Debutó artísticamente a los 8 años y casi nunca dejó de trabajar; hoy elige salir de gira con su banda Coronados de Gloria antes que sumarse a una temporada de teatro
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“Trabajo desde los 8 años y fui parte de muchos éxitos, pero la gente entiende mi código”, dice Gloria Carrá, en una de las mesas de un bar del Bajo de San Isidro con una vista preciosa de la catedral, muy cerca de su casa, a pocas cuadras del vértice donde el Río de la Plata se convierte en Delta.
Ese “código” al que se refiere la actriz tiene que ver con su estricto bajo perfil y un camino artístico que, sobre todo en la última década, no fue previsible. El propio deseo la llevó a transitar rumbos que no siempre son los esperados en un medio que se rige por el éxito y la mirada externa.
Recuerda los sucesos de los programas de televisión Señorita maestra, donde actuó siendo una niña, y La banda del Golden Rocket, que también contó con una versión teatral, cosechando un éxito de enorme magnitud: “No podíamos salir del teatro sin guardaespaldas, los fans nos arrancaban los pelos. Tenía la edad para vivir eso, hoy, la gente se acostumbró a mí y el cariño me lo da de otra manera, ya no hay esa euforia. Por otra parte, no soy una persona expuesta permanentemente, ni que ventila sus cosas personales”, explica, mientras también reconoce que la calle le devuelve “un gran reconocimiento, pero con mucho respeto”.
Esa repercusión hoy, en gran medida, reside en el personaje que interpreta en Argentina, tierra de amor y venganza 2, la tira de Polka -única ficción nacional en el aire de la TV abierta- que ocupa el prime time de eltrece. Sara Woodward, tal el nombre de la criatura de ficción a la que le lega su voz, es uno de los más atractivos de la trama que se mete con la historia reciente de nuestro país.
-¿Cómo construiste el personaje?
-Podría mentirte, pero lo cierto es que soy muy intuitiva. Siento que soy empática, viví mucho, tengo barrio y conozco a mucha gente; esa vida, que es muy rica en muchos aspectos, me permite construir.
-La ficción transcurre en un tiempo donde vos eras una niña, aunque ya trabajabas como actriz.
-Sí, tengo recuerdos de mi mamá y de otras mujeres, de las madres de mis compañeros de Señorita Maestra y me ocupé de mirar fotos para rescatar todo ese tiempo.
A la hora de pensar en los mecanismos de su composición, Carrá también reconoce el enorme trabajo de ambientación de los creativos de ATAV 2: “El vestuario de Terri (Núñez) fue impecable y la escenografía tan precisa me ayudaron mucho; el resto tiene que ver con ir al alma del personaje, ver qué siente”. Sara Woodward perdió a un hijo en la Guerra de Malvinas y vive anclada a las apariencias, “no quiere que nadie vea otra cosa que la que ella muestra”. Uno de los atractivos de esta creación es la posibilidad de poder desplegar una paleta de colores muy amplia, contradictoria y tan humana. “Me divertía mucho grabar las escenas donde había tomado varias copas de más o había consumido pastillas. He conocido gente de ese mundillo”.
-Es un personaje cuyos matices lo convierten en controvertido, con miserias, debilidades y también aspectos que son muy poco empáticos.
-El mejor elogio que recibo es cuando me dicen “a Sara la odio, pero también me da pena y la amo”. Su manera de pensar es horrible, pero también es una pobre mujer.
Una de las escenas más conmovedoras que jugó Carrá en esta ficción, muestra a su personaje abatido ante la confesión de un hijo que se confiesa homosexual y al que sólo atina a responderle un impactante “vos te vas a curar”. Si bien, los tiempos sociales han evolucionado, la actriz entiende que “eso todavía pasa”: “Me han escrito a mi Instagram, chicos que han sido echados por sus padres cuando les confesaron que eran gay”.
-Seguramente, la historia también ha servido para disparar pensamientos.
-Ojalá así sea, ahí es cuando nos damos cuenta que necesaria es la ficción.
A pesar de ser una de las caras del prime time, Carrá reconoce: “Hace mucho tiempo que no veo televisión abierta, sino ficciones en plataformas. No me pondría a ver noticieros, siento que hacen mal, tienen a la gente un poco adormecida”.
