Jugar es lo suyo. Le gusta divertirse, se le anima al mar de La Brava. Se ríe de sí misma cuando alguna ola la derriba. Corre por la playa, se tira en la arena. Guillermina Valdes (41) es una amante de naturaleza y cuando la habita, vuelve a su infancia en Necochea, donde nació. "Yo me siento como una niña y lo seré siempre", reconoce mientras posa para ¡Hola! Argentina en Las Garzas, a más de 40 kilómetros de "Guanahani", la chacra marítima que Marcelo Tinelli, su amor desde hace seis años, tiene en Uruguay.
Una vez de regreso en "Guanahani", se vuelve una anfitriona de lujo y nos recibe en una de las casas de la propiedad, que hace de gimnasio y playroom. "Punta del Este es un lugar que yo no elegía antes de conocer a Marce, pero ya era su lugar –dice, mate de por medio–. Cada año me fui acomodando más, quizás al principio me costó un poco".
–Cuando eras modelo, ¿venías a Punta por trabajo?
–Sí, pero no veraneaba acá, o lo habré hecho muy pocas veces. Iba mucho al Sur. Entonces me tuve que acostumbrar porque acá es algo de todos los años. Con el tiempo aprendí a relajarme y a encontrar mi espacio.
–Hay mucha gente en "Guanahani": los tuyos, los míos, los nuestros y además, amigos. ¿Cómo encontrás tu lugar?
–Lo encuentro porque lo necesito. Como tantas mujeres, soy muy dadora, entonces me cuesta salirme del rol de madre, esposa, amiga, y saber lo que realmente deseo yo y no lo que la sociedad me dice que tengo que hacer. Son mandatos pesados, pero sirven para que cada mujer en su espacio decida qué quiere hacer y no ser funcional a los demás.
–Hablando de Dante (18), Paloma (16) y Helena (13) –los hijos que tuvo con su primer marido, Sebastián Ortega–, ¿les fue fácil adaptarse a las vacaciones al estilo Tinelli?
–Sí. Ahora, igual, son adolescentes. Los dos más grandes ya no me dan mucha bola. Salen, van y vienen. Todos somos muy respetuosos del tiempo de los otros. No hay una formalidad que uno tenga que cumplir. Queremos que sean vacaciones para todos.
–¿Cómo convive la gran familia ensamblada en "Guanahani"?
–La clave es que cada uno haga sus cosas respetando al otro. Acá se almuerza a las dos, se cena a las diez y el que sale a comer afuera avisa. Es bastante esquemático. Después, salvando a Helena y a Lorenzo, todos tienen de 16 para arriba. Podemos juntarlos para alguna celebración, pero después ya me excede. A mí me gusta ocuparme de ellos, llevarlos y traerlos, pero tengo cuatro hijos, no soy un pulpo. Así que tenemos gente que nos ayuda con los traslados porque si no, me lo paso arriba del auto.
–La casa está en venta. ¿Este será el último verano acá?
–Sé que en un momento hubo alguien que vino a verla y le puso un número, pero no es algo en lo que se esté pensando ahora, quiero decir que no está en la agenda de Marcelo. Hubo una oferta y se la evaluó. Nada más.
–Así como vos te adaptaste a Punta, Marcelo hizo lo mismo con Necochea, tu lugar natal.
–A Marcelo le encanta Necochea porque tiene algo de Bolívar, donde nació, y de Mar del Plata, donde su mamá lo llevaba a veranear. Vamos cuatro veces al año. Ahí está mi familia y mis amigas desde cuarto grado, porque antes vivía en Tandil.
MATERNIDAD EN TIEMPO FEMINISTA
–Tenés tres hijos adolescentes y otro (por Lorenzo que tiene 4) en jardín. ¿Cómo es ser madre en etapas tan distintas?
