La doble ganadora del Oscar no tuvo una vida fácil; antes de convertirse en una reconocida actriz, afrontó una cotidianidad precaria en la que su madre fue una figura clave para salir adelante
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Cuando en 2002 Hilary Swank ganó su primer Oscar por su memorable actuación en Los muchachos no lloran, levantó la vista en medio de su discurso para intentar vislumbrar, desde el escenario, a su mamá, Judy. Al verla, le dedicó la estatuilla y le realizó un comentario que pudo haber pasado inadvertido para los asistentes a la ceremonia, pero que para ellas tenía un gran peso: “Gracias por todo lo que hiciste, parece que haber vivido en un auto finalmente valió la pena”, dijo una emocionada Hilary, quien volvería a ganar la estatuilla dorada tan solo cinco años después por Million Dollar Baby. Cuando recordó esa etapa de su vida, la actriz lo hizo orgullosa de las batallas que peleó siempre con su madre a su lado, quien logró darle una vida mejor a pesar de los obstáculos que se le presentaban frecuentemente.
Hilary nació el 30 de julio de 1974 en Lincoln, Nebraska. Su mamá era bailarina y su papá, Stephen, comerciante. El deseo de Swank de convertirse en actriz se despertó a temprana edad, y se lo manifestó a su familia. Sin embargo, la realidad se impuso cuando se le dificultaba presentarse a audiciones porque no tenía un hogar estable.
Sus padres vivían en un camping para casas rodantes porque no podían costear una vivienda, y eso implicaba que a su hija le debiera realizar viajes continuos, sobre todo cuando la llamaban en más de una oportunidad para probarse para un papel. Al mismo tiempo, Swank se veía afectada por la mirada ajena cuando iba a los castings y se sentía prejuzgada por otras jóvenes aspirantes a los mismos roles que ella.
“Mi vida en el camping era normal, no tenía nada de extraño para mí, pero cuando salía de ese lugar, me encontraba con la percepción de terceros, me observaban como si fuera una outsider, me sentía totalmente desplazada”, contó. Sin embargo, fueron esos momentos adversos lo que la volvieron más perseverante. “Los libros que leía y las películas que miraba tenían personajes que también debían luchar, y recuerdo vívidamente que me podía relacionar con eso y usarlo a mi favor”, apuntó Swank. Además, cuando tenía 8 años, recibió el respaldo de una de sus maestras, que le pidió que escribiera una breve obra de teatro. “Eso me impactó”, contó la doble ganadora del Oscar. “Pensé que era muy divertido hacerlo y ver las reacciones de los demás, eso me llevó a audicionar para las obras de la escuela”.
El divorcio de sus padres y la vida en los márgenes
En 1990, cuatro años antes de hacer su debut cinematográfico en The Next Karate Kid, Hilary recibió la noticia de que sus padres habían decidido divorciarse. Su mamá, quien veía el talento que tenía, se encontró ante una encrucijada: dónde vivir y cómo ayudar a que su hija cumpla su sueño de ser actriz. Finalmente, Judy optó por mudarse a Los Ángeles. En su billetera solo tenía 75 dólares. “Nos fuimos sin nuestras pertenencias y no teníamos manera de pagar un alquiler. Fue un momento muy duro en el que nuestro auto era el único refugio posible”, contó Swank. Judy y Hilary afrontaron las dificultades, hasta que la mujer consiguió un trabajo y empezó a ahorrar, mientras se movía con su hija en auto de un lado a otro de la ciudad, período muy angustiante para ambas.
Por otro lado, Swank tenía miedo de volver al ruedo con los castings por las experiencias traumáticas que había vivido. “Es muy feo sentir que no pertenecés a ningún lado, que te miren como si no valieras nada, por muchos años pensé que no iba a poder pertenecer, independientemente de dónde me encontrase, y yo necesitaba eso, un espacio en el que pudiera estar cómoda, un espacio en el que no me juzgaran”. En California, volvió a experimentar esa sensación en el colegio, pero la lucha de su madre se convirtió en una inspiración para ella. “Si nunca bajé los brazos fue porque ella era mi referente, ella me impulsaba; soy actriz gracias a eso”.
