Hugh Grant: el actor que dejó atrás al héroe romántico y se convirtió en el mejor intérprete de los más sórdidos villanos
La estrella de El diario de Bridget Jones y tantas otras comedias románticas se reconoce en un momento “raro” de su carrera, que incluye ahora papeles serios, incluido su espeluznante protagónico en Heretic, que llegará a nuestro país a fines de noviembre
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Hugh Grant ha sufrido de confusión de imagen de marca desde 1994, cuando su interpretación en Cuatro bodas y un funeral lo consagró como el héroe romántico británico por excelencia, con un encanto y una timidez que lo llevaron al triunfo. Pero su reciente incursión en personajes extraños y, a veces espeluznantes, juega tan eficazmente en contra de su imagen que uno empieza a sospechar que se equivocó sobre él todo este tiempo.
Grant sería el primero en decir que algo más oscuro y complicado se esconde bajo su superficie. “En el colegio tenía un profesor que me decía: ‘¿Quién es el verdadero Hugh Grant? Porque creo que es posible que el que estamos viendo no sea sincero’”, dijo Grant mientras paseaba por Central Park el mes pasado. Se estaba comparando, o al menos a su capacidad de persuasión, con Mr. Reed, el carismático villano que interpreta en Heretic, una película de terror religioso que se estrenará en los cines norteamericanos el 8 de noviembre y llegará a la Argentina el 21 de ese mes. “La capacidad de manipular y seducir… Quizá yo sea culpable de eso”.
A sus 64 años, Grant está disfrutando de “la era de los espectáculos de fenómenos” en su carrera, según él mismo la define, interpretando a una galería de pícaros poco comunes, hábiles bribones (The Undoing, A Very English Scandal), sórdidos gánsteres (Los caballeros), embaucadores sedientos de poder y actores autoengañados (Paddington 2 y Sin glasear), sin olvidar al pequeño Oompa-Loompa de Wonka. Grant dijo que aquella primera versión de sí mismo, retraído, con el pelo alborotado y amable, nunca lo representó en realidad.
“Mi error fue que, de repente, tuve un éxito masivo con Cuatro bodas... y pensé: ‘Ah, bueno, si eso es lo que a la gente le gusta tanto, también seré esa persona en la vida real’”, dijo. “Así que solía hacer entrevistas en las que era el señor ‘Tartamudo Guiñador’, y es culpa mía que luego me metieran en una caja marcada como ‘Tartamudo Guiñador’. Al final, a la gente le repugnaba, y con toda razón”.
Grant acababa de llegar de Toronto, donde se estrenó Heretic. Era un día espléndido en Nueva York y saludó al parque como a un viejo amigo, pasando por delante de algunos de sus monumentos favoritos como el Reloj Delacorte, cuyos animales de bronce bailaban al son de la música para marcar la hora, y la estatua de Balto, el heroico husky siberiano que transportó medicamentos y posaba imperiosamente sobre su roca, no lejos del zoológico infantil.
“¿Te has dado cuenta de que Balto nos atrae irresistiblemente?”, preguntó Grant, acariciando la estatua. “¡Hola, Balto!”, dijo. Y añadió: “Ya he tenido experiencia con algunos huskies”.
Mencionó uno de sus primeros papeles, en una miniserie de 1985 sobre la malograda expedición antártica de Robert Falcon Scott en 1911. “Interpreté a un científico bastante patético cuyo nombre, apropiadamente, era Cherry-Garrard”, contó Grant. Tuvo que conducir un equipo de huskies por la nieve. “Dije: ‘Adelante’ en inuit, pero esos perros bastardos dieron un giro de 180 grados y me arrastraron hacia el hielo”, afirmó. “Se estaban riendo de mí”.
Cine de horror
Puede parecer extraño que Grant, con su facilidad británica para contar anécdotas graciosas sobre sí mismo, protagonice una película de terror. Lo aterrorizan, entre otras cosas, y hace poco se salió de una en un multicine al que había entrado por error con su hermano, un banquero que vive en Nueva York (no hay que preguntarle sobre Midsommar).
Pero Scott Beck y Bryan Woods, quienes escribieron y dirigieron Heretic, dijeron en una entrevista conjunta en video que la capacidad de Grant para subvertir las expectativas lo convertía en la opción perfecta para el papel. “Se trata de un actor que está revolucionando aquello por lo que era conocida su carrera, renovándola y volviéndola en contra de su público”, dijo Beck.
La pareja, cuyos créditos como guionistas incluyen Un lugar en silencio, recordó haber visto a Grant en Cloud Atlas, la película de 2012 en la que interpreta a seis personajes, todos despreciables. “Lo primero que salió de la boca de Scott cuando salimos de la película fue: ‘Hugh Grant’”, dijo Woods. “Nos entusiasmó tanto la elección desafiante, atrevida y extraña de que estuviera en esa película. Y en los 10 años siguientes, para nosotros se convirtió en el mejor actor de carácter para interpretar personajes oscuros y arriesgados”.
Grant, cuyo atractivo juvenil ha dado paso a un desaliño distinguido, era una figura reconocible en el parque. Aunque la mayoría de los peatones mostraban una fría distancia neoyorquina incluso al advertir su presencia, hubo algunos gritos de “¡Te quiero, Hugh!”. En un momento dado se acercó una mujer que balbuceaba sobre su obsesión con Un gran chico (2002), en la que Grant interpreta a un pícaro soltero que asume las responsabilidades de las relaciones humanas y sucumbe a la monogamia. (Definitivamente hay partes de sí mismo en ese personaje, afirmó Grant, quien —tras años de entusiasta soltería y novias famosas como Elizabeth Hurley y Jemima Khan— se casó finalmente hace seis años). “Me sé esa película palabra por palabra”, dijo la mujer. Señaló vagamente a su marido, quien atendía a su bebé y parecía desear estar en otro lugar. “Literalmente, se la hago ver una vez al año”. “Eres muy amable”, le contestó Grant. (“Pobre hombre”, añadió, cuando ya se habían ido).
La infancia
Grant creció en Londres, donde su padre trabajaba en el negocio de las alfombras. Consiguió una beca para estudiar en Oxford y, según él dice que por casualidad, cayó en el mundo de la interpretación. Siempre se ha mostrado ambivalente sobre el trabajo, mencionando con nostalgia su novela a medio escribir y refunfuñando sobre si siquiera le gusta la profesión. “Me doy cuenta de que no tiene buena pinta”, dijo riendo.
No le gusta la maquinaria de Hollywood. Aunque en las entrevistas siempre es divertidísimo (y deliciosamente picante en la televisión británica), su ingenio irónico y sus aires de cascarrabias pueden causarle problemas. El año pasado, en una rueda de prensa, tras un torrente de entusiasmo anodino por parte de sus compañeros de reparto de Wonka, Grant se metió en problemas al declarar: “No podría haber odiado más todo esto”. (Fuera de contexto, suena fatal. Pero ese tipo de humor es normal en el Reino Unido; no hay más que ver las películas de Richard Curtis protagonizadas por Grant: Cuatro bodas, Un lugar llamado Notting Hill y Realmente amor).
“Una cosa confusa de él es que no sabes lo que dice en serio”, remarcó Chloe East, quien interpreta a una de las dos jóvenes misioneras mormonas en Heretic, que se rodó en Vancouver. “Es muy británico. Le preguntas: ‘¿Qué tal el fin de semana?’, y te contesta: ‘Ha sido terrible; odio Vancouver’. Y uno se pregunta: ¿En realidad, ha tenido un fin de semana horrible o es solo su forma de comunicarse?”.
Grant se toma su trabajo muy en serio. Para preparar los papeles, escribe elaboradas historias sobre sus personajes y acribilla a preguntas y notas a los directores en largos intercambios de correos electrónicos. “Nos enviaba tres páginas en las que nos decía: ‘Estaba pensando en Richard Dawkins, en qué significa esta frase y cómo la interpretaría yo’”, dijo Woods. “Nos encantaba trabajar con un actor a quien le importaba tanto su trabajo”.
Entre otros actores, tiene fama de riguroso. “Eso de que ‘no me gusta actuar y me gustaría ser contador’… son tonterías”, dijo el actor británico Hugh Bonneville, alias Lord Grantham de Downton Abbey, quien participó con Grant en Notting Hill (1999) y de nuevo en Paddington 2 (2018). “Puede fingir desinterés por la profesión y restarle importancia a sus propias habilidades, pero es un gran talento que trabaja muy duro en el plató”.
Bonneville recordó la valiente actuación de Grant en los créditos finales de Paddington 2, una extravagancia musical que se rodó durante el primer día de rodaje y en la que Grant aparece vestido con un atrevido conjunto de pantalones de tirantes deslumbrantes (encarna a Phoenix Buchanan, un actor vago y pagado de sí mismo, en lo que se considera uno de sus mejores papeles).
“Implicó un gran compromiso, y también lo consagró como un magnífico cantante y bailarín”, dijo Bonneville. Los aficionados a Grant recordarán el falso video musical a lo Wham! del actor en Letra y música, la comedia romántica de 2007, y su pequeño baile de Oompa-Loompa en Wonka. En un momento especialmente espeluznante de Heretic, canta un fragmento de “Creep” de Radiohead.
Su enfoque a menudo incluye improvisaciones. Los diálogos subidos de tono de su personaje, Daniel Cleaver, cuando seduce a Bridget (Renée Zellweger) en El diario de Bridget Jones (2001) —incluida su icónica respuesta “¡Hola, mamá!” a los enormes calzoncillos de Bridget— fueron idea de Grant (en 2025 se estrenará una cuarta película de Bridget Jones, en la que Cleaver ha dejado de “pasearse por Kings Road mirando a las jovencitas con faldas cortas”, como dijo Grant).
No cabe duda de que en Grant también hay algo de Cleaver, el novio tóxico pero embriagador que volvía locas a todas las veinteañeras. Cuando se le preguntó en una entrevista en video qué versión se acercaba más a la realidad —el simpático Hugh en persona o el malvado Daniel en pantalla—, Zellweger se rió. “¿Tenemos que elegir? ¿No podemos tenerlos a todos?”, dijo. “Hay tantos Hugh, y tu suposición es tan buena como la mía. El que él quiera ser”.
Otra faceta de Grant procede de su persistente y, dado el panorama de los medios de comunicación británicos, valiente papel como activista de Hacked Off, un grupo que trabaja para sacar a la luz el hackeo telefónico y otras actividades ilegales de los periódicos sensacionalistas del país.
En abril, Grant, uno de los cientos de personajes públicos cuyos teléfonos fueron hackeados por el desaparecido News of the World, resolvió a regañadientes una demanda contra el Sun, propiedad de Rupert Murdoch. Había acusado a la empresa de contratar a un investigador privado para que irrumpiera en su casa y le pusiera micrófonos ocultos, entre otras cosas.
“Me encantaría que todas las acusaciones que niegan se probaran en los tribunales”, dijo en la red social X. Pero según la legislación inglesa, si ganaba el caso en los tribunales pero se le concedía una indemnización por daños y perjuicios “aunque fuera un penique inferior a la oferta de acuerdo” presentada por la empresa, Grant habría tenido que pagar los costos legales de ambas partes, más de 10 millones de libras. “Me temo que me inclino por esa opción”, dijo, añadiendo que pensaba donar el dinero de su acuerdo a la campaña contra el hackeo.
