El actor conversó con LA NACION sobre las razones del éxito de la serie que protagoniza en Star+, que vuelve a la pantalla el 29 de noviembre próximo; además reflexionó sobre los fenómenos populares y habló del dolor más grande de su vida
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“El encargado de edificio es muy identificable en nuestro país. Todos hemos tenido encargados mejores o peores, incluso algunos, por personalidad, suelen ser más poderosos que los propietarios. Saben que, sin ellos, la gente no puede vivir y el edificio no funciona, lo cual genera una cierta dependencia”. El análisis exhaustivo sobre la personalidad y el rol del portero de edificio no recae en un experto del mundo laboral ni en un sociólogo, sino en Guillermo Francella, el responsable de encarnar a Eliseo, ese omnipresente y todopoderoso protagonista de El encargado, la lograda serie creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, cuya segunda temporada se estrenará el próximo 29 de noviembre en la plataforma Star+.
“A veces son bravos, pero se los necesita a cualquier hora del día”, remarca Francella aunque reconoce que el relato narrativo, por momentos, “maneja algunas líneas exacerbadas”. Está claro, se trata de una ficción y cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. En este caso, para qué negarlo, las coincidencias son muchas. “Es hermoso vivir esta experiencia. En la calle, mucha gente toma partido y no son pocos los que desean que Eliseo les gane a los vecinos”, argumenta el actor en torno a su personaje, una suerte de Maquiavelo que ve y sabe todo acerca de la vida de los demás.
Francella conversa con LA NACION a pocas horas de haber arribado procedente de Nueva York, donde participó de la ceremonia de entrega de los premios Emmy International, en donde competía El encargado. “Que nos hayan distinguido entre las cuatro mejores comedias del mundo ha sido maravilloso. Ganó un stand up indio, algo que nos extrañó porque figuraba en el rubro comedia, de todos modos, fue importante estar en esa distinción”. El actor se refiere a la producción india Vir Das: Landing que compartió el lauro con Derry Girls, un título inglés.
La otra grieta
Para el actor se trata de un fin de año sumamente cargado de actividades. A la llegada de los nuevos siete episodios de El encargado se le suma el estreno -el próximo 7 de diciembre- de Muchachos, la película de la gente, con dirección de Jesús Braceras, film en el que Francella oficia de narrador y que muestra el derrotero de la Selección Nacional -la “Scaloneta”- hasta lograr ganar el Mundial de Fútbol, disputado en el año pasado. Pero también el próximo 7 de diciembre llegará a las salas de cine Elijo creer, la película oficial de la AFA, que mostrará los pormenores del triunfo del seleccionado argentino, aunque en este caso con la voz del actor Ricardo Darín.
“La verdad es que cuando Disney y Pablo Bossi me ofrecieron el proyecto, no sabía que Darín participaba en otra película. Soy fanático del fútbol, amo ese deporte, así que, lo primero que pedí es ver el film, con el que quedé deslumbrado, me morí. Además, cuenta con textos de Hernán Casciari, nada más ni nada menos”. La película está basada en el cuento La valija de Messi, escrito por el propio Casciari.
“Estoy con poco tiempo, pero me hice un espacio para poder grabar en un estudio durante ocho horas seguidas. Al día siguiente de esa grabación, me enteré que el Grupo Octubre había convocado a Ricardo (Darín) para la otra película. Yo no sabía nada de su existencia y creo que ellos tampoco de la nuestra, no lo sé, medio raro. Ellos hacen algo vinculado a la AFA y nosotros con la FIFA, tenemos testimonios maravillosos, es muy emocionante cómo se muestra a la gente”.
-¿Habló con Ricardo Darín?
-No. Ojalá que a ambas películas les vaya bien.
El País
-Indudablemente, el Mundial de Fútbol generó una sensación de unidad nacional. ¿Cómo vive el presente con Javier Milei elegido como presidente?
