Acaba de debutar en Los 39 escalones, su primera experiencia en una temporada marplatense, donde comparte el escenario del teatro Tronador con Facundo Arana
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Se sienta en el piso. Rodeada de velas aromáticas y una vista soñada al golf, el puerto y la inmensidad de la costa marplatense. Un paisaje familiar para esta mujer de 45 años que pasó su infancia y juventud en Necochea. Antes de recibir a LA NACION, despidió a su hija Paloma, quien la visitó durante unos días. El aroma del palo santo, “para limpiar la casa” en la que residirá durante la temporada le confiere un aire místico al coqueto living. “Estoy feliz de estar acá”.
Guillermina Valdés llegó a Mar del Plata para protagonizar Los 39 escalones, la obra que encuentra su génesis en aquel icónico film dirigido por Alfred Hitchcock. La actriz y empresaria, expareja de Marcelo Tinelli y madre de Lorenzo (Lolo), el hijo que tuvo con el animador y productor, por primera vez hará temporada de teatro en esta ciudad que se convierte en la capital del espectáculo durante varias semanas.
“Voy mucho al teatro, pero justo esta obra no la había visto”, reconoce Valdés, quien comparte el escenario del Tronador con Facundo Arana, Freddy Villarreal y Maxi de la Cruz, dirigidos por Manuel González Gil. “Cuando me dieron el material para leer, me dijeron que les avisara si necesitaba que me lo explicaran. Al principio, sentí que me subestimaban, pero, al acercarme texto, me di cuenta que es una obra muy compleja, y que no podés encasillar en un género. No se sabe si es comedia, drama, terror o suspenso, o todo eso junto como un gran delirio. Y algo de eso le sucede también a la gente, ya que, al principio, no sabés muy bien qué estás viendo”, sostiene la también empresaria, quien continúa al frente de su marca Giv, una línea de cosmética clean.
Valdés interpreta dos personajes en la trama creada por Alfred Hitchcock y John Buchan, donde los actores se multiplican en distintos roles. Una mujer, una muerte, una organización detrás de un hombre, los elementos para construir esta historia que recibió premios como el Tony y el Laurence Olivier y que tuvo puestas en las principales capitales teatrales del mundo como Londres, Nueva York y Madrid. “Es una obra al palo, donde pasan cosas todo el tiempo”.
Mujer
Cada tanto repetirá que ya cumplió los 45, un número que su rostro y su cuerpo se empecinan en desmentir. “No me siento de esa edad. Cuando era chica, una persona de mi edad me parecía mayor”.
-Sin embargo, tampoco se te percibe una mujer inmadura.
-Para nada, pero sí soy muy fresca, tengo avidez, me gustan los desafíos. Me parece que el motor es la curiosidad, cuando no tenés eso, creo que la vida comienza a terminarse. Podés estar arrugado, pero con un proyecto, entonces estás vivo, algo que tiene que ver con uno y no con una relación de pareja. Es un desafío de vida interior.
-¿Siempre estás de buen ánimo?
-Durante la Nochebuena me invadió un sentimiento de melancolía, pero me parece que está bueno transitar ese estado y no taparlo. Hay que bancarse la melancolía, aunque la gente le tiene miedo a eso.
-Nuestra sociedad impone como mandato el éxito, la euforia, la alegría. No se permite el fracaso ni la tristeza.
-Cuando aceptás que podés estar mal, es enriquecedor y es parte de los tránsitos y los ciclos de la vida.
-Te percibo muy espiritual.
-Todos los somos, pero hay gente que no tiene ganas de transitarlo. Mi religión es indagar, creo que cada uno se tiene que hacer cargo de su espíritu, ese es el mejor trabajo que venimos a hacer a este mundo, todo lo demás es cotillón. Si uno no se compromete con uno mismo, qué le puede dar al resto. Además se trata de evolucionar, por eso, siempre me he movido de lugares donde no he podido crecer más, ya sea en el ámbito íntimo como en el profesional. No es por otros, es por mí.
-¿El fin de la pareja con Marcelo Tinelli tiene que ver con esa sensación de ciclo cumplido?
-Siempre lo hablamos con Marce, para los dos fue un ciclo re lindo y hoy nos planteamos hablar desde el lugar de papás de Lorenzo, es otra etapa de amor entre nosotros que tiene que ver con la crianza de nuestro hijo que es hermoso, una exquisitez. Cuando lo entendés así, se te abren otras puertas. Por otra parte, no es que cuando te separás ponés un punto y decís ya fue, una separación tiene que ver con la aceptación, es un duelo. Me hubiese gustado que la pareja con Marcelo funcione, pero duró nueve años, un montón.
-¿Cómo es el vínculo actual con él?
-Mi vínculo con Marcelo es divino, hablamos mucho por Lolo. Cuando llegó de Qatar me dijo que quería pasar la Navidad con el nene, pero, después de cuarenta días afuera, ni loca no pasaba la Nochebuena él. Así que Marce pasó Año Nuevo con Lolo y todos sus hijos. Todo es muy dinámico y amoroso entre nosotros. Lo hacemos por Lolo, pero también porque tenemos un vínculo muy lindo, somos amigos.
