El multifacético mediático pensaba retirarse este año del medio, pero una propuesta de Nico Occhiato lo hizo replanteárselo; además volvió a su primer amor
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El plan de Guido Süller para 2024 era retirarse: compró una chacra cerca de San Pedro con árboles frutales, en donde logra alejarse -al menos por cinco horas- de su celular y puso a la venta su “mansión” en Pilar. Sin embargo, las cosas no siempre son como lo esperado y de pronto, resurgió “como el ave Fénix”, como él mismo siempre dice, y a sus 63 años y a nueve de haberse jubilado en Aerolíneas Argentinas, está más activo que nunca. En diálogo con LA NACIÓN contó cómo fue volver a pantalla de la mano de Luzu TV y también recibió una oferta para diseñar casas y retomar su vieja y primera pasión, la arquitectura.
“Ahora me valoran”, lanza una indirecta -mejor dicho directa- a los productores de televisión, cansado de ser “el eterno invitado” que rinde, pero al que no le dan trabajo. El ex comisario de a bordo ahora disfruta su revancha como figura del canal de streaming de Nico Occhiato, donde muestra su versión más auténtica: “No me importa el qué dirán, ya no le debo respeto a mis padres que ya no están, antes me frenaba por ellos, pero ahora quiero ser yo y que no me frenen”. Aun así, recuerda con cariño los años 2000 en los que era protagonista de ZAP, el ciclo conducido por Marcelo Polino en donde ficción y realidad se cruzaban constantemente.
En paralelo, volvió a ejercer como arquitecto y diseña casas particulares. “Saben todo de mí”, se ataja sorprendido al comenzar la entrevista. Sin embargo, desgrana recuerdos desconocidos para el público durante la charla en la que visualiza a su mamá ayudándolo con las maquetas de la facultad, confiesa que antes de empezar su carrera hizo un año de ingeniería y revive el viaje que hizo al río Limay en el que convivió con pueblos originarios para poder escribir el libro (que no se publicó) Hombres de barro, con el que rindió la tesis y se recibió, a casi una década de haber terminado de cursar.
Actualmente no está en pareja y se considera una persona solitaria. Luego de la muerte de sus padres, tampoco tiene contacto con sus hermanos Silvia, Marcelo y Norma: “Tuve problemas con los tres y no me interesa continuar porque hay cosas que no se pueden forzar y por el hecho de ser hermano no tenés la obligación de estar toda la vida”.
—¿Cómo surgió la propuesta para volver a diseñar?
—Una constructora que hace casas steel frame (en seco) como es mi casa me contactó. Mi casa había sido tapa de revistas y la visitaron, vieron el diseño, mi onda y me propusieron formar parte del equipo de arquitectos con otros colegas que son muy genios y talentosos. Como yo soy famoso me propusieron una sección que se va a llamar “Más Süller”. Quiere decir que si querés que yo te diseñe la casa tenemos una entrevista donde le damos forma a la idea, al plan de necesidad y lo que significa llegar a la conclusión de los planos de la casa de tus sueños. O sea, pedís que la diseñe el arquitecto Süller.
—¿Qué características tienen tus diseños?
—Tienen más categoría y glamour, es llave en mano. Mi estilo es minimalista y la idea es romper con lo de siempre, la típica ventanita no lo vas a encontrar, capaz hay un paño vidriado entero y cosas que la gente no está tan acostumbrada, pero tiene ganas y necesita el empujón de un arquitecto. Lo primero que hago es concertar una entrevista, recibo por ejemplo a un matrimonio con dos hijos y hago un plan de necesidades, me dicen gustos, horarios, edades de los hijos, si les gusta cocinar se plantea una cocina comedor diario para cocinar y que esté la familia viendo y ayudando por ejemplo, una isla. Cosas modernas que en la construcción tradicional no hay tanto. La vida es atreverse.
—Se te nota entusiasmado con la idea...
—Estoy contento porque es para lo que estudié siete años. Fui profesor y di clases de matemática en arquitectura y la última materia que hice fue la tesis para la que tuve que escribir un libro que se llamó Hombres de barro, referido a las tierras inundadas de los mapuches y me fui a vivir con ellos, les hicieron una represa y les inundaron todo. ¡Me recibí con un nueve!
—Imagino la emoción, ¿qué recordás de ese día?
—Me acuerdo de la entrega de diplomas. Fue en Morón y de golpe ‘oh, sorpresa’, me encuentro a mis papás esperando que su hijo reciba el diploma, tíos, hermanos y me sentí orgulloso porque estaban orgullosos de mí. Ver lágrimas en los ojos de mi papá cuando me daban el diploma fue una de las emociones más grandes de mi vida. Fue una carrera sacrificada, de noches sin dormir, la columna desviada de dibujar en el tablero, no llegás y tenés que seguir. Es una carrera difícil y parece una meta inalcanzable.
