Es peluquera, tiene un programa de radio y prepara un documental sobre Cha cha cha, el programa humorístico que lideraba Alfredo Casero y que el año que viene cumple 30 años
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Guillermina Casero es la hija “desconocida” de Alfredo Casero. Tiene 37 años y estuvo alejada de su familia durante mucho tiempo por culpa de un matrimonio complicado. Antes de casarse, había trabajado en la tele y estudiaba para ser locutora. Pero pasaron cosas. Ahora, ya separada, quiere volver a lo que había dejado, convencida de que lo mejor está por venir.
Vive con su nuevo novio, en San Telmo. Tiene cuatro hijos varones y trabaja como peluquera en su propia casa. Pero también hace radio y prepara un documental sobre Cha cha cha, que el año que viene cumple 30 años.
-¿Cómo fue que te alejaste de todo?
-Fui mamá muy joven: a los 21 tuve a mi primer hijo. Yo ya venía viviendo sola y en ese momento me pareció buena idea. Después tuve dos hijos más. Pero no tuve una buena relación de pareja. Fueron muchos años de una relación muy conflictiva que me hizo estar alejada de todo: de mi familia, de mi trabajo, de mis amigos. No tenía ni celular. Fue muy difícil, pero en un momento pude salir y volver con mi familia. Ahí me tuve que reconstruir. Hoy por hoy, tengo mucho respeto por el padre de mis hijos, logramos la paz después de mucho tiempo, pero la pasé muy mal. La historia es bastante larga y con muchos matices.
-¿Tus padres no intentaron ayudarte?
-Sí, lo intentaron por todos los medios. Ellos son muy buenos padres, me criaron con mucho amor. Pero bueno, yo tenía mis bardos y, a veces, cuando estás en situaciones muy agarradas es difícil salir. En su momento no pude zafar.
-¿Cómo hiciste para salir, finalmente?
-Fue un camino muy largo y muy pronunciado. Terapia, terapia, terapia. No fue nada fácil. Estaba embarazada de tres meses cuando me separé y estaba en la lona. Volví a lo de mi mamá con lo puesto, dos pibes... Pero por suerte tuve una familia que me atajó y me tuvo agarrada. Lo que me pasaba era como una adicción. Se necesita mucha contención para salir. Y fue muy piola porque lo hice con mucha fuerza, pero además con mucha convicción y mucha alegría.
-¿No trabajabas?
-Hice bijou, unas artesanías. Pero nada muy grande. Porque era: “Mejor no trabajes”. ¿Viste el caso de Julieta Prandi? Bueno, eso.
-¿Cómo te rearmaste?
-No me gustaba la idea de vivir de mis papás. Me fui a vivir a la casa de mi mamá pero quería trabajar de algo. No podía volver a donde había partido, cuando estudiaba locución o cuando actuaba, porque no tenía la capacidad social. En esa época, no quería ni hablar. Además, no tenía continuidad en nada. Era complicado volver. Y se me ocurrió estudiar peluquería. Fue duro pero ahora que ya pasaron muchos años, que tengo una nueva pareja, que tuve otro hijo y que las cosas están bien, tiene un gusto a victoria hermoso. Me construí yo misma, es un gran logro. Nada de lo que tengo me lo dieron. Obviamente, soy privilegiada en un montón de cuestiones, pero me construí realmente de nuevo. Soy una sobreviviente.
-¿Y a nivel pareja enseguida lograste resolverlo?
-Enseguida, no. Yo tenía 28 años cuando me separé. La idea tampoco era quedarme sola. Pero fueron muchos años en los que veía a un hombre y salía corriendo. Mi actual pareja tuvo que pasar todo tipo de pruebas. Yo era un campo minado. Ante la primera que no me gustaba, era: “Te vas”. Pero él es un champion league. Es un compañero increíble. Me ayuda a crecer. Todo lo contrario a lo que viví en otro momento.
-¿Seguís con la peluquería ahora?
-Sí, tengo todo para atender en mi casa. Soy estilista, colorista, corto, todo... Lo quiero ir dejando, porque quiero actuar y hacer otras cosas, pero sí: trabajo de eso también.
-Hace poco hiciste una suplencia en radio.
-Seba de Caro me dio la oportunidad de reemplazarlo un mes en su programa, Un mundo feliz, que se escucha por Radio Si. Fue increíble y me quedé con muchas ganas de volver. También empecé a actuar, con Marito Baracus. Soy parte de su staff en Vorterix, los miércoles a la noche. Es un programa de radio televisado. Estoy muy copada. Me doy la licencia de divertirme todo lo que quiero y la paso muy bien. El programa se llama El pedo de dios. Marito está completamente loco, es un divino.
-¿Cómo lo conociste?
-A través de un amigo, que es su vecino. Lo invité a mi programa de radio, se copó en que le hiciera una nota y nos hicimos re amigos. Fue tipo: “Te amo, hagamos cosas”. Y también estoy armando un documental por los 30 años de Cha cha cha, que se cumplen el año que viene.
-¿Tu papá quiere?
-No sé. Tengo su apoyo, pero el documental no es sobre mi papá, es sobre el fenómeno que fue ese programa. Serían entrevistas a sus participantes, haciendo una reseña de lo que era el momento histórico y lo que fue pasando en el tiempo. Es increíble que un programa que tiene 30 años todavía tenga vigencia.
-¿Por qué creés que mantiene su vigencia?
-Era de avanzada. En ese momento era complicado entenderlo y tuvo que pasar mucho tiempo para que ciertas cosas se comprendieran. Pero también educó mucho. Cha cha cha tenía situaciones muy buenas, pero en ese momento nos reíamos de otras cosas. Y eso fue cambiando.
