El exitoso actor le da voz a uno de los personajes del film La gallina Turuleca, mientras se prepara para comenzar los ensayos de la versión teatral de la sitcom de Telefe; en una extensa charla con LA NACIÓN compartió su manera de encarar la profesión sin perturbar su intimidad
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“Siempre respeté a este género tan complejo. Para lograr la verosimilitud en el mundo de la animación, la historia tiene que estar muy bien contada desde todos los aspectos técnicos y en las voces, que deben generar algo en el público. Cuando el productor Luis Scalella me ofreció estar en La gallina Turuleca, le confesé que nunca lo había hecho, pero que me interesaba acompañarlo, ya que es un enorme desafío”, reconoce Guillermo Francella, a poco de iniciar la charla con LA NACION, acomodado en un coqueto microcine de Pampa Films, ubicado en el barrio de Palermo.
El film de animación La gallina Turuleca, dirigido por Eduardo Gondell y Víctor Monigote, acaba de estrenarse buscando conquistar a la platea de los más pequeños y remitiendo a aquel querible personaje al que le dio vida la canción de los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki, próceres del género infantil que supieron ser estrellas en nuestro país durante las décadas del setenta y ochenta. “Estuve cerca de Juan José Campanella cuando realizó Metegol. Ahí conocí de cerca lo difícil que es hacer una película de animación para estar a la altura de grandes producciones como las que genera Pixar o Disney”, argumenta Francella, quien es el responsable de darle voz al villano Armando Tramas, un ser oscuro y manipulador que buscará apropiarse de Turuleca, la gallina que solo aspira a ser querida sin rótulos. Junto a Francella, Flavia Palmiero y Sofi Morandi también les dan voz a dos de los personajes protagónicos del film, cuyo libro es responsabilidad de Eduardo Gondell, Juan Pablo Buscarini y Pablo Bossi.
“Con la película se recupera el humor naif y blanco de nuestra infancia. Es una historia donde no hay nada escabroso, algo que me atrajo mucho. Aunque necesité conversar con el director de voces y el de animación cómo tenía que meterme en ese universo del malo, ya que si uno habla de manera muy cotidiana no es verosímil para la animación; tiene que haber una cuota de exacerbación, pero, a la vez, debe ser limitada”, dice Francella.
La gallina Turuleca cuenta con una versión sostenida en voces españolas que logró muy buena aceptación en ese mercado, al punto tal que fue ganadora del premio Goya en el rubro película de animación. Históricamente, el espacio de las producciones de animación en el cine internacional ocupó un lugar destacado, incluso con propuestas que exceden el rango del público más chico, basta pensar en Chico y Rita, de un trío de directores encabezado por Fernando Trueba, o en Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó.
Cuando desaparece el cuerpo, uno de los lenguajes insoslayables en los que se sostiene la comunicación expresiva del actor, la voz cobra otra dimensión: “Es como que se potencia todo aquello, con matices y entonaciones diferentes a cuando el cuerpo aparece. En el caso de mi personaje, fue hermoso interpretar a Tramas, este villano que va a trabar lo que buscan los buenos”.
Nacional y popular
-Sos un actor que ha trabajado para la familia, los chicos te conocen, sin embargo, nunca habías transitado un material especialmente dirigido al público infantil.
-A lo largo de mi vida hice infinidad de proyectos para toda la familia, aunque no especialmente para los niños, pero siempre he tenido con ellos un feedback muy especial, no me preguntes por qué. Recurrentemente, me han parado las madres y los padres para decirme que sus hijos, muy chicos, cuando me escuchan, observan, se sonríen o se ponen alertas. No sé si será mi tono de voz o ciertos sonidos guturales que suelo hacer. El único trabajo que hice orientado especialmente para los chicos fue Brigada Cola, donde pude comprobar en el teatro la eclosión de ese fenómeno. Antes, había hecho programas como De carne somos, donde no estaba especialmente dirigido a los chicos, y era terrible lo que ocurría con ellos. Lo mismo me sucedió con Naranja y media, Los Benvenutto y ni hablar con Poné a Francella o Casados con hijos, siempre los niños se me han acercado.
-El público menos hipócrita, por lo tanto, el más complejo de seducir.