—¿Cuántos años tenías?
—En 1988 terminé de cursar y en 1997 di la tesis. Como en la UBA en esa época no había tesis, esperé a ver si en Morón la sacaban y me recibía sin darla, pero no pasó, entonces casi diez años después la rendí, antes de que se me vencieran las materias. Cuando terminé la secundaria hice un año de ingeniería y después me tocó la colimba, no podía estudiar y cuando terminé me pasé a arquitectura que tiene matemática que me gusta y la parte artística también, me aceptaron las materias. Para el final, me tomé un avión y fui al río Limay con los indígenas, que no me aceptaban porque era rubio, pero fui con dos valijas de juguetes y empecé a dar juguetes a los niños y se dieron cuenta de que no quería hacer daño, hice un trabajo sobre sus tierras. No se publicó. Lo escribí en hojas de árbol prensadas y me saqué nota alta porque nadie había hecho algo así, fue power.
—¿Cómo fue la experiencia?
—Es algo que queda para siempre. Tengo un gran recuerdo, mi mamá por ejemplo me ayudaba a hacer las maquetas, me ponía las plantas para los jardines y me traía el cafecito cuando me quedaba hasta tarde.
—¿Y tu carrera de comisario de abordo en Aerolíneas Argentinas?
—En 1989 acompañé a mi amigo a anotarse en Aerolíneas, me pidió que fuera con él. ‘¿Cómo voy a ir si estudié siete años para ser arquitecto?’, le decía yo. Quedé elegido y seguí, me quedé 26 años. Mirá como la vida te cambia y a mi amigo lo bocharon, tenía todas las ilusiones y me decía: ‘me robaste el sueño de mi vida’, pero no era mi culpa. Me enamoré de ese mundo, empecé a conocer lugares, pasé de cabotaje a internacional enseguida, y conozco ciudades llenas de arquitectura, me llené de una riqueza increíble, lo que veía en los libros lo vi en persona, estuve en Florencia, en el Vaticano, fui a la Torre Eiffel, el Louvre, me abrió un abanico increíble y volé. Estaba feliz, pero después tenía problemas de salud porque es un trabajo insalubre y pasé de estar en hoteles cinco estrellas a de repente ser un jubilado. El lado negativo de volar es que te quedás un poco solo, te llaman (amigos) una vez, dos y si no estás, ya está. Perdés el amor por ejemplo, porque el amor es presencia y no ausencia, tiene un costo. No se puede todo en el mundo.
—¿Y el “Guido arquitecto”, en dónde estaba cuando eras una figura de los medios o cuando volabas?
—Ejercía, pero no lo mezclaba con el personaje, soy muy recto fuera de cámara. Se enteraron recién cuando hice una reforma muy importante. Además me gusta hacer de a una casa por vez para estar volcado de lleno al proyecto.
—¿Hacía mucho que no ejercías antes de que te convocaran para este nuevo proyecto?
—Desde mi casa, que es casi una mansión, con una piscina que se mete adentro con una cascada, la bañera flotando, el techo de vidrio. Es difícil resolver una casa así y me llevó unos años largos, después fue la pandemia y ahora surge este ofrecimiento.
—¿Cómo estás en tu casa? ¿Seguís con las cenas?
—Hago la última el 6 de julio y van más de dos años de lleno total y voy a poner la casa en venta. Voy mucho a San Pedro, allí tengo árboles frutales, perros de la calle, prendo el hogar, miro mucho menos el celular. Busco paz y desestresarme.
—Un año de muchas vueltas porque estás en pantalla nuevamente...
—Sí, estoy en Luzu (martes y jueves, de 15 a 17, hace Patria y Familia). Creía que la tele se pinchaba y era hora de retirarse, me compré una chacra en Buenos Aires pensando en mi retiro, en vender mi famosa mansión después de una vida de estudio y trabajo y retirarme para el descanso del guerrero y surgió esta posibilidad. No soy de las plataformas digitales y Nico (Occhiato) me convocó y lo maravilloso es que me crucé con gente que no me conoce, que no ve tevé y ahora me conocen y es un exitazo, la está rompiendo y yo soy un loco, se quedan con la boca a abierta con lo que estoy haciendo. Es que no me importa el qué dirán, ya no le debo respeto a mis padres que ya no están, antes me frenaba por ellos, pero ahora quiero ser auténtico y que no me frenen.
—Ahí el público es otro.
—Sí, los chicos de 20 están enloquecidos, ‘lo amo’, ‘¿de dónde salió?’, ‘Guido te necesitamos todos los días’ dicen y es que aprenden de mis consejos y de mis anécdotas de vida. Me escriben por Instagram y comentan. No recibo hate, por suerte, porque soy sensible.
