Hollywood finalmente se anima a tratar el caso Harvey Weinstein desde la ficción
Hace cuatro años, The New York Times reveló que el poderoso productor había abusado sexualmente de decenas de mujeres, puntapié inicial para el movimiento #MeToo; la industria recién hoy comienza a contar su historia
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Los abusos y violaciones por los cuales Harvey Weinstein fue condenado a 23 años de prisión en marzo del año pasado confirmaron lo que en Hollywood resultaba un secreto a voces. Finalmente su figura poderosa e iracunda, el productor de la fulgurante Miramax que había impulsado éxitos y cosechado infinidad de premios, se desmoronaba bajo el peso de sus propios crímenes. El caso judicial y la tormenta mediática permitieron, con el correr de los años, abrir las compuertas de la ficción para su entrada. Novelas, series, películas, docudramas, podcasts y libros de investigación concentraron el progresivo exorcismo de uno de los escándalos más traumáticos para el mundo del entretenimiento en Estados Unidos. Cada una de esas piezas abordó la figura de Weinstein y la emergencia del movimiento #MeToo desde distintas perspectivas, desde las voces de las víctimas, el ego de los poderosos, la naturalización de los abusos, las desigualdades de género en el seno de la industria audiovisual. Y en el presente es posible recorrer todas esas producciones con el ojo agudo que ofrece la distancia, evaluando qué se propone en cada caso, qué reflexiones abren cada una de esas ventanas.
Por estos días Anagrama editó Harvey, la segunda novela de Emma Cline, la escritora de la exitosa Las chicas, inspirada en las jóvenes que integraban el clan Manson. Nuevamente con trazos reales, Cline se interna en la ficción para explorar el interior de sus personajes con la distancia justa que le permite preservar el enigma. Harvey está narrada en tercera persona, y el mundo interior de un hombre poderoso, recluido en una casa ajena en Connecticut en la víspera de su juicio, se desmenuza en los recovecos de sus pensamientos. Hacedor de la cultura según sus propias palabras, confiado en su inevitable absolución, Harvey combina el patetismo y la misantropía sin dejar de lado la íntima conciencia de su caída, modelada en su desesperada soledad, en el silencio de sus antiguos laderos, en las fallas de su cuerpo enfermo que anticipan el estertor de la condena. Cline escapa a la caricatura del villano y ofrece un retrato áspero e implacable, una mirada sobre el caso que intenta exponer, en las reflexiones embotadas del victimario, aquel poder que permitió s
u impunidad.
Quizás sea hoy la ficción la que permita elaborar las aristas más incómodas del caso Weinstein, varios años después de la publicación de las primeras denuncias periodísticas. Todo comenzó en 2017 con una serie de artículos en The New York Times y The New Yorker que lo calificaban de depredador sexual, que detallaban abusos y violaciones a numerosas mujeres, extorsiones para evitar juicios, maltrato laboral, amenazas de hundir trayectorias. El escándalo mediático derivó en una seguidilla de denuncias públicas de importantes actrices que sufrieron sus abusos como Rose McGowan, Alyssa Milano o Ashley Judd, el explícito repudio de estrellas como Meryl Streep, y el comienzo de los que sería el movimiento #Me Too. Weinstein no solo era responsable de sus crímenes sino la síntesis del funcionamiento de una industria audiovisual signada por el sexismo, el maltrato y la humillación de las mujeres y el constante hostigamiento sexual. Con el correr de los meses, los detalles del caso se revelaron tan dolorosos que solo podían aparecer en el contexto de la denuncia y la búsqueda de justicia; el tiempo de repensarlos desde la ficción tardaría un poco más.
El 25 de mayo de 2018, Harvey Weinsten fue formalmente acusado por la policía de Nueva York. Luego de pagar una millonaria fianza fue puesto en libertad. En febrero de 2020 fue condenado por abuso sexual y violación luego de un juicio de siete semanas. El juez que presidió el tribunal consignó en su declaración: “Esta es su primera sentencia, no su primera ofensa”. En ese lapso entre la acusación y la condena, su figura irrumpió en el territorio de la ficción de manera oblicua, a través de referencias que resultaban evidentes pero evitaban los nombres propios. La producción más importante de ese tiempo fue La asistente (2019), ópera prima de ficción de Kitty Green (disponible en Amazon Prime Video y Flow), que recorre un día en la vida laboral de la joven asistente de un poderoso productor en sus oficinas de Manhattan. La perspectiva de Green se concentra en funcionamiento de ese mundo en el que el productor aparece apenas como una sombra en el fuera de campo. Jane, interpretada de manera magistral por Julia Garner, circula en ese entorno en el que el maltrato opera de manera subterránea, las desigualdades entre varones y mujeres están naturalizadas y las conductas sexuales impropias son oportunamente silenciadas.
