Al frente del flamante The Floor, la conquista, logró ubicarse como lo más visto de la televisión y devolverle a eltrece el brillo perdido en manos de Telefe
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Basta con abrir los ojos y observar. Estar atento a esos signos que pueden generar múltiples lecturas. Guido Kaczka finaliza la entrevista con LA NACIÓN, se despide y abandona su camarín rumbo al estudio donde graba The Floor, la conquista, el flamante formato que conduce en el prime time de eltrece.
A los pocos segundos, el cronista ingresa al set para presenciar el rodaje. Kaczka, a la velocidad de la luz, se encuentra arengando a los participantes y a los integrantes del público que pueblan las plateas.
-¿Está ensayando?
-No, está grabando.
Acaso esa celeridad para instalarse en su posición frente a las cámaras defina el temple, la personalidad, de este hombre de 46 años que debutó a los 6 junto a Juan Carlos Mareco -el recordado animador uruguayo apodado “Pinocho”- y que hizo de la televisión su hábitat natural como conductor y también como productor.
Si llama la atención la prontitud con la que se reseteó y pasó de ser entrevistado a iniciar la grabación de su ciclo, no menos vertiginoso fue su tránsito de la radio hasta la llegada a los Estudios Pampa, ubicados en Martínez. A menos de media hora de finalizado No está todo dicho, el espacio que lidera en la segunda mañana de La 100, ya está instalado -saco y corbata impecables- listo para recibir a LA NACIÓN. El tiempo parece transcurrir distinto para el chico nacido y criado entre Villa Luro y La Paternal.
-La fama, el éxito y el dinero suelen ser contemplados como valores aspiracionales. Se fantasea con el poder que otorgan esos eslabones. ¿Cómo se vive poseer, en gran medida, aquello que la sociedad idealiza?
-A todo eso que enumerás les agrego el “¿para qué?”. No están mal en sí mismos, pero hay que preguntarse para qué el dinero, para qué el éxito y para qué el poder. A partir de hacerse esas preguntas, uno puede entender más y en función de ser más feliz. Lo que importa es disfrutar lo más posible de la vida, mientras se pueda. Es un don quedarse agarrado de cosas que no tengan que ver con el disfrute. Si hablamos de dinero, ¿cuánto? Es un buen dinero el que podés gestionar creativamente y el que sirve para compartir con la familia. A la plata que me aleja de lo que me gusta, la veo como una cosa mala. Cuando observo a determinados tipos que están solo preocupados por el dinero, no los veo felices. Pobre aquel que robó para tener dinero. Lo mismo me sucede con el éxito, algo tan efímero que poco tiene que ver con el camino del día a día; yo, en cambio, disfruto de lo que hago.
-Con tanta actividad en simultáneo, ¿no se anula la capacidad de disfrute?
-Disfruto mucho de lo que hago, de los programas. ¿Sabés por qué hago todo lo que hago? Porque me gusta. Con el tiempo, cuando se te van yendo algunas fantasías, podés llegar a esa conclusión.
-¿Te permitís gozar del tránsito de cada proyecto más allá de los resultados?
-Es lo que más disfruto. Es como sucede con los premios, me encanta ganarlos, pero los apoyo en la repisa y se terminó todo; lo que importa es lo que hacés para ganar el próximo. Pongo en valor el premio, pongo en valor esta entrevista, pero, lo que más me importa es aquello que me motivaba desde muy chico, que es hacer televisión o radio.
Si su actividad frente a cámaras televisivas y los micrófonos radiales es intensa, no menos vertiginosas son otras de sus facetas. Junto a su socio Martín Kweller está al frente de Kuarzo, la compañía que produce su ciclo y también otros tanques como Escape perfecto (Telefe) y Gran Hermano (Telefe), formatos que, paradójicamente, han sido “enemigos” históricos de Los 8 escalones (eltrece), el programa que también anima Kaczka. Volteretas del negocio de la televisión.
