La actriz cuenta cómo sobrellevó la angustia que le provocó la pandemia, cómo fue el reencuentro con su familia tras muchos meses de virtualidad y los planes para retomar la actuación en verano
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Cuando Graciela Pal quiso ser actriz, a su papá Pablo Palitos no lo convenció la idea pero la aceptó, la contrató en su propia compañía de teatro y enseguida se sintió orgullosísimo. En cambio, a Graciela la maravilló inmediatamente que su hija Manuela Pal quisiera seguir sus pasos y la apoyó en todo, excepto en acompañarla a las grabaciones. “No me sale bien el papel de mamá de una actriz así que le pedía a un familiar que la acompañara”, admite.
La vida de Graciela Pal transcurre todavía entre sets de grabación, escenarios y muchas ficciones, tantas que no puede elegir una. En diálogo con LA NACION, recorre su vida y habla de sus amores, de su hija Manuela, de su nieta Amparo y de Eduardo, con quien se casó luego de 30 años de convivencia.
-Estos dos años deben haber sido el bache más largo que pasaste sin trabajar, ¿cómo transcurrió la pandemia para vos?
-Estaba haciendo Cabaret cuando empezó la pandemia y desde entonces apenas hice un cameo en una película. Por suerte hay proyectos para el verano, teatro y una miniserie, pero no puedo contar nada, por confidencialidad. Me llamaron estos meses para hacer una obra de teatro pero la rechacé porque no tenía las vacunas completas y dije que no por miedo.
-Priorizaste la salud...
-Prioricé cuidarme y no dudaría en hacerlo de nuevo. Estuvimos en casa con mi marido, me traían las compras del mercado, la verdulería, la carnicería y salíamos muy poco, cuando teníamos un compromiso ineludible, como un turno médico, por ejemplo. Dentro de todo, al ser dos, lo sobrellevamos pero también se hace difícil la convivencia. A veces es agobiante.
-¡Dicen que las parejas que pasaron una pandemia soportan todo!
-Es verdad, la convivencia se hace más difícil que lo normal pero también es maravilloso tener un hombro para apoyarte y un brazo que te abrace cuando la cosa se pone espesa. Había momentos de angustia, de querer, aflojar, de llorar, de tristeza, de extrañar a los seres queridos. No ver a nuestra nieta Amparo durante tantos meses fue muy duro. Pero parece que Dios nos da la suficiente paciencia, algo mágico que nos ayuda a pasar el día a día. Creo que esta pandemia nos robó mucho tiempo a los mayores y no es recuperable. Ese agobio hacía que me dieran ganas de llorar pero se sobrelleva con voluntad, amor, fe y paciencia.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Fue maravilloso, en la casa de mi hija. Con Amparito nos dimos un abrazo largo, con barbijo las dos, y fue precioso; me encantaría pasarlo en todos los cines y en televisión para que lo vea todo el mundo (ríe). Fue muy emotivo. Ya con las dos dosis de las vacunas, empezamos a frecuentarnos una vez por semana. Los primeros meses, largos, nos veíamos por skype, y ella bailaba, cantaba y nos quedábamos con ganas de más. Fue terrible. Estábamos haciendo Cabaret en el Teatro Liceo y teníamos fecha de finalización un mes después, pero terminamos de un día para el otro y fue un knockout. Quedamos muy tristes, agobiados porque dejábamos un éxito maravilloso. Realmente fue muy duro, también el hecho de quedarte en casa porque yo salía todos los días al teatro a determinada hora, hacía la función, recibía esos aplausos maravillosos y de estar tan activa pasé a la nada misma, al temor, a los malos pensamientos, a la angustia, todos estados a los que no estoy acostumbrada a llevar de mochila porque tengo una vida más tranquila, más liviana. Fue espantoso.
-Muchos actores tuvieron una situación económica apretada, ¿cómo fue tu caso?
