Grace Jones: convicciones, pasiones y remordimientos de la inquietante diosa feral que lo probó todo
Desafiando los cánones de belleza de su tiempo, triunfó en las pasarelas europeas junto a Jerry Hall y Jessica Lange, se convirtió en la reina de la noche neoyorkina y se transformó en ícono de vanguardia difícil de catalogar
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Encadenada y semidesnuda, se defiende de decenas de hombres que intentan acercarse a ella. Ruge, gruñe, como un animal feroz, y da golpes en el aire con un palo para mantener a sus captores a distancia. Su imagen andrógina, su cuerpo enorme y fibroso, su cabello al ras, su piel negrísima que vuelve casi fluorescentes sus dientes perfectos y su mirada agresiva provocan un efecto magnético. Nada importa el protagonista de la película, ni su rubia compañera; ella ha entrado a escena y por varios minutos los espectadores no podrán pensar en nada más.
Cuando Grace Jones descolocó e incomodó desde la pantalla grande a millones de personas en todo el mundo, en esa, su primera escena de Conan el destructor (1984), ya tenía un largo camino recorrido. Es que, si bien la película protagonizada por Arnold Schwarzenegger significó su debut en las grandes ligas del cine, desde hacía varios años Jones venía paseando su cuerpo perfecto y su ferocidad en las pasarelas más importantes del mundo y ya se había convertido en un ícono de la noche neoyorkina y de la música disco.
Como le ocurre a Zula, su personaje –que, curiosamente cambió de género en la adaptación de la novela a la versión fílmica- el comienzo de su historia no fue nada fácil. Es que, justamente, todos esos atributos que la volvieron un imán para las miradas le jugaban en contra.
A los 16 años fue descubierta por un la agencia Wilhelmina, pero corrían los últimos años de la década del sesenta y los estándares de belleza reinantes nada tenían que ver con su imagen fuerte y feral. Por eso, decidió migrar de los Estados Unidos a Europa. John Casablancas –agente de Elite Model– la desalentó: le dijo que intentar introducirse en el mercado del viejo continente “sería como querer vender un coche viejo a un conductor que está pensando en cambiar el suyo”.
Tres diosas sueltas en París
Jones armó las valijas y en 1970 se instaló en París. Quiso el destino que compartiera el departamento con otras dos jóvenes que intentaban pisar fuerte en las pasarelas europeas: Jessica Lange y Jerry Hall.
“Desarrollé lazos increíbles y duraderos con las chicas con las que trabajé, sobre todo porque también vivía con ellas y exploramos un territorio nuevo y extraño juntas. He seguido siendo amiga de Jerry y Jessica hasta el día de hoy, y nos ayudamos e inspiramos mutuamente”, aseguró Jones en su libro autobiográfico, No voy a escribir mis memorias, publicado en 2015.
Allí relata que las tres se pasaban las noches disfrutando de las opciones que les presentaba la ciudad luz. “Éramos tres chicas jóvenes y lujuriosas que nos movíamos por Europa, con París como centro, ganándonos la vida, volviéndonos más fuertes, descubriendo nuevas formas de pasar el rato y cuidar de nosotras mismas”, rememoró.
A las tres, claramente, les fue más que bien. Jones resume: “París me adoró. No tanto por mi aspecto, sino por lo loca que estaba”. En poco tiempo se convirtió en la musa de los grandes creadores de la época: Azzedine Alaïa, Yves St. Laurent, Claude Montana, Issey Miyake, Kenzo Takada y Jean-Paul Gaultier.
La Dietrich negra
En el camino, Jones conoció a quienes muchos consideran su gran “creador”, Jean-Paul Goude. El artista gráfico y fotógrafo ayudó a forjar su imagen andrógina, misteriosa e inquietante, con la que se volvería una especie de Marlene Dietrich negra. Goude, además, se convirtió en su primer novio famoso y en el padre de su único hijo, Paolo. Sin embargo, aunque ella reconoce su influencia, niega que haya ocupado el rol de “Pigmalión”. “¡No! Fue importante, como lo fueron Antonio López, Richard Bernstein y otros artistas con los que he crecido y trabajado. Andy Warhol y Keith Haring también me han influido mucho”, explicó en una entrevista.