-Vos tenías siete años cuando empezó Cha cha cha. ¿Qué recuerdos tenés?
-Yo la pasaba bárbaro porque iba a ver cómo se divertían, cómo actuaban. Yo me metía y quería ser vestuarista porque era como un juego. Era muy lindo el ambiente. Estaban Mex Urtizberea, Fabio Alberti, Alacrán, Mariana Briski, Sandra Monteagudo, Viviana El Jaber, Pablo Cedrón... Me acuerdo de estar jugando en la casa de Mex con su hija Violeta.
-¿Por qué te llevaba tu papá?
-Era una situación en la que estábamos todos. Y cuando fui un poquito más grande hice un personaje en el programa.
-¿Cuál?
-Se llamaba “Llora, Julieta, llora”. Era una especie de Andrea del Boca, una niña a la que le pasaban cosas terribles y ella sufría, pero no le importaba. Todo con un tono tremendo, pero muy gracioso.
-¿Tu mamá estaba de acuerdo?
-Sí, mi mamá siempre apoyó eso. Mi hermano Nazareno también participaba. Mi mamá, que se llama Claudia, pero le dicen Connie, empezó a salir con mi papá cuando los dos eran muy chicos. Tenían 16 años. Me tuvieron a mí a los 21, a Nazareno un poquito después y se separaron cuando yo tenía ocho años aproximadamente.
-¿Fue conflictivo el divorcio?
-Sí, por mucho tiempo, pero con el tiempo lograron sobrepasarlo y volvieron a ser amigos. Ahora somos una familia ensamblada.
-¿Con Marisa, la mamá de Minerva, también?
-Ella no viene a los asados pero yo tengo una relación hermosa con ella, es mi segunda mamá.
-¿Con tu mamá y tu papá sí se juntan?
-Sí. Incluso mamá tiene buena relación con Minerva. Y tenemos mucho chiste interno sobre las relaciones familiares. Costó, pero ahora es un gran triunfo.
-¿Entrevistaste a tu papá?
-Lo entrevisté cuando reemplacé a De Caro en su programa. No le pude preguntar nada. Se sentó y fue como abrir la canilla. A él le gusta hacerme reír y yo, cuando me hace reír, lo disfruto un montón.
-¿Lo sufrís también?
-A él, no. Sufro cuando pasan cosas. El es divertido, es intenso. Yo soy su hija mayor y tengo una relación con él que ni mis hermanos tienen, por todo lo que viví y por los enfrentamientos. Yo soy la que va y le dice: “¡Che, papá!”.
-Sos la Dalma del Diego...
-¡Total! Tenemos una pica interesante. Pero es muy constructivo también. Aunque no parezca, es una persona que tiene capacidad de entender lo que le estás diciendo. Quizás tarda un rato. Pero procesa y aprende. Entonces es piola eso. Últimamente, las cosas que sucedieron fueron muy difíciles. No me gusta nada la utilización de su imagen. Pero yo sí sé de lo que habla y entiendo, porque como asados con él. El se expone mucho y de la peor manera.
-¿Nunca se lo dijiste?
-Sí. Pero él es un tipo que va al frente, no va a dejar de decir su verdad. Me da mucha bronca lo que hacen la política y los medios con él. Me duele cuando me dicen cosas horribles o cuando me piden: “Ay, decile a tu papá que se calle”. ¿Mirá si le voy a decir que se calle? Es un tipo grande.
-Cuando estuvo internado, en 2019, contó que sus hijos le habían cerrado Twitter.
-Claro. La pasamos muy mal. Fue mucho tiempo internado. Después de eso, pisamos fondo. Nosotros somos muy unidos, en el buen sentido. No es que nos obligamos a vernos todos los domingos, pero estamos cuando nos necesitamos.
-¿Cómo vivís el hecho de “ser la hija de...”?
-De chica, en el colegio, me molestaba. Yo iba a una escuela de arte y cuando venía alguien a conocerla, era tipo: “Bueno, acá está la escultura tal, acá tenemos a la hija de Casero...” ¡Era horrible! Después se me pasó y a esta altura ya no me importa nada, me encanta. Lo vivo con cierto orgullo. Porque ahora no sólo soy “la hija de Casero”, también soy “la hermana de Nazareno y de Minerva”. En el mundo de “los hijos de” hay mucho talento y hay gente que no lo sabe aprovechar. Pero ahora, si me dicen “te damos esto por ser la hija de”, digo “bueno, dale”.
-¿Recibís agresiones del mundo de la política?
-A mí los trolls no me importan nada. Yo ahí planto bandera: los odio a todos. No soy de ninguno. Me crié en La Boca, no se me escapa la realidad. Sólo me interesa ayudar al otro y me siento calificada para opinar si quiero. Me duele que ataquen a mi papá porque él no es un represor, no le hizo mal a nadie. No le podés desear la muerte por pensar distinto. Con toda la trayectoria que tiene, con las cosas que hizo, que se hable de él sólo por la parte mediática... Mi papá hizo televisión, hizo teatro, hizo películas, cantó en japonés y, te guste o no te guste, cambió el humor. Por eso cuando me dicen: “¡Ay! Casero está gagá, tomó de la mala...” En fin, no les doy bola. Yo sé quién es mi papá y me quedo con eso.
-Parece que sos la que más heredó su humor.
-Así dicen. Para mí reírme es vital. Fue lo que me salvó. Siempre, a pesar de todo, reírme.
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