Camino al andar
Tenía seis años cuando, a las nueve de la noche, ingresaba al estudio del antiguo Canal 13, desde donde salía, en vivo, Homenaje, un show televisivo a cargo de Juan Carlos Mareco que continuaba el maratónico Badía y Compañía de Juan Alberto Badía. “Fue una época grandiosa. Hoy sigo disfrutando de aquello que disfrutaba en aquel inicio, pero no siento que haya llegado a ningún lado”.
-¿Te sentís emparentado con ese tipo de conductores?
-Sí, vengo de ahí, mamé eso, me siento cercano a Mareco, Badía, Fernando Bravo.
-Pero tampoco sos una persona detenida en el tiempo.
-Para nada, soy hoy, pero con una clara influencia de aquellos monstruos.
-¿Sentís que manejás algún tipo de poder?
-Sí, el poder de lograr hacer programas, de entretener, contar historias, lograr encuentros con la gente, que nos sintamos menos solos.
Pluraliza y se incluye, como si aquello que es el objetivo matriz de sus ciclos en relación al público también lo contuviese a él como destinatario. “A todos nos falta algo y esa falta, aunque nos duela, hace más interesante la vida”.
-”La falta hace más interesante la vida”. Ampliemos.
-Necesitamos la falta, pero no la queremos; te lo dice alguien que, con todo lo que le duele y le falta, muchas veces sufre, pero ese es el motor. Me suele pasar que me identifico con lo que me cuentan los participantes en torno a eso. Muchas veces, mis encuentros más auténticos de cada día, suceden al aire.
Cuestión de números
El lunes 19 de agosto eltrece estrenó The Floor, la conquista, formato de entretenimientos creado en Holanda que pisó exitosamente mercados como los Estados Unidos, Italia, Francia, España, Alemania, Hungría, Ucrania, Turquía y Rumania, y que, por primera vez, se ve en una señal de Latinoamérica.
Este big show se ancla en un dispositivo escenográfico, una suerte de gran tablero que pisan los participantes, quienes, a medida que van demostrando sus conocimientos sobre temas de cultura general, conquistan más espacio dentro de esa superficie. Gana el certamen quien logra quedarse con todos los casilleros que conforman la plataforma.
-Luego de tantos años de hacer un mismo formato, ¿te costó encontrar una nueva apuesta?
-La diferencia con este nuevo programa es que no lo hice yo, no lo fuimos perfeccionando al aire, lo compramos afuera. Con Martín (Kweller) viajamos al festival de Francia y lo vimos. Lo curioso es que también estaban Adrián Suar, Pablo Codevilla y Coco Fernández y les había gustado mucho. Cuando nos comentamos qué vimos, coincidimos en The Floor. Enseguida les dije “ese lo hago yo”.
Una vez más, Guido Kaczka se puso al frente de un engranaje donde el conocimiento es parte del desafío. Las primeras emisiones del programa resultaron muy auspiciosas en términos de rating, permitiéndole a eltrece competirle de igual a igual y hasta superar, aunque por poco margen, el liderazgo de la noche de Telefe, donde Survivor, Expedición Robinson, el formato de desafíos y aventuras conducido por Marley, no logró el resultado esperado y mide varios puntos menos que los que cosechaba Gran Hermano en la misma franja horaria. Con todo, eltrece y Telefe pelean su noche cabeza a cabeza, con pocas décimas de diferencia.
Este lunes, por ejemplo, Guido Kaczka encabezó el día con un promedio de 9,2 puntos, mientras que Escape perfecto y Survivor, Expedición Robinson marcaron 8 y 8,6 puntos de promedio. Ese mismo día, The Floor fue el único programa que alcanzó un pico de dos dígitos, tocando un techo de 10,2 puntos.
“Hoy jugar es más difícil, porque toda la vida se parece a un juego”, remarca el conductor, quien, más de una vez se probó como actor, en tiras como Pelito, Chiquititas, Máximo corazón o Rincón de luz, también protagonizada por una inusual actriz, Soledad Pastorutti.
