Luego de la exposición extrema que la llevó a alucinar frente a cámara, se dedica a escribir y protagonizar las películas de su pareja, el director José María Cicala, con quien formó una familia ensamblada
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“De chiquita era fan de la revista Humor y de todas las vedettes. Eso, mezclado con el Pequeño Pony, soy yo. En realidad, un Pequeño Pony endemoniado porque me encanta el terror”. Griselda Sánchez no soñaba con ser maestra, como sus compañeras del colegio, sus aspiraciones más precoces pasaban por otro lado. “Quería ser sex symbol, soñaba con salir en la revista Playboy”, reconoce en la charla con LA NACION. Sin medias tintas, falsos tabúes e hipocresías, dice lo que siente, muy fiel a sí misma. Muy lejos de la cosificación, disfrutó de la exhibición de la belleza corporal, como un territorio pletórico de significados.
Hoy, esta mujer, nacida en Mendoza, ejerce el arte desde aristas disímiles como la actuación, el diseño de vestuario y la escritura de guiones de cine. Roles distanciados de aquella experiencia de desorbitada exposición. Es que Griselda Sánchez se topó con la fama con mayúsculas hace 14 años, cuando, luego de 77 días encerrada, concluyó su participación en el reality Gran hermano, en aquella temporada conducida por Jorge Rial, que tuvo picos de más de 50 puntos de rating por la pantalla de Telefe. “Salí a la calle y no entendía qué pasaba”, recuerda.
Hoy, su vida es otra. Conformó una familia ensamblada con el prestigioso fotógrafo y realizador audiovisual José María Cicala, con quien tiene a Gina, su hija menor. Además juntos armaron una pareja laboral que los llevó a timonear proyectos de cine como las películas Lennons y Sola, el film de reciente estreno protagonizado por Araceli González, Fabián Mazzei y Luis Machín. Sánchez no solo actúa bajo las órdenes de su marido, sino que es coresponsable de los guiones, muchos de ellos nacidos luego de una idea original propia. Sin embargo, no tiene empacho en reconocer aquel deseo en torno a la sensualidad que fue su motor para ingresar en la industria del entretenimiento.
-No tenés prejuicio con eso.
-El prejuicio lo pueden tener los demás, yo no lo veo mal. No me gustaría tener que resignar mi parte sexy, me encanta que me digan piropos lindos. Además, si alguien me gusta, soy re piropera.
-En estos tiempos, el piropo está algo estigmatizado.
-Es un error porque cuando te dicen cosas feas, no es un piropo, debería llamarse de otra forma. En la calle, siempre me dijeron piropos lindos, que agradecí dándome vuelta.
-Más allá que fue una elección, al exhibir tu cuerpo, ¿te has sentido cosificada?
-En nuestro país, si hacés una cosa, no podés hacer otra. Si te desnudás, te dicen que tenés el cerebro en celofán, pero yo hago un poco de todo, soy una busca del arte. Toda la vida he sido así.
Al confesionario
-¿Cómo llegás a Gran Hermano?
-Hice un casting en Mendoza.
-¿Llegás a Buenos Aires directamente para participar en el programa?
-Claro, mi primera casa acá fue Telefe. Llegué y no me fui más.
-¿Por qué decidiste participar del reality?
-Había hecho Bellas Artes y estaba estudiando teatro. Me acuerdo que, amasando pizzas, pensaba que sería muy bueno que abrieran la inscripción para Gran Hermano, ya que era una posibilidad importante, pero -por otro lado- ya tenía a mi nena de cuatro años, así que era complicado dejarla.
-¿Tenías pareja?
-No, estaba sola, ya que el papá tenía muchos problemas mentales hereditarios y no se pudo hacer cargo, ni de ella ni de otros tres hijos. Desvincularse fue lo más sano que hizo porque no estaba bien.
-Volvamos a esa noche en la que amasando pizzas soñabas con Gran Hermano.
-Al día siguiente veo en la televisión una convocatoria para participar.
-Ley de la atracción.
-Fue increíble. Dejé a mi hija en lo de unos conocidos, me até la remerita y me fui al casting. En esa selección participaron 20.000 personas. Fui la primera a la que eligieron y a la que llamaron.