Green entrevistó a más de cien mujeres para su película: comenzó con empleadas directas de Weinstein para luego ir abriendo el espectro al funcionamiento general de la industria a esos niveles. Frente al estruendo mediático que supuso el caso, su interés consistía en acercarse de manera sigilosa a las voces protagonistas, escuchar lo que tenían para decir, retratar sus experiencias en primera persona. El trabajo de Green, celebrado en los circuitos independientes y caracterizado por una mirada precisa y una puesta en escena económica, encontró otros espejos en producciones televisivas con mayor difusión y sustrato de denuncia.
Fue el caso de varias series que, si bien no se inspiraron directamente en la figura de Weinstein, tomaron como fuente para algunos de sus episodios con narrativas sobre abusos y acoso laboral los textos periodísticos sobre el #MeToo. En la serie animada Tuca & Bertie (2019), creada por Lisa Hanawalt, la cotorra Tuca enfrenta el hostigamiento de un chef reconocido para el que comienza a trabajar como aprendiz. Sus aspiraciones culinarias ponen trabas a la posible denuncia, evocando los dilemas que atravesaron muchas actrices a la hora de decidir si denunciar o no a Weinstein y arriesgarse a perder sus carreras profesionales.
El tiempo transcurrido desde la irrupción pública del caso permitió el ejercicio de este tipo de sátiras como la que propone Tuca & Bertie, de la misma manera que el abordaje realizado por series como La ley y el orden: Unidad de víctimas especiales o Grey’s Anatomy, dramas que focalizaron aristas laterales de los abusos en episodios especiales que intentaron desentrañar efectos sociales duraderos. El caso de The Morning Show (2019), protagonizada por Jennifer Aniston y Reese Witherspoon para Apple TV+, fue distinto. Inspirada en el libro de Brian Stelter Top of the Morning, la serie fue reescrita tras el #MeToo para retratar las políticas sexistas en una cadena de TV a partir de figuras reales como la del denunciado Matt Lauer, estrella de The Today Show, despedido a fines de 2017 por la cadena NBC luego de recibir numerosas denuncias por acoso sexual y violaciones en el ámbito laboral. La irrupción de las denuncias contra Weinstein activaron un efecto dominó que impactó en otros hombres poderosos responsables de prácticas similares.
Bombshell (2019) –en Argentina estrenada como El escándalo– fue otra de las ficciones que visibilizó el comportamiento sexual delictivo de un mandamás de la TV, en este caso el titular de la cadena Fox News, Roger Ailes. La película, dirigida por Jay Roach y protagonizada por Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie, reconstruye el caso Ailes, que explotó en 2016, un año antes de las denuncias a Weinstein, a partir de las demandas iniciadas por varias mujeres que trabajaban bajo la órbita del productor. Entre ellas se encontraban periodistas estrellas de la cadena Fox como Megyn Kelly y Gretchen Carlson, quienes fueron acosadas por el ejecutivo y padecieron el constante hostigamiento sexual en sus ambientes de trabajo. Bombshell, filmada en la era Weinstein, asume el efecto #MeToo y propone un tono ácido y nada solemne, afirmado en la voz en off de Theron –quien interpreta a Kelly- y en la complicidad irónica con el espectador. Como señalaba Kitty Green, la directora de La asistente, en una entrevista con el diario británico The Guardian, “el creciente número de ficciones sobre el #MeToo permite a las audiencias cuestionar sus propios comportamientos y evaluar cómo pueden contribuir a que sus espacios laborales sean más seguros y justos”.