-Jugar con el conocimiento, como sucede en tus programas, no es un detalle menor en una sociedad y, en consecuencia, una televisión pauperizada en torno a estas cuestiones.
-Yo digo que juego con la curiosidad, eso me parece importante.
-Por alguna necesidad puntual, afectiva o material, ¿has continuado el vínculo con algún participante que visitó tu programa?
-Sucedió. También, en más de una oportunidad, alguien llamó para solucionar el problema de otro y he ayudado para que eso pasase, pero trato de no confundir los roles, me dedico a lo mío y ni siquiera mi foco está puesto en los premios importantes que ganan los participantes por mérito propio.
-¿Te imaginás no haciendo cámara y dedicándote solo a la producción?
-Sí, de hecho, lo hago por ser socio de la productora. Me lo imagino, aunque no sé si me interesa, ya que me gusta mucho conducir. Para mí, conducir es una manera de producir distinta. Podría decir que soy un conductor que puede producir al aire o un productor que conduce. Me gusta mucho la televisión y de manera integral. Soy de los que se quedaban para aprender cómo hacía zoom una cámara o cómo se hacía una puesta de luces.
A la hora de llevar a cabo la sesión de fotos que acompañan esta entrevista, Kaczka estuvo en todos los detalles, coordinando las necesidades de fondos e iluminación que se requerían. “Poneme más luces de frente”, le pide a un técnico del área en cuestión. Y luego observó con detenimiento, el visor de la cámara haciéndole saber a la fotógrafa que lo logrado era de su agrado. Herencia de la carrera de Imagen y sonido que cursó en la UBA.
Pareciera ser que nada le resulta ajeno y que no se pierde detalle. Una suerte de hombre en estado de alerta permanente muy atento a todo lo que sucede y que, al ingresar al set, saludó por su nombre a cada uno de los empleados que se fueron cruzando en su camino. Liderazgo que le dicen.
-Debutaste en televisión siendo muy chico. ¿Fue por voluntad propia?
-Sí, absolutamente, me encantaba. Seguramente, como sigue sucediendo hasta el día de hoy, uno hace las cosas para uno y para otro, para ese par de ojos que te importan en la vida. Arrancó como un juego, se volvió mi trabajo, pero nunca dejó de ser un juego. Ando confundido, ya que no le diría trabajo, sino actividad. Tengo la suerte que me pagan y de poder vivir de lo que me gusta, algo que le toca a la minoría, así que cuido el asunto.
Más allá de lo placentera que le resulta su actividad, piensa en voz alta: “Uno tiene miedo a que salga mal, a no estar lúcido, y eso me pone nervioso; pero, casi siempre no me sucede nada de eso, el aire me sorprende y termina saliendo todo muy bien. Esa euforia no me la producen otras actividades o cuando me involucro en negocios que no tienen que ver con mi trabajo en los medios, soy malísimo, pierdo el tiempo”.
La política
“Soy de la idea de pensarme a mí en relación a la política. Los italianos decían en torno a los políticos que, antes que importar ese personaje en sí mismo, lo importante era pensar qué parte de eso que se critica o se odia se lleva dentro de uno. Esto puede ser tanto en la política como en cualquier otra cosa”, argumenta, inmiscuyéndose en un terreno que no le es ajeno -en tanto ciudadano y empresario- pero sobre el que no es frecuente escucharlo reflexionar.
-En terapia se aborda recurrentemente ese tipo de posibilidades espejadas.
-Es como cuando pensamos en lo contrario del amor que no es el odio, sino la indiferencia. De lo contrario, significa que algo no se cortó del todo.
-Vuelvo a la realidad nacional. Ya sea en tu rol de figura televisiva o bien como empresario. ¿Te duele el presente del país?
-A nuestra productora le va muy bien, se trabaja mucho. Producimos, desde hace muchos años, en los más diversos contextos. Cuando alguien de la televisión internacional llega a la Argentina, nos dice que somos unos genios. No creo que sea así, pero, ojalá tuviéramos un país más ordenado, con reglas más claras, más previsible y con mayor estabilidad; aunque nos acostumbramos a producir acá. Hacemos con lo que hay. Si se puede, sin queja, sin reproche y sin culpa. ¿Es difícil? Por supuesto. Yo también me quejo reprocho y tengo culpa, pero trato de no pararme ahí. En la productora intentamos producir con lo que hay y de la mejor manera posible.
A la hora de pensar en modas televisivas o en nombres arribistas, reconoce que “la televisión se regula a sí misma, no se puede imponer nada ni a nadie”. Kaczka sostiene que, en Kuarzo “hay mucha exigencia, se trabaja mucho”.
Privacidades
-¿Cuándo descansás?
-Descanso, pero lo que hago me gusta, es algo que suelo charlar con Sole.
El conductor se refiere a Soledad Rodríguez, su esposa -se casaron en 2018- y madre de sus hijos Benjamín, Helena y Eliseo. Antes, Kaczka conformó un primer matrimonio con la actriz Florencia Bertotti; fruto de esta relación nació Romeo, su hijo mayor.
-¿Seguís yendo a terapia cuatro veces por semana?
-Sí, me cuesta, pero voy.
-Las sesiones deben ser muy temprano por la mañana, antes de irte a la radio.
-No, voy al final del día, antes de llegar a casa, y también voy los sábados por la mañana. Me gusta, me hace bien, cada vez más. Es un hábito hermoso que llevo con el mismo terapeuta desde hace más de veinte años.
-¿Cuáles han sido los mayores aprendizajes de tu regularidad con la terapia?
-Aprendés a ponerte en el lugar del otro, pero, antes, a perdonarte a vos mismo; comprendés más, no sos tan rígido. No es que, por decirlo, lo sé, se trata de elaborar cada cosa. Es como ir al gimnasio y sacar músculos. Nada es automático, uno tiene que estar atento, tratar que un tema de tránsito no te ponga nervioso o no enojarte por una luz del estudio que no está bien puesta.
-Es decir que el camino sería el autoperdón para luego se piadoso con el otro.
-Es que uno es en función del otro, la vida es a dos puntas. Si me preguntás quién es Guido, te respondo que es el marido de Sole, el papá de sus cuatro hijos, el jefe de determinadas personas, el conductor de Suar y Codevilla. Te definís en función de otros. ¿Cuál es Guido? Todos. ¿Para qué tantos años de terapia? Para poder convivir con el otro, con los otros, que es la única manera de vivir.
Con una interioridad muy trabajada, algunos temas fueron materia de sus sesiones de análisis, aunque, no por ello, han dejado de ser dolorosos. La muerte de su padre fue uno de esos tránsitos duros e inesperados a los que lo enfrentó la vida: “Es un dolor que se resignifica; lo que termina y uno quiere que no pase, duele. Mi papá pudo todo lo que pudo y, en realidad, uno está en la misma, morirse es no poder más”.
-¿Falleció siendo joven?
-Sí, tenía 54 años. Me duele porque él tenía una manera de quererme que no la encontré nunca más. Uno no extraña ver al otro, lo que uno extraña es cómo el otro lo veía a uno.
Contaba con poco más de veinte años cuando su padre partió. “Tenía algunas enfermedades, pero la muerte fue súbita”. Kaczka se emociona y se le nota cierto esfuerzo por no quebrarse: “Como dice el tango, ´sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando´, eso es muy impresionante. Cuando uno crece, esas situaciones se van repitiendo, pero también sucede con lo bueno, con el crecimiento de los hijos”.
-Algunos de tus hijos son preadolescentes. ¿Cómo vivís esa etapa?
