Luego de haberse recibido en la carrera informática, decidió que lo suyo era el teatro, ese ámbito donde la criaron sus padres y donde transcurrió su infancia y adolescencia; perfil de una mujer con una vida poco convencional
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No cualquier teatrista ingresa al foyer de la sala donde trabaja y encuentra una placa que homenajea a su padre. Eso le sucede a Nachi Bredeston -hija de la actriz Nora Cárpena y del recordado actor y productor Guillermo Bredeston-, quien produce en el Multitabarís la reposición de Made in Lanús, un clásico del teatro nacional contemporáneo rubricado por la notable autora Nelly Fernández Tiscornia y dirigido por Luis Brandoni.
“Cuando uno entra a un lugar donde está familiarizado, ya vibra distinto. A mí, hasta el olor a humedad de los teatros me despierta algo. Pero, además, sentir que es la casa donde he venido tantas veces desde chica, es muy movilizador”, explica Nazarena Bredeston, para todos Nachi, recordando aquellos tiempos donde su padre era propietario, en sociedad con Carlos Rottemberg, del viejo Tabarís, desde hace pocos años reconvertido en un complejo de tres salas. En una de ellas, además, su madre protagoniza Brujas, el inoxidable suceso que lleva 34 años en cartel.
Bredeston ya había trabajado en la antigua sala cuando fue productora de Casi normales y de Criatura emocional. Sentada en uno de los clásicos palquitos, que vienen desde la época de la construcción de este edificio centenario, esta mujer que respira teatro se dispone a repasar con LA NACION una vida que no es para nada convencional, que la llevó por los caminos de las matemáticas y que estuvo atravesada por el drama de la enfermedad de su recordado padre.
La despedida del maestro
“Papá tuvo su primer ACV a los 79 años. En ese momento le afectó la deglución, pero logró recuperarse. Quizás hablaba un poco más lento, pero entendía todo, se recuperó bien. Luego, tuvo otro que le afecto la modalidad derecha, aunque pudo seguir con su vida”. Finalmente se declararían dos episodios más que fueron diezmando la salud del actor.
–Él fumó luego del primer ACV.
–Sí, decía que, a su edad, se quería dar los gustos. Hasta que caminó, salía solo a comprarse cigarrillos. Cuando ya no podía manejarse autónomo, nadie más se los compró. Como era amante del café, le pasaban café por el botón gástrico que tenía colocado, era una forma de complacerlo.
–¿Cómo se complicó el cuadro?
–A los 84 años tuvo una neumonía, lo tuvieron que intubar y fue eso lo que lo dejó en cama durante su último año y medio, que no estuvo nada bueno: ya no podíamos interactuar, él no hablaba.
–¿Había algún grado de conciencia?
–Sí, cuando nos veía venir o mi mamá le pasaba cerca, movía los ojos. Pero era como un bebé, dormía mucho, estaba muy poco despierto.
–¿Te acordás lo último que le dijiste?
–No, pero sí recuerdo ir a su casa para ver con juntos el Mundial 2018. Yo le hablaba, comentaba lo que pasaba en los partidos en los que jugaba la Argentina y él ponía caras, pero no sé cuánto entendía de la situación.
–¿Cómo fue su final?
–Dio la casualidad de que el día que falleció estábamos todos en Buenos Aires. Habían terminado las vacaciones de invierno y mi mamá nos llamó para decirnos que había bajado la saturación, que fuéramos. Como vivo lejos, cuando llegué, mi hermana me dijo “Ya está”. Había fallecido.
–Tu madre llevó la situación con mucha dignidad.
–Sí, no dejó de trabajar jamás. Las tres nos manejamos muy bien y estábamos con él en distintos horarios, de acuerdo a nuestras actividades. Además, si bien estuvo muy bien atendido por muchos enfermeros, Francis, que era de República Dominicana, fue un profesional increíble: le bailaba, lo alegraba, hizo que viviera más años. Lo amábamos. Incluso, mi mamá hizo dos temporadas en Mar del Plata en las que se lo llevó a papá en ambulancia y junto a este enfermero viviendo con ellos en internación domiciliaria. Ayudó mucho tener cerca de papá a una persona tan alegre.
Jugar entre famosos
–¿Cómo recordás tu infancia?
–Fue dentro de los teatros y canales de televisión.