-Obviamente, los chicos no tienen filtros y dicen lo que sienten, son directos, no tiene dobleces. Me siento muy halagado por lograr ese vínculo. Además, toda mi vida me interesó transitar por personajes reconocibles, que se vea allí al padre, al tío o al hermano, me gusta lo masivo, que no tiene por qué estar reñido con la calidad.
-No es incompatible.
-Sí, pero, a veces, lo popular es denostado.
-Tiene que ver con los prejuicios en torno a los gustos de las audiencias más masivas.
-Por supuesto, por eso siempre fui un defensor a ultranza de los productos populares y masivos, que se pueden hacer muy bien.
-Nombrabas una serie de títulos, donde no figuraba un solo fracaso. Tus trabajos han logrado una aceptación notable, lo cual te ha convertido en uno de los actores más populares y queridos del país. En ese contexto, sin embargo, has podido preservar la privacidad de tu vida personal...
-Creo que lo familiar tiene que ver en todo eso, tengo ahí mi cable a tierra. Si bien tengo grandes amigos de la profesión, también están los otros, los que no son del medio, que me conectan con un equilibrio. Amo mi profesión, pero tengo poco menos que la mitad de mi vida con un anonimato absoluto y el resto, de una popularidad impresionante, conozco los dos universos. Sé qué es ser una persona común y corriente, conocí esa infancia y adolescencia, como la de cualquier otro chico. Ahora, entrando en la adultez, a mis 26 años, comencé a ser un poquito conocido y a aprender qué era esa cosa nueva, y la recibí sin locura.
-Es muy difícil eso, hay que estar muy centrado para que no te haga tambalear.
-Es complejo, pero lo pude lograr. Tengo a mi familia que es contenedora y cómplice y que acompaña mi necesidad de tener una vida, más o menos, normal. Pude sostener mi bajo perfil, a pesar de ser muy popular y famoso. A veces uno ve a gente mareada y te preguntás dónde quedó el patio de la casa, a este pibe qué le pasó. A mí, eso nunca me sucedió. Perdí a mi papá muy joven, no pudo ver nada de mi carrera, pero me generó cimientos de solidez. Lo pude mantener e intento mantenerlo a rajatabla, aún a esta altura de mi vida. Puedo hacer la vida que quiero sin que la gente se entere de mis viajes ni mis cosas personales.
-Hace un momento hablábamos sobre cierta e infundada denostación que puede hacerse de lo popular, ¿sentiste el peso de los prejuicios de cierta intelectualidad a lo largo de tu carrera?
-Claro que sí.
-¿Cómo lo manejaste?
-La perspectiva cambió con un llamado del exterior.
-¿Por qué?
-Me llamaron de la trilogía mexicana de (Alejandro) Iñárritu, (Guillermo) Del Toro y (Alfonso) Cuarón, quienes me convocaron para una audición para Rudo y cursi, la película de Gael García Bernal y Diego Luna, que dirigió Carlos Cuarón. Obtuve el papel y fue un espaldarazo muy grande para mí, ellos, cada vez que eran consultados por los medios, tuvieron conceptos muy buenos hacia mi trabajo. Inmediatamente después de eso, vino el llamado de Juan José Campanella, con quien tenía muchas ganas de trabajar, y él también conmigo, me dio la oportunidad de hacer a Pablo Sandoval [su rol en El secreto de sus ojos, de 2009], absolutamente distinto a lo que había hecho, que generó algo muy fuerte en todos.
-Aquello fue una bisagra en tu carrera, sin que ello menosprecie tus tareas anteriores.
-A partir de ahí, cambió la mirada y comencé a recibir llamados para otro tipo de papeles y pude trabajar con todo tipo de directores, como Campanella, [Pablo] Trapero, [Daniel] Burman, [Jorge] Carnevale, Ana Katz, [Alejandro] Massi, Armandito Bo, [Ariel] Winograd, [Gastón] Duprat y [Mariano] Cohn, una película detrás de otra que me permitieron tener proyectos bien heterogéneos que me posibilitaron componer desde lugares muy diferentes, fue un trabajo que nunca me cansé de comunicar.
-Trabajaste para que eso sucediera e, incluso, no tuviste pruritos en audicionar para los directores mexicano cuando ya eras una estrella consagrada en nuestro país, eso también habla de humildad.