-Uno se pone orgulloso de estar al horno; te pone contento el crecimiento de tu hijo, pero también te asombra que ya te contradiga y hasta le das la razón en muchas cosas, sentís que tiene una lucidez que te enseña.
-¿Sos un padre presente?
-Sí, muy presente.
-Preservás muy bien esa vida familiar: no te exponés.
-Me interesa, me gusta la intimidad.
-Además, con tantas horas de aire diarias, sería patológico sumar una vida privada más expuesta.
-A mí me gusta cómo la llevo, no es una imposición o una postura, así es mi carácter. No me gusta lo público que no tiene que ver con mi trabajo, no lo manejo y no me divierte. Tampoco nadie me acosa ni me molesta, mi vida es mi vida.
La competencia
Con su competidor Iván de Pineda manejan algunos códigos en común. Buena dicción, prestancia al aire, formatos que no tiene golpes bajos y pueden ser disfrutados por diversos grupos etarios. “Hablamos un montón, es un pibe bárbaro, nos queremos mucho. Nos conocimos en Escalones (Los 8 escalones), lo convencí para que estuviese, porque él no quería mostrarse como el que se las sabía todas, pero llegó y lo fui dejando adentro, se entregó a partir de nuestra buena relación, es un gran conductor”.
-Ustedes frente a frente, compitiendo, ¿lo vivís como un Boca-River?
-Para nada, soy de la idea que a todos nos sirve la competencia y que a todos nos vaya bien. Es muy bueno que haya gente con gran capacidad, levanta la vara y te hace ver lo que te falta y debés aprender, es el motor. Somos amigos, nos llevamos muy bien, más allá de los números de los canales. Para el estreno de The Floor, la conquista tuvo la generosidad de llamarme, me dijo que le encantaba el programa.
-Entonces, no hay preocupación si medís menos que él.
-No me desespera que me gane, solo me preocupo cuando el rating comienza a ser un problema para la vida del programa, ahí me vuelvo loco. Me gusta que a mis programas les vaya bien, pero no me angustia si el otro canal está un poco más arriba.
-¿Cómo ves a la televisión actual, tan poco creativa y diezmada en sus presupuestos?
-Veo cosas donde me digo “¡Dios mío, qué vergüenza!”, también en Kuarzo hacemos productos que no siempre me gustan; pero hablando de la televisión de manera genérica te diría que se hace lo mejor con lo que hay disponible. Eso no quiere decir que la tele sea fantástica. En lo que mí respecta, trato de levantar la puntería lo mejor que se pueda, pero no me gusta pararme afuera y criticar. No sé si los que hacemos TV tenemos que opinar, solo tenemos que hacer lo mejor que podemos.
-¿Cómo es tu relación con Santiago del Moro, con quien compartís un pase radial y era tu competidor desde Gran Hermano?
-Nos llevamos muy bien, es una persona muy trabajadora, siempre pensamos cómo estar mejor. Disfrutamos mucho el éxito de La 100, nos encanta hablar de radio. Y también conversamos sobre Gran Hermano, ya que se trató de un suceso, un tema nacional, aunque no le seguía el día a día.
-Le hiciste frente con Los 8 escalones.
-Escalones siempre aguanta lo que le ponen enfrente y ahora a The Floor le va muy bien.
Un asistente golpea la puerta del camarín para recordarle que debe dirigirse al set. “En diez minutos estoy ahí, que me preparen el micrófono”, responde. El camarín de Kaczka es un cómodo refugio a pocos metros del estudio. Muy bien perfumado y ambientado de manera minimalista. Muy pocos elementos de cosmética, una fuente con frutas y una iluminación muy bien colocada que deschava todo frente al espejo.
-Tenés una imagen muy atemporal. ¿Te cuidás mucho?
-Hay momentos en los que me cuido más que en otros. Trato de cuidarme en las comidas, voy al gimnasio, llevo una vida prolija y no tengo vicios, salvo uno solo…
-¿Cuál?
-El trabajo.
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