–Este año tuve a los más grandes en secundaria: una en primero, otra en tercero y Dante en quinto año; él acaba de egresar. Es muy fuerte: él siente que una nueva vida empieza. Es que ahora o trabaja o estudia, en casa no se va a quedar. Él sabe que en marzo arranca una cosa u otra. A mí me criaron así y creo que es la mejor forma. Les doy mucha libertad. Siento que me hace mucho más feliz ver a un hijo libre, expresándose con individualidad y con una esencia que hasta yo pueda desconocer. Quiero que vuelen solos, se equivoquen, se golpeen y vuelvan a levantarse. Confío en ellos, eso es lo mejor que hay.
–¿Cómo viven tus hijas la revolución feminista?
–Ellas son muy revolucionarias. A mí me encanta. Siento que algo debo tener que ver, siempre les hablé mucho. Incluso por situaciones que viví. Cuando estuve en todo ese quilombo mediático, después de haberme separado [de Ortega], se decía que Marcelo "se había ido con ‘la mujer de’". Y con mis hijas hablábamos de eso, porque ellas prendían la televisión y escuchaban que se trataba a su mamá como "la mujer de". Para una hija ver que a tu mamá la llaman así es duro. Además, ¡yo no soy de nadie! Ellas sabían que yo estaba divorciada, que había hecho un duelo de dos años, porque ellas lo vieron; y su papá estaba en pareja. Cuando vos tenés hijas que, ante una situación así, son claras y reflexionan, siento que algo les quedó de lo que hablábamos. Paloma y Helena tienen una libertad de expresión y pensamiento que fueron construyendo durante estos años, por las cosas que vivieron, muchas veces dolorosas. Dante es cero machista, un chico con una cabeza increíble.
–Las generaciones que vienen son cero prejuiciosas.
–Yo en casa ya no puedo decir nada. [Risas]. A veces hay cosas que antes de decirlas me doy cuenta de que no están bien, pero estaban en mi chip. Y no es que me reprimo, es porque estoy desaprendiendo, haciendo un trabajo intensivo. Pero para mis hijas, es distinto. Ellas van con el pañuelo verde al colegio. En casa debatimos bastante. A veces me encuentro defendiendo hombres, pero no porque yo sea machista. El feminismo es lo mejor que nos pasó a todas y este es un momento histórico. Pero quiero que mis hijas sepan que los hombres son personas igual de valiosas, aunque hasta el momento hayan ocupado los lugares del poder, o veamos que hay femicidios todos los días. Es un equilibrio el que tenemos que buscar.
–¿Sufriste alguna vez acoso o abuso?
–Vi situaciones con compañeras y de chica me pasó algo, pero hoy no es mi lugar en el mundo decir que pasé por eso. Por suerte, lo pude ver en terapia, lo resolví. Después de que sucedió lo de Thelma [Fardín, que denunció por violación a Juan Darthés], hubo un montón de denuncias, porque había chicas que habían naturalizado situaciones y por eso creo que los casos que hoy salen a la luz tienen que servir para que otras se expresen. Hay mujeres que tienen una necesidad de expresión que yo no tengo. Pero no juzgo porque soy mina y, lamentablemente, en algún momento, me pasó algo que me incomodó. Festejo lo que hizo Actrices Argentinas: abrieron puertas. Este debate tiene que ver con un tema de poder, de inferioridad de condiciones que tiene nuestro género. Es algo antiguo, pacato, absurdo.
–También tenés la responsabilidad de estar criando a dos varones…
–Como madre estoy obligada a pensar la vida y cuestionarme. Los hijos criados con padres que se están construyendo, autocuestionando, tienen una riqueza enorme. También les abro el diálogo a mis hijos y, a veces, se me va de las manos, porque soy poco autoritaria. Mis hijos me ayudan a abrir la cabeza. Me parece que hay otro formato de madre, no desde la igualdad y la falta de respeto; más bien desde la escucha, entendiendo que los pibes hoy tienen una energía diferente. Hay que escucharlos, algo traen.
