La actriz subirá al escenario del Metropolitan para protagonizar En otras palabras junto a Andrés Gil; es una historia alejada del tono de sus trabajos anteriores, que refleja cómo sacude a una pareja recibir una noticia inesperada
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“Estamos con ensayos generales desde hace muchos días, llegamos muy holgados al estreno, algo que no suele suceder”. Gimena Accardi se muestra eufórica. Gesticula, habla rápido. “Siempre fui así”, reconoce.
Esta vez, su estilo de comunicación se potencia con la adrenalina de su nuevo proyecto teatral, que subirá al escenario del Metropolitan este viernes 29 y donde irá en busca de una paleta de colores que, sin dejar de lado la comedia, buceará en la emotividad y cierto componente dramático, algo inusual para la actriz que viene de encabezar materiales muy exitosos como El otro lado de la cama y Una semana nada más, de un claro tono festivo.
Ahora es el turno de En otras palabras, pieza del actor y dramaturgo inglés Matