El conductor y presentador se tomó el día con sus hijos Ian, Chloé y Alan en Sofitel Reserva Cardales. Cómplices, jugaron a posar y adelantaron los festejos del gran día
Cuenta la leyenda que a sus 19 años, mientras hacía el CBC para entrar en Arquitectura, una amiga de sus padres le dijo que fuera a ver a su sobrina, que era jefa de producto de Calvin Klein, porque le parecía que su look combinaba perfecto con esa etiqueta. Sin saber mucho de qué se trataba, Horacio Cabak (45) se animó, hizo su debut en un desfile de prensa y, por años, fue "el" modelo nacional por excelencia. Aunque todo podría haber quedado ahí, su curiosidad y su talento le abrieron un espacio cada vez mayor en los medios, hasta convertirse en uno de los conductores más versátiles de nuestra televisión. A los 45 años, pleno con su carrera y con la familia que armó junto con su mujer, Verónica Soldato, y sus hijos, Ian (12) y los mellizos Alan y Chloé (9), se prepara para celebrar uno de los momentos más esperados del año: el Día del Padre.
–¿Cómo lo festejás?
–No tenemos un ritual pero, por lo general, vamos a almorzar afuera, así nadie tiene que trabajar extra. Yo suelo levantarme más temprano que el resto de mi familia y aprovecho para hacer fiaca en la cama. Y al rato se van sumando mis hijos para saludarme. Después, en algún momento del día, nos reunimos con mi viejo y mis hermanos, que también son padres.
–¿Te gusta que te sorprendan con el regalo o sos de los que piden con anterioridad?
–No pido nada. Mi mujer sabe perfecto cuáles son las casas de ropa que me divierten o los libros que me interesan, aunque ahora se me apilaron varios. Ella identifica mis falencias en el guardarropa y así decide qué me regalan. Recibo un regalo por cada uno de mis hijos y Chloé siempre aporta algún dibujo y, como buena mujer, tracciona a sus hermanos para que hagan tarjetas personalizadas.
–Tu hijo mayor ya es preadolescente. ¿Cómo se fue modificando tu rol de papá?
–Al principio todo fue puro descubrimiento. Por suerte, tengo un trabajo que me permitió participar mucho de la crianza de los tres. Te diría que desde bebés todo fue muy mano a mano con mi mujer. De hecho, yo siempre fui el que les dio el primer baño o el que les limpiaba el ombligo apenas nacieron. Nunca me achiqué con ninguna de las tareas. Ahora que están más grandes es más complejo en el sentido en que nada es lineal, tiene más variantes y matices. Y otra vez sentís que no hay un lugar donde se pueda cursar Padre 1 o Padre 2 para tener más certezas que las que te va dando la experiencia. El vínculo va evolucionando día a día, y vos vas aprendiendo. Lo principal es establecer un buen diálogo, poder hablarlo todo. Yo siempre les digo a los chicos que no hay macana suficientemente grande como para no poder hablarla. Con mi mujer siempre les insistimos que vengan primero a nosotros, que siempre que necesiten ayudan, estamos y si lo que necesitan se nos escapa de nuestro conocimiento vamos a buscar juntos toda la ayuda que precisemos.
–Por lo que contás, con tu mujer forman un equipo muy sólido.
–Sí, y además, no te queda otra. A los chicos tenés que darles todas las herramientas posibles, para todas las situaciones, y después confiar en ellos. Es cierto que muchas veces les cuento que a mí, en circunstancias similares, me pasó esto o lo otro. Pero no quiere decir que tengan que resolver de la misma manera, pueden elegir.
–¿Sos más amigo que padre o sos firme a la hora de poner límites?
–Intento ser un padre, no un amigo. Compartimos muchas cosas, pero pongo límites. Eso también los ayuda. En el colegio, por ejemplo, si se sacan un 3, no soy el padre que se las va a agarrar con el profesor. Claramente, en muchas cosas, soy un padre conservador.
–¿Y cómo fue la relación con tu papá? ¿Sentís que incorporaste muchas cosas de ese vínculo?
–Siempre disfruté mucho de mi viejo, tengo confianza y, con el paso de los años, él también me consulta sobre diferentes temas. Cuando yo era chico, el trabajaba muchas horas, viajaba mucho y venía de una realidad diferente, ya que fue hijo único y de padres casi analfabetos, inmigrantes. Seguramente tengo muchas cosas de él. Yo no tengo nada que reprocharle, es un gran papá y, además, es un abuelo increíble.
–¿De dónde vinieron tus abuelos?
–Mi abuelo paterno nació en Ucrania y mi abuela, en Polonia. Se escaparon después de la Primera Guerra Mundial. Mi abuelo la pasó tan mal que nunca nos contó ninguna historia de lo que vivió, más allá de que alguna vez nos enseñó alguna canción. No tengo un vínculo con esa parte de mis raíces, aunque me interesa lo que pasa a nivel sociopolítico en la región, por supuesto.
–¿Tus hijos heredaron la pasión por la moda o los medios?
–A los chicos les gusta la pilcha, pero hasta ahí. Lo que más les importa es el corte del pelo. [Se ríe]. Mi hija es superfemenina, a ella le interesa más. Y también, algún feriado, le gusta acompañarme a la tele. Pero, por el momento, viven alejados de los medios.
–Vos, en tanto, tenés un año con agenda completa.
–Sí. Además de las presentaciones que hago para mis clientes, sigo con La jaula de la moda y con Horas, minutos y segundos, en Magazine. Y con Ciudadano común en FM Delta. Estoy feliz.
Texto: Lucila Olivera
Fotos: Tadeo Jones
Producción: Carol Schmoisman
Maquillaje y peinado: Keku Rezzio
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