–En este grupo familiar, ¿cómo es el papel de Lolo en casa?
–Es como la mascota. [Se ríe]. Es un chiquito muy despierto, con carácter y al estar rodeado de tantos hermanos, es una esponja y va absorbiendo. De Helena, el fútbol; Paloma, es más estricta y lo educa. Dante, que es artista, se lo lleva y hablan de locuras. Cande es muy mimosa; Mica es como una madre. Con Fran juega a los jueguitos. Con Juani, se ríen mucho. Él tuvo suerte: tiene variedad y riqueza en sus hermanos. ¡Son siete hermanos!
–¿Es más fácil la crianza de Lolo?
–Como mamá, con Lorenzo, no siento tanto la presión sobre mí. Con los mayores siempre fui muy dedicada, pero con Lolo, de golpe, estoy sentada seis horas sin necesidad de pararme a asistirlo porque está con todos. Sabe resolver por sí mismo, pero como todos giran un poco en torno a él, se vuelve dependiente. Me gustaría que juegue un rato solo, pero siempre encuentra a alguien para que lo entretenga.
MADUREZ, RESPETO Y MUCHO AMOR
El 26 de enero, Guillermina y Marcelo cumplirán seis años juntos. "Yo cuento siempre esa fecha, que es la que volvimos, porque estuvimos un poco distanciados después de conocernos. Pero él [por Marcelo] contabiliza desde julio de 2012. Pero no festejamos"
–¿Hubo otras crisis en la pareja?
–Sí, tuvimos un par de crisis después de que naciera Lolo. Eran habladas, más allá de que no era una separación ni que me fui a vivir a otro edificio.
–Cuando empezaron su relación, vos te mudaste a la Torre Alcorta, donde vivía Marcelo, pero a otro piso. ¿Ahora viven juntos?
–Siempre vivimos juntos. Muy al principio, yo tenía, también, mi habitación en el piso diez. Y nos íbamos pasando del 10 al 24. En un momento, nos quedamos con una sola habitación para nosotros: pasé a mi hija al cuarto que era mío, en el 10, y el mío quedó en el 24. Nosotros siempre dormimos juntos. Eso sí, seguimos teniendo los dos pisos, respetando las individualidades de cada familia. Como todo se dio de una manera bastante vertiginosa, encontramos una forma de no forzar nada y que todo se diera con naturalidad.
–¿Cómo podrías describir la relación que tenés hoy con Marcelo?
–Hay un aprendizaje de por medio. Tenemos una relación adulta y entendemos que somos personas distintas, que venimos de espacios diferentes. Por eso, la gran clave es la comunicación. Decimos todo, aunque no guste o eso genere días distantes. Con la edad se aprende a no pedirle nada al otro y simplemente decir lo que a vos te pasa. Y con Marcelo, siento que encontré un compañero.
–¿La diferencia de edad los afecta?
–Más allá de la edad, creo que a nosotros nos influyó el momento y la búsqueda en la que estaba cada uno. Nos encontramos en el momento justo. Si lo hubiera conocido cinco años antes, no sé si hubiera funcionado, y para él tampoco. Creo en el amor, pero también en la sincronicidad.
–¿Hablaron alguna vez de casamiento?
–Le ponemos mucho chiste a la cuestión. Él se casó dos veces, yo una; ¿para qué casarnos? No hablamos formalmente del casamiento, creo que puede llegar a estar bueno en algún momento. Le sacamos entidad como institución al matrimonio. Aunque no lo descartamos.
–¿Alguna vez fue una necesidad para vos casarte?
–Nunca. Con Sebastián [Ortega] me casé trece años después, nunca fue un tema de realización de la pareja.
–¿Y para Marcelo?
–En un principio él tenía ilusión por la fiesta y eso. Yo no, nunca.
–¿Lolo les pide que den ese paso?
