Un día soñó con ser actor y se mudó de su Marcos Juárez natal, en Córdoba, a Buenos Aires. Hizo televisión, teatro y, sobre todo, cine. Después soñó con dirigir una película y estrenó Caíto, basada en la historia de su hermano. Ahora sueña con hacer su segundo largometraje como autor, productor, director y actor y está gestando Alice, que piensa filmar en 2021, junto a Cecilia Roth, y también está inspirada en parte de su vida: la historia de su madre. Para Guillermo Pfening la cuarentena obligatoria por la pandemia de coronavirus es bastante productiva y casi no tiene tiempo entre la construcción de Alice y la crianza de su hija Asia, de 5 años.
Por si fuera poco, estrena Matar al dragón, un film de Jimena Monteoliva que el actor protagoniza con Justina Bustos y que puede verse a partir de este jueves 27, a las 22, en la plataforma Cine.ar. "La película ya se había estrenado en festivales y seguía la carrera pero esto de la pandemia cortó todo. Estrenar en Cine.ar les permite a los productores cobrar el subsidio del Incaa, cerrar la contabilidad de la película y pagar las deudas. Es una buena opción", reflexiona Guillermo.
"Es una película de género fantástico, basada en una pesadilla real, en un sueño que tuvo el escritor, Diego Fleischer. Pero también es un relato de hermandad y fue lo que me atrajo: el hermano que cuida y salva a su hermana enferma. Me trajo mucho de mi relación con mi hermano Caíto (es un año menor que Guillermo y tiene distrofia muscular). Por eso me conmovió mucho la peli. Habla del subconsciente, del mundo real y del inframundo. Mi personaje es el de un médico que rescata a su hermana que fue secuestrada por seres del inframundo. La lleva a su clínica, donde se atienden pacientes con la patología que tiene ella, que está infectada con un virus, y no es la única. Es muy parecido al Covid, en un punto, y ronda la idea de la pandemia y los riesgos que uno toma, cuidando a los seres queridos", relata, en diálogo con LA NACION.
-Ya estás trabajando en tu segunda película como director, ¿de qué se trata Alice?
-Todo el año pasado grabé en España una miniserie que se llama Foodie Love y que se estrenó en Europa y Estados Unidos pero no aún en América Latina. Después filmé El practicante, con Mario Casas, que se estrena el 16 de septiembre en Netflix. Fue un año de mucho trabajo. Y ahora, con la pandemia, me dediqué a desarrollar lo que va a ser mi segunda película como director, que protagonizará Cecilia Roth. La idea es filmar a finales de 2021. Hace cinco años que estoy escribiendo el guion de Alice y desarrollando el proyecto. Actualmente estamos en búsqueda de financiación. En mayo participamos del festival de Málaga, de manera virtual, en un mercado de desarrollo de proyectos, y ganamos el primer premio, lo que nos da la oportunidad de hacer una coproducción con México. Es la historia de una madre y un hijo. Ella es una médica, adicta a las cirugías estéticas, y el hijo la acompaña en ese proceso de adicción y reconstrucción de todo lo que se hizo. Esto es algo que le sucedió a mi mamá hace 15 años. En ese momento estaba muy en boga inyectarse metacrilato líquido en la cara y en los pechos y en otras partes del cuerpo. El metacrilato es como una silicona liquida que entra al cuerpo y se solidifica y es súper difícil de sacar, es nociva y migra. Voy a actuar, dirigir, producir y también escribí el guión. Por ahora estoy concentrado en la financiación y no puedo ni pensar en que la voy a dirigir y voy a actuar. Vamos paso a paso. Tener a Cecilia en la película le da al proyecto un empuje muy bueno, lo internacionaliza y lo ancla, lo vuelve posible de realizar. Está muy comprometida con el proyecto, que todavía está en fase de desarrollo, y con el personaje.
-En tu primera película, Caíto, también hablaste de tu familia. ¿Por qué echas mano a tu vida privada para contar historias en cine?
-Yo lo llamo ficción afectiva, y parto de algo real. El germen es real pero hay mucha ficción. Caíto no es la historia de mi hermano, pero él es el germen y juego a inventar una historia. En Alice pasa lo mismo: hay escenas que son reales, que sucedieron, y otras que no. Es como un híbrido entre realidad y ficción. Mi mamá se llamaba Alicia, era médica, y en un momento se volvió adicta a las cirugías estéticas. Falleció en 2008.
-¿Qué te pasaba mientras escribías esas escenas reales de tu propia historia?
-Hay escenas que escribí y terminé comprometido hasta la médula. Y llorando mucho. Me acuerdo de una escena que escribí mientras filmaba una película en Nueva York, un monólogo muy grande que dice Alice, y se me caían las lágrimas en el teclado. No lo tomo como una terapia pero sí como una manera de resignificar las cosas que me pasaron. Creo en el arte como algo catalítico, que te ayuda acomodar ciertos sentimientos.
