La actriz regresa al teatro con Romerías españolas, que tendrá funciones en el Teatro Avenida porteño este sábado, en mayo y en junio: su hija Manuela, su nieta Amparo y Eduardo, el compañero de una vida con el que se casó tras casi tres décadas de convivencia
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Graciela Pal vuelve al teatro con Romerías españolas, un musical que promete ser una auténtica fiesta. Entusiasmada, dice que el espectáculo la conecta con su infancia y adolescencia, y sobre todo con su padre, el actor Pablo Palitos. En una entrevista con LA NACION, la actriz revela cuáles son sus novelas y personajes más queridos, recuerda al humorista con quien más disfrutó trabajar y habla de su hija Manuela, su nieta Amparo y su compañero de vida, Eduardo, con quien se casó luego de convivir durante veintisiete años. “Nací actriz y voy a morir actriz y mi hija es actriz, mi padre era actor y mi nieta Amparo, que tiene 7 años, es más actriz que la madre y que yo. Manuela es una hija de oro, estoy feliz porque Dios me regaló cosas maravillosas en la vida. La primera fue mi familia, mi hija, mis padres, mis hermanas, mi profesión, gente que quiero y me quiere, un compañero de vida hermoso y una vida grata. Todos los días le agradezco a Dios, aunque tengo mis berrinches como todo el mundo y cuando no tengo trabajo me pongo bastante depresiva. En ese momento mi hija me dice: “No sos mi mamá” (risas).
-Sos una de las pocas actrices que siempre tiene trabajo...
-Hasta hace cinco años nunca había parado de hacer novelas. Después cambió todo y no entré en el círculo de elegidos de las plataformas, por muchas razones. Muchas veces me han convocado y luego no he arreglado o no he quedado. Y al no pertenecer, me quedé sin trabajo en televisión, porque aquí ya casi no se produce. Y me da muchísima pena porque nuestra televisión era maravillosa y hasta hace unos años había tres horarios de novelas en todos los canales. Sé que fui una privilegiada porque trabajé siempre, todos los años hice algo y fui muy feliz.
-Entre tantas novelas y personajes, debés tener tus preferidos, ¿cuáles son?
-Me encariñé con cada novela y de todas me quedé con amigos y, en general, me llevé bien con mis directores. Si tengo que elegir algunos puedo nombrar Celeste, donde hice un personaje que quiero mucho y era Cachita, la cocinera y mejor amiga de la protagonista, Andrea Del Boca. También me encantó hacer Casi ángeles porque me conectó con otra generación. Interpretaba a Berta Bauer, la mamá del personaje de Nico Vázquez. Nano fue hermosa y un boom y además con Araceli González continuamos la amistad. A Gustavo Bermúdez lo quiero mucho, recuerdo que nos hizo el espectáculo con la orca el día que se hizo la presentación en Mundo Marino. Siempre tuve personajes muy queribles, pocas veces hice de mala y cuando eso sucedió, como por ejemplo en Por siempre mujercitas, la gente en la calle me decía: “No hagas esos papeles, si vos sos buena” (risas).
-¿Y vos querías ser la mala?
-Sí, porque es muy lindo hacer de mala. Es un desafío grande porque jugás con tu opuesto y es maravilloso. Me gustaba cuando me ofrecían malas, pero fueron pocas veces.
-¿Te bajoneás cuando no tenés trabajo?
-Me bajoneo bastante, pero también me permito disfrutar de mi casa. Me hago un ejercicio y me digo: “Acordate lo que te costaba levantarte cuando el reloj sonaba todos los días a las 6.30, trabajabas muchas horas, venías cansada y a veces tenías que irte al teatro”. Y ahí disfruto el ocio y duermo la siesta porque me da la gana o duermo por la mañana hasta que me despierte. Y amo pasar tiempo con mi nieta. Suele quedarse una vez por semana en casa, sobre todo los viernes cuando mi hija hace teatro, porque al otro día la nena no tiene que ir al colegio, y con el abuelo hace juegos de mesa y conmigo, actuaciones. Es toda una actriz.
-¿Te gustaría que tu nieta fuera actriz?
-Si, claro, porque es una profesión hermosa, aunque te hace sufrir cuando no tenés trabajo. O cuando interpretás un rol que tuviste que hacer por compromiso o por necesidad.
-¿Te pasó muchas veces?
-Muy pocas, en realidad. Por suerte la mayoría de las veces pude elegir, pero he llegado a dejar unas vacaciones en Córdoba por venir a trabajar con (Jorge) Porcel en Telefe, y de loca. Me llamó mi representante, Pacheco, me ofrecían buena plata y fui, aunque no tenía necesidad. Ahora lo pienso y me pregunto por qué. Porque no agregó nada a mi carrera. Me cuesta mucho decir que no a un trabajo.
-Hiciste mucha ficción y teatro en televisión, pero también comicidad, ¿de qué capocómico guardás mejores recuerdos?
-Trabajé con muchos y con todos tuve buena relación, pero con quien mejor trabajé dentro de la comicidad fue con Juan Carlos Mesa, un genio y un señor. Además, hice unitarios y una novela con él, Primicias. Lo tengo en mi corazón.
-¿Es verdad que empezaste a trabajar de muy chica y a escondidas de tus padres?