–No tiene ni idea. Es más, cuando Marce hace algún evento, vienen Paula (Robles) y Sole (Aquino) y Lolo dice "la mamá de Juani" o "la mamá de Cande", pero es parte de las familias modernas. Yo en el último cumpleaños de Juani me senté con Paula y charlé toda la noche. Él vive con naturalidad y no está pensando en cosas enroscadas.
ESPÍRITU EMPRENDEDOR
"Nunca fui muy ambiciosa, ni de tener grandes objetivos laborales. Yo soy más de vivir las pequeñas cosas de la vida", dice Guille, una de las dueñas de la firma Valdez [su socio es el diseñador Fabián Paz], que aun de vacaciones, sigue conectada con la marca en Buenos Aires.
–Te cuidás, entrenás, podrías dar consejos de belleza.
–Se está materializando un proyecto que tengo hace un año y medio, estoy armando mi línea de belleza, que está dermatológicamente testeada, sin animales de por medio, tiene sulfato ni parabenos; es mineral oil free. Y en un noventa y nueve por ciento, son productos naturales con componentes activos que yo, junto a un laboratorio de mucha experiencia, descubrí que tienen un montón de beneficios para la piel. ¿Viste que en algún lugar tenés que meter la obsesión? Yo la metí ahí. Este proyecto soy yo, en persona, pensando qué necesito, qué puedo darles a las mujeres. Uso las cremas hace seis meses, soy el conejillo de Indias. Cuando viajo no soy de comprarme tanta ropa, investigo cremas y maquillajes. Lo presentaré en marzo o abril y se venderá por e-commerce. Todavía no me dejan decir el nombre.
–Lo filantrópico te atrae y con Marcelo a veces trabajan juntos, ¿lo siguen haciendo?
–Todo lo que tiene que ver con chicos, a nivel educación y nutrición, me mueve mucho. Como yo no tengo una fundación y Marce sí, de vez en cuando, yo le llevo algún caso porque, si yo quisiera ayudar sola, es muy difícil. Ayudar es algo que siento. Incluso, hace poco, llamé a la gente del Gobierno para que me ayuden con un chiquito en la calle que estaba con su mamá, adicta al paco. Cuando uno tiene que asistir, usa los recursos que hay en el momento. En estos casos, no me importan las banderas políticas. Con mi nuevo proyecto estamos buscando una fundación para que una parte de la venta les sea destinada.
–A raíz de las fotos que publicabas en plena acción solidaria, se especuló con una campaña política de Marcelo.
–Por eso dejé de poner fotos de ese estilo. Más allá de lo que haga Marce, es una pena porque siento que mostrar cuando uno ayuda sirve para contagiar. Así que, empecé a armar redes sin redes sociales. Pero no dejé de colaborar. Tampoco es el caso, porque Marcelo no lo está vibrando así, como una campaña política.
–¿Está en carrera para las próximas elecciones?
–En algún momento puede haberlo pensado porque le interesa lo social. Pero la política abarca mucho más que eso y hoy no lo está vibrando. Sí lee los diarios todos los días, opina de economía y sabe las noticias del día. Pero ejercer la política es un camino muy diferente al del conocimiento.
–Lo están sondeando para presidente…
–¡Hace años!
–¿Te imaginás como la mujer de un político?
–No, porque Marcelo no está ahora con esa energía. Hoy por hoy, él está armando su productora; lo veo con proyectos de ficción, realities. Eso no quiere decir que en unos meses venga y me cuente que está laburando en tal cosa vinculada a la política; pero hoy no. Y si no es hoy, no es en octubre.
–Te iba a preguntar cómo te veías como primera dama…
–No te puedo contestar algo que está tan lejos.
Producción: Caro Rossello. Peinado: Cris Cagnina para Cerini con productos L’Oréal Professionnel. Maquillaje: Luisa Estévez para Estudio Duo con productos Urban Decay. Agradecimientos: El Camarín, Adrián Brown, Margo Baridon, Élida, Pandora y Las Garzas.
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