Hovik Keuchkerian, el exboxeador que hoy brilla en una serie de Prime Video: “En un escenario estoy más cómodo que en un ring”
Un día se sacó los guantes, cambió de rumbo y encontró una nueva pasión cuando creía haberlo perdido todo; ahora protagoniza la serie Reina roja
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Hovik Keuchkerian estaba corriendo. Se había despertado a las cinco de la mañana, como todos los días, y había salido a correr como parte de su entrenamiento de boxeador. De repente, frenó y se preguntó: ¿para qué estoy haciendo esto? Ese fue el comienzo de un giro de 180 grados que lo catapultó hacia una nueva pasión: la actuación. El gran quiebre en él, en realidad, se había producido un poco antes, cuando había tenido la primera derrota de su carrera: en 1999, frente a Thierry Guezouli.
Nacido hace 51 años de madre española y padre armenio en el Líbano (dejó a los 3 años su país natal por la guerra civil y se crio en España), Keuchkerian asegura que esa derrota le enseñó más que todas las victorias juntas (fue campeón de España de peso pesado dos veces), y que recién ahí se hizo boxeador. Tuvo 11 peleas más después de esa derrota, pero llegó un momento en el que se preguntó si estaba sosteniendo tanto entrenamiento porque verdaderamente lo quería o si era algo que se había autoimpuesto.
Entre su renuncia al sueño de pelear y descubrir un trabajo nuevo que lo apasionaba, se refugió en el alcohol, ya que el día después a renunciar a su sueño fue “eternamente largo”. Lo sacó de ahí un amigo que lo invitó a hacer stand-up y de ahí alguien lo llamó y lo llevó a la tele: su primer papel fue en la serie Hispania, la leyenda, que se estrenó en octubre de 2010. Pero también la escritura lo acompañó en todo este proceso de cambios, así escribió cuatro libros.
Aunque algunos podrán recordarlo por sus roles en La casa de papel, El ministerio del tiempo, Isabel, The night manager o Antidisturbios, otros tendrán la oportunidad de conocerlo esta semana con el estreno en Prime Video de la serie de suspenso Reina roja, en la que interpreta a Jon Gutiérrez, un entrañable policía vasco que, haciendo dupla con Antonia Scott (interpretada por la actriz Victoria Luengo), se arroja a investigar una serie de crímenes misteriosos.
-Una vez dijiste que aprendiste más de tu derrota en el boxeo que de todas las victorias juntas, ¿qué fue lo que aprendiste?
-Ese día que me noquearon fue la primera vez que me sentí realmente boxeador. Cuando piensas que no vas a perder nunca, pues lo que ocurre es que pierdes y te das cuenta básicamente de que eres un imbécil. Cuando eres tú el que mete manos y el otro es el que se cae, pues, es todo cojonudo. Ahora, cuando te meten mano a ti y eres tú el que se cae, y abres los ojos y tienes al referí contándote encima... Yo tardé mucho en poder ver el video de la pelea porque me hizo mucho daño.
-¿Por qué?
-En mi imaginario, las dos veces que me levanté luego de que me tiraran al suelo, yo había sacado manos para intentar cogerle al otro y ponerlo en el suelo. Pero cuando vi la pelea cinco o seis meses después, me quedé absolutamente sobrecogido porque vi, en cambio, que no había tirado ni una mano. Yo deseaba haber tirado una mano, pero no; él se me acercaba, me pegaba, yo me caía, me levantaba... El árbitro debió ver algo en mis ojos porque paró la pelea y me dijo: “otro día”. Yo he oído a gente decir que no se puede hacer comparaciones entre el boxeo y la vida, yo, en cambio, creo que no se puede hacer comparaciones entre otra cosa que no sean el boxeo y la vida.
-¿Y de ahí a la actuación?
-No, de ahí hice 11 peleas más. Por eso yo creo que con esa derrota me hice boxeador porque consideré que toda la parte anterior de mi carrera había tenido la utilidad de llegar hasta ese día en el que me encontré con un tipo que era mucho mejor boxeador que yo. Dejé todo lo que estaba haciendo en España a nivel de entrenamiento y empezó mi periplo por Alemania, Londres, América, para descubrir cómo se entrenaba allá, y me di cuenta de cómo debía empezar a entrenar yo.
-¿Qué pasó entonces?