-¿Qué tuviste que hacer en el casting?
-Contar mi vida.
-Con tu simpatía, imposible no ganar. ¿Recordás qué contaste?
-Toda la verdad y nada más que la verdad, que tenía una hija y había sido conejita en Playboy TV.
-¿En qué formato de la señal participaste?
-Se llamaba Casino Conrad, se filmó en Punta del Este, tenía una estética divina.
-¿Cómo reaccionaste cuando te confirmaron que entrarías a la casa de Gran Hermano?
-Me llamaron un 22 de diciembre, el día de mi cumpleaños. Me pidieron que no lo contase a nadie y ahí comencé a organizar con quién se quedaba la nena. Por suerte tengo a mis padres y abuelos que me ayudaron mucho, incluso los hermanos del padre de mi hija.
-¿Tenés vínculo con tu expareja?
-No, además, no vive en el país.
-¿Cómo se maneja lo emocional con las cámaras encendidas todo el día?
-Yo estaba feliz, era lo que quería, si hasta actuaba cómo cepillarme los dientes.
-¿Nunca tuviste ganas de salir?
-Sí, cerca del final se me cruzaron los cables y ya quería salir para ver a mi hija. Por tópicos que nos tiraban, me daba cuenta, porque soy muy intuitiva, que ya me estaban tildando de tarada y de puta, así que toda esa mierda ya me había hecho enojar. Además pensaba que con el material que había hecho en Playboy debían haberlo usado en todos los medios haciendo un desastre. Me enojé mucho, pedí irme y me convencieron que no me fuera, ya que me estaba haciendo súper famosa, así que me quedé hasta el día 77 en el que perdí y salí.
-77 días es mucho en esas circunstancias.
-Y sin música ni televisión, con gente desconocida.
-¿Qué fue lo peor?
-La prueba del sueño fue lo peor de Gran Hermano.
-¿Los obligaban a no dormir?
-Exacto. Ahí fue cuando comencé a ver cosas, mi propia mente se armaba historias.
-¿Por ejemplo?
-Pensaba que me iban a matar, me iban a esconder y nadie se iba a enterar. Eso era producto de no dormir durante muchas horas.
-Alucinabas.
-Había comenzado a perseguirme, por eso no quería que nadie se me acercara, pero eso nunca lo mostraron al aire.
-Algunas alteraciones se vieron.
-Sí, cuando me sacaba el zapato y le pegaba a alguien.
-¿Cuánto tiempo pasaste sin dormir?
-En una semana teníamos que dormir alrededor de 12 horas. Así que dormíamos de a ratitos y, si no cumplíamos, nos sacaban el presupuesto y teníamos que comer arroz blanco.
-¿Hoy se permitiría semejante salvajismo?
-Creo que no. Incluso, los Gran Hermano que se hicieron después fueron diferentes.
-Llegaste siendo una anónima y te fuiste famosa, ¿cómo fue salir de la casa?
-No lo podía creer, parecía una integrante de los Rolling Stones, la gente se quería quedar con mi ropa, mechones de pelo, querían conocer a mi hija, le pedían autógrafos a mi hermano, fue increíble. Cuando iba a comprar ropa, tenían que cerrar los locales. Era muy raro. Además yo sabía que no me perseguían por ser actriz y eso sí me generaba un vacío.
-Si bien habías hecho un gran esfuerzo, la fama era algo inconsistente.
-Exacto, además sentí mucha maldad de personas que, porque yo era bonita, se sentían con el derecho al maltrato, algo muy feo de vivir a los 22 años.
-¿Por qué te agredían?
-Creo que es una protección que tienen muchas mujeres que, cuando ven que hay alguien linda, la caratulan de tonta o puta. Estaría bueno que las mujeres nos empecemos a tratar mejor. Está bien que les pidamos a los hombres cambiar un montón de cosas, pero tenemos que empezar nosotras con nosotras mismas, querernos más, ser compañeras y apoyarnos.
Arte
-¿Siempre pudiste vivir del trabajo artístico?