-Las primeras figuras siempre ganaron mucho más. Por ejemplo, un galán de telenovelas ganaba diez veces más que Lidia Lamaison, considerada una actriz maravillosa, pero de reparto. Somos de otra época y tenemos ya nuestra casita, estamos establecidos, nos manejamos con otras prioridades, y gracias a Dios no tuvimos problemas económicos, comíamos todos los días aunque sé que hay gente que la pasó muy mal. Nosotros pudimos seguir pagando nuestros consumos, sin privaciones pero quizá con más cuidado para no recurrir a los ahorros.
-Contabas que fue toda una aventura pasar la pandemia en pareja. Tu historia de amor es particular, se conocieron hace 30 años y se casaron hace tres.
-Sí, mi marido es contador y nos conocimos en el hotel que Actores tiene en Villa Giardino, Córdoba, porque él era gerente general de la Asociación Argentina de Actores en ese momento. Estaba vacacionando ahí y yo también, con mi hija. Fue un flash maravilloso, la pasamos bárbaro, nos re enamoramos de entrada aunque pasó un tiempo hasta que tuvimos una relación, pero las cosas se fueron dando y ya hace 30 años que estamos juntos. Y nos casamos hace tres. Pasar una pandemia juntos es algo histórico (ríe) y seguimos. Convivimos muchos años sin casarnos y de golpe nos dio la loca y pasamos por el Civil. Siempre estaba en el pensamiento y yo decía: ‘No, para qué, a ver si la cagamos, si estamos bien así’.
-¿Y la boda modificó algo?
-Nada. Nos peleamos como siempre, como cualquier ser humano pero no más. Él tiene dos hijos y Amparo es nuestra única nieta y creo que así será porque ya tiene dos hermanitas y me parece que mi hija plantó bandera (ríe). Manuela siempre dice que si Amparito no tuviera hermanas habría que trabajar para darle una pero ya las tiene. Como Manuela es hija única le da mucho valor a la hermandad. Las hermanas de Amparito son grandes, de 20 y 18. La mayor fue mamá de Oliver hace un año, así que Amparo es tía y estamos completos.
-¿Cómo es la relación con Manuela?
-Algo debo haber hecho bien en la crianza de mi hija porque es una gran mamá, una gran hija, gran compañera de su compañero. Tiene muchísimas virtudes pero además me salió buena actriz, y algo debo haber hecho bien para que eligiera mi camino. Me superó en muchas cosas y Amparito la va a superar a ella porque es ley y Dios va a querer.
-Arrancaste a trabajar de muy chica, ¿ser actriz fue una elección consciente?
-A los 14 años empecé a hacer algunas cosas en el antiguo Canal 11, donde mi hermana trabajaba como secretaria ejecutiva. Esto obviamente le llegó a mi papá, y obviamente debe haber sido mi mamá, pero nunca lo hablamos como reproche sino como gracia. Entonces él dijo que ya que me iba a dedicar a lo que él no quería que me dedicara, para evitar algunos males porque esta carrera es dura, ‘te vienes a Madrid, te contrato en mi compañía de teatro y terminas el colegio acá’. Y así fue. Terminé el colegio libre pero nunca rendí las materias en Argentina porque me quedé cinco años en España. Cosas que pasan en la vida pero no estoy arrepentida para nada porque tuve una vida muy feliz, muy plena, llena de conocimiento, mucho más allá del estudio escolar: conocimientos por viajes, relaciones, con gente linda, inteligente. Trabajé mucho en la compañía de mi papá, luego nos contrató la comedia nacional, hicimos una gira durante un año por toda España, lo cual fue soñado porque es el mejor turismo del mundo, trabajar y pasear. Luego empezamos el programa Sonría por favor, que tenía un subtítulo e iba toda la semana: el nuestro era Cancionero y se emitía los miércoles, con Raúl Mattas. Y hacíamos giras de teatro.
-¿Alguna vez pensaste qué hubiera sido de tu vida si te quedabas?
-Cómo hubiera sido mi vida si me quedaba en España no tiene respuesta, porque en realidad son infinitas. Amo España, he vuelto muchas veces y seguiré yendo porque tengo familia.
