Junto con su mujer, Verónica Soldato, y sus tres hijos, disfrutó de una semana a puro lujo en Cancún. Después de dieciocho años en pareja, asegura: "Todavía me provoca nervios la idea de casarme"
Hace años que fantaseaban con este viaje. Desde que fueron padres de Ian (10) y los mellizos Cloe (7) y Alan (7), Horacio Cabak (43) y su mujer, Verónica Soldato (41), optaron por pasar sus vacaciones en Cariló y Punta del Este, y siempre dejaron para más adelante el sueño de pasar unos días en las playas del Caribe. Por eso, cuando planearon estas vacaciones, Horacio fue por más y sorprendió a sus hijos con una escapada a Orlando. "La idea era que todos la pasáramos lo mejor posible. Por eso pensamos en llevar a los chicos a Disney también. Sin embargo, contra todo pronóstico, al final se divirtieron mucho más en la playa", cuenta el ex modelo. Eligieron el Paradisus Cancún Resort, un exclusivo hotel caribeño cinco estrellas cuatro diamantes, de concepto LUXeclusive, con vista al mar.
–¿A tus hijos no les gustó Disney?
–Sí, la pasaron bárbaro. Pero lo que tienen este tipo de viajes es que estás todo el tiempo contrarreloj. Durante seis días te la pasás caminando y haciendo filas en cada uno de los juegos de los parques. Con Verónica recorrimos dos mil kilómetros en auto para que ellos cumplieran el sueño de estar con Mickey y terminamos agotados. Por eso, cuando llegamos al hotel, fue como tocar el cielo con las manos. Una vez en la playa nunca más nos volvimos a poner los zapatos.
–¿Qué fue lo que más disfrutaron de las vacaciones?
–La vida al aire libre te permite abstraer de todo ese mundo de problemas que vivimos a diario para conectarte nuevamente con tu centro. El viento, la arena, el mar turquesa… son como pequeños mimos que nos dan fuerza para seguir adelante. Y si a eso lo combinás con los servicios hiperorganizados del hotel, tenés unas vacaciones perfectas. [Risas].
–Entonces te malcriaron un poquito…
–Totalmente. Me sentí como un rey o una estrella de cine. Apenas terminábamos de tomar el desayuno, ya teníamos reservada la balinesa con vista al mar. Nunca vi a mi mujer tan feliz.
–¿Qué actividades compartieron?
–Con los varones armamos castillos de arena y nos la pasamos jugando al fútbol, que les encanta y no se cansan nunca. Después, por supuesto, cada tanto se escapaban para jugar con la Play Station de la habitación.
–¿Cómo definirías las personalidades de tus hijos?
–Ian es el más grande y el más serio de los tres. También es el gran artista: le gusta la batería y todo lo que tenga que ver con la música. Y, por supuesto, es fanático del fútbol. Sabe muchísimo, le encanta retener datos… Es como una enciclopedia del mundo de la pelota. [Risas]. Alan es el mellizo de Cloe, pero él está convencido de que es el gemelo de Alan. Lo adora y lo sigue a todos lados. A diferencia de su hermano mayor, se convirtió en el payaso de la familia; es un loco lindo que le gusta hacerte reír. Y también le encanta la música. De hecho, toca el piano. Los tres vamos a recitales y cantamos juntos, como una banda. Y después está la reina de la casa: Cloé, una enana muy cariñosa, superfemenina y que vive en su mundo de princesas.
–¿En qué te cambió la paternidad?
–A pesar de los nervios, me resultó muy fácil vincularme con mis hijos. Debutar como padre de un varón fue lo mejor que me pudo pasar y con el tiempo se convirtió en la gran aventura de mi vida. Enseguida le encontré la vuelta a la paternidad. Con Cloé fue distinto, no tengo hermanas ni primas, con lo cual, no tenía mucha idea de cómo llegar a ella. Por suerte, fue ella la que enseguida me enseñó qué hacer. [Risas]. Yo volvía de trabajar y me encontraba con sus dibujos en mi mesita de luz. Ahí te das cuenta de que a veces no hace falta planear mucho sino dejar que las cosas fluyan. Poco a poco vas descubriendo otros canales de comunicación. En mi caso fue la música. Con la excusa de los recitales pude comunicarme con mis tres hijos y mantener un diálogo increíble que con mi viejo jamás tuve. Hoy sé que cualquier duda que tengan se me acercan a hablar. Confían en mí. Y eso es lo más lindo que te puede pasar como padre.
–Hace dieciocho años que estás con Verónica. ¿No tienen ganas de casarse?
–Mmm... Para nosotros el casamiento no es un saldo pendiente. Incluso me da un poco de nervios… ¿A ver si ponemos el gancho y entramos en crisis? [Risas]. No vamos a desafiar a la suerte justo ahora. Con o sin papeles, tengo una familia bárbara. No necesito nada más. El amor nos sobra y todos nos malcriamos un poquito.
–¿Qué es lo que más admirás de Verónica, tu mujer?
–Es superdetallista y me encanta que siempre esté pensando en el otro. Es muy compañera y nos compensamos mucho. Así como ella es la polvorita de la relación y yo el más analítico, muchas veces yo la freno y ella es quien me empuja hacia delante. Somos una buena dupla.
Texto: Jacqueline Isola
Fotos: Freddy Koh
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