Otras figuras importantes del espectáculo demandadas desde la explosión del caso Weinstein fueron los actores Kevin Spacey, que en el mismo mes de octubre de 2017 recibió denuncias por agresión sexual y ostenta causas en diversas ciudades; Shia LaBeouf, quien ha sido denunciado por maltrato físico y psicológico por las cantantes FKA Twigs y Sia, ambas exparejas; y el más reciente, Armie Hammer, quien fue demandado por maltrato y violación por parte de exparejas y se encuentra bajo la investigación de la policía de Los Ángeles. Las recientes denuncias contra el productor Scott Rudin por maltrato laboral y hostigamiento brutal a sus empleados se suman a los casos de otros productores como David Guillod o directores como Brett Ratner que fueron apareciendo desde aquellos días en 2017. La entrada a la ficción de estos tópicos ha ido encontrando vías indirectas pero el impacto parece ya irreversible. Bill Clegg, escritor y agente literario de Emma Cline, intentaba dar cuenta de este fenómeno en recientes declaraciones al diario El País: “Personajes como Weinstein, que abusaron de su poder durante tanto tiempo y de forma tan violenta, no suponen una historia muy original. Pero al tener un impacto directo en la vida de escritores, directores y artistas no me sorprende que lo piensen como emblema de un sistema que ha protegido y sigue protegiendo depredadores sexuales”.
En el caso del documental y la literatura de no ficción, el traspaso entre las noticias y esos universos ha sido más inmediato. Ronan Farrow convirtió su serie de artículos sobre el caso Weinstein para The New Yorker en el libro Depredadores: El complot para silenciar a las víctimas de abuso, editado en octubre de 2019 e inmediatamente convertido en best seller. El periodista y escritor también fue el promotor de las denuncias contra su padre Woody Allen por el abuso de su hermana Dylan y el productor detrás del reciente documental de HBO Allen vs. Farrow. En el caso Weinstein, Farrow produjo en el mismo 2019 un podcast que expande las investigaciones de Depredadores y asume un tono de thriller de espías, siempre con promesas de nuevas revelaciones que sigan la línea inaugurada por el #MeToo. En sintonía con ese abordaje, las periodistas de The New York Times Jodi Kantor y Megan Twohey, quienes destaparon el caso Weinstein y ganaron el Pulitzer, publicaron el libro She Said que recorre los testimonios de más de 80 mujeres que sufrieron los abusos del titular de la Weinstein Company. El libro está en tratativas para una adaptación cinematográfica producida por Brad Pitt.
El año pasado también se editaron varios volúmenes de no ficción que analizan el modo en el que impactó el caso Weinstein fuera de la industria del entretenimiento. Believe Me: How Trusting Women Can Change The World, de Jessica Valenti y Jaclyn Friedman, pone el énfasis en la necesidad de otorgar seguridad a las mujeres a la hora de denunciar acoso, mientras que la economista Sylvia Ann Hewlett, #MeToo in the Corporate World: Power, Privilege and the Path Forward, analiza el efecto del #MeToo en la política corporativa de Estados Unidos. Con respecto a los documentales, uno de los más importantes ha sido Untouchable (2019), de la directora británica Ursula Macfarlane, sobre la figura de Weinstein, la construcción de su poder y su impunidad y el tiempo de su caída. En relación a otras figuras en la estela de la cabeza de Miramax, el documental de HBO, On The Record (2020), centra la atención en las denunciantes del rapero Russell Simmons, uno de los principales acusados de la comunidad negra y figura poderosa en la industria musical. En 2019 ya la miniserie Surviving R. Kelly había revelado las denuncias contra el artista de R&B R. Kelly, y en enero del año pasado se estrenó una segunda parte, titulada Surviving R. Kelly Part II: The Reckoning, con nuevas e inquietantes revelaciones.
La posible extradición de Harvey Weinstein a la ciudad de Los Ángeles para enfrentar nuevas acusaciones de abuso y violación, programada en principio para el 30 de este mes y sujeta a los tiempos de la apelación, reaviva el interés mediático en el caso. El año pasado las noticias sobre Weinstein abordaron su traslado de la isla Rikers a una prisión de máxima seguridad en Buffalo en marzo, el contagio de Covid-19 en la cárcel y nuevas demandas millonarias contra la Weinstein Company. El huracán del caso parece no acallarse, pero el tiempo que nos separa ha permitido procesar aquellos traumas desde el prisma de la ficción. La cultura, en tiempos cada vez más breves, permite transitar los efectos sociales más dolorosos, y en este caso el pasaje se ve estimulado por la relación que el propio Weinstein y todos sus satélites tiene con el mundo del arte y el entretenimiento. Como reza una de las frases más impactantes de la novela de Cline: “Ellos eran los hacedores de la cultura, lo había creído siempre: todo destilaba de él, de gente como él, de decisiones tomadas en un despacho en Manhattan, decisiones que moldeaban el discurso”. Ahora él y aquellos hacedores de la cultura que modelaron ese discurso de poder y abuso se han convertido en el blanco perfecto para su progresiva deconstrucción.
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