Guillermo Francella y Marynés Breña: los flechazos existen y (a veces) cumplen 30 años
La historia de amor del actor y su mujer ya lleva tres décadas; cómo se conocieron
Marynés tenía que estar a las 5.30 A.M. en Aeroparque pero no pensaba preocuparse por eso: la noche del sábado recién empezaba. Era septiembre de 1987, ya había caído el sol, y todavía no se notaba la primavera. Se pintó los labios y salió desde Villa Devoto rumbo a Palermo, pese al frío, vestida para impresionar. Tenía algo así como una cita: Mirtha, una amiga suya, estaba en pareja con Ricardo, que ese día festejaba su cumpleaños, y se habían propuesto presentarle al hermano de él. Lo organizaron todo muy casual: la invitaron al festejo -una comida entre amigos a la que asistiría el candidato-, para que Cupido pasara disimuladamente e hiciera bien su trabajo. El “Valentín” de Marynés había nacido el día de San Valentín, tenía bigote, ojos celestes y una carrera en ascenso en la televisión argentina. Ella no conocía su costado de incipiente celebridad. Sí sabía que era medio mujeriego y solterón: ya había cumplido los 32, edad más que razonable en los 80 para “sentar cabeza”.
"Nunca me banqué mucho las presentaciones. Fue bastante fortuito. Era el cumpleaños de mi hermano, algo me habían dicho de que me querían presentar a alguien. Me senté frente a frente en la misma mesa, y tuvimos una relación divina de entrada", repasa Guillermo Francella y todavía se le iluminan los ojos cuando nombra a esa mujer de la que no se separó nunca más en 30 años. Mientras ese amor a primera vista mutaba en familia, hijos, casa, auto, Francella se convertía en una figura de enorme repercusión. Cuando se casaron, en 1989, protagonizaba De carne somos. Hoy, ya alzó un Oscar y se consagró como actor multifacético con un repertorio de personajes que va desde la comedia hasta el drama, pasando por el teatro musical y la conducción televisiva. Marynés lo acompañó en cada uno de sus pasos, lo más lejos del foco mediático que pudo. Sin embargo, dueña de una figura escultural, el intento de conservar un perfil bajo falló cuando las cámaras la descubrieron en la playa y nunca más dejaron de fotografiarla. Los titulares suelen referirse a ella como la “infartante mujer de Francella”. Guillermo sonríe con orgullo, timidez, un poco de celos, todo junto y no sabemos en qué orden, cuando lee páginas que se refieren a su esposa.
La define como “una compañera de fierro”, su mejor crítica y la primera en mirar sus trabajos: "A veces le hago ver a ella primero para que me dé una opinión. Mis hijos también son muy lectores de mis cosas. Somos fuente de consulta todos". Aunque no identifica grandes crisis en las décadas que llevan juntos el principio no fue tan sencillo como parece.
Recapitulemos. Marynés tenía 21 años cuando lo vio por primera vez en esa cena palermitana. Tenía el mundo por delante, dirían los más conservadores. Pero ella quería una relación seria, quería certezas. Esa noche charlaron hasta la madrugada. El la llevó hasta su casa con el tiempo justo para que se cambiara y tomara un remís rumbo a Aeroparque. Era azafata y tenía que volar a Río Gallegos. Guillermo se llevó esa noche un beso y un número de teléfono. La llamó un par de días después. La cosa iba en serio.
A Adelina, la madre del novio, le encantó su nueva nuera. Don Paco y Lita, los padres de ella, no estuvieron tan contentos con el candidato cuando se enteraron de que “la nena” pasaba las noches en su departamento sin haber formalizado aún. Y aunque Guillermo los convenció con sus ojitos simpáticos, fue Marynés la que se puso firme cuando él quiso probar la convivencia. “Primero hay que casarse”, le espetó.
Dieron el “sí, quiero” ante la Ley el 27 de septiembre de 1989 y al día siguiente ante Dios, cuando cumplían dos años de aquel flechazo irreparable. Luego, partieron a una luna de miel soñada: Nueva York, Los Angeles, Las Vegas, y un crucero por el Caribe.
El 14 de febrero de 1990, Guillermo festejaba sus 35, su primer cumpleaños como hombre casado, y Marynés decidió que era el momento perfecto para hacerle el mejor de todos los regalos: "Estoy embarazada". El regalo hoy tiene 27 años, se llama Nicolás y ya compartió la pantalla grande con su papá en el film Corazón de león, película que marcó el debut del sucesor de Francella en el medio. Hoy, descolla como galán con nombre propio.
Un segundo viaje de amor, esta vez a Europa, sería la ocasión para encargar el segundo bebé. Dicen que no fue en París, sino en Roma, donde "la impactante mujer de Francella" quedó embarazada de Johanna. Yoyi, para todos los que la conocen, también decidió seguir los pasos de su papá. Marynés tiene hoy en casa tres actores y Guillermo todavía se emociona cuando habla de sus hijos, su máximo orgullo. Como si ahora sólo importara que la carrera de ellos avance, habla de "una nueva etapa" para la familia: "Estamos en esta etapa de acompañarlos a los chicos en sus proyectos, estamos muy orgullosos de que los dos puedan vivir de lo que tanto amaron, los dos trabajando en esto. En estos días pude ver el estreno de una película de mi hijo, el estreno de una obra de teatro de mi hija, estar junto a ellos, verlos felices porque es lo que anhelan. Nunca me imaginé en la vida que quisieran seguir mi carrera... Sí de mi hija, porque desde muy chiquita lo quiso. Pero había que ver si se le daba. Ahora, verlos crecer en la actuación nos da mucha felicidad".
A la hora de hacer un balance de las tres décadas que llevan juntos, Guillermo elige y subraya la palabra "unión". "Estoy cumpliendo 28 años de casado. Con dos hijos adorables, una relación de mucho compañerismo. Me ha acompañado toda la vida en todo lo mío y yo a ella. Somos muy, muy unidos".
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