-Sí, a veces un poco mejor y otras no tanto. Lo que pasa es que puedo ser guionista, hacer vestuarios y escenografías, me encanta todo lo vinculado al arte.
Su plan multifacético responde a las inquietudes diversas de esta mujer de hablar campechano, que saluda con la calidez de una viaja conocida, aunque tal cosa no sea cierta. “Mi mamá me decía que tenía que escribir y tenía razón”, sostiene quien, además, participó activamente en los guiones de los films Lennons y La sombra del gato. “Entendí que soy muy feliz actuando cuando fui yo misma quien escribió el libro porque entiendo mucho más a los personajes y se los sé explicar a los actores”, reconoce en torno a su propio método para pisar el set.
-¿Cómo nació la película Sola?
-Hace tres años, estando embarazada de Gina, mi hija más chica, tuve un flasheo muy breve, donde pensé que me podía pasar algo con la bebé. Se lo conté a José (Cicala) y me dijo que estaba muy bueno para una película. Fue mágico lo que pasó porque todo el mundo quería hacerla, se dio naturalmente como algo muy deseado. Es una película de mujeres, creo que se nota que hay una mente femenina detrás que dio vida a estas mujeres solas.
-Para vos, ¿qué es la soledad?
-Algo horrible, odio estar sola. Si pudiera, iría hasta al baño con alguien.
Se ríe con una carcajada celebrando su ocurrencia. Se la percibe con una energía desbordante y siempre dispuesta a la acción. “Cualquiera que me conoce afirmará que ´la Mimi es muy pegota´”. Mimi, como le dicen sus familiares, sabe que lo suyo es la demostración: “Soy de agarrar, tocar. Les doy besos a mis hermanos, a los abuelos. Así soy pero, a veces, la gente no entiende eso”.
-Hoy vivimos un momento de distanciamiento.
-Por eso cuando nos saludamos, no supe qué hacer. Me cuesta frenarme.
-Decías que apareció una imagen en vos y que eso fue el germen de Sola. ¿Siempre fueron así tus procesos creativos?
-Lo mejor que he hecho siempre con mi locura y con todas las cosas que me pasaron en la vida, fue volcarlas en el arte. El arte salva.
-¿Te salvó?
-Yo soy de un barrio pequeño y muy humilde de Mendoza y me encantaría que a toda la gente de mi lugar le pase lo que me sucedió a mí.
-¿Qué te pasó?
-Me enamoré del teatro en una plaza viendo una obra de teatro callejera de Ernesto Suárez, un gran maestro de actores. Aquella función me cambió la vida.
-¿Es muy humilde el barrio donde naciste?
-Se llama Bertolino y lo preocupante es que la gente de allí tiene cada vez menos oficios. Cuando yo era chica, uno era peluquero, el otro era carpintero. Hoy, mis vecinos hacen lo que pueden, pero sin oficios. Me da mucha pena, pero no es algo que suceda solo allí.
-¿Siempre se puede cambiar un destino magro?
-Por supuesto. Eso está en la actitud, me niego a pensar que la buena vida no es para todos. No me gusta cuando se discrimina al que no tiene o al que se alimentó mal, diciéndole que no va a llegar. Con amor, se puede.
Su pareja con el director José María Cicala no es simbiótica, aunque los encuentra trabajando en equipo desde hace bastante tiempo. “Estamos juntos desde hace 14 años, lo conocí haciendo una campaña para una cerveza mexicana. Desde ese día, no nos separamos más”.
-¿Cómo fue?
-Lo vi de espaldas y me enamoré. Él es muy femenino y eso me gusta, no me gusta el hombre machista, con el que no podés hablar ni compartir nada. Me gustan los hombres sensibles.
-¿Quién dio el primer paso?
-Él, obvio... Me dijo si me podía dar un beso y yo le dije que no, que por lo menos me invitara a comer. La cita fue comer pastas y ver Esperando la carroza.
-¿Tienen una hija?
-Sí, y José tiene dos de su primer matrimonio.
-Una familia ensamblada.
-Nos llevamos todos bien. La exmujer de José, se quedó a dormir en casa para cuidar a Gina, nuestra hija. Pelearse, resta. Hay que ser seguro y disfrutar.
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