Con respecto a su imagen, única y claramente disruptiva, Jones asegura que no fue producto de la especulación. “No pretendía que la androginia se pusiera de moda. Crecí con tres hermanos y las faldas siempre fueron un problema porque quería competir con ellos. Y lo del pelo es porque era tan rizado que era muy doloroso peinarse. En cuanto pude me lo rapé; no estaba pensando en androginia: no quería perder tiempo en la peluquería. Fue algo natural para mí, aunque seguía siendo muy femenina y extremadamente vanidosa”, indicó en una entrevista. Y en otra, amplió: “De pequeña lloraba cada día cuando me tenía que peinar. No podíamos ponernos suavizante, porque la religión lo prohibía. Así que no pensaba más que en cortarlo”.
Del castigo divino a las drogas, sin escalas
Jones nació en Spanish Town, Jamaica, el 19 de mayo de 1948. Sus padres, un clérigo y boxeador amateur y una modista y gimnasta especialista en salto en alto, partieron cuando ella era muy pequeña a Colorado, Estados Unidos, para buscar un destino mejor y dejaron a Grace y a sus hermanos al cuidado de su abuela y su nuevo marido, un fanático religioso que les impartió todo tipo de castigos. “Decía que tenía una excusa para ser cruel porque era nuestro guardián. Usaba la religión y el miedo para controlarnos”, resumió Jones en una entrevista.
Esa rigidez tenía, también, su correlato en la escuela. “Conocí la enseñanza estricta, en la tradición de la Inglaterra victoriana, y a ese rigor escolar se añadía el de la iglesia. Esa sumisión permanente es nefasta para la autoestima. Pero aguanté bien, no dejé que me destruyera. De hecho, para mí, quererme a mí misma era una cuestión de honor. A veces me parecía que era la única que pensaba así. Eso me ha quedado y es, sin duda, un rasgo de mi personalidad”, indicó.
“Comencé a tomar mis propias decisiones escapando de la familia. Controlé mi vida. Si me equivoco, solo puedo culparme a mí misma. Reivindico la responsabilidad de todo lo que he hecho”, agregó.
Cuando tenía 13 años, sus padres decidieron que era momento de que ella y sus hermanos se trasladaran a Nueva York, la ciudad en la que finalmente se habían asentado. El cambio fue brutal. Y esa pequeña que había comenzado a tomar sus propias decisiones creyó que debía probarlo todo, al menos una vez. Así, se sumergió por completo en la cultura hippie e incluso llegó a vivir en varias comunidades. A los 15 probó el LSD, una droga que por mucho tiempo consideró como esencial en su crecimiento personal.
El regreso de la hija pródiga
Tras el éxito conseguido en el viejo continente, Jones y su por entonces compañera inseparable Jerry Hall regresaron a Nueva York. Juntas eran dinamita, y explotaban cada noche en las discotecas más famosas y exclusivas de la ciudad de la Gran Manzana. En el mítico Club 54 comenzó a codearse con la elite neoyorkina del momento, entre ellos Andy Warhol, quien se convertiría en otro de sus compañeros inseparables.
Poco y nada recuerda sobre aquel primer encuentro con el artista plástico: había fumado un cigarrillo de marihuana impregnado en polvo de ángel que le había pasado Divine, una famosa drag queen de la época. Sin embargo, está segura de que Woody Allen y Truman Capote también estaban presentes.
Jones asegura que era la única que lograba que el artista pop saliera a bailar. Un mérito que también se atribuye con Michael Jackson. “Si lo pensás, estaban hechos el uno para el otro. Deberían haberse casado”, reflexiona.
Otro de sus compañeros de aventuras era su hermano Noel. Con él frecuentaba lugares exclusivos de la comunidad gay y eso comenzó a generarle dudas sobre su orientación sexual, asi como la música despertó inquietudes de sobre su propio género.
De Piazzolla y Piaf a una colaboración trunca con Mick Jagger
“Yo hacía mis canciones, pero no me sentía cantante: cuando escuchaba las grabaciones veía que, aunque tenía buen oído, no entonaba bien. Cantaba de manera agresiva, intentando afinar. De hecho, mi voz era grave, pero el trabajo de los DJs me obligaba a cantar siempre alto. Al final, opté por un tono más grave que nadie. Tanto que pensaban que era un hombre”, explicó.