-¡Sí! Empecé a los 14 años en el viejo canal 11, con los Sofovich en un programa que se llamaba Ritmo y juventud y era la competencia de El club del clan, donde había cantantes jóvenes y chicas bonitas. Mi hermana era secretaria en el canal y les dijo a los chicos que yo quería trabajar. Estaba chocha, nos pintaban como una puerta y yo creía que mi mamá no sabía todo esto. Me acuerdo que volvía a casa y mi hermana intentaba taparme. Con los años me di cuenta que sí sabía (risas). Y en ese momento mi papá estaba en España. Cuando se enteró, me dijo: “Para trabajar de artista, si es que te lo tomás en serio y es tu pasión, a mi lado”. Y me llevó para España durante casi cinco años. Dejé Ritmo y juventud, me despidieron todos, lloré como una perra. Mi papá fue un maestro siempre, en lo moral, en lo familiar, en lo profesional y en tratar a la gente. Recuerdo que Alejandro Casona venía a comer a mi casa y yo podía conversar a la par, con mucho respeto.
-¿Nunca quisiste radicarte en España?
-Siempre lo pensé, pero siempre algo me ató acá. Y más que la tierra en sí, que la adoro, fue mi boda, el nacimiento de mi hija, luego ella formó su vida y fui abuela. Y estoy grande ya para empezar en otro lugar.
-Alguna vez contaste que te casaste luego de 27 años de convivencia, ¿por qué?
-Un día le dije: “Nos tendríamos que casar por si nos pasa algo a alguno de los dos, porque como ganamos estas jubilaciones maravillosas...”. Es broma, claro, porque tenemos la jubilación mínima. Después pensé que mejor no porque las parejas que están hace muchos años y se casan, después se separan. Y un día me llamó desde el registro civil porque una mujer a la que había ido a ver por trabajo vio mi foto en su celular y le preguntó cuándo y dónde nos habíamos casado. Le dijo que “en ningún sitio”, y esta mujer respondió que “de ninguna manera”. Así que me dio a elegir entre tal o tal día y acá estamos. Nos casamos porque esa señora lo decidió (risas).
-¿Y la relación cambió luego de la boda?
-La relación no cambió en nada. Y me encantó casarme. Somos compañeros de vida.
-¿Cómo se conocieron?
-Eduardo es contador y era gerente general de Actores y de la obra social, pero no lo conocí allí sino en Córdoba, en Villa Giardino y de vacaciones. Yo ya estaba divorciada y el venía flojo de papeles, así que tardamos en relacionarnos y más que un cafecito, no había. Cuando resolvió su vida, volvimos a conversar y alquiló un departamento a tres cuadras de mi casa.
-¿Qué podés contar de Romerías españolas?
-Tenía muchas ansias de volver a trabajar con Jorge Mazzini porque el último espectáculo que hicimos juntos, que fue Yo no soy la malquerida, tuvo mucho éxito y la pasamos divinamente, hace cinco años. Nos quedamos con ganas de trabajar juntos y se dio ahora. Estrenamos en San Juan, hacemos gira por todo el país y en Buenos Aires nos presentamos en el Teatro Avenida (este sábado 29 de abril, 19 de mayo y 16 de junio). Romerías españolas es un espectáculo hermoso de la Compañía Cantares de España, trabajamos muchísimo y estamos felizmente cansados. Hay copla, zarzuela, flamenco y mucho humor, de principio a fin. Yo hago un personaje que adoro, que es una excantante, exbailarina, exartista, porque se quedó en la ruina cuando su marido murió, y treinta años después se reencuentra con la misma gente con la que había trabajado y se crea un clima muy lindo, entre las emociones y el humor. Tengo unos compañeros preciosos y hasta me atrevo a cantar Penita pena, de la Faraona Lola Flores. No paro de cantar y hablar. Me acompañan Gabriel Espósito, Nuria Vázquez, Mariana Bisquert, Leandro Grazzia, Mari Cruz Utrera, Paco Ortega Ramos. La zarzuela irrumpe con una selección de romanzas a cargo de Lara Mauro y Fermín Prieto. Está el Ballet Clásico Español con las primeras bailarinas Jessica Rosillo y Giselle Sabastano, los bailaores flamencos Gastón Stazzone y Luján Obron y una banda musical dirigida por el maestro Hernán Malagoli. Todo con libro y dirección de Jorge Mazzini.
-Este espectáculo te debe conectar con tu infancia y adolescencia...
-Esto me conecta con mi papá y con lo que fue mi vida siempre, porque no conozco otro camino: nunca pensé que podía ser escribana ni peluquera. Nací actriz y desde muy chiquita le decía a mi papá: “¿Cuándo voy a poder hacer el papel de Beatriz Taibo?”. “Bueno, te falta un poquito”, me decía (risas). Me conecta directamente con lo más profundo de mis años vividos en España: tuve el placer de hacer gira y conocerla toda y amo Andalucía, donde tengo familia; amo Aragón, donde nació mi papá y amo Madrid, que es donde más tiempo viví.
-¿Tenés proyectos?
-Tengo otro proyecto con Mazzini para más adelante, así que de jubilarme, ni hablar. Además, creo que siempre hay que tener un proyecto en la vida. Y me gustaría mucho volver a hacer ficción.
En el Teatro Avenida
Romerías Españolas. En el Teatro Avenida, Avenida de Mayo 1222. Sábado 29 de abril, viernes 19 de mayo y viernes 16 de junio, a las 20.30. Entradas a la venta en Ticketek
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