-¿Por qué creés que ATAV 2 no tuvo el rating esperado?
-No tengo ni idea, pero también debo decirte que en la calle me paran constantemente para hablarme de Sara Woodward. Cuando viajo con la banda, es impresionante lo que me dice la gente en todo el país y en Instagram, permanentemente hay mensajes sobre la tira, me comentan las escenas. Además conozco mucha gente que la mira en YouTube, en una plataforma como Flow va primera, creo que hoy se elige la manera de ver. Por otra parte, sale al aire a las once y media de la noche, no todo el mundo está despierto a esa hora. Creo que se ve mucho esta historia, pero no siempre a través de la TV abierta.
-¿Por qué no se programa más ficción en la TV abierta? ¿Es demasiado costoso en un contexto de grillas atiborradas con ciclos con paneles de bajo presupuesto?
-No tengo ni idea, pero sé que el público agradece cuando hay ficción en el aire. Polka es el único lugar donde hoy se hace ficción para televisión, quizás tenga que ver con que se programa a Gran Hermano y da resultado.
-No deja de ser una gran ficción, pero sin actores.
-Tenemos que pensar qué queremos ver y si estamos dispuestos a llenarnos de propuestas como ese reality.
Carrá, coronada
En teatro, su último trabajo fue Las irresponsables, obra escrita especialmente para el elenco y dirigida por Javier Daulte, donde Carrá compartía la escena con Julieta Díaz y Paola Krum. “Fue una experiencia preciosa”.
-¿Te interesa el lenguaje del teatro?
-Sí, pero me resulta complejo hacerlo de miércoles a domingos porque no me permite tocar con mi banda. Quiero mostrar ese trabajo mucho más, aún hay gente que no sabe que canto porque, desde que era chica, fue muy fuerte mi imagen como actriz.
A pesar de su regularidad laboral, Carrá también transitó cortos períodos donde las ofertas se discontinuaron: “Hubo momentos donde no la pasé tan bien. De hecho, ahora mismo estoy en un paréntesis porque, si bien me llegaron ofertas de teatro, aceptarlas me hubiera impedido salir de gira con mi banda, aunque de eso no vivo”. La actriz se refiere a Coronados de Gloria, la banda en la cual es frontwomen, además de ser la autora de varios temas del acervo de la agrupación.
Coronados de Gloria, cuyo repertorio es bien expandido, en una búsqueda por nuevos sonidos, se encuentra realizando una gira que, en las próximas semanas, llegará al Hall del Teatro Opera (La Plata), Tecnópolis (Villa Martelli), Teatro Auditorium (Mar del Plata), Casa Pampa (Chapadmalal), Teatro Argentino (La Plata) y Café Berlín (CABA).
-Elegir entre el teatro y la banda, imagino que no es una decisión fácil.
-Sí, pero me encanta la música, llevarla a todas partes, la paso muy bien allí.
Hace pocos días, la banda ofreció “El frío de la ciudad”, un precioso corte que también cuenta con su versión fílmica. Colo Belmonte, Christian Terán, Piter Jozami Torres y Lisandro Etala completan el grupo que mantiene su formación original.
-¿Cuándo sentiste que había una vocación en relación a la música?
-No me di cuenta que había una vocación, me dejé llevar por un impulso, por algo que sentía que tenía muchas ganas de hacer.
-La esencia de Coronados de Gloria no va en busca de aquellos sonidos pensados para sonar como hit en una radio.
-No podría, no me saldría hacer eso, hago lo que siento, lo que tengo para decir.
-¿A qué le cantás?
-Depende el momento, voy reflejando deseos, me escriben mucho por la música de la banda.
La intérprete recuerda al joven que le contó que, cada vez que se le manifestaba un nuevo ataque de pánico, escuchaba su tema “Marta Elena”, tocado por Coronados de Gloria, que lograba hacerlo superar el cuadro: “Me movilizó mucho, eso también tiene que ver con la música. Esa fue mi mayor satisfacción, fue como decir ´tarea cumplida´”.
Precoz
En cierta forma, a través de la música, la actriz recupera algo de su matriz artística: “En el primer casting al que me llevaron, tuve que bailar y cantar. Incluso, en los eventos familiares cantaba temas de Rafaella Carrá o Pimpinela”. En esa infancia frente a cámaras, su rostro se hizo familiar para las audiencias gracias a la injerencia de varias publicidades que la tuvieron como protagonista.
-Siendo niña, ¿pedías formar parte del mundo artístico?
-No, era otra época, fue mi abuela quien le sugirió a mi mamá que me llevara a un casting.
-Cumplió.
-Sí, y quedaba en todas las audiciones, pero me gustaba, me divertía, era como un juego que, por suerte, sigue siéndolo.
Si su rostro estaba arraigado a partir de las publicidades, su explosión de fama llegó en la década del ochenta cuando interpretó a Meche, aquella niña que formaba parte del alumnado de la querible maestra Jacinta Pichimahuida. En esa época, figuraba con su nombre real: Gloria Currá.
La carga horaria que le demandaba Señorita Maestra, como se llamó esa versión de la historia creada por Abel Santa Cruz, era full time, aunque le permitió terminar con la escuela primaria. Sin embargo, obligaciones posteriores le impidieron cursar estudios secundarios: “Hubiera querido, pero no podía”.
Eran tiempos donde, además, la tarea artística le demandaba varias horas de traslado diarias, desde Remedios de Escalada, la barriada del sur del Conurbano donde nació, hasta los estudios de televisión ubicados en la Ciudad de Buenos Aires o en la zona de Martínez.
Descendencia
Carrá es madre de Ángela Torres, fruto de su relación con Marcelo Torres -hijo de la recordada Lolita Torres-, y de Amelia Cáceres, a quien tuvo con el actor Luciano Cáceres. Y si se la percibe bien libre, de tomar decisiones que nacen de una férrea voluntad, mucho de eso heredaron sus descendientes, un valor nada menor. “Si no soy libre, no puedo nada y supongo que se lo transmito a mis hijas”.
Ese ejercicio de la libertad la lleva a no seguir modelos impostados. A la hora de tomarse las fotografías que acompañan la entrevista con LA NACION elige no maquillarse, “no me gusta”. “En mi clase de gimnasia mencioné a Silvina Luna, que hoy lucha por su vida porque me parece que hay que hablar y revisar algunas cuestiones. La exigencia estética que tenemos las mujeres es fatal y, en nuestro medio, es peor. Me ha pasado escuchar a productores que preguntan sobre una actriz ´¿está linda?´”.
-¿Por dónde pasa tu parámetro?
-Trabajo de actriz y me quiero ver bien...
-¿Por dónde pasa el “verse bien”?
-Tiene que ver con la salud. Todas podemos ser Silvina Luna o puede ser una hija nuestra. Hay que acompañarla desde el amor, encendiendo una velita. Y también tenemos que reflexionar, pensar mucho en los parámetros estéticos, qué es lo que se le exige a la mujer que no se le exige al hombre. De hecho, al hombre se le elogia la barriga y las canas. Me parece que hay que mirar más hacia adentro y menos hacia afuera. El afuera te contenta por un rato, es una felicidad efímera, en cambio, mirar hacia adentro y pensar quién es uno, es algo más fructífero y duradero.
-En la escasa ficción argentina televisiva los personajes de más de sesenta años son muy pocos.
-¿Cuál es el miedo? ¿Por qué le tenemos tanto miedo a llegar a la vejez? En otras culturas, eso se veneraba.
-En tu caso, se percibe una satisfacción en torno al presente.
-Tengo 52 años y estoy muy contenta con quien soy, siento que tengo una capacidad para comprender y ver la vida que no la cambio con la que tenía a los veinte. A los veinte sería todo más turgente, pero soy más feliz hoy porque veo la vida de otra manera y me hago estas preguntas. Me parece que no vinimos sólo a trabajar sin parar, a exigirnos estéticamente y morirnos; hay algo más y eso tiene que ver con la sabiduría que vamos adquiriendo. Hay mucho por descubrir con la vejez, no hay que tener miedo a llegar.
Enfatiza que la mirada del afuera no define a su accionar: “Voy a buscar a mi hija al colegio en pijama porque lo que el otro piense de mí, no me define, estoy segura de quién soy”.
-Ángela, tu hija mayor, más de una vez ha realizado declaraciones fuertes sobre su vida personal. ¿Te molesta?
-Ángela es libre, haciendo se aprende. Supongo que todo lo que ella dijo le sirvió para aprender, para saber qué sí y qué no. La veo hermosa, muy mujer, me encanta charlar con ella, tenemos una relación muy linda, de mucho entendimiento. Amelia también es hermosa.
-Sabemos menos de ella.
-Tiene trece años y quiere ser actriz, va a un colegio de arte, estudia danza y es una apasionada de las comedias musicales.
Lolita
En los años en los que Carrá estuvo en pareja con Marcelo Torres, la actriz pudo ingresar al mundo de su ilustre suegra Lolita Torres. “Primero la conocí a través de Diego (Torres), cuando trabajaba con él, una época en la que compartí algunas cenas con ella”. Cuando la actriz estuvo en pareja con el padre de su hija Ángela, la situación de la querida estrella de la canción era otra: “Lolita ya estaba enferma, aunque la vi muchas veces”.
-¿Cómo era?
-Lolita era una persona muy amorosa, todo lo que salía de ella era amor. Dejaba mensajes muy amorosos en el contestador, hermosa. Y, como artista, qué te puedo decir. Una vez la escuché cantar el “Ave María” para el casamiento de uno de sus hijos y fue una locura, una belleza.
El amor, hoy
Gloria Carrá volvió a enamorarse hace tres años. El tiempo de pandemia obró el vínculo con el militante social Nacho Levy. “Nos conocimos por Instagram”.
-¿Cómo fue?
-A una historia de Instagram de La Garganta poderosa (medio de comunicación emergente del movimiento La Poderosa) le puso música de Coronados de Gloria, algo que le agradecí. Así comenzamos a hablar, nos fuimos enganchando, pero no nos conocíamos personalmente porque era el tiempo de la pandemia, estábamos todos confinados; él tiene una hijita y yo vivo con Amelia, entonces era complicado y riesgoso.
Finalmente, una amiga de Carrá se quedó con la hija de la actriz, para darle vía libre al encuentro “presencial” de la pareja, hasta ese momento virtual. Aquello que intuían en infinidad de charlas telefónicas y a través de las redes sociales, se termino de confirmar.
-Entiendo que comparten el mismo compromiso social.
-Sí, y a mis hijas les sucede lo mismo, eso te mantiene con los pies sobre la tierra, uno no puede estar en la vida paveando sin enterarse de las cosas que pasan en el país. Tengo amigas en el medio que no se comprometen con nada y me parece bárbaro, pero yo siento que puedo ser la voz de mucha gente que no la tiene, solamente por mi llegada. No puedo no comprometerme.
-¿Considerás que se interpela más a las actrices que se comprometen ideológicamente, como Nancy Dupláa o Florencia Peña, que a los actores?
-Posiblemente lo que les digan a ellas no sea lo mismo que lo que le pueden llegar a decir a Pablo (Echarri). Evidentemente, se paga un costo por decir lo que se piensa, pero también se paga por no decirlo.
-¿Encontrás otras diferencias en tu gremio en torno a la cuestión de género?
-Sí, las diferencias salariales. ¿Por qué, haciendo lo mismo, un compañero actor gana más que yo?
-¿Sigue sucediendo eso?
-Sí.
-Ante un mismo cartel o peso del personaje, ¿un actor gana más que una actriz?
-Sí.
Pensando en arbitrariedades, junto a la actriz Marina Castillo, en las redes sociales Carrá protagoniza divertidos momentos en torno a la relación entre una mujer “de buen pasar económico” y otra que realiza el trabajo doméstico. Sara y Doris es también una crítica social en torno a desigualdades y despotismos: “Es hacer una crítica desde el humor, aunque el maltrato es muy doloroso. Es algo que pasaba, era muy común, nadie revisaba nada en torno a eso y hasta me atrevería a decir que, aunque menos, sigue pasando”.
-¿Tenés esperanza en la Argentina?
-Claro, y tengo mucha esperanza en las personas, en el ser humano, siento que se viene una época mucho más espiritual.
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