Más allá del tono de su voz, sus temas, igual de inquietantes, resultaron disruptivos. Díscola y personal, se empecinó en versionar para su primer álbum, Portfolio, de 1977, el clásico de la canción francesa que Edit Piaf había inmortalizado décadas atras, “La Vie en Rose”. Además, el disco contenía el tema que la convertiría en ícono de la cultura gay: “I Need A Man”, que consiguió el puesto número uno en la lista Billboard. Un año después presentó Fame, y su sencillo “Do or Die” alcanzó el tercer puesto en el mismo ranking.
En 1980, vislumbrando el fin de la música disco, Jones hace pie en el dub y el reggae y lanza Warm Leatherette, con versiones de “Private Life” -polularizada por The Pretenders- y “Love is the Drug”, de Roxy Music. Un año después, llegaría Nightclubbing, donde incluye una versión del clásico de Ástor Piazzolla “Libertango” y dio a conocer otro de sus grandes éxitos: ”Pull Up to the Bumper”. Luego vendían Living My Life (1982), Slave to the Rhythm (1985) e Inside Story (1986).
“Se me ocurrió la idea de ‘I’m Not Perfect (But I’m Perfect For You)’ mientras Mick Jagger y yo jugábamos. Nuestro coqueteo a menudo se hacía a través de juegos de palabras, y retozando como hermano y hermana a espaldas de nuestros padres. Yo había estado filmando Conan el destructor en México, y los Rolling Stones estaban allí haciendo un video”, recordó, sobre el gran éxito de Inside Story.
Y continuó: “Mick y yo comenzamos a hablar sobre la idea de estar en una relación cuando eres famoso y de tener que ser tan perfecto para tu pareja como lo eres como artista. Tuvimos una idea para una canción. Él dijo: ‘Tú haces una línea, yo haré la siguiente’. Al final, solo obtuvimos dos líneas: ‘No soy perfecto, pero soy perfecto para ti’. ¡Eso es todo lo que tenemos! Le dije: ‘Me encargaré y lo terminaré’. Nunca pidió crédito ni nada. Lo completé imaginando lo que Mick y yo habríamos hecho”.
Al borde de la locura
Como el tema estaba cargado de historia y era una creación sumamente autobiográfica y personal, Jones decidió que quería dirigir el videoclip. “Había aprendido mucho, especialmente de Jean-Paul [Goude]”, explica en su autobiografía. Pero la experiencia resultó caótica.
“Tuve que luchar para obtener el respeto de la gente de Capitol [la compañía discográfica de Jones en ese momento]. Yo estaba en cada toma, así que siempre me maquillaban en una habitación alejada del estudio. Y cuando volvía, estaban filmando algo, o haciendo que el elenco se cambiara de ropa. Yo decía: ‘¿Qué está pasando? Yo soy la directora, sé lo que estoy haciendo.’ Me puse muy paranoica”, resumió. Frente a esta situación, llegó a la conclusión de que tenía “que ser una perra para imponer autoridad”.
“Si yo fuera un hombre, simplemente habría estado a cargo, por muy agresivo y exigente que fuera. No habría tenido a otras personas corriendo y filmando cosas a mis espaldas. Un hombre que pone su pie en el suelo tiene el control; es fuerte. Una mujer que pone su pie en el suelo está fuera de control y es débil”, reflexionó.
Jones había pedido dos semanas para filmar el clip, y la discográfica le redujo el tiempo primero a tres días y luego a dos. “¡Era tanta presión! Cuando terminé, prometí que nunca volvería a dirigir nada. En lugar de tener una semana para editar, tenía dos días. Realmente nunca me dieron una oportunidad. Me trataron como si fuera un desastre temperamental e inestable, y eran tan impacientes e intolerantes que a mis allegados les empezó a parecer que realmente me estaba volviendo loca”, rememoró.
Esa “sensación” de su familia casi la lleva a vivir el infierno que décadas después le tocaría atravesar a su colega Britney Spears. “Hubo un complot para encerrarme en un centro psiquiátrico. Hubo una conspiración real”, asegura. Y agrega: “Mi hermana, mi mamá, mi papá, Capitol Records, una extraña alianza cuyos miembros se preocupaban por mí desde diferentes rincones, podrían haber convencido fácilmente a la gente de que estaba perdiendo el contacto con la realidad. Mi familia sintió que estaba siendo paranoica, pero no me estaba volviendo loca. En verdad, estaba profundamente molesta porque Capitol estaba interfiriendo con mi visión. No estaba siendo una prima donna: solo estaba tratando de concentrarme en una tarea técnicamente difícil mientras me hablaban como si fuera una tonta cantante de pop que se había dejado llevar por su propio ego”.