-En principio, deseo que Dios lo ilumine del mejor modo posible. Le deseo, con el alma, lo mejor. Creo que, en este momento, lo único que hay que hacer es acompañarlo, apoyarlo incondicionalmente, esperando que esté bien asesorado y centrado en lo que quiere hacer. Lo único que falta es que alguien ponga obstáculos ante una decisión democrática del pueblo, con tanta diferencia en los sufragios. Ojalá sea del mejor modo y que tenga ideas que nos hagan crecer. Como argentino, lo que más quiero es que nuestro país arranque y que podamos disfrutar de lo que somos y de lo que tenemos, y no padecer lo que venimos padeciendo durante décadas.
-A partir del abordaje histórico que planteó el film Argentina 1985, se enfrentaron Darín, uno de sus protagonistas, y Luis Brandoni. Usted es allegado a ambos, ¿cómo vivió tal situación? ¿Habló con ellos?
-Hablé con Beto (Brandoni); creo que él se refirió a la producción y luego se mezcló todo. Estaba muy enojado porque se lo había ignorado a (Raúl) Alfonsín y cosas muy importantes que habían sucedido en ese año, pero estoy convencido que no se refirió a Ricardo (Darín).
Al mundo
-¿Cómo vive su trascendencia internacional?
-Con mucho placer. Fue una búsqueda, aunque no siempre los deseos se pueden cumplir con tenacidad y constancia, pero siempre expresé mi deseo de trabajar con los directores con los que después pude hacerlo. La paleta de colores de directores que me han convocado, desde Juan José Campanella hasta la actualidad con Mariano Cohn y Gastón Duprat, es bien heterogénea.
-¿Cuándo considera que se produjo el quiebre?
-Fue a partir de Rudo y cursi, la película que hice con los (Carlos y Alfonso) Cuarón; llegué a través de un casting, algo a lo que no estaba muy acostumbrado; volví a ponerme nervioso como cuando era adolescente y hacía mis pruebas. Esa película fue una carta de presentación para mí.
Luego, en 2008/2009, llegaría su protagónico consagratorio en El secreto de sus ojos, el film de Juan José Campanella que logró ganar el premio Oscar de la Academia de Hollywood. “Vos decís que querés trabajar conmigo, pero nunca me llamás”, le recriminaba el actor al director que, con buen ojo, encontró el material perfecto para poder compartir la experiencia cinematográfica con Francella. “Me tocó interpretar a un alcohólico maravilloso, fue una segunda carta de consagración”. A ese título le siguen un catálogo de valiosa factura y, en la mayoría de los casos, éxitos de taquilla, como sucedió con El clan, Mi obra maestra o El robo del siglo.
-También fue interesante la propuesta de Granizo, dirigida por Marcos Carnevale.
-En el mundo fue una eclosión, pero, en nuestro país, no fue bien tratada por la crítica, hubo cierta saña. Cuando Netflix la ofreció, fue un éxito desde Trinidad y Tobago hasta Israel.
Beccar
-¿Cómo recuerda al Guillermo de Beccar, su barrio natal?
-Con mucho amor.
-¿Cómo era ese mundo?
-Está formado por mis padres, mi hermano querido y mis abuelitos viviendo en la casa de atrás. Cerca estaban los clubes; el Social de Beccar, donde nadaba y corría carreras y el Atlético Beccar, donde jugaba al baby fútbol. Tuve una infancia soñada, muy linda.
Francella estudió en el Colegio N° 5 y luego en el 20 de Junio de San Isidro. “Los recuerdos son imborrables”.
-¿Suele volver a Beccar?
-Ahora, como vendimos la casa de mis padres, voy menos, pero, cada tanto, lo hago. Lo que pasa es que me da mucha nostalgia, me quedo dentro del auto un rato largo mirando la cuadra, me genera melancolía, pero amo ese lugar.
Lado B
-¿Es cierto que, durante una época de su vida, debió recurrir a la terapia y el psicoanálisis porque no disfrutaba el éxito?
-En realidad, no disfrutaba el ocio, no le encontraba la vuelta y me imponía trabajar permanentemente, algo que me sucedió durante muchos años. También, alguna vez traté en terapia las razones del éxito, por qué no iban de la mano la euforia del alto encendido con la tristeza del bajo encendido. No podía entender cómo es que podía bajar el rating ante algo a lo que le había puesto tanta energía.
