Guillermo Coppola y sus días tras las rejas: mitos, verdades y diferencias entre la ficción y la realidad
En 1996, luego de que en un allanamiento se encontrara cocaína dentro de su domicilio, el representante de Diego Maradona fue detenido; pasó 97 días en prisión y son muchas las anécdotas y los momentos de tensión que se muestran en la serie de Star+ basada en su vida
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“Arrancá si tenés nafta”, es la frase que Guillermo Coppola escucha tras las rejas mientras le pide a otro preso que habla por teléfono si lo puede interrumpir un minuto. Al instante aparece en escena “El Paraguayo”, el peso pesado del pabellón, lo insulta, le recrimina con violencia que se quiere colar en la fila y lo invita a batirse a duelo tirándole un cuchillo casero. Coppola piensa un instante qué hacer. Y fiel a su impronta vertiginosa apela a sus recursos imaginativos de siempre.
En el cuarto capítulo de la serie Coppola, el representante titulado “El jarrón”, le pide tranquilidad a su flamante enemigo mientras este le grita: “Acá no tenés beneficios, qué mierda. ¿Te querés colar?”. Coppola responde que no, “El Paraguayo” lo toma del cuello y él comienza con una explicación luego de levantar la cuchilla del piso por sugerencia de otro interno: “Lo único que puedo hacer con esta faca es usarla para comer un rico asado con vos y los muchachos, que es lo que quiero hacer desde que llegué. Estoy averiguando si me dejan entrar unos kilitos de carne para invitarlos”.
El manager sigue adelante con su persuasivo discurso: “Celebro que estemos conversando, conocernos. Lo primero que te quiero decir es que en mi mundo no solo se agradece con palabras sino con hechos. Por eso hablé con Diego (Maradona) y se nos ocurrió un lindo regalo para todos que llegó esta mañana”. En la serie aparece pidiendo permiso y yendo a buscar a su celda un termotanque de 120 litros “para que de una puta vez nos podamos bañar como la gente”. Ese gesto descomprime la situación y hasta provoca sonrisas entre los internos.
Previo a este hecho, a Coppola se lo ve celebrando su cumpleaños número 48 junto a su madre y su mujer de entonces, Sonia Brucki, Silvia en la ficción, el 12 de octubre de 1996, tres días después de haber ingresado a la Unidad 6 de Dolores. Luego camina por pasillos oscuros y allí se topa con “El Paraguayo”. La realidad fue distinta: Coppola sí recibió a su madre y su mujer en la cárcel en esa fecha, pero la escena de la invitación a pelear a cuchillo sucedió en su segundo destino, la Unidad 1, más conocida bajo el nombre de “Caseros Nueva”, una mole de cemento que tenía veinticinco pisos y fue demolida entre 2004 y 2007. Allí fue trasladado después de permanecer treinta días en Dolores. Guillermo estaba alojado en el tercer piso con el resto de los internos, sin privilegios, aunque el director del penal le había ofrecido un lugar más acomodado: “Vas a tener tu cama con colchón, teléfono público para vos... Acá estuvo preso [el empresario] Cacho Steinberg”, le sugirió, pero él no aceptó porque quería estar en igualdad de condiciones con sus compañeros de causa: Paco Simonelli, Yayo Cozza y Claudio Coppola, también involucrados, pero a los que ni siquiera conocía.
En Caseros sí sucede lo del desafío de “El Paraguayo”, que fue de vida o muerte. “Me gritan: ‘Che, Coppola gato, acá no hay privilegios’. Entonces vuelvo a mi lugar de espera para hablar por teléfono. Al minuto y medio un tipo viene con dos facas, tira una al piso, delante mío, y me dice: ‘Arrancá si tenés nafta’. Se arma un círculo para la pelea. Yo estaba tan embroncado que quería que algo me pasara. Pensé: ‘Si este me clava se termina todo de una vez’. Pateé la faca y le respondí: ‘¿Sabés cuánto hace que se me acabó la nafta?’”, le contó Coppola a LA NACIÓN.
El famoso “Paraguayo” se le había plantado y lo quería matar, lisa y llanamente. Entonces Coppola empieza a insultarlo. Razona: ‘si este me mata se acaba todo de una buena vez’. Está desesperado, su cabeza estalla. Cierra los ojos y se entrega a una muerte segura. Pero pasa lo inesperado. Entran unos muchachos, los separan y se llevan a su agresor de los pelos.
Minutos más tarde otro interno se acerca a él y le cuenta que al paraguayo lo tienen colgado de un palo. Lo salva “Paquinco” (Sergio Caccialuppi, barra de La 12, que supo compartir la barra con El Abuelo, ex líder de la 12, la hinchada de Boca) que baja y lo empieza a ahorcar contra una reja. Coppola se acerca y le dice: “vos estás loco, déjalo, hijo de p…”. Le contesta: “Ahora decís dejalo, no ves que casi te mata, si no te rescatan, te acuchilla”. Mientras tanto “Paquinco” le presiona el cuello y le grita al “Paraguayo”: “Pedile perdón a Guillote, pedile perdón”. Guillermo lo mira: “¿Cómo me va a pedir perdón si no puede hablar? ¡Tiene la nuez apretada, se la vas a partir!”.
Luego del encuentro con “El Paraguayo”, en la serie de Star+ Guillermo aparece limpiando su calabozo con lavandina en la cárcel de Caseros. Un guardiacárcel, a quien él llama celador, ingresa con las botas embarradas y, a propósito, ensucia el piso arrastrando los pies. Esa situación no se produjo allí, sino en la Unidad 6 de Dolores. Y no fue un celador el que hace eso: quien lo provoca de esa manera es el jefe del penal, Rolando Fracchia, que entraba todas las mañanas a propósito con los borceguíes con barro. Guillermo se indignaba porque hasta le pasaba cera a los pocos mueblecitos que tenía y también al piso. Fracchia le respondía: “¿Qué se cree, que está en su casa?”.
Cuando lo trasladan a la cárcel de Caseros, Fracchia le confiesa que hacía eso porque así durante las dos horas que volvía a limpiar no se daba cuenta dónde estaba. Lograba de esa forma que su cabeza viajara hacia otro lado, aunque advertía que lo insultaba por lo bajo.
Coppola siempre recuerda cuando llegó al penal de Dolores, luego de pasar por la comisaría de Castelli: “El policía Daniel Diamante me arranca la ducha de un manotazo cuando me estaba bañando. Yo muerto de frío, el agua caía por la pared. Me mira desafiante y grita: ‘Ahora estás sopre, chabón. Coppola, mulo, acá se te acabaron los privilegios y la joda. Nosotros sí tomamos de la buena’”.
El jefe Fracchia era muy particular. Apenas llega a la Unidad 6, lo recibe y le dice sin presentación alguna: “Desnúdese”. Coppola se deja el slip y el funcionario vuelve a la carga con cara de pocos amigos: “Le dije que se desnude, ¿no entiende?” Guillermo se disculpa y comenta en voz muy baja: “Perdón, hay dos señoras”. La respuesta es tajante: “No se haga problema, no vinieron a verlo a usted. Y para lo que hay que ver... Una de ellas es mi esposa, así que sáquese la ropa”.
Estas y tantas otras experiencias límites vive el famoso manager tras las rejas. Hoy son anécdotas, pero en ese momento sintió que le llegaba el final: “¿Si pensé en matarme? Claro, varias veces. Por eso cuando pude llamar a mi hermano por teléfono le pedí que me trajera algo para suicidarme. Gracias a Dios no me hizo caso. Fue el peor momento de mi vida, no tengas dudas”.
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