Mil ensayos
Grant puede parecer relajado en la pantalla, pero “hace falta mucha habilidad para hacer que parezca tan fácil”, dijo Bonneville. De hecho, Grant dijo que a menudo tiene miedo de congelarse en el plató o de que su timidez supere su espontaneidad. Cuando se reunió con East el primer día de rodaje de Heretic, confesó que algunas escenas con mucho diálogo le producían ansiedad. “En mi cabeza pensaba: ‘Eres Hugh Grant, has trabajado en un millón de trillones de películas, y si alguien tiene que estar nerviosa soy yo’”, recordó East.
Las escenas se trabajaron y ensayaron sin cesar de mil maneras, en las que Grant pensaba en cada acción y entonación e insertaba nuevos fragmentos de movimiento, diálogo e incluso algunos ruiditos extraños para romper los grandes bloques de diálogo. “Fue muy interesante verlo”, dijo Sophie Thatcher (Yellowjackets), quien interpreta a la otra misionera. “Era otro nivel de preparación. Era tan preciso a la hora de encontrar pequeñas peculiaridades para que su personaje se sintiera un poco fuera de lugar”.
Obligadas a hacer publicidad de sus proyectos, muchas estrellas pueden parecer totalmente fascinadas por la conversación durante una entrevista (al fin y al cabo, son actores), solo para perder el interés instantáneamente si se pasa a otro tema que no sea el suyo. Grant, por el contrario, se muestra realmente curioso y comprometido. Muy culto, hiperinteligente y divertidamente sarcástico, tiene la habilidad británica de hablar sin parar, y a menudo no del todo en serio, sobre prácticamente cualquier cosa.
Hablamos, entre otros temas, de religión, de muerte, de política, de eutanasia, del 11 de septiembre, de Nueva York y de si creemos en el más allá (probablemente no, aunque dijo que una vez vio un fantasma flotando en un castillo de Yorkshire). Estábamos pasando al tema de los celulares, que Grant considera “el polvorín del diablo”, cuando vio a una corredora ágil y morena en un sendero lejano del parque.
“¿Es mi esposa?”, preguntó.
No lo era, aunque su esposa, Anna Elisabet Eberstein, había viajado con él a Nueva York y es, de hecho, una ávida corredora. Ambos se conocieron en un bar en 2010. Grant, a punto de cumplir 50 años, seguía en su fase de soltero incorregible y llevaba “borracho unos tres años”, dijo; Eberstein, que es sueca pero vivía en Londres, estaba de luto por el fin de su primer matrimonio.
Celebraron su boda ocho años después. “No puedo creer que le guste”, dijo Grant. “Pero es un matrimonio muy feliz”.
Al hablar de su mujer y sus hijos —tienen tres juntos y él tiene otros dos de una relación anterior con la actriz Tinglan Hong— su tono se suavizó y la ironía se desvaneció. “Me han vuelto absurdamente sentimental”, dijo.
Y también llorón. Grant lloró cuando vio Buscando a Nemo. Llora cuando ve La novicia rebelde (“Cada vez que lo oigo hablar de La novicia rebelde, pienso que es su Rosebud”, dijo Beck). Llora cuando lee en voz alta libros infantiles, sobre todo los que tratan de padres y bebés animales. Menciona una historia sobre un conejo soltero de mediana edad cuya vida egocéntrica da paso al “caos total en su madriguera” cuando se mudan unos patitos revoltosos. Descubre que los quiere mucho. “Por supuesto, esa fue la historia de mi vida”, bromea. “Vivía en mi carretera, jugando al golf, perfectamente feliz. Y entonces mi vida dio un vuelco”. Hace una pausa. “¿Has oído hablar de El hombre palo?”, añadió, refiriéndose al libro ilustrado de Julia Donaldson. “Es un palo”, explica. “Tiene que ir a hacer algo, y le pasan cosas terribles: los perros lo agarran y la gente quiere meterlo al fuego. Y él sigue diciendo: ‘No soy un palo, soy el Hombre Palo, y tengo que volver con mis hijos’”. En fin, vuelve con ellos, y todos se alegran mucho de verle”.
Grant parece un poco avergonzado, pero también totalmente sincero. “Eso siempre me hace llorar”, asegura.
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