Fue uno de esos galanes de los que quedan pocos. De fina estampa, discreto y caballero. De los que no se privaron de nada a la hora del amor. De los que, apelando al misterio, sedujo aquí y allá. Vivió sus romances con hidalguía. Como El Zorro, el personaje que lo consagró. Como el inconquistable don Diego de la Vega, ese varón que derretía a las mujeres con un porte inmaculado y los ojos verdes que el antifaz de su alter ego no permitía develar, pero que jamás se rendía ante el amor. Figurita difícil.
Todo comenzó en 1919, cuando la pluma de Johnston McCulley creó al eterno justiciero de ascendencia española. Pero, sin dudas, fue Guy Williams quien lo glorificó. Él, genial actor nacido en Nueva York como Armando Joseph Catalano el 14 de enero de 1924, fue quien consagró a aquel valiente héroe de ficción. Y fue El Zorro y Disney Company quienes catapultaron a Guy Williams a la estelaridad con mayúsculas en buena parte del mundo. Acaso uno no se pudo despejar del otro. Simbiosis pura entre ficción y realidad. Acaso haya sido El Zorro la gran pasión de este hombre que no se privó de amar a mujeres hermosas, pero que murió solo, en un departamento de Buenos Aires. un 1 de mayo como hoy, hace treinta años. La muerte, su muerte, dio vida a la leyenda. Curiosa epifanía. A veces sucede
En Little Italy, lejos de la antigua California
Little Italy, Manhattan. Atilio y Clara Catalano, dos inmigrantes italianos, se la rebuscaban en ese rincón de acento español, con aromas de pizza y voces altisonantes en las veredas. Un rincón diferente. Distinto a la atmósfera neoyorquina. Los Catalano eran gente humilde cuyos antepasados eran rivales de los Médici. De allí la pasión de Guy por la lectura del Dante y su erudición sobre La Divina Comedia. A pesar de la vida austera, Atilio, amante de la vida sana, le inculcó a su hijo Armando la pasión por la esgrima con rigurosos entrenamientos semanales. Una tradición que acarreaba desde su pueblo siciliano del otro lado del océano. Esa afición impuesta a su hijo fue, curiosamente, una habilidad que le serviría, y con creces, a la hora de rendir su audición para personificar al emblemático jinete del alazán Tornado.
La vida de sacrificios de sus padres en Europa y en los primeros años en tierra estadounidense fue el germen para que le inculcaran a su hijo estudiar una carrera. Pero la vida en la academia duró poco. Guy tenía otras aspiraciones. A comienzos de la década del 40 se inscribió en una agencia publicitaria. Su metro noventa y sus facciones agraciadas rápidamente le hicieron ganar un lugar en importantes avisos gráficos. Era un modelo con una buena oferta laboral, aunque no un número uno en lo suyo. Con todo, se dio el lujo de aparecer en la portada de prestigiosas publicaciones como Harper´s Bazaar. Estaba en pleno ascenso cuando su vocación, y las ofertas laborales, le dieron un vuelco profesional hacia la actuación. Pero su paso por los sets publicitarios tuvo su fruto. Allí conoció a su primera mujer, una modelo hermosa y codiciada: Janice Cooper.
El flechazo sucedió durante el rodaje de una campaña publicitaria. La belleza de ambos fue el gran imán. Guy, a pesar de lo que podía pensarse, era un hombre tímido. Pero la atracción pudo más. Corría 1948 y él aún no había tenido grandes amoríos. Fue Janice quien le rompió verdaderamente el corazón por primera vez. Ese mismo año se fueron a vivir juntos y contrajeron enlace. En 1952 nació Steve, y en 1956 llegó al mundo Anthony, los únicos hijos de la pareja. Y los únicos hijos que tuvo Guy.
El matrimonio de Janice y Guy fue tormentoso, pero para nada pasajero. Con sus idas y vueltas, el amor duró hasta 1978, tiempos en los que el actor decidió radicarse en Buenos Aires. Fue Janice la mujer que lo acompañó en su ascenso profesional, la que soportó la fama con mayúsculas con todo lo que ello implica y la que le perdonó todo.
En 1957, Guy recibió la gran oferta de su carrera. Ese año, la Disney le ofreció encarnar al gran héroe justiciero que conquistaría a los niños -y no tanto- de mercados de todos los continentes. Ayudaba, y mucho, su aire latino. La serie fue un suceso y, curiosidades de la industria, sus grabaciones se extendieron solo durante dos años. Luego hubo algunos especiales y filmes con la recopilación de episodios. Nada que pudiese superar a las temporadas iniciales. El personaje caló hondo. A tal punto que varias décadas después se intentaron remakes con poca fortuna, salvo el recordado filme La máscara de El Zorro, con Antonio Banderas, todo un suceso de taquilla.
Para Guy, el personaje le posibilitó ganar fama y fortuna. Y el amor de chicas seducidas a sus encantos. Su primera mujer tuvo que lidiar con esa competencia. Con todo, Guy fue un galán discreto hasta el extremo y que jamás se involucró en un escándalo. Cuidó su nombre, la imagen familiar de su personaje y el honor de su familia. Si algún desliz cometió, fue muy resguardado. Nadie se enteró.
Como suele suceder, un suceso suele ser premio y castigo. Luego de El Zorro llegaron sus participaciones en Bonanza, en 1965, y en Perdidos en el espacio, entre 1965 y 1968. También actuó en un par de filmes, pero nada alcanzaría la repercusión de su héroe anterior. Esta brusca caída de su popularidad también produjo el ajuste de sus abultadas cuentas bancarias. Y es este uno de los grandes misterios que Guy se llevó a su tumba: ¿Murió con pocos recursos o fue un notable administrador de sus finanzas?