–¿Todas las noches acompañabas a tus padres al teatro?
–No, los días de semana nos dormíamos temprano para ir al colegio, los sábados ellos tenían doble función y terminaban muy tarde, así que el día para ir al teatro era el domingo. En Mar del Plata era diferente, íbamos todos los días.
Aquellos veranos marplatenses fueron inolvidables. “Llegábamos en diciembre y nos quedábamos hasta marzo. Cuando comenzaban las clases, mamá nos traía a Buenos Aires para comenzar el ciclo lectivo, estábamos dos días y nos volvíamos a Mar del Plata para terminar la temporada de teatro y retomar la escuela diez días después”, recuerda.
“En enero y febrero estaba rodeada de amigas, pero en diciembre y marzo me quedaba sola, entonces acompañaba a mi papá al teatro”. Ahí había una semilla vocacional. Cuando Cárpena y Bredeston protagonizaban en el Hermitage junto a Dorys del Valle y Emilio Disi, Nachi era preadolescente, con lo cual sus recuerdos se remontan a sus aventuras como enfant terrible. “Me acuerdo compartir veranos con los chicos de Señorita maestra que hacían funciones en el mismo teatro que mis viejos: nos veíamos con Gloria Carrá, Laura Tuny, era muy divertido”.
–¿Quiénes eran tus amigos del verano?
–Compartíamos muchos momentos con Mecha Sosa, la hija de Marta González; con las hermanas (Iliana y Marina) Calabró, con Patricio, hijo de Cristina del Valle.
–¿Te molestaba tener padres tan famosos, soportar la mirada de la gente?
–No, para nada. Por suerte, no lo viví en esta época de redes sociales, así que podíamos viajar por Europa y estar tranquilos, más allá de los argentinos que se acercaban a saludar. Quizás, en Mar del Plata, los primeros días de la temporada teníamos a los fotógrafos más encima o los vecinos de carpa de la playa se sorprendían al ver a mis viejos, pero luego se acostumbraban y todo era normalidad.
–En casa, Nora y Guillermo, ¿se bajaban del lugar de la estelaridad?
–Supongo que eran como los demás padres, pero no sé cómo eran los otros, ellos fueron los que tuve. Además, mi abuela materna había sido actriz y mi abuelo materno, Homero, fue actor toda su vida, siempre estuvimos rodeados de actores, se hablaba de eso. Cuando mis padres grababan sus comedias en televisión y, por alguna razón, no tenían con quién dejarnos, los acompañábamos al canal hasta que llegaba mi abuela a rescatarnos. Ese era nuestro ámbito normal.
–¿Eran exigentes o permisivos?
–No sé si permisivos, pero sí muy relajados. Tuve una educación bastante abierta y, en el colegio, a mi hermana y a mí nos fue siempre bien.
–¿Estaban detrás de ustedes, controlaban los estudios?
–Sí, mi mamá iba a las reuniones, estaba presente. Papá iba a los actos de fin de año.
A la hora de pensar en anécdotas, Nachi recuerda que, en esos tiempos de su escolarización, su madre interpretaba el personaje Paloma Suárez, esa paisana que decía el latiguillo “Pa’ lo que guste mandar”, y que tuvo gran éxito entre los niños, hasta el punto de tal de realizar temporadas en el Ópera. “Cuando venía al colegio, como, obviamente, no venía caracterizada como el personaje, que usaba unas largas trenzas, los chicos no la descubrían, hasta que alguna madre decía ´Ella es Paloma´ y entonces se acercaban a saludarla. Eso me parecía un plomo”.
Como toda adolescente, alguna rebeldía marcó ese tiempo de su vida: “Tendría unos catorce años cuando, durante un verano, estaba lista para ir a una gran fiesta que ninguna chica se quería perder, pero, en casa, antes de salir, le contesté mal a mi mamá, razón por la cual mi padre me dijo ´No vas a la fiesta´. Le pedí por favor que me dejara ir y no hubo manera de hacerlo cambiar de idea. Así que llamé al hotel Hermitage y le pedí a la operadora que me pasara con la sala del teatro, pero no había caso, mi viejo no aflojaba. Hasta mi mamá le terminó diciendo ´Dejála ir´”.
–¿Lograste convencer a tu padre?
–No, me quedé sin la fiesta.
Tampoco se olvida de aquel verano en el que, junto a una amiga, “tomó por asalto” el camarín de Nora Cárpena y Dorys del Valle para maquillarse en exceso y simular una edad mayor a los catorce años que marcaba su documento. El objetivo era ingresar al casino que estaba frente del teatro donde actuaban sus padres. “Entramos bien pintarrajeadas y llegamos a jugar dos fichas. Luego de eso, decidimos volver al teatro para contar la hazaña a mis viejos, pero, al salir, mi amiga señaló el ascensor y gritamos “¡Corramos!” como dos niñas que éramos. Ahí es cuando la gente de seguridad nos pidió los documentos y nos terminaron demorando en la comisaría del casino. Pedían que vinieran nuestros padres a buscarnos, pero los de mi amiga estaban en Buenos Aires, ya que ella estaba veraneando con nosotros, y mis viejos se encontraban en plena función. Finalmente, un comisario nos dijo que, por única vez, nos dejaría ir”.
Rodeada de actores y correteando por escenarios, sin embargo reconoce: “Nunca quise ser actriz, me da mucha vergüenza subir al escenario, incluso me da pudor dar esta nota”. Su hermana Lorena, en cambio, es profesora de inglés y quien se encarga de montar obras con sus alumnos, además de participar en la compañía de radioteatro que encabeza su madre.
Vocación paralela
Nachi Bredeston se crió en los teatros. Siendo una adolescente, acompañaba a su padre a las obras protagonizadas por Alberto Olmedo que él producía, actividad en la que ella solía dar una mano durante los veranos. Ya terminado su colegio secundario, durante los inviernos se desempeñaba como productora en el Canal 9 de Alejandro Romay, Telefe, América y Canal 7. “Hice ficción hasta que Pablo Codevilla me llevó a producir la tribuna del programa de Nicolás Repetto”. Esa experiencia la llevó a estudiar periodismo, pero su primera vocación nada tuvo que ver con todo eso.
“Estudié Sistemas, pero al segundo año de la carrera me decía ´Me muero si tengo que trabajar de esto´. Sin embargo, la terminé, porque quería tener un título”. De todos modos, hay algo entre esa disciplina académica y la producción que se dan la mano: “Te formatea la cabeza y te agiliza con los números”.
–¿Por qué esa Sistemas?
–En el colegio me iba bien en matemáticas y, en esa época, Sistemas era considerada la “carrera del futuro”.
–¿Tus padres apoyaron esa decisión?
–Sí, porque también entendían que se trataba de una carrera con perspectiva y, por otra parte, conocían muy bien los vaivenes de la carrera artística donde se pasa de tener mucho trabajo a no tener nada.
La verdadera vocación pesó más, por eso aceptó el convite de su amigo publicista Pablo del Campo, quien había decidido comprar los derechos del musical Casi normales, el primer gran espectáculo que Nachi produjo. En aquella aventura también colaboró el abogado Alejandro Figueiras, su marido, padre de sus cuatro hijas.
En aquellos tiempos, Nachi también se sumó al equipo de Carla Calabrese, cuando la directora y actriz llevó los espectáculos que realizaba en colegios y en espacios de Zona Norte a la Calle Corrientes. Luego llegaría la experiencia en el teatro Maipo, actualmente propiedad de Calabrese y de su esposo Enrique Piñeyro. “Hoy somos muy amigas; me enorgullece trabajar en sus producciones. Además, me encantan las obras de gran formato”. Nachi fue productora ejecutiva de El curioso incidente del perro a medianoche, un texto muy interesante, y del musical Shrek.
Reposiciones
A la hora de pensar en Carlos Rottemberg, no puede eludir recordar la amistad y la sociedad que el empresario construyó con Guillermo Bredeston: “Si me tiene que retar, me reta, pero también le pido consejos, ya que me sigue enseñando. A veces, veo que su pensamiento puede llegar a ser parecido al que tendría papá en igual circunstancia, así que le doy bolilla”.
–¿Por qué cosas te reta Rottemberg?
–Por planteos que le hago, como le hacen todos los productores. Él me da la explicación de por qué tomó tal determinación y, en general, lo entiendo; aunque también podemos no estar de acuerdo. Su experiencia pesa mucho, por eso también recurro a él para pedirle consejos.
En ese plan de asesoramiento, como quien lo hace con una hija, le sugirió que produjera ART junto a su hijo Tomás Rottemberg. Así fue. El proyecto comenzó su proceso de ensayos en pandemia y se estrenó en el Multitabarís ni bien se habilitaron las salas. “Yo no me animaba a producirla sola; dado el contexto de los aforos reducidos, era muy arriesgado hacer una inversión. De la mano de Carlos y Tommy fue más fácil”.
La obra, hoy en gira, es dirigida por Ricardo Darín y Germán Palacios, quienes formaron parte del elenco original de la obra junto a Oscar Martínez. Algo similar a lo que sucede con Luis Brandoni en torno a Made in Lanús, ya que el actor integró el cuarteto original que estrenó la pieza que se completaba con Leonor Manso, Patricio Contreras y Marta Bianchi.
–¿Oscar Martínez no fue convocado para la dirección de ART?
–En realidad, Ricardo (Darín) me conoce desde que soy chiquita, era amigo de mis padres, íntimo amigo de mi tía Claudia (Cárpena), entonces, cuando se me ocurre producir la obra, apareció su nombre rápidamente. Me dijo que sí inmediatamente y sugirió que lo acompañase Germán Palacios, ya que, si tenía que ausentarse para rodar una película, se quedaba tranquilo que todo estuviese bajo la directriz de su excompañero de rubro.
–¿Cómo se te ocurrió montar ART nuevamente?
–En una charla con mis hijas, donde no nos poníamos de acuerdo sobre un tema, les dije “Esto parece ART, la obra sobre el cuadro blanco”. Ahí me di cuenta que no tenían idea de la existencia de la pieza y pensé que era importante que las nuevas generaciones la descubrieran. Además, es un material que trasciende el tiempo, habla de la amistad y, en este momento de la Argentina, tan polarizado, refleja en un poco todo eso. Todos vemos el mismo cuadro, pero tenemos opiniones diferentes sobre el mismo.
Bredeston se puso en contacto con la autora Yasmina Reza, con quien hoy mantiene un gran vínculo, y avanzó con la conformación del elenco integrado por Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena (hoy reemplazado por Martín Slipak).
–¿Por qué volver a Made in Lanús?
–Me pasó algo similar a lo que me sucedió con ART. Creo que hay varias generaciones que no la vieron y también una realidad de país donde muchos chicos jóvenes tuvieron que partir. Mi hija mayor tiene 27 años y varias de sus amigas viven en el exterior. El sentimiento de desarraigo es el corazón de la obra, con cuatro personajes que tienen sus razones: el que se quiere volver, el que no, el que desea vivir siempre en Argentina y el que sueña con irse.
La actual puesta de la obra cuenta con las actuaciones de Alberto Ajaka, Malena Solda, Esteban Meloni y Cecilia Dopazo.
–Es valiosa la participación de Luis Brandoni, en tanto ha protagonizado la obra y vivió el exilio.
–”Hay cosas que no se pueden meter en una valija”, nos dice siempre. Vivió el exilio y se le llenan los ojos de lágrimas cada vez que lo recuerda. Afuera, por más que te vaya bien, siempre serás un extranjero. Cada vez que veo la obra, lloro. Mis hijas más chicas, la primera vez que la vieron, no paraban de llorar y, al salir, no paraban de preguntar sobre nuestra historia.
Nachi confiesa que “´Beto´ (Brandoni) y Marta (Bianchi) fueron muy amigos de mis padres, por eso escucharlo me hace recordar a papá. Vivieron la misma época, hasta han viajado juntos”.
–¿Cuál fue el mayor legado de Nora Cárpena y Guillermo Bredeston?
–De ambos heredé la pasión por el teatro. De papá, indudablemente, la pasión por la producción, algo para lo que mi mamá está negada: nunca sabe ni cuánta gente hubo en una función. Pero sí soy movediza como ella. En cambio, Guillermo era agua de tanque, tenía el ritmo de su Entre Ríos natal.
–La producción, ¿es la vocación definitiva?
–Nunca se sabe, pero me siento orgullosa de lo que produzco, no podría elegir una obra que no me gustase.
Es hora de comenzar a preparar la función de Made in Lanús. Antes, Nachi Bredeston se despide con un anhelo: “Sueño con producir algunas de las comedias que escribió papá”.
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