Hugo Arana: un actor que soñaba a lo grande, sufrió por amor y la interrupción que más le molestaba
El intérprete, quien murió en 2020 a raíz de una complicación en su cuadro de Covid, fue recordado por sus amigos Jorge Marrale y Juan Leyrado para LA NACION; además Cristina del Valle aseguró que fue “un gran compañero” de trabajo
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A dos años de su partida, dos de sus grandes amigos recordaron a Hugo Arana para LA NACION. “Huguito era único”, coinciden Jorge Marrale y Juan Leyrado, con quienes Arana formó el grupo de teatro Errare humanum est, junto a Darío Grandinetti. El actor falleció el 11 de octubre del 2020, en el Sanatorio Colegiales, donde estaba internado por un accidente doméstico. Fue allí que, mediante un hisopado, se enteró que tenía Covid-19, pero se sentía bien y por eso decidió llevar tranquilidad a todos y contó en los medios: “Tengo el virus de forma muy liviana, no me ha dañado la respiración ni tengo dolores. Me chequean todos los días y la presión está bien, los latidos están bien, no tengo temperatura”. Sin embargo, su salud se complicó y falleció a los pocos días, de un paro cardiorrespiratorio. Tenía 77 años.
Actor de raza, amado por sus amigos y mimado por el público, Hugo Arana creció en un hogar humilde, con un papá peón de campo, que en la ciudad trabajaba de lo que podía, y una mamá que se ganaba la vida cociendo. Nació en Juan José Paso, un pequeño pueblo a 43 kilómetros de Pehuajo, un 23 de julio de 1943, y creció en la zona sur del Gran Buenos Aires, entre Monte Grande, Lomas de Zamora y Lanús. De joven se ganaba la vida como carpintero y soñaba a lo grande. “Quería ser actor de cine, pero no tenía ni idea de lo que se trataba”, aseguraba cada vez que le preguntaban. Estudió actuación con Marcelo Lavalle y luego con Augusto Fernandes. Debutó en cine con El santo de la espada, en 1970, con Alfredo Alcón y bajo la dirección de Leopoldo Torre Nilsson y su primera ficción en televisión fue Papá corazón, en 1973, con Norberto Suárez y Andrea Del Boca. Ya trabajaba hacía tiempo en teatro independiente y en algunas publicidades.
Amor, escarpines y vino
La popularidad le llegó de sopetón, justamente con una publicidad, la del vino Crespi. Fue en 1972 protagonizando esa tierna propaganda sobre un hombre que se enteraba que iba a ser padre por primera vez cuando su mujer le mostraba un par de escarpines. El comercial, que dirigió Juan José Jusid, tuvo tanto éxito que fue el primero de una saga y a partir de entonces a Arana se le abrieron las puertas del cine y la televisión.
En cine hizo La tregua, El soltero, La historia oficial, Crónica de un niño solo, Made in Argentina, Muerte en Buenos Aires, Las puertitas del Sr. López, La Tregua, Volver, La isla, Re loca, Un lugar en el mundo, El verso, El Che, El lado oscuro del corazón, Cautiva, Peligrosa obsesión, entre tantas otras. La última fue Todavía, en 2018, junto a Betiana Blum y Pablo Rago.
En televisión hizo decenas de ficciones, entre ellas Los hermanos Torterolo, Hay que educar a papá, De corazón, Situación Límite, Tiempo final, Mujeres asesinas, Los exitosos Pells, Tato de América, La banda del Golden Rocket, Resistiré, Vecinos en guerra, Buenos vecinos, Graduados, La leona, Los sónicos, Panadería Los Felipe, Cuéntame cómo pasó, Tu parte del trato. Su última ficción fue la primera temporada de Casi feliz (Netflix), en 2020.
“El groncho y la dama” y “Huguito Araña”, dos sketchs inolvidables
Su popularidad aumentó con Matrimonios y algo más, el ciclo de Hugo Moser en el que Arana se lución en los sketchs “El groncho y la dama” y “Huguito Araña”, un estereotipo de homosexual afeminado que, según él mismo contó, se originó cuando debía entrevistar a Juan Carlos Dual, en 1982, a quien estaban maquillando para la escena. Dual fue burlado por sus colegas y respondió de forma amanerada, como una gracia. Eso llamó la atención de Arana y decidió sumarlo a su sketch. En ese entonces fue criticado duramente por el gobierno militar, por la identidad sexual del personaje, y el equipo de producción del programa decidió que la solución era que Huguito Araña se casara, la elegida fue Mónica Gonzaga.
Arana protagonizaba también “El groncho y la dama” con Cristina del Valle, que lo recordó así para LA NACION: “Lo quise mucho, fue un gran compañero y siempre lo voy a tener en mi corazón. No fuimos amigos, pero sí fui muy amiga de su mujer, Marzenka Novak, una divina total. Con Hugo hicimos un éxito insuperable, nunca más hubo otro igual porque estaba muy bien escrito, muy bien hecho por Moser y nosotros tuvimos la suerte de dar con el physique du rol. Hugo era una persona muy seria. Me acuerdo que no le gustaba nada que lo molestaran mientras comía. Después firmaba dos mil autógrafos, sin problemas”, dijo, entre risas, Del Valle.
De perfil muy bajo, pocas veces hablaba de su vida privada. Se casó con la actriz Marzenka Novak en 1978 y fueron padres de Juan Gonzalo Arana, también actor. Novak falleció el 3 de julio de 2011 y a Hugo le costó mucho reponerse.
El recuerdo de Leyrado y Marrale
En teatro hizo muchos éxitos, entre ellos Made in Lanús, La Ratonera, Los mosqueteros, Baraka, Cyrano de Bergerac, La nona, Todas las rayuelas, Mineros, Milonga, El Saludador, El puente. Durante muchos años fue parte del grupo Errare humanum est, que formó en 1992 junto con Jorge Marrale, Juan Leyrado, Darío Grandinett y Miguel Ángel Sola, y con quienes hizo muchos éxitos.
“Lo quise mucho a Hugo. No tengo una anécdota porque es algo imposible cuando llegás a conocer tanto a una persona como yo a Hugo y él a mí, y a nuestras familias. Lo que recuerdo es su humanidad, su ojo crítico, y sobre todo la forma que tenía de crear. Era meticuloso, un investigador de la experiencia humana que, me parece, en realidad es lo que nos conforma como actores porque somos observadores vivenciales de la experiencia humana para después hacer los personajes desde nosotros. Y Hugo era eso, un ser observador, inquieto, inconformista, que tenía una gran virtud: muchísima precisión cuando encontraba la línea y se instalaba en la construcción del personaje y lo hacía de una manera magistral”, se emociona Marrale al hablar con LA NACION sobre Arana.
Y agrega: “Todos los recuerdos que tengo de Hugo son fantásticos y maravillosos hasta cómo le peleó a la vida hasta el último momento. Un gran ser humano, solidario, pensante, crítico, observador, minucioso para construir desde lo pequeño, como quien desarrolla algo y lo va exponiendo. Eso era Hugo para mí, un ser incomparable, único. Y siento mucho su ida, su pérdida. Cuando se inauguró la sala que lleva su nombre en la Fundación SAGAI fue un momento muy emotivo porque lo que estoy diciendo yo, era lo que se sentía en esa sala. Fue un reconocimiento simbólico en una sala de teatro de una sociedad de gestión de derecho de propiedad intelectual en la que tuvo una participación muy activa desde el comienzo. Siempre defendiendo. Un compañero único. Todo el amor y el reconocimiento para él”.
Juan Leyrado también se conmueve al hablar de su gran amigo: “Tengo tantas cosas para contar y sin embargo no puedo resaltar una anécdota porque Huguito es toda una anécdota. Tenía muchas gracias que nunca se le hubiesen ocurrido a nadie. Hugo es familia, como lo son Marrale y Grandinetti. Formamos aquel Errare humanum est que nos hizo recorrer mucho juntos con obras tan exitosas como Los mosqueteros, Los lobos, Baraka, Mineros. Hugo está presente siempre en nosotros y siempre hablamos de todas sus ocurrencias. Un tipo de mucho humor, muy claro, muy profundo, muy inteligente, con una sabiduría en relación al trabajo y también a la profesión. Era un gran artesano de nuestra tarea”.
Y suma: “Contaba historias y chistes, y me acuerdo que una vez él venía contando siempre una misma historia y nos tenía recontra podridos porque era el mismo cuento que era muy divertido, pero ya estaba. Y cuando íbamos de gira les contaba ese mismo chiste a personas que estaban ahí, circunstancialmente. Tanto nos agotó que una temporada en Mar del Plata con Los mosqueteros, que tenía mucha improvisación, se me ocurrió decirle como personaje ‘por qué no contás el cuento de siempre’. Hugo se quedó helado, nos fuimos todos a un palco y lo dejamos para que cuente el chiste. Fue como exorcizarlo porque ya no lo contó nunca más. Me acuerdo que empezó tímidamente ante una sala llena y después se calentó y siguió y siguió, con mucho fervor. La improvisación era nuestra característica como grupo y como amigos y él era uno de los capitanes”.
Un traspié en su salud y la pregunta que lo cansó
En junio de 2013, mientras estaba en su casa, Arana sufrió un infarto y fue hospitalizado e intervenido. Dos semanas más tarde le dieron de alta, pero debió interrumpir su participación en la ficción Vecinos en guerra y desde entonces tuvo algunos esporádicos problemas de salud.
Su último trabajo fue en plena cuarentena. Historias virales fue una serie de unitarios sobre la pandemia por el Covid-19. El capítulo No te olvides fue filmado en su propia casa y Arana interpretó a un padre que estaba en un geriátrico y cumplía 80 años, y como su hija (Moro Angeleri) no podía ir a verlo por el aislamiento, le hacía una videollamada.
Que le preguntaran por su parentesco con Facundo Arana era algo que a Hugo le hacía gracia al principio, pero se ya se había cansado de responder y explicaba: “En el 2000 hicimos juntos Buenos vecinos. En la ficción, mi padre había tenido una aventura en Entre Ríos y aparecía un hermano, que era Facundo. Nos cansamos de hacer notas y explicar que no somos parientes. A él también le preguntan si soy su papá”, repetía Hugo Arana, un tipo cálido y un actor exquisito que amaba profundamente su oficio.
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