Cuando le dieron el papel de Julie Pierce en la mencionada The Next Karate Kid, Hilary y Judy empezaron a salir del pozo progresivamente. En 1999, Swank obtuvo el rol de Brandon Teena en la desgarradora biopic Los muchachos no lloran y no dejó de trabajar desde ese momento. De todas maneras, no fue un camino fácil. “Yo quería actuar, no ser una estrella, por eso siempre recuerdo mis orígenes, porque no doy nada por sentado. Ahora agradezco la posibilidad que tengo de viajar por el mundo, de poder pagar mis cuentas”, le expresó a The Daily Mail. Su resiliencia también se la debe a su madre, quien le inculcó “trabajar duramente” en cada paso de su carrera. “Cuando le conté cuál era mi sueño, me miró y me dijo que no podía permitirme el sucumbir a la derrota, tenía que trabajar constantemente para lograr lo que quería, eso siempre se quedó conmigo, es una lección muy fuerte”, manifestó la intérprete.
La única persona que verdaderamente creyó en mí fue mi madre
No es casual, entonces, que cuando ganó el Oscar también haya mencionado el presupuesto del film de Kimberly Pierce, que era de tan solo 2 millones de dólares recaudados con mucho esfuerzo. “Hemos llegado muy lejos con esta película que pensamos que no se iba a poder hacer y eso es maravilloso”, dijo al inicio de su discurso. De hecho, ella misma aceptó protagonizarla a pesar de que su salario era de 3000 dólares y de que no tenía cobertura médica. “Me enteré de eso cuando me enfermé un día y necesitaba mis medicamentos”, le compartió a revista People.
El mensaje del film siempre estuvo por delante de todo, lo importante era recordar a Brandon, ese chico transgénero que fue brutalmente asesinado a sus 21 años. El aclamado largometraje generó un efecto dominó y Swank empezó a construir una carrera más que interesante que le dio una fama que llegó a los oídos de las personas que la conocieron en su niñez. “Se me acercaba gente para decirme lo especial que era, y cómo siempre supieron que iba a lograr ser actriz porque era muy talentosa, pero eso no era cierto”, reveló Hilary en una charla con Los Angeles Times. “La única persona que verdaderamente creyó en mí fue mi madre”, enfatizó la protagonista de El diario de Alaska, quien seguramente le brinde los mismos consejos que le dio Judy a sus gemelos, nacidos este año.
Una mujer que peleó muchas batallas y salió adelante
“No fue fácil. Pero chico (¡y chica!) valió la pena”, escribió Hilary en abril en la leyenda de una foto en la que se la veía de espaldas sosteniendo en brazos a sus gemelos. “¡Felices Pascuas! Posteo esto desde el cielo”, añadió la actriz en la publicación de Instagram con la que quiso compartir con el mundo que, a sus 48 años y tras una larga lucha, finalmente había cumplido su sueño de ser madre junto a su esposo, Philip Schneider, con quien se casó en 2018.
En octubre de 2022, la actriz había anunciado su embarazo en el programa Good Morning America, y lo hizo con una emoción ineludible. “Esto es algo que he estado esperando durante mucho tiempo: mi próximo papel será ser mamá. Y no solo de uno, sino de dos niños. No puedo creerlo”, dijo en aquel momento, cuando también mencionó lo difícil que le resultó tener que esperar hasta el segundo trimestre para contar la noticia. “Es estupendo poder hablar de esto y compartirlo. Es una bendición. Es un milagro absoluto. Increíble”, afirmó emocionada. “Ser madre es algo en lo que pensaba incluso cuando era niña. Vivo a pleno y disfruto de mi carrera, por un lado… Y, por el otro, hasta hace años no tuve la relación correcta para pensar en hacerlo. Necesitaba que todos los elementos se amalgamaran y sentirme bien”, le había manifestado al presentador James Corden en su late night, donde destacó la fuerza de las mujeres.
“Siento que son superheroínas. ¿Qué hacen nuestros cuerpos? Tengo un respeto completamente nuevo. Quiero decir, amo a las mujeres, siempre he amado a las mujeres, pero ahora estoy como, ‘¡Vaya, podemos hacer esto!’”, expresaba Swank, una persona que precisamente tuvo a una mujer, Judy, como brújula para luchar por todo aquello que quería para su vida, desde un rol en una película independiente al rol de mamá. Como bien aseguró hace 23 años en la entrega de los Oscar, el haber vivido con privaciones forjó su cotidianidad e hizo que todo lo cosechado tuviera un significado aún mayor.
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