—¿Te costó adaptarte a este nuevo mundo?
—No tenía ni bajada la aplicación de Twitch, no le encontraba sentido al micrófono y entendí la diferencia generacional y la temática, todo es entretenido. Fui prejuicioso, pensaba que no era lo que es y está aplastando la televisión que tiene un solo éxito y nada más. Es un lío con el idioma, soy muy correcto al hablar y ahora ya uso palabras como fisura, “ah re”, y esas cosas, pero queda gracioso. Me estoy ubicando también con los nombres. Conocía a Ariana Grande, Tini y Lali. Yo también aprendo y los toreo y digo cosas polémicas para que se enojen los ‘chicos cristal’, caen en mi pequeña trampa y se arman debates.
—¿Qué destacás de esta nueva generación?
—Tienen empatía, no se habla de los cuerpos, no se menciona y se acepta y amplitud sexual. Nada que ver con mi época, no les interesa, pero si hay que hablar no hay problema, no es tema para ellos.
—¿Y con la televisión tradicional cómo estás? ¿Sentiste desilusión por no estar?
—A veces me llaman de todos lados y cuando estoy, soy pico de rating, medís, pero después no hay trabajo. A eso también se debía mi deseo de retirarme: cuando estoy sube el rating, te hago el show pero cómo puede ser que no me hayan ofrecido algo interesante, una conducción o actuar, yo estudié teatro en la universidad y representé obras dramáticas, pero nunca me ofrecieron nada. Soy el eterno entrevistado porque soy interesante y no muchos logran eso, me llaman y no sé qué quieren que cuente, siento que conté todo ya, pero viví mil vidas.
—¿Y ahora que incursionaste en streaming ya está la tele?
—Que se joroben, ¿ahora me valoran? ¡Hay Guido! (risas).
—Y de tu época de oro en la tele, ¿qué recordás?
—Recuerdo con mucho cariño fueron los años 2000, una locura mediática y... la cumbre de lo bizarro que fue ZAP (con la conducción de Marcelo Polino). Tocamos el techo máximo de ocurrencias y locuras, era un zoo donde pasaba de todo: peleas, romances, divorcios, relaciones. Era una ensalada gigante y algunos hoy lo niegan. Yo todo lo contrario, es de culto y la meta era entretener a la gente que estaba mal y triste para que se olvidara de las cosas malas, eso se logró.
—A vos te pasaba de todo en ese programa, ¿cuánto era real?
—Estaba El Larva que cantaba ‘dame una G, dame una U, dame una I, dame D, dame una O, Guido Su, Guido Su’, me casé con Paulina y con Jacobo me peleaba. Era un reality fiction, a falta de oportunidades entré por la ventana y me invité un personaje que tuve que ficcionar porque no me podía pasar tanta cosa en un día, la gente me decía ‘hoy viviste más que yo en un año’.
—¿Todo era ficción?
—Había de todo, las peleas eran falsas salvo con mi hermana que no sabe pelear y se pelea de verdad, el resto consensuadas, a mí no me gusta pelear. Con Jacobo somos amigos, peleábamos y tomábamos café. Mucha gente quedó medio loquita con esa fama repentina, pero yo siempre tuve los pies en la tierra.
—Ahora que mencionaste a tu hermana Silvia, ¿hablás con ella o con el resto de tus hermanos?
—No. Con la muerte de mis padres mi familia se terminó. Ahí me alejé y comencé una vida nueva, ya está. Tuve problemas con los tres (Silvia, Norma y Marcelo) y no me interesa continuar porque hay cosas que no se pueden forzar y por el hecho de ser hermano no tenés la obligación de estar toda la vida. Para sufrir no, yo sigo la mía.
—¿Estás en pareja?
—No. Soy una persona solitaria, me gusta estar solo y tranquilo, soy amigo de mí mismo. Soy social, pero cuando se apagan las luces disfruto de mi soledad. Después de una pareja terrible que me denunció me cuesta conocer a alguien.
—Hace un tiempo fue tu cumpleaños y estás en una gran etapa, te querías retirar y en cambio estás haciendo streaming y volviendo a diseñar...
—Cumplí 63 años y uno se pregunta ‘¿ahora qué?’, encima que tuve una vida tan intensa, si ya hice casi todo. El tema es que para no envejecer tenés que tener siempre un proyecto, plan o sueño a realizar, siempre hay una razón para despertarte. Yo resurjo de las cenizas.
—¿De salud cómo estás?
—Bien. Me operé de la vista, me hice una intervención que se llama vitrectomía. La pasé duro y había que operar sí o sí porque me quedaba ciego, cuatro horas de anestesia, me intubaron, no podía salir de la anestesia pero acá estoy, mejoré un montón, era un riesgo. Fue duro estoy y agradecido.
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