-Aquí te fue muy bien, no tuviste grandes baches sin trabajo.
-Una sola vez estuve un año y pico sin trabajar y fue espantoso. Ahora con la pandemia llevo mucho más y es horrible. En una época hacía una novela detrás de otra. Quizás descansaba un mes pero a veces ni tiempo de eso. Era maravilloso. Hoy la historia es diferente porque hay una nueva manera de vivir.
-Viviste la transición de una manera diferente de trabajar en televisión: hace veinte años había diez tiras al aire y hoy apenas una que acaba de empezar.
-Así es. Había muchas novelas al aire y era un mundo ideal, de verdad, fantástico para los actores. Eso se perdió definitivamente porque ahora están las plataformas y por ahí quizá todo es más internacional y te da posibilidades de que te conozcan en otras partes del mundo, pero me gustaba mucho que todos mis compañeros tuvieran trabajo, y yo también. Estaba en los estudios Sonotex de Raúl Lecouna y terminaba una tira y ya tenía un lindo personaje en la siguiente tira y la tranquilidad de que algo venía. La última ficción que hice fue Somos familia, con Gustavo Bermúdez, hace más de seis años.
-¿Tenés una novela o personaje preferidos?
-De cada novela me he llevado más de un amigo, que conservo. Lo he pasado muy bien trabajando y no tengo una preferida, sinceramente. Lo que sí tengo es doce años de Teatro como en el teatro, que hicimos una vez por semana en Telefe y en ATC con Nino Fortuna, Rodolfo Ranni, Ricardo Bauleo, Mabel Landó, Pablo Alarcón, Jorge Barreiro, Claudio Levrino, Cristina del Valle, un elencazo rotativo y todas las semanas hacíamos una obra en televisión y con público. Ensayábamos sin cámaras, después otra vez con cámaras y finalmente entraba el público y hacíamos la obra entera. Era un ejercicio maravilloso y un aprendizaje permanente. Tuve esa suerte.
-¿Todos son recuerdos buenos o los hay amargos también?
-No tengo presentes los momentos malos porque los borro, inconscientemente. Y soy bastante negadora ante lo que no me gusta. En bastantes cosas soy negadora. Prefiero quedarme con lo bueno, elijo porque así tengo siempre buenos recuerdos y es lo mejor que te puede pasar en la vida. Creo que mi inconsciente selecciona los buenos recuerdos, lo tengo bastante bien educadito (ríe).
-A tu papá no le cayó en gracia que quisieras ser actriz, ¿cómo fue tu reacción cuando Manuela te lo dijo?
-No le gustó al principio pero después mi papá estuvo muy orgulloso y feliz. Desde muy chiquitita ya se veía que Manuela iba a ser artista y con mi nieta sucede lo mismo. Está en los genes. Mi hija no podría haber hecho otra cosa, creo yo. Estoy re orgullosa, pero nunca me gustó acompañarla a las grabaciones y se lo pedía a algún familiar y le pagaba la nafta y los alimentos.
-¿Por qué?
-Porque no me gusta el rol de mamá de la actriz y mucho menos de una nena. Es un papel que no me sale. Prefería que ella solita se hiciera su camino, aunque no la dejaba sola porque en Chiquititas era muy pequeña. Creo que Amparito también va a ser actriz porque es histriónica, graciosa, ocurrente, canta, baila.
-¿Cómo te llevás con el paso de los años?
-Para mí no es mala palabra la vejez, pero la finitud me atemoriza. Por lo demás llevo muy bien los años, los disfruto, me siento muy entera, con mucha polenta y ganas de hacer cosas. Siempre fui muy vaga para hacer deportes y tampoco salgo a caminar. El único deporte que me gustó fue patinaje sobre hielo que lo hice todo el tiempo que pude hasta que cerraron la pista del Club Gimnasia y Esgrima y cuando la reabrieron se me había ido el metejón.
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