El actor de 41 años que subió a escena su primera pieza teatral habló con LA NACION sobre cómo surgió en él la pasión por la literatura, por qué se avergonzaba de leer en público y qué le gusta hacer con su familia
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No es común que en la cartelera porteña haya una obra escrita y protagonizada por la misma persona. Es el caso de Gonzalo Heredia, que acaba de estrenar Cómo provocar un incendio en el Multiteatro. Se trata de una obra que empezó a escribir hace dos años y que protagoniza junto a Eugenia Tobal, Laura Azcurra y Nicolás García Hume. En la intimidad de su camarín, donde muchas veces imagina y escribe historias, Heredia conversó con LA NACION y reflexionó sobre el oficio del actor y del escritor, habló de los vínculos familiares, de la popularidad y de la esperanza de que nuestro país, por fin, salga adelante.
-¿Te da orgullo que una obra tuya esté en calle Corrientes y además protagonizarla?
-Trato de no pensarlo tanto, de que sea bastante inconsciente. Obviamente me da orgullo haber construido algo y que se haya cumplido cada etapa y cada objetivo. No es tan común empezar un proyecto y terminarlo. Me pasó con las dos novelas que escribí también, Construcción de una mentira y El punto de no retorno. Hay un momento en el que texto no me suelta y otros complicados en la soledad de la escritura cuando nadie está esperando lo que escribís, nadie sabe lo que estás haciendo. Sos vos luchando contra vos mismo, contra algo que querés contar, contra esas voces de los personajes que empiezan a pulular y dentro de todo ese matorral hay un objetivo que a veces se pierde. Me da orgullo, entonces, haber luchado contra mí mismo, en esa soledad y en esa convicción que por momentos se iba por completo. Empecé a escribir la obra estando de gira con otra obra, Desnudos. Escribir es una tarea de todos los días y de tener el hábito de sentarse durante cuatro o cinco horas. Es pico y pala. Muchas veces me obsesiono, me toma por completo y Brenda (Gandini) siempre me carga. Siento que hay algo que tengo que contar y eso me sucedió con esta obra.
-Elegiste hablar de vínculos familiares, ¿por qué?
-Dicen que la fuente inagotable de escritura es la familia. Yo había escrito sobre el mundo del espectáculo y el literario, pero nada sobre la familia y tenía ganas. Me gusta que sea una comedia porque hay algo de depuración y de conversión de cosas, una alquimia de transformación. Me parece que el texto trae respuestas a tu vida.
-¿Tuviste primero el deseo de ser actor o de escritor?
-Es como responder si primero apareció el huevo o la gallina (risas). De chico no leía. Empecé de más grande, a los 20. Tuve un primer contacto con El túnel de Ernesto Sabato, a mis 14 años, pero no tenía el hábito. Sin embargo, recuerdo que estaba atrapado por los personajes y la historia. Con el tiempo pude identificar que eso es lo que buscamos todos cuando leemos. Me costó mucho construir al lector porque en mi casa no leían y no había libros. Al principio me daba mucha vergüenza leer en público, en el subte, en el colectivo, en una sala de espera. Tuve que entender que tenía que deconstruir esa idea mía. Pensaba que la literatura era para elegidos hasta que entendí que con el simple hecho de leer un libro, ya estaba.
-¿Cuándo te diste cuenta de que podías escribir?
-Creo mucho en el trabajo y en la pasión. Si hay algo que no te suelta hay que oírlo seriamente. Empecé a escribir en mi adolescencia, con muchas palabras redundantes, grandilocuentes y muy pretenciosas (risas). Después fui a talleres de escritura, a cursos.
-¿Paralelamente actuabas?
-Por momentos sí. Publiqué mi primer libro en 2018 y el siguiente en 2021. Cada dos años, más o menos, publico algo.
-¿Y sobre qué estás escribiendo hoy?
-Estoy escribiendo relatos.
-Aunque habla de relaciones de familia, el título de la obra, Cómo provocar un incendio, cae como anillo al dedo en este momento de nuestro país, ¿sos de las personas que nunca pierden la esperanza o le cuesta tenerla?
-Me han cuestionado el título porque decían que era algo largo y la obra hace alusión al fuego, aunque es metafórico, claro. Siempre uno tiene esperanzas. Creo que está en el ADN del argentino. Siempre estamos en el borde de algo y me parece que a los argentinos nos gustan los relatos épicos, nuestros ídolos tienen historias épicas como las de Maradona y Messi, si hablamos de deportes. Nos gusta que de la nada, la persona resurja y haga algo grandilocuente y eso es porque nunca se pierden las esperanzas. Tengo fe, aunque las cosas sean prácticamente imposibles.
-Ahora tenés que escribir cómo apagar un incendio...
-Sí, y sería un libro de autoayuda, ¿no? (Risas).
-¿Por qué decidiste actuar en tu obra?