Hay que venir al sur
En 1978, impulsado por la fama que aún tenía en la Argentina, Guy llegó al país para participar de algunas presentaciones especiales. Lo que su tierra ya no le daba, se lo otorgaría este lejano país del Cono Sur. En enero de ese año, el actor se presentaba junto a Fernando Lúpiz en un circo montado en la ciudad de Mar del Plata. Allí fue donde conoció a la actriz y periodista argentina Araceli Lizaso, su otro gran amor. Ella venía de una estadía en Italia y, como era amiga de Lúpiz, fue a visitarlo al circo. Allí fue donde Lúpiz le presentó a Guy y, así como con su primera mujer la atracción fue inmediata, lo mismo sucedió con Araceli. "Se enamoró de mi intelectualidad. Él amaba eso", confesó Lizaso. En aquellos tiempos, ella tenía 24 años y Guy, 54. La diferencia generacional no importó. Rápidamente comenzaron a noviar. Pero no todo sería color de rosa. Janice, la mujer de Guy, no le otorgaría el divorcio hasta mucho después.
A pesar de los intensos años de amor, las turbulencias no tardaron en llegar. En los 80 le inventaron romances y hasta el embarazo de una mujer. Todo fue desmentido. Incluso Guy inició acciones legales contra una revista que dio por verídica estas versiones infundadas. "Era como El Zorro y no le gustaba mostrar su vida privada", dijo hace poco Araceli al programa Los ángeles de la mañana.
La pareja de Guy y Araceli fue apasionada. Además del intelecto de ella, al actor lo sedujo la belleza de esa chica que tenía 30 años menos que él. Conformaron una pareja fogosa y con performances amatorias de varias horas. Tuvieron sus idas y vueltas. Vivieron juntos y también en casas separadas. Y se distanciaron luego de alguna crisis. En ese contexto personal, Guy peleaba por su divorcio, pero su esposa norteamericana no le hizo sencilla la tarea. En lo profesional, El Zorro seguía siendo una leyenda en nuestro país. No así en el resto del mundo. En la Argentina se presentaba en circos itinerantes y en especiales televisivos. Casi siempre acompañado por el actor Fernando Lúpiz.
En los momentos en los que la relación con Araceli no marchaba bien, el eterno galán de porte perfecto y bigote afinado conformó esporádicas parejas con mujeres bellas. Patricia y Johanna habrían sido algunos de los nombres que lograron calmar la soledad de la estrella que comenzaba a perder estelaridad.
The End
Así como El Zorro tuvo su capítulo final, la vida de Guy se vio coronada por escenas de varios finales, según quien sea el relator. Algunos dicen que murió solo y pobre. Otras versiones sostienen todo lo contrario. Lo cierto es que Guy se recluyó en la Argentina porque en el país encontraba a un público fiel que no lo olvidaba. Y, desde ya, porque aquí había hallado a su otro gran amor. Se había desprendido de buena parte de sus bienes y optaba por vivir en lujosos departamentos alquilados en el barrio de Recoleta, a los cuales buscaba ya amueblados. Sin equipaje de consideración, podía moverse con mayor comodidad. A su modo, era libre. Tal era su inclinación por cierta bohemia que uno de sus sueños era vivir en un barco.
Corría 1989 cuando Guy y Araceli decidieron, luego de una de las tantas rupturas, recomponer la situación. Pero antes debieron superar un escollo. Cuando él regresó de Estados Unidos con su divorcio legal concretado se encontró con una Araceli casada con todos los formalismos. Pero el amor entre ellos pudo más y la pareja volvió a consolidarse. Araceli se separó y volvió a los brazos de Guy. Por aquellos tiempos, el actor ya había tenido algunos inconvenientes de salud que, de a poco, le iban mermando sus potencialidades.
El 30 de abril de 1989, Araceli se encontraba en Los Toldos, su ciudad natal. La mujer, que hoy vive en San Luis, había decidido pasar una celebración familiar en su terruño. Guy había quedado en Buenos Aires, hospedado en el departamento que alquilaba en la calle Ayacucho. Hacía tan solo una semana que la pareja había vuelto a convivir. En la noche de aquel 30 de abril, cercano al traspaso de la presidencia de Raúl Alfonsín a Carlos Saúl Menem, Guy dio su suspiro final en soledad. Quizás haya sucedido en la madrugada del 1° de mayo. Pasaron varios días hasta que el cuerpo fue encontrado. No eran tiempos de telefonía celular ni redes sociales. Araceli regresó desde Los Toldos para participar de los funerales. Fernando Lúpiz realizó los trámites para que el cuerpo pudiese descansar en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita, una excepción a la exclusividad del lugar para los artistas nacidos en Argentina. Se dijo que lo despidieron tibiamente, en contraposición al gran éxito que había tenido en los inicios de su carrera. En cierta forma fue así. A su funeral asistió poca gente. Araceli fue acompañada por su exmarido. Fernando Lúpiz por su pareja de entonces, la actriz Adriana Salgueiro. Mirtha Legrand dio el presente. Y muy poco público. Es que las escasas apariciones públicas de Guy hicieron que pocos seguidores supieran sobre su destino.
Araceli fue el último gran amor con mayúsculas de un hombre con pocos amores. A pesar de su fama, de su fortuna, y de su porte, no era de alardear con amoríos ocasionales. Como El Zorro, hizo del misterio una forma de vida. Y de la discreción, un sello. Los caballeros no tienen memoria. El hizo gala de la máxima. Como corresponde a un héroe justiciero, enmascarado, y con sangre italiana corriendo por sus venas.
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