-Cuando me pidieron audicionar, les pregunté si no me conocían.
-¿Qué te respondieron?
-Me dijeron que sí, pero que necesitaban que rindiera esa prueba. Así que lo hice, me dieron el papel y fue muy gratificante.
-Lo que cambió fue la mirada externa, porque vos seguías siendo el mismo actor con el mismo compromiso.
-No te queda la menor duda. Es más, podría decirte que Casados con hijos es tan o más difícil que hacer El clan o El secreto de sus ojos.
-El código de la sitcom es sumamente complejo.
-Cualquier proyecto de humor tiene mucho más nivel de exigencia para lograr verosimilitud y credibilidad. La torta en la cara o la cáscara que te hace patinar es más facilista, pero hay otro tipo de humor que implica un gran compromiso. Soy respetuoso de ambos mundos, el humor y el drama, y hoy me permito transitar ambos.
-Lograste una paleta de colores muy amplia.
-Esa era mi búsqueda como actor.
-Realizaste comedias y vodeviles teatrales como Piyamas, donde el género implica un tiempo exacto, un mecanismo de relojería. Esa es una habilidad muy dificultosa de lograr...
-Es muy difícil, porque, de lo contrario, se cae en el chiste por el chiste mismo. Por eso, cuando dirigí Perfectos desconocidos, intenté transmitirles a los actores ese ADN de lo que yo quería, buscar esa verdad que todo debe tener. Es como si alguien filmara esta conversación, se percibiría una verdad. En el teatro es igual, debe ser como espiar por la cerradura, no debe notarse que se está actuando con la letra sabida.
-¿Cómo te acercás a cada personaje?
-El proceso de ensayos es vital para mí, es trabajar con el director codo a codo, entender su búsqueda y qué espera de mí, más allá de las ideas que yo pueda tener y aportar. El gran secreto es no hacer nada de taco, sino trabajar, estar muy metido en el tono que el director desea, por dónde quiere transitar.
-¿Cómo se hace comedia cuando, en lo personal, el artista transita zonas de dolor?
-Cuando uno no está bien, es muy difícil, pero se trata de ser responsable. En este momento, tengo un dolor de cervicales que me estoy muriendo, pero intento conversar de la mejor manera contigo.
Francella muestra el parche que tiene adosado en su hombro y reconoce las consecuencias de una contractura luego de un viaje en avión, seguramente acompañando el estreno de La gallina Turuleca en las ciudades de Córdoba y Rosario, acontecido a comienzos de semana. “Me ha pasado, tener que despedir a algún familiar estando haciendo humor, pero, en esos casos, freno. No comparto la frase ‘el show debe continuar”.
-Una frase inventada por algún empresario.
-Obvio, obvio.
Se ríe ante la humorada, cómplice ante su amistad con varios de los popes de la producción cinematográfica, teatral y televisiva de la industria local.
Futuro
Francella en enero estrenará el film Los conspiradores, dirigido por Martino Zaidelis, un thriller que ya concluyó su rodaje. “Nunca transité este género. Interpreto a un piloto de una aerolínea que se ve envuelto en un espiral de sucesos muy particulares”.
También a comienzos del 2023, se producirá el estreno de la versión teatral de la sitcom Casados con hijos, el suceso de Telefe que Francella protagonizará en la sala del Gran Rex porteño junto a Florencia Peña, Marcelo De Bellis y Luisana y Darío Lopilato, sin la presencia de la actriz Erica Rivas, quien habría puesto reparos en los libros debido a no coincidir con el tono de humor abordado. Rivas, además, se manifestó en duros términos, no solo hacia la producción del espectáculo, sino también al referirse a sus compañeros de elenco.
Con todo, vale decir que, en Casados con hijos, los personajes masculinos (Pepe Argento, Dardo y Coqui) son denostados por los femeninos (Moni, María Elena y Paola). El tono caricaturesco y farsesco del producto permite la crítica de un modelo social y familiar.
-Nada más alejado del machismo que Casados con hijos.
-Es muy inteligente tu mirada, las mujeres de la historia viven criticando y anulando lo que hacen los varones. Casados con hijos es una gran crítica al machismo, creo que esa es la mirada correcta.
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