-Mientras escribía me veía en los personajes que hago. Son dos actos: el primero sucede a finales de los ‘80, con un encuentro de dos parejas y de fondo sus hijos jugando y el segundo acto, se ubica en la actualidad, con esos hijos que estaban jugando en aquella otra reunión pero que no se los veía, y ahora son padres también. Son padres de dos épocas distintas, con crianzas y costumbres diferentes y atravesados por la historia de nuestro país. Hay algo que me interpela, yo soy padre y sigo siendo hijo. Es un tema que me interesa contar. Y estoy feliz de que Eva Halac se haya sumado porque sin su dirección hubiera sido otra obra. En algún sentido, la reescribió.
-Uno de tus personajes es muy machista. La tuya es una generación de transición, creciste con el machismo y tuviste que deconstruirte, ¿cuánto te cuesta?
-Sigo deconstruyéndome, en todo sentido. Es un tema que mi generación lo aborda por completo porque heredamos costumbres de nuestros padres. Me parece que intentamos romper con esos mandatos y a la vez estamos criando a una generación hipercomunicada. Entonces estamos en un lugar de deconstruir para reconstruir. Muchas veces no entiendo algunas cosas, pero trato de no ponerme en el lugar en el que se ponía mi papá cuando decía: “Ustedes no entienden nada”. La obra habla de esa posibilidad de cambiar o de, quizá inconscientemente, repetir todo de generación en generación.
-¿Te sale muchas veces el machista que fuiste o lo reprimís?
-Lo primero es preguntarte si está bien o no. Por momentos me sucede, sí. Son como actos reflejos que son una copia de algo que vi o mamé. Trato de escuchar, más que decir. Esa es mi forma de seguir aprendiendo.
-Conociste la popularidad siendo muy joven, ¿te costó la exposición o fue natural para vos?
-Creo que lo manejé bastante bien para esa edad, para ese momento. No lo recuerdo con nostalgia. Por momentos no sabía cómo jugar ese juego, cómo moverme con esas reglas. Fui aprendiendo en el camino. Fue todo muy repentino y explosivo y fue extraño. Mi primer reflejo fue cubrirme, defenderme y después, todo pasa. Aprendí a no tomarme nada muy en serio y a no solemnizar ese lugar de actor, de personaje público.
-A las ficciones exitosas se sumó tu casamiento con una actriz, Brenda Gandini. Sin embargo, preservás tu intimidad.
-Creo que el traje de famoso podés ponértelo y sacártelo. Hay gente a la que le gusta el traje y está muy bien. Yo entendí que es un trabajo, una parte de mi vida.
-Hay pocas ficciones en televisión abierta en los últimos años y vos estuviste en dos, la primera temporada de ATAV y La 1-5/18 Somos uno. Todo un privilegio...
-Agarré el último coletazo... (risas). Recuerdo esa época de muchas ficciones con cierta nostalgia y a la vez ahora hay una nueva forma de consumo y no podés quedarte afuera. En cambio, hay algo que es imbatible: el teatro y hay público, todas las salas están llenas y cada vez hay más ofertas. Me sorprende la demanda de entradas. Esta semana empiezo a grabar una serie para Flow que se llama El sabor del silencio y es un thriller en el que se pone la lupa en la justicia por mano propia. Es la historia de un chef que tiene un restaurante muy exclusivo y a partir de un hecho, la vida del chef cambia por completo. Son 8 capítulos y en el elenco también están Violeta Urtizberea, Luciano Castro, Agustín Sullivan, Cande Molfese, Juan Leyrado y Valentina Bassi. Se vienen dos meses complicados entre grabaciones y teatro, pero está bueno porque hace tiempo que no tenía esa movida y sé que no voy a poder escribir, pero sí leer. Siempre tengo un libro en la mochila y una libreta para anotar ideas, cosas. He escrito mucho en camarines.
-No le fue bien a la segunda temporada de ATAV, ¿es verdad que tu personaje, Aldo Moretti, iba a estar?
-Se hace una referencia y me lo mandó la continuista de Polka: había una foto mía en una lápida. Fue raro (risas). Es verdad que se habló de la posibilidad de estar en ATAV 2, pero me parecía que no daba; creo que repetir algo que fue bueno, no va. Miré algunos capítulos y está muy bien, con un elenco hermoso. Una pena que no haya funcionado. No soy de seguir novelas y tampoco películas. A veces con Brenda vemos una película en tres partes. Para verla de corrido no tienen que estar los chicos.
-Alguna vez contaste que tu hijo Eloy decidió ser vegetariano luego de ver un capítulo de Los Simpson, ¿el resto de la familia lo siguió?
-Sí, fue un capítulo en el que Lisa decía que quería ser vegetariana porque no quería comer animales. Eloy me hizo algunas preguntas y ahí mismo dijo que tampoco quería comer animales. Ahora a veces come carne porque está en una edad en la que los amigos comen de todo y está viendo, por momentos va y viene, pero lo veo muy convencido. Cuando Eloy empezó seriamente, Brenda se sumó pero yo no. No puedo dejar de comer carne. Igual como lo que comen ellos y está rico.
-¿Qué les gusta compartir en familia?
-Nos gusta mucho estar en casa. No somos una familia hiperactiva, simplemente disfrutamos de estar juntos.
Para agendar
Cómo provocar un incendio. Miércoles, jueves y viernes, a las 20.30; sábados, a las 20, y, a las 22, y domingos, a las 20. Multiteatro (Avenida Corrientes 1283).
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