-Les ha transmitido la semilla de lo artístico a sus hijos, ¿cómo vive sus carreras?
-En principio, con mucha felicidad. Siempre les advertí que era una profesión más que difícil, sobre todo por la inestabilidad salarial y de vida. Jamás podría ponerles un impedimento, aunque les expliqué que el espejo que veían de su papá no era el común denominador, por eso les sugerí que buscaran algo paralelo al oficio del actor. Hoy puedo decir que me gusta cómo son ambos, desde lo interpretativo son verosímiles.
Nicolás Francella debutó con su padre en el film Corazón de león, de Marcos Carnevale; mientras que su hermana Johanna lo hizo de igual modo, pero en El robo del siglo, dirigida por Ariel Winograd. “Son seres humanos hermosos, no hay persona que no me lo diga”.
-¿Qué dolor lo ha marcado y que considera que fue una bisagra en su vida?
-La pérdida de mis padres. Mi papá se me murió joven, a los sesenta años, él me llevaba a ver a Racing a Avellaneda. Mamá se fue hace cinco años, casi llegando a los cien, fue mi compañera de toda la vida, mi faro, mi todo. Sus partidas fueron los dos grandes dolores de mi vida, me pegaron muy fuerte.
Prejuicios y críticas
Está claro que Francella buscó su destino artístico, darle una vuelta a su trayectoria como actor, luego de muchos años de estar al frente de productos sumamente exitosos y populares en teatro, cine y televisión. Basta pensar en obras como la comedia de puertas Pijamas o el musical Los productores; películas de corte pasatista como Los bañeros más locos del mundo o Los extermineitors; y programas de muy buen rating con De carne somos y La familia Benvenuto, entre los más recordados. Fueron tiempos donde su nombre se masificó, pero donde debió lidiar con el prejuicio de la crítica. Está claro que algunas de aquellas propuestas eran de tono menor, aunque otras demostraban que era un actor con una destreza especial para llevar adelante el tempo de la comedia, una lógica muy compleja de realizar y que requiere de enorme talento.
“Viví el prejuicio. Todos reconocían lo que yo era como actor, pero se ponían en duda los contenidos. La saga de las películas para chicos, como las de Los bañeros..., reventaban la taquilla, pero eran consideradas dentro de un género menor. Lo popular no siempre está reñido con la calidad, aunque siempre fue denostado. En mi caso, ser un artista popular es lo más maravilloso que me pasó en la vida, es algo indescriptible. Que te premien internacionalmente y de forma local no suceda, dice que hay algo detrás de eso”.
El actor menciona títulos como Naranja y media, Un hermano es un hermano, Dalo por hecho, Brigada Cola, Trillizos y El hombre de tu vida, entre tantos otros programas que lo tuvieron como protagonista, muchos años antes de la llegada de la sitcom Casados con hijos: “Cuando se estrenó fue criticado y denostado, pero cuando estrenamos en el Gran Rex se produjo la eclosión de taquilla más grande de la historia y las críticas decían que éramos revolucionarios, elogiaban la línea que bajábamos y que nos enfrentábamos a la situación actual, donde cuesta tanto hacer humor por el tema del género y el feminismo. Remarcaban que a los Argento no les importaba nada, denostaban hasta a sus propios hijos”.
La actriz Érica Rivas, integrante del elenco televisivo de Casados con hijos, no formó parte de la versión teatral al juzgar negativamente los libros y la mirada en torno a la cuestión de género. Con todo, la historia siempre ha sido un entramado desaforado de críticas del hombre hacia la mujer, pero también de la mujer hacia el hombre. Una lucha de fuerzas que se convertía, disparatadamente, en un todos contra todos, en un ida y vuelta entre una vividora María Elena Fuseneco (Florencia Peña) y su marido Pepe Argento (Guillermo Francella). “Era un juego de poder, la lucha entre ambos. La persona que vos nombraste, Érica (Rivas) era más feminista que nadie y yo era más machista que nadie”, entiende el actor.