-Conseguí dos títulos nacionales y empezó el camino supuestamente a ser título de Europa. Pero era desgastante ser un peso pesado en España y llegó un momento en el que, como digo en un poema de mi tercer libro, salí a correr a las 5.30 de la mañana como había hecho todas las mañanas de los últimos seis años y de repente paré, me senté en un banco y pensé: ¿estoy boxeando porque quiero boxear o porque se supone que es lo que tengo que hacer porque me metí en la cabeza que si no termino peleando en el Madison voy a ser un fracasado? Y decidí dejar de pelear. Y ese poema acaba diciendo: ‘Y volví a casa andando, andando se va más despacio, pero se ven las cosas mejor’.
-Entonces sí, ¿de ahí al arte?
-No, de ahí empecé a beber como un cabrón porque cuando se te ha ido un sueño, el dolor o la sensación de fracaso no están en no haber conseguido tu sueño, en no haber llegado a donde pensabas, en no haber conseguido tu goal, no. Lo que ocurre es que el día siguiente es eternamente largo, no caen las horas. Yo tenía el gimnasio todavía, pero el gimnasio estaba vinculado estrechamente con mi carrera. El día siguiente lo que tienes es una oquedad, no sabes con qué llenar el día. Yo no había bebido nunca y empecé a beber.
-¿Cómo saliste de esa situación?
-Lo que me sacó de ahí fue un amigo que me invitó a hacer stand-up. Ahí pisé el escenario y me encontré en un lugar que era como naturalmente mío. Muchísimo más cómodo que el ring. Y de ahí me vio un productor, al que le dijeron ‘hay un tipo haciendo comedia, que es el tío que estás buscando para hacer la serie de televisión que quieres hacer’. Ramón Campos me llamó y cuando me quise dar cuenta estaba con Roberto Enríquez, José Ballesta, (Alfonso) Bassave, Nathalie Poza, Lluís Homar, en una serie de televisión sobre la historia de España. Anteriormente, cuando todavía era boxeador, yo había observado que el trabajo de actor era difícil. Tenía amigos y amigas que desde los 10, 15 años, querían ser actores y actrices, que estudiaron arte dramático, y aún no lo han conseguido. No consiguieron ni tener un representante.
-¿Qué tenés vos que sí lo conseguiste? ¿Qué hizo la diferencia?
-La diferencia es entre ir a por las cosas de una forma obsesiva y que se te vengan. A mí me pasó que alguien dijo: ‘este señor, que venga a hacer el casting’. Esta profesión, que es un sueño para mucha gente, a mí me ha venido. Me siento un privilegiado absoluto porque encontrar un trabajo, con 37 años, que te sorprenda, que te emocione, que no caduque, que cada vez que trabajas sea nuevo, eso es de sentirse uno entre mil millones.
Su rol en Reina roja: Jon Gutiérrez, “un policía vasco y gay”
“Eres un policía vasco y gay”. Así describe al detective Jon Gutiérrez su compañera, Antonia Scott, en Reina roja, serie que es la adaptación de una novela best seller de Juan Gómez-Jurado (la primera de una trilogía). Gutiérrez es un gigante con un corazón de oro (“no estoy gordo, soy fuerte”, explica en una escena) que es reclutado para investigar un crimen escabroso (el primero de varios) junto a Scott, una mujer de 34 años que tiene el cociente intelectual más alto del planeta. La mente de Scott va demasiado rápido y sufre alucinaciones, al margen de expresarse con cierta soberbia por momentos; una combinación que a veces la vuelve un poco insoportable, tanto para sí misma como para los demás. El inspector Gutiérrez es el único que puede soportarla y a la vez, el único que ella acepta tener como compañero. El personaje encarnado por Keuchkerian funciona como contrapunto perfecto para la conflictuada Scott, flaca ella “como un colibrí”, según él la define, y “con un aire triste”.
Cada día que termina, Gutiérrez se va a la casa de su madre, con la que vive, a comer una tortilla de papas deliciosa; Scott, en cambio, vuelve a su departamento gigante sola, donde no tiene ni un mueble, y contempla el suicidio. Él la invita a cenar con ellos y terminan forjando una amistad que los salva a ambos, con momentos de honda intimidad, como una escena en la que él le suelta el pelo porque dice que así se ve más hermosa. Con su humor sagaz, el personaje de Gutiérrez crea momentos tiernos en medio de una serie que por lo demás es pura violencia y horror.
En uno de los momentos más graciosos de la serie, ambos están recorriendo un bosque que es la escena de un crimen, plena tensión, cuando Scott, cizañera, indaga sobre el traje de su compañero: “¿Cómo puedes permitirte un Tom Ford con tu sueldo de policía?”, a lo que Gutiérrez, perspicaz, responde: “¿Y cómo puede ser que con un cociente intelectual de 242 no te hayas dado cuenta todavía de que es una imitación?”.
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