-¿Es una especia de sanación?
-No hago cine para ahorrarme la terapia. La terapia va por un lado y el cine por otro. Me cuesta mucho inventar una historia de cero, quizá porque tuve una vida con muchos condimentos, difícil si querés, pero para mí es maravillosa. Es como amasar las emociones y de ahí surgen un montón de cosas. Como Caíto, Alice tiene mucho humor. Mi mamá era una persona loca pero divertida e iluminada a la vez. Cuidadosa, y por momentos era una madre espectacular y por momentos no. Un poco como todas las madres y como uno es como padre, también.
-¿Qué dice tu familia sobre tu decisión de revelar historias privadas?
-Mi papá falleció el año pasado, pero no se metía mucho. Cuando hicimos Caíto fue toda una revolución porque filmamos en su casa y también él participó de la peli. Además vivió el proceso y vio todo lo que le pasó a mi hermano, que fue muy positivo, y viajamos por el país y por el mundo. Entendió que me gusta esa manera de hacer cine y lo aceptó. A mis hermanos, Caíto y Federico, los hago partícipes del proceso, les mando material y les parece bien; me dan libertad. Los dos viven en Marcos Juárez. Federico es quiropráctico y cuida mucho a Caíto, que se quedó viviendo en la casa de papá y tiene dos acompañantes terapéuticos. Viajo seguido aunque ahora hace seis meses que no puedo ir y me quiero matar, pero es así.
-Decidiste ser papá con una amiga, ¿cómo resulta la co parentalidad a cinco años del nacimiento de Asia?
-En ese momento estaba sin pareja y me pareció que hay otras maneras de poder tener una familia y correrse de la heteronormativa. Fue un arrojo, me tiré a la pileta. Si lo pensaba demasiado quizá no lo hacía. Vivimos muy cerca y nos ponemos de acuerdo con la mamá (Cynthia Pinasco). Asia está una semana con cada uno. Un poco como niños que tienen dos hogares. En este caso no hay conflicto de divorcio y está todo bien. Solamente hay que ponerse de acuerdo en algunas cosas, en cómo queremos criarla, en la educación. A veces hay roces, nada es color de rosa y es un trabajo también. La paternidad colmó mis expectativas pero también es un desafío enorme y eterno. No pienso en si quiero tener o no otro hijo. Estoy haciendo malabares para criar esta hija (ríe); admiro mucho a las familias con muchos hijos, no sé cómo hacen. Viajo mucho por trabajo y Asia me acompaña cuando puede. Ahora crío a Asia con mi pareja, y entre los tres nos arreglamos bastante bien.
-¿Cómo es tu día a día en esta larga cuarentena?
-Por momentos estoy bien y conectado en cosas que quiero hacer. Siempre hay un festival en el que anotarse, reuniones por zoom. Y ocupándome de Asia. A veces un poco angustiado y preocupado y por momentos me siento mejor. Es una mezcla de ansiedad y angustia, un poco nociva, y todos estamos al límite. Trato de pensarme no como una persona individual sino como parte de una sociedad, tratando de cuidarme y cuidar al otro para que el sistema de salud no explote. Me estoy comiendo los ahorros y sé que hay compañeros que están en una situación más complicada. Los actores no tenemos trabajo ni entramos a un montón de condiciones que pide el Estado para acceder a subsidios. La realidad de muchos compañeros es que están en la lona. Pero si logramos sobrevivir a esto vamos a tener mucho trabajo porque las plataformas han ganado dinero y están ávidas de contenido. Y festejo la creación de ACTA (Asociación Civil de Trabajadores del Arte), que formaron Peter Lanzani y Gastón Soffritti. Si bien creo en la Asociación de Actores y defiendo el derecho del trabajador, creo que para que haya trabajo en las plataformas hay que revisar el estatuto que es un poco anticuado y pertenece a otro modelo de producción. Habría que conformar un diálogo entre ACTA y Actores para afrontar lo que se viene. Creo que como sociedad hace falta el diálogo de todos lados. Más diálogo y menos pelea. Argentina tiene todo a nivel técnico para ficción. Sin perder de vista los derechos de los trabajadores, hay que revisar algunas leyes para que sea atractivo invertir en el país.
-¿Aprendiste en estos meses algo que antes no hacías?
-Cocinaba, planchaba, lavaba, limpiaba. Todo eso lo sabía hacer pero ahora cocino más y juego un poco con los tiempos de cocción. Antes metía una carne al horno y la comía cuando estaba lista y ahora la meto dos horas y media antes y estoy comiendo todo más tierno y rico. Es algo que estoy aprendiendo.
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