-¿Cómo recuerda la experiencia escénica de Casados con hijos?
-Fue inolvidable, salíamos a escena y eran minutos y minutos de aplausos y gritos. El público siempre estuvo de nuestro lado, pero también se dio el apoyo de la prensa, con tapas de diarios que hablaban de un fenómeno social. Me ha sorprendido cómo cambia una opinión a través de un suceso, el tema archivo es maravilloso.
Épocas
El humor es un acontecimiento artístico que dialoga con los usos y costumbres de cada época. No sería lógico evaluar con los parámetros actuales el arte de Alberto Olmedo. Tampoco se podría pensar desde el presente la lógica de un ciclo como Poné a Francella, que modificó la puesta en escena y la narrativa del humor televisivo, pero que también apeló a ciertos tópicos de cosificación de la mujer.
-¿Se arrepiente de ese programa? ¿Considera que hoy serían inviables algunos sketches de ese ciclo como el de “La Nena”?
-Cómo me voy a arrepentir si fue el programa que revolucionó, en ese momento, el humor. Fue un antes y un después. En Poné a Francella había una puesta muy innovadora, donde todo tenía un hilo conductor. Fueron dos años increíbles y junto a actores y autores maravillosos. Desde ya, uno se tiene que aggiornar de acuerdo a cada época.
-¿Se actualizó el humor?
-Hoy, los autores, cuando se sientan a escribir, se preguntan qué decir, de qué se puede reír la gente, están paralizados, por eso me encantó lo que pasó con Casados con hijos, con una vigencia extraordinaria, donde se tocaban hasta los temas más urticantes.
-¿Por qué dice que los autores están paralizados? ¿Se refiere a la ausencia de ficción y de programas de corte humorístico o porque pueden ser juzgados de acuerdo a los temas abordados?
-Porque no saben sobre qué pueden escribir, qué puede caer mal. Me lo dicen permanentemente, incluso en España.
Eliseo, el rey
La primera temporada de El encargado fue un éxito. Minuciosa en sus modos de pintar el microcosmos de un edificio habitado por vecinos de buen poder adquisitivo, generó rápida empatía; “kátharsis”, habría definido Aristóteles, desconociendo -más de trescientos años antes de Cristo- el poder que tendrían las plataformas audiovisuales. “Los propietarios tratan con cierto desdén a Eliseo, lo cual generó una lucha entre ellos y el encargado”, reconoce el actor, quien ha dibujado una formidable criatura de ficción, pletórica de inquietantes matices.
En la segunda temporada, Eliseo verá peligrar su poder y sus negociados con los proveedores del edificio a partir de la llegada de Lucila Morris, una nueva vecina -encarnada por la actriz María Abadi-, quien decide tomar cartas en el asunto y sanear las cuentas de la propiedad, lo cual también pone en riesgo algunas trapisondas de Zambrano, la muy lograda pintura de Gabriel Goity en torno a un desagradable vecino, enemigo acérrimo del encargado.
“La serie fue un éxito en cada mercado en el que se presentó”, sostiene Francella con razón. En España, el actor fue reconocido con el premio Platino en el rubro Mejor interpretación masculina en miniserie. “Para los artistas, poder pasar de un ser angelado a alguien oscuro y siniestro en una sola línea es algo que celebro”, dijo en la ceremonia realizada en el Palacio Municipal Ifema de Madrid.
-Un edificio de viviendas es un microcosmos que puede reflejar los vaivenes de una sociedad en su conjunto.
-Eso lo hacen posible los antagonismos que se generan entre la gente que vive allí. De hecho, en la primera temporada se ve que conviven desde una jubilada a un sindicalista y de un abogado a una médica, junto a alguien con prisión domiciliaria.
Termina la charla y el actor confiesa que “después de mucho tiempo”, no tiene “nada agendado para este verano”. Se percibe su alivio, no es para menos después de tantos años de una agenda apretada.
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