, Matrimonios y algo más que intermitentemente estuvo al aire hasta el 2001, Los hijos de López, Somos nosotros, Los hermanos Torterolo, Mancinelli y familia, Historias de un trepador, que además produjo, Detective de señoras, Flavia corazón de tiza, Por siempre mujercitas, Trucholandia, El precio del poder, de la que también fue director.
Formó una muy buena dupla con su hijo Hugo Alejandro, que se hizo cargo de la dirección de muchos de los ciclos que escribió su papá. Todos los actores y actrices que trabajaron con ellos aseguran que se entendían con una sola mirada y que ambos tenían un carácter fuerte. Una desinteligencia los distanció durante unos años hasta que se reconciliaron yendo a la cancha de Boca Juniors, el club de sus amores.
A Hugo Moser le gustaba escribir en su máquina de escribir (tenía tres) y jamás lo hizo en una computadora. Era su rutina desde la mañana temprano, después de leer todos los diarios. El sello de sus programas era justamente la actualidad y era capaz de cambiar el libreto minutos antes de grabar, y así volver locos a los actores, que sabían que no debían quejarse porque esas modificaciones valían la pena: eran el sello Moser. Le gustaba definirse como un comunicador y en alguna entrevista en los años 90 admitió: “Nunca pensé que iba a entrar a este mundo, hasta que una serie de personas se ocuparon de mí. Empecé escribiendo, después siguió la rueda, me permití hacer de todo y me volqué totalmente a esto”.
Fue uno de los precursores de una forma de hacer TV que ya no existe. Y cuando aparecieron las cámaras sorpresa y los reality shows se enojó bastante: “Se extraña a gente como Alejandro Romay o Goar Mestre. Los argentinos tenemos un mal que es el de creernos los mejores del mundo: un día nos vendieron ese verso y lo compramos. Desgraciadamente, muchos de los nuevos talentos se engrupen enseguida. No se dan cuenta de que para los canales modernos son un número más. Yo fui transgresor, pero respetaba a la sociedad. Malo o bueno, yo no sacrifico el texto. Yo quiero que me lo digan como es. Todos saben que yo no dejo agregar nada. Y no quiero que un cómico diga una grosería”, decía en las entrevistas de principios de la década del 90.
Moser se exilió dos veces, en 1955 y en 1983, y fue muy crítico del gobierno de Raúl Alfonsín. En 1987 llegó a ser director artístico del entonces Canal 2 y nunca escondió su simpatía por el gobierno de Carlos Menem y su amistad con Domingo Cavallo.
Tuvo dos matrimonios: el primero con la actriz Susana Freyre, y a principios de los 80 se enamoró de Stella Maris Lanzani, con quien tuvo a sus hijos Víctor Hugo y Nicolás. Lanzani recordó a Moser para LA NACIÓN: “Trabajé por primera vez con mi marido en El previo del poder, y tenías que decir la letra tal y como estaba escrita… En cambio, en otros programas de humor que hizo Hugo y sí daba alguna licencia. Pero acá no podías equivocarte en nada porque era tan preciso ¡Era un francotirador!”, ríe la actriz que conoció a Moser siendo muy joven. “De chica no me dejaban ver La familia Falcón en casa porque era muy politizada. Después, cuando lo conoció, mi mamá adoró a Hugo y terminó siendo su admiradora número uno. Criticaba a todos los gobiernos y no se embanderó con ninguno. Nunca se le pudo poner un sello. Tardé muchos años en trabajar con él y hasta hice terapia para decidirme, porque no quería que dijeran que trabajaba porque era mi marido. Él tenía el pudor de que no crean que… y yo que no piensen que… Nunca pude pelear cartel ni sueldo. Cuando empezó a preparar El precio del poder quise ser parte porque buscaba algo que no fuera comedia. Soñaba con mostrar que tenía otra faceta como actriz, y esa fue mi oportunidad. Amé ese programa profundamente. Lo hicimos dos años en Canal 9 con Alejandro Romay, que nos dio todo. Viajamos a Italia a grabar porque era la época de ‘mani pulite’ (el proceso judicial italiano que descubrió una red de corrupción que involucraba a los principales grupos políticos del momento), y recorrimos Nápoles, Roma, Venecia, Milán y el Vaticano. Fuimos Juan Darthés y yo, además del director, un cámara y un sonidista. Los últimos días me llamó Hugo para darme una noticia terrible, se había muerto mi mamá. Ellos se quedaron grabando, pero yo volví con urgencia y no hice las imágenes en el Vaticano. Fue durísimo”.
Lanzani contó que “padre e hijo eran una combinación perfecta, porque se entendían sin hablar. Alejandro era el director y, claro, estaba todo el día en las grabaciones. Pero Hugo venía cuando quería, entraba al estudio cuando menos lo esperabas y te cambiaba todo. Era muy buen director de actores también, y escribía y sabía cómo quería que lo dijeras. Trabajaba con el televisor, los diarios, la radio y el diccionario. Estaba informadísimo”.
Carola Reyna trabajó en varias oportunidades con Moser. La primera fue en la segunda temporada de El precio del poder: “iban a ser unos pocos capítulos y me quedé hasta el final porque Hugo se copó con la relación de Bebán con mi personaje, que remitía a alguien de la política que no recuerdo. A tal punto que me fue aumentando el cachet y cuando se renovaron los contratos, Moser me llevó en persona a la oficina de Romay –porque en esa época era todo muy personal– y le preguntó cuánto estaba ganando yo. Y respondió: ‘Bueno, la quiero para el año que viene ganando el doble’. Yo no lo podía creer porque Hugo era famoso por su carácter y si no le gustabas podía ser bravo. Al final no renovó contrato con Canal 9 y el programa terminó porque se fue a Canal 2, pero fue un gran empujón de Moser, que no se concretó por esa razón”, le confió a LA NACION.
Raúl Rizzo también recuerda con cariño a Moser: “En todos sus programas trabajaba sobre la base de lo inmediato de la realidad. En El precio del poder recibíamos el libro los lunes, grabábamos el martes y esa misma noche salía al aire ¿Se entiende? Lo que grabábamos durante el día, salía a la noche. No me olvido más de un episodio que sucedió con el entonces ministro de Interior, José Luis Manzano. Resulta que hacíamos alusión a él en el capítulo y de pronto renunció y hubo que cambiar todo. Así estábamos, siempre con la soga al cuello (risas). Se trabajaba muy encima de la realidad que cambiaba constantemente y nosotros nos adaptábamos. Es más, en plena grabación sucedían acontecimientos que modificaban situaciones y eso también se reflejaba en los libros, porque Moser trabajaba con el televisor, los diarios, la radio y las noticias se iban acumulando. Había actualidad más allá de la historia central que era la columna vertebral del programa”. También reconoce que no tenía un carácter fácil: “Hugo era bravo, era estricto, y más con la premura que teníamos que grabar y con los cambios de último momento. Creo que esa inmediatez era también uno de los secretos del éxito que tuvo el programa”.
Mirta Busnelli participó en Matrimonios y algo más: “Cuando me llamó Moser, con quien no concordaba ideológicamente, pero que era un tipo que sabía muy bien cómo generar situaciones y gags, pensé que debía hacerlo porque era la posibilidad de estar en sketches muy distintos entre sí, pero siempre tratando de evitar cualquier situación con la que no estuviera de acuerdo y lo he logrado. Creo que él se daba cuenta y me comprendió sin que lo hubiéramos hablado explícitamente”.
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