-Entonces, ¿la separación no fue La guerra de los Roses?
-No, para nada, no funcionamos así. Por supuesto, la separación toma un tiempo. De un lado se acepta más que de otro, pero eso es anecdótico, aunque lleva un proceso y cuando pasa, se entiende que nos podemos tener cerca siempre, ser compañeros y cuidarnos.
-A veces las dos partes no entienden eso o al menos no lo entienden de manera simultánea.
-Ahora sí sucedió, pasaron casi nueve meses, como una gestación de un nuevo vínculo.
-No falta quien sostiene que el vínculo es perfecto, aún en ese momento tan crítico de la decisión de la separación.
-No es así, para nada. Me acuerdo que al principio, decían que yo no ponía likes en sus historias, pero si me estaba separando no le iba a estar mandando mensajitos, aunque eso no quiere decir que me lleve mal, pero se trata de ganar un espacio y tomar una distancia necesaria, estaría “chaponga” si hubiera dicho que estaba todo bien. Todo es un proceso y muy íntimo e interno como para andar compartiéndolo con todo el mundo. Por otro lado, cuando alguien me decía que no festejaba un posteo, me resultaba extraño que se redujera un vínculo a una red social. Si nos medimos por esos parámetros estamos fritos.
-No todos los divorcios son iguales, con Marcelo fue diferente a tu separación anterior.
-Con Marcelo no estábamos casados, así que fue simple. Pero, ahora, con Sebastián (Ortega), el papá de mis otros tres hijos, me estoy llevando también muy bien. Estoy en paz, lo festejo.
-No es casual, entiendo que es una búsqueda, un trabajo.
-También tiene que ver con bajar los egos, no contestar y entender el otro, sin mirarse siempre a uno mismo pensando que se tiene la razón, sino hacer el ejercicio de mirar la escena general y entender.
-Afrontar la vida desde la alteridad y no desde la otredad.
-Se trata de construir y buscar entender al otro, no para manipularlo, sino para construir. Hoy, con Sebastián y con Marcelo tengo una muy buena la relación.
-Con Sebastián había sido una separación más compleja.
-Con el tiempo todo fue sanando, hablamos y tenemos un muy lindo vínculo, eso a los chicos les hizo muy bien. En definitiva, lo que quiere la gente inteligente es que sus hijos estén bien.
-Con Marcelo viven en el mismo edificio, pero en distintos pisos, ¿alguien se mudará?
-No nos cruzamos mucho.
-Pero sería incómodo que se cruzaran y estuvieran con otras parejas.
-Eso, por ahora, no sucedió, te lo juro. Supongo que, en algún momento, me mudaré. Lo que pasa es que es muy cómodo por Lolo. De repente pasa el día con el padre y a la noche le pido que venga a casa a dormir conmigo, eso demuestra que nos llevamos muy bien.
-Nueve meses en el mismo edificio no es poco.
-Está muy bueno.
-Llevás una vida personal muy tranquila, no sos de involucrarte en cuestiones muy mediáticas, más allá de la envergadura de tus exparejas y de tu propia actividad pública.
-La vida es lo suficientemente complicada como andar sumándole problemas. Se inventó mucho, pero nunca todos te van a creer, así que no pierdo energías en el esfuerzo de hacer que te crean.
La verdad
-¿Qué te da el teatro?
-Cuando vuelvo, luego de un lapso de no subirme a un escenario, me reclamo por qué estuve tanto tiempo sin hacer teatro. Me hace muy bien pisar las tablas.
-¿Por qué no hacés teatro más seguido?
-Tengo otros trabajos que me dan el marco económico, hacer teatro es una elección y, en el caso de Los 39 escalones, es un gran sacrificio. Tengo hijos, a los tres más grandes hay que armarles un marco para que sigan con sus vidas y Lolo va y viene. Como actriz, me gusta estar disponible ciento por ciento, para poder cumplir con el desafío.
-¿Cómo resultó el vínculo con el director Manuel González Gil?
-Sucedió algo muy curioso. Cuando era chica, mi abuela me llevó a Mar del Plata a ver teatro por primera vez y la obra en cuestión fue Los mosqueteros, que dirigió Manuel González Gil.
-¿Qué te sucedió en aquella experiencia?
-Encontré un mundo. ¿Qué es esto?, me preguntaba. Cuando fui al primer ensayo y vi que Manuel tenía colgado el afiche de Los Mosqueteros, no lo podía creer. Esa obra fue una inspiración sin que yo fuera consciente porque no salí de esa función diciendo que quería ser actriz, pero algo de ese mundo quedó dando vueltas.
-Toda una causalidad el encuentro con González Gil.