¿Quién es Doris?
Si bien Jones fue una de las primeras en alzar su voz contra el machismo imperante en el mundo del entretenimiento, eso no la lleva a tener una mirada piadosa a la hora de criticar a sus colegas mujeres. Cuando en 2015 lanzó su autobiografía, muchos pasaron por alto las jugosas anécdotas y sus reflexiones sobre el mundo y se enfocaron en descubrir quién era el blanco de sus mayores críticas. Es que, en un apartado del libro, Jones dedica fuertes palabras a una mujer del mundo de la música a la que se niega a nombrar por su nombre real y a quien llama simplemente “Doris”.
“Me han copiado tanto las personas que hicieron fortunas, que la gente asume que soy igual de rica. Pero hice las cosas por la emoción, el atrevimiento, el hecho de que era nuevo, no por el dinero. Muchas veces fui la primera, pero no la que se benefició por haber abierto las aguas”, explicó. Y comenzó con los ejemplos: “Rihanna... Ella copió el concepto de la pintura corporal que hice con Keith Haring, pero mientras que en mi caso se pintó directamente mi cuerpo, ella usa un traje pintado. Esa es la diferencia. Yo la llevo en la piel; ella pone una barrera entre la pintura y su piel”, indicó.
También hubo críticas para Lady GaGa, quien en varias oportunidades reconoció a Jones como una de sus máximas influencias. “Dijo que quería trabajar conmigo. Todos a mi alrededor dijeron: ‘¡Tenés que hacerlo! ¡Será muy bueno para vos! ¡Te presentará a una audiencia completamente nueva! ¡Harás mucho dinero’. ¡No! Será bueno para ella; ella tomará de todo lo que he construido y lo agregará a su marca, y no recibiré nada a cambio excepto un poco de atención temporal. Nadie podía creer que dije que no”, recordó.
Y entonces, disparó: “Esta, a la que llamaré Doris, pensé que se estaba probando la ropa de otras personas: es un bebé en un armario lleno de ropa de otras personas, una niña pequeña que juega a disfrazarse, a ponerse zapatos que no le quedan. Cuando empezó, hacía algo más puro. En el fondo, ella no quiere hacer todas las tonterías de disfrazarse; ella se pierde dentro de toda la actuación”.
“Miro a Doris y pienso: ‘¿Se ve feliz?’ Parece perdida, como si estuviera tratando desesperadamente de encontrar a la persona que era cuando empezó. Parece que realmente sabe que está en Las Vegas, ahora que Las Vegas es todo el mundo del entretenimiento filtrado a través de Internet, a través de las impacientes redes sociales. No me importa que se vista elegante, pero cuando empezó a bailar como Madonna, casi de inmediato, copiando a alguien más, fue como si hubiera olvidado eso que ella tenía y que podía volverla única. En última instancia, se trata de belleza y comodidad, por mucho que pretendan ser provocativas”, expresó.
“Se visten como si estuvieran desafiando el statu quo, pero a estas alturas, usar esa ropa, hacer esos gestos, revelar los tatuajes y los senos, cantar con esos ritmos fracturados, espásticos y que se derriten: ese es el statu quo. No estás fuera de los caminos trillados, empujando a través de la maleza espinosa, encontrando un tesoro que nadie ha encontrado antes. Estás en medio del camino. Realmente estás en Las Vegas usando el brillante vestido largo cantando para las personas que están pagando por verte pero que en realidad no están prestando atención. Si eso es lo que querés, está bien, pero es un camino a ninguna parte”.
“El problema de las Doris y las Nicki Minaj y Miley [Cyrus] es que llegan muy rápido a su objetivo. No hay una visión a largo plazo, y se olvidan de que una vez que te metés en ese torbellino, tenés que luchar contra el sistema que se solidifica a tu alrededor para seguir siendo eso extraño que decís representar. Siempre habrá un reemplazante muy pronto: una versión más nueva, una versión más loca, una versión más ruidosa. Entonces, si no tenés un plan a largo plazo, entonces sos simplemente una fase pasajera, la última tendencia, el evento de ayer”, agregó.
