Ginette Reynal: cómo es su vida hoy y por qué se animó a contar su problema con las drogas
"Estoy bastante concentrada en mi vida personal, en mi familia y en estar conmigo, pero tengo algunos proyectos también. Patenté una marca que se llama ‘Sello’ y es un juego de palabras: 'sé yo'. Mi Instagram empezó a crecer mucho y mis seguidores me preguntan qué hago, cómo me cuido, a dónde viajo. Entonces voy a hacer videos en los que cuente sobre calidad de vida y también estoy armando viajes boutique. Tengo mucha familia en todas partes del mundo, una abuela norteamericana, mi hijo Martín estudia economía y vive en California, el más chico, Gerónimo. estudia para ser cheff, en Barcelona. Mi hermana y yo somos trotamundos. Madeleine es astróloga y ya estamos armando el primer destino que es Nueva York y Savannah, Georgia, para marzo". Ginette Reynal comparte sus numerosos proyectos mientras saborea un jugo de frutas natural. Hace 22 años que no toma alcohol y hace 5 que es vegetariana. En una charla íntima con LA NACIÓN, la actriz, modelo y conductora de 59 años repasa su vida, rememora los momentos felices y desgrana los más duros que le tocó atravesar.
-¿Cuándo y por qué decidiste ser vegetariana?
-Hace cinco años, cuando decidí limpiarme. Me pareció que también tenía que cambiar mi forma de alimentarme. No soy vegana porque, por mi edad, como pescado y huevo, que es la proteína más fácil para absorber. Me gusta ser coherente en mi vida, con lo que digo y hago. Vivo del campo, de la agricultura y ganadería. Ya voy a tener un establecimiento agroecológico.
-¿Te despediste del mundo del espectáculo?
- No, me llamó el Negro Álvarez para trabajar este año, pero tengo un nieto de siete meses, Ramsés (de su hija mayor Mía Flores Pirán y Luis Ortega), y no me quiero perder sus primeros pasitos, su primer baño en la pileta. Estoy enloquecida de amor con ese bebé y si me voy a trabajar a Mar del Plata o Carlos Paz, me pierdo todo eso. Soy una abuela babosa total. Me hablás de mi nieto y te saco el teléfono con las fotos. Soy la clásica abuela.
-Tus hijos varones viven afuera y Mía es la que está en Buenos Aires y es mamá primeriza, ¿te volviste una mamá invasiva?
-Por mi naturaleza soy cero invasiva, todo lo contrario. Soy muy acuariana, muy independiente. A mis hijos los solté desde muy chicos. Los crié para que sean libres y puedan elegir porque es una de las cosas más importantes de la vida. Cuando nacieron, les daba de mamar a libre demanda porque si les ponés un horario, les estás diciendo que no saben cuándo tienen hambre sino que vos sabés cuándo el chico tiene hambre. Entonces es el primer robo de voluntad del niño.
-Hace treinta años no se hablaba de amamantar a libre demanda. Seguramente fuiste una de las pioneras...
-Siempre fui "la rara". Igual, una de las primeras fue mi tía Angie Reynal, que vive en los Estados Unidos. Siempre fui perra verde [ríe con ganas}. Es mi naturaleza, me gusta todo lo nuevo, lo de avanzada, la semilla de las cosas. No soy tradicionalista, ni repito fórmulas.
-¿Y qué cosas nuevas estás probando ahora?
-Me mudé hace seis meses y le hice el feng shui a mi casa, por un tema de curiosidad. Quería saber si funciona... ¡Y funciona! Me siento muy bien. Hago meditación, yoga, terapia. Empecé con péndulo y ya hice tres sesiones con Edith, una maravillosa de mujer. Lo que hace el péndulo es indicarte palabras que te resuenan, que tienen que ver con situaciones de tu vida. Además equilibra la energía y limpia cosas viejas. Tiene un poco de registros akashicos. Hice constelaciones familiares también.
-¿Cuándo empezó esta curiosidad por las terapias alternativas?
-Tengo recuerdos de los seis años cuando me pasaba horas tratando de mover cosas con la mente, con energía que salía a través de los dedos. Mi mamá se volvía loca porque siempre fui muy independiente, me quería comer el mundo. Era brava, y cuando tuve hijos, me di cuenta que debo haber sido un dolor de cabeza tremendo para mi mamá. Por suerte pude hacer las paces y pedirle disculpas, antes de que se muriera.
-¿Esos son tus primeros recuerdos?
-No, mi primer recuerdo es de mis dos años. Mi mamá no lo podía creer. Tengo flashes: una sensación en brazos de alguien subiendo la escalera de la casa de mis abuelos, que se vendió cuando yo tenía dos años. Me acuerdo del baño y del cuarto de mi abuela. De más grande se lo describí a mi abuela y no lo podía creer. La casa estaba en Avenida Alvear y llegaba hasta Posadas, donde estaba la casa de mis bisabuelos . En su casita tenían una escalera de mármol blanco y en uno de los rellanos había un mueblecito redondo con cajoncitos que adentro guardaban galletitas de pescaditos.
-Hace poco te animaste a contar sobre tu adicción a las drogas, ¿por qué decidiste exponerte?
-No sé qué me llevó a contarlo, pero sí tengo claro para qué lo cuento y es para que pueda servirle a otro, porque prestás atención cuando lo escuchás de personas de las que tenés otra imagen. La gente piensa: viene de una familia grande, no tiene problemas económicos, la cuidaron, la mimaron, tiene una educación maravillosa. Hablo tres idiomas: español inglés y francés, parecería que en mi vida todo es perfecto, pero me pasan cosas como a todo el mundo.
-Luego de la muerte de Miguel Pando, tu último marido, caíste en una depresión y se agudizó tu adicción a las drogas. Contaste que tus hijos te ayudaron a salir adelante. ¿Cómo fue?
-Estaba ejerciendo el legítimo derecho a vivir mal, pero mis hijos padecían el día después. Me había transformado en una persona malhumorada, gritona, peleadora porque tenía resaca, todo el tiempo estaba insatisfecha y vacía y mi existencia se había transformado en una obsesión que era: cuándo venía la próxima. No sé cuánto duró, pero sé que fueron momentos a lo largo de mi vida y el peor fue cuando murió Miguel (en 2011 por un cáncer cerebral). Sé que llevo cinco años y medio limpia. Mis hijos me sentaron un día y me dijeron: "Mamá, basta, hacé algo". Obviamente no los entendí y les contesté: "Hacé algo de qué si a mí no me pasa nada. Me estoy divirtiendo nada más". Es la clásica respuesta de las adicciones. Empecé a ir a Narcóticos Anónimos y lo recomiendo. Escuchar esto de alguien que no te imaginás que le puede pasar, hace que recapacites. La gente se identifica conmigo y por eso está bueno poder contarlo.
-Contás que llevás cinco años y medio limpia, ¿seguís yendo a Narcóticos Anónimos?
-Quiero aclarar que no tengo que hacer nada, no pasa por la obligación sino por la voluntad y el deseo de vivir mejor. Es importante saber cómo funciona el sistema de los 12 pasos de Narcóticos Anónimos o Alcohólicos o Fumadores o Ludópatas. Es el mismo sistema de 12 pasos que no puedo revelar. El anonimato tiene que ver con cuidar lo que pasa adentro, pero sí puedo contar que en los grupos somos todos iguales, personas que tenemos el mismo problema y nada más. Somos compañeros a los que nos pasa lo mismo y podemos entendernos.
- Además de tus hijos, ¿tuviste otros salvavidas?
-Mi fuerza de voluntad y la aceptación de la incomodidad que genera. Y, claro, no tratar de que esa incomodidad se vaya. Uno trata de combatir el malestar y eso provoca más malestar. Lo que me salvó es poder estar entregada, creo en Dios y a él le entregué mi voluntad y mi enfermedad.
-¿También tuviste problemas con el alcohol?
-También pero dejé de tomar hace 22 años y nunca más volví a probar un sorbo. La adición es una enfermedad y hace años que no fumo tampoco.
- ¿Qué enseñanzas te dejaron estas vivencias?
-Aprendí humildad, disciplina, a no tirarle de los bigotes al tigre, a cuidarme, a decir que no. Cuando recién empezás, es importante respetarte las necesidades personales. En mi caso, me llevaba puesta a mi misma; era bastante sobreadaptada y no tenía en cuenta si estaba cansada, si tenía hambre o sueño, seguía y seguía. Me propusieron escribir un libro contando estas vivencias y estoy muy entusiasmada.
-Decís que sos creyente, ¿te enojaste con Dios alguna vez?
- Nunca me enojé con Dios porque es lo que nos anima, nos da vida. No creo en el pecado, me parece que son métodos de dominación antiguos. Si te meto miedo y te hago sentir culpable, te tengo dominado. Es una forma obsoleta de sometimiento que se usaba cuando en el mundo había poca gente y solamente estaban educadas las personas que pertenecían a la iglesia. Hoy no necesitamos dominar a nadie. Dios es muchísimo más que todo eso. Creo en la reencarnación, en el viaje de mi alma. En este cuerpo en el que estoy viva siento tristeza, dolor, me deprimo, pero hay un ser superior a todo eso. Todos tenemos un cuerpo que es como el zapato de todo lo demás, lo que está en contacto con lo terrenal. Entonces, ¿cómo me voy a enojar con Dios porque Miguel se enfermó, por ejemplo. Era la relación de Miguel con Dios, el camino de su alma y el aprendizaje que necesitó. La iglesia predica que Dios perdona todo y yo creo que cuando tenés malas actitudes con los otros, se daña tu karma. En la próxima reencarnación te lo van a cobrar, seguro.
-Hablando de algo más terrenal, ¿cuánto cambió el mundo de las modelos desde que te despediste de las pasarelas?
-Muchísimo cambió. En mi época nosotras éramos parte del desfile, del look. Éramos todas diferentes y poníamos nuestra impronta. Ahora son todas iguales y las productoras de moda se encargan de borrarles la personalidad para que solamente se vea la ropa y es contraproducente porque para comprar ropa, te identificás con la modelo a la que viste usar la prenda. La moda siempre me interesa, es una deformación profesional. A los 36, más o menos, decidí dejar las pasarelas porque sentí que no tenía ganas de competir con una chica de 20 años que no tenía las mismas circunstancias que yo. Cuando hacés demasiadas cosas, no disfrutás nada.
-Este verano cumplís 60, ¿cómo te llevás con el tema?
- No tengo cirugías todavía. No sé qué pasará más adelante. Por ahora me miro y me gusto. Tengo mi dermatóloga hace veinte años y ahora también estoy con el médico Rubén Mülberguer. Me cuido mucho. El número no me pesa. No me peleo con la edad. A veces me levanto cruzada o bajoneada o tengo ojeras o mal el pelo y me molesta un rato, pero hace mucho que tomé la decisión de vivir bien y poner mi autoestima en otras cosas. Soy coqueta, pero trato de no ir a los extremos de nada. Pasé mucho tiempo ya en los extremos y quiero algo más equilibrado en mi vida. No es sólo genética. Me ocupo de mi interior y de mi exterior. Cuando uno se trata bien y tiene paciencia y disciplina, puede reconocer cuando entra en conductas autodestructivas porque no necesariamente tenés que drogarte para hacerte daño. Me ayuda mucho también la terapia de grupo que hago desde hace años.
-¿Hay tiempo para un amor?
-Por ahora no hay ningún amor estable. Soy re enamoradiza.
-¿Te buscan por las redes sociales?
-Sí, pero no me animo a salir con alguien que me contacta por las redes. Tinder no tengo, me parece demasiado expuesto. Si me invita alguien que no conozco, es raro que acepte, pero si tenemos personas en común, indago. Por ahí si me cruzo con alguien en un bar y da para charlar, está todo bien, pero hay algo de las redes que me da película de terror.
-Tuviste un novio que es tu primo hermano, ¿se enojó la familia?
-Me trajo algunos problemas. Fue un capítulo maravilloso en mi vida, pero prefiero atesorarlo para mí. Sigo en buena relación con él y con toda mi familia. Pudieron entenderlo. Tengo una familia muy inteligente, con la cabeza abierta.
-Tuviste tres matrimonios (Julio Zabaleta, Manuel Flores Pirán y Miguel Pando), ¿te volverías a casar?
-Si me enamoro, sí, pero pondría mis reglas. Por ejemplo, dormiríamos en cuartos separados, seguro. Con mis otros maridos compartía el cuarto, pero esta vez preferiría que me venga a visitar. Es muy importante poder elegirse, una manera de mantener vivo el amor y el deseo, porque la convivencia mata todo.
-Sos muy familiera, ¿cómo te llevas con tus consuegros, Los Ortega?
-Son divinos, es una felicidad que mi hija sea parte también de esa familia y que mi nieto tenga esos abuelos. Son una familia unida, muy buena gente. Me invitan a comer a su casa y la pasamos bárbaro.
Agradecimientos Hollywood Fit&Deli (Honduras 5560).
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