-Absolutamente, yo había visto Los mosqueteros a los catorce años y ahora me cruzo con su director teniendo 45. Es amoroso, tiene convicciones, pero escucha. Hizo tantas veces a la obra que me da un marco de contención muy grande. Todo tiene que salir muy bien, hay un orden que no se puede alterar.
-Es una pieza caótica.
-Además de la palabra, el movimiento juega un rol fundamental y eso permite que la gente imagine mucho de todo aquello que no se ve. Y los actores vibramos muy distinto, hay dos que lo hacemos con verdad y dos que llegan para hacer el caos.
-¿Cómo vivís tu primera experiencia en Mar del Plata?
-Me encanta, es hermoso. Como soy de Necochea, mis hijos me dicen que Mar del Plata es la mezcla de Buenos Aires con Necochea. La gente que llega para veranear es muy cálida.
-Tiene un público muy federal.
-Son amorosos, me encanta esa llegada.
-La obra Los mosqueteros te impacto, pero ahí, conscientemente, no apareció la vocación. ¿Cuándo sucedió eso?
-Comencé a estudiar actuación cuando ya tenía a mi tercera hija. Vivía en Pilar y cursaba Psicología, pero me preguntaba qué podía hacer con toda esa energía que convivía conmigo. Creo que no me lo permitía, hasta que arranqué a estudiar con Julio Chávez, en cuyo taller estuve unos cuatro o cinco años.
Los 39 escalones es su tercera experiencia profesional sobre un escenario, luego de Sexo con extraños, junto a Gastón Soffritti, e Invencible, con Carlos Portaluppi, Héctor Díaz y Valeria Lois, a lo que se suman varias participaciones en los medios audiovisuales. “El teatro es la verdad, no hay edición posible, es un desafío y cada función es una revancha. Todo es tan sutil que, como decía Anthony Hopkins, cuando uno cree que hizo todo bien, el público no respondió, y también sucede al revés, la gente disfruta de algo que, quizás, uno siente que no está logrado”.
-Tampoco es sano caer en la “dictadura del público”. La directora francesa Ariane Mnouchkine sostiene que si le objetan una escena de la que está muy convencida, no va a modificarla.
-Uno tiene que sostener el texto, el registro que se tiene y comprometerse a ir por algo. Además, soy muy respetuosa del trabajo del director, aunque no coincida siempre, voy para el lado que se me marca, como actriz soy muy blandita a eso, no peleo, ahí está mi aprendizaje.
-¿Qué miradas críticas son las que tenés en cuenta?
-Escucho a mis hijos.
-¿Son sinceros o te adulan?
-Son muy sinceros, son unos tiranos tremendos. Por eso estoy muy contenta porque les encantó Los 39 escalones.
-No hay una nutrida oferta de obras para adolescentes y jóvenes, con lo cual la obra puede satisfacer esa demanda.
-Y, además, es muy seguida por chicos más chiquitos, a Lolo le encantó, ya se la sabe de memoria. Los chicos muy chicos se enganchan con lo físico, con lo que tiene que ver con el clown.
Antes de la función, vocaliza como un ritual que le permite ingresar en una zona física, pero también en personaje. “Siempre trabajé con micrófonos ambientales, así que aprendí a proyectar. Antes de la función hago un ejercicio con una manguerita que también vi que lo hace el rapero Tiago PZK. Lo que sirve y funciona hay que hacerlo”.
-Un actor que no proyecta empequeñece.
-A mí me parece que hay que llegar lejos con la voz, más allá de los micrófonos.
-Al ser empresaria y creadora de una marca, ¿eso te limita a la hora de emprender un proyecto artístico?
-Para nada, como actriz hago lo que sea, estoy amparada por un personaje.
Mis veranos
¿Cómo recordás los veranos de tu infancia?
-Mi primera infancia fue en Tandil porque mi papá estudiaba veterinaria allí. Recuerdo asarme en el asfalto de las calles de la ciudad y que me mangueree mi mamá en una pelopincho, algo hermoso. También recuerdo cuando jugábamos al carnaval con mis amigos y que las bombitas de agua me dejaran marcas en la espalda. A los seis o siete años, mi mamá me subía al micro y mi abuela me esperaba en la terminal de Necochea, llegar y ver la inmensidad del mar era muy impresionante. Yo pasaba del desierto del asfalto a la inmensidad del gran mar.
-¿Cuál es el lugar que preferís para pasar tus vacaciones?
-He viajado a lugares muy lindos, pero siento que eso también tiene que ver con los estados de ánimo. Hoy siento, aunque vine a hacer teatro, que estoy en Mar del Plata de vacaciones. Hoy es acá. Estarán mis hijos, así que lo pasaré muy bien.
-¿Qué lectura o música elegiste para este verano?
-Estoy escuchando audiolibros de Carlos Castañeda y leo sobre budismo y tao. Me interesó mucho Respiración embriónica, que tiene que ver con la vuelta al útero a través de una serie de meditaciones. Me gusta estudiar sobre eso.
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