“Unas quieren ser como Miley Cyrus y otras, como Rihanna. Unas, como Lady GaGa y otras, como Madonna. Ninguna de ellas me gusta, excepto por el hecho de que todas han intentado ser como yo. A veces roban descaradamente, otras veces se inspiran, pero lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol”, resumió.
El amor y el comienzo que no fue
A pesar de que asegura que nunca está del todo sola, Jones es bastante cauta a la hora de dar datos sobre su vida romántica. “Nunca pido nada en una relación porque tengo este sugar daddy que he creado para mí: yo. Soy mi propio sugar daddy. Tengo un lado masculino muy fuerte, que desarrollé para proteger mi lado femenino. Si quiero un collar de diamantes, puedo ir y comprarme un collar de diamantes”, expresó en una entrevista. Y en otra agregó: “Estabilizarse es aburrido.¡Siempre he preferido ser la amante a la esposa! Por favor, la esposa, no”.
Además de su fructífera relación con Jean-Paul Goude y de haber estado casada con exguardaespaldas Atila Altaunbay desde 1996 a 2004, el romance más comentado de Jones tuvo lugar a mediados de los años ochenta, y fue con el atleta y actor sueco Dolph Lundgren. Estuvieron juntos cuatro años, justamente, los que marcaron el despegue de él en Hollywood y el reinado de ella como performer.
“A veces, ella traía una amiga a casa y yo debía levantarme al día siguiente para ir a trabajar. La mayoría de las veces fueron cuatro o cinco chicas, quizás. En la teoría suena genial, pero cuando tienes que levantarte para ir a luchar con Sylvester Stallone -en el rodaje de Rocky IV- por la mañana, no es algo tan bueno”, confesó Lundgren en una entrevista.
Se conocieron en el set de James Bond: En la mira de los asesinos, donde ella interpretaba a la malvada May Day, la contrafigura perfecta de Tanya Roberts, a quien, claro, la obligaron a teñirse de rubia para que el contraste entre ambas fuera mayor.
Si bien antes y después de convertirse en la compañera de Conan y en una chica Bond Jones participó de varios proyectos cinematográficos, Jones está convencida de que una mala decisión fue la causante de no haber conseguido una carrera en Hollywood a la altura de la que construyó su amiga Jessica Lange. “Solo me arrepiento de una cosa: de no haber hecho más cine. Y, sobre todo, de no haber aceptado la película que me proponía Ridley Scott, Blade Runner. Mi carrera y mi imagen habrían cambiado. Cuando finalmente me decidí, era demasiado tarde. No seguí mi instinto”, contó en más de una oportunidad. En efecto, el realizador estaba convencido de que Jones sería la Rachael perfecta, pero ante la falta de respuesta de la diva, terminó convocando a Sean Young, quien se transformó así en la protagonista, junto a Harrison Ford y Rutger Hauer, de una de las películas más vistas de 1982.
La actriz nunca explicó por qué demoró tanto en responder, pero quizá no hiciera falta... En aquella época, su vida era una montaña rusa de fiestas, drogas, sexo y egos exacervados y, como las colegas que ahora critica, no tenía tiempo para pensar a largo plazo. “He sufrido daños, desde luego que sí. Y muchos de mis amigos han muerto de sida. A veces traspaso los límites, y lo sé. Después soy más sabia. Como soy muy vanidosa, no quiero agotarme físicamente. Me cuido. Hay que tener cuidado con las drogas, el alcohol y el sexo”, sentenció hace unos años. Y agregó: “La disciplina que me impusieron de chica en la iglesia me permite decirme a mí misma: ‘Vas demasiado lejos, Grace. Ahora ¡controlate!’. Y lo hago”.
¿A qué edad realizó esas declaraciones? Es impolible precisarlos. En una entrevista, explicó: “No tengo la edad que dicen, pero que inventen lo que quieran. Nunca digo la verdad, siempre digo ‘habla con el FBI’, aunque ellos tampoco lo sabían y confiaron en Wikipedia. Cuando tuve que renovar mi pasaporte la última vez, me citaron dos agentes para corroborar mi edad. Debe de haber como tres edades mías circulando, pero no las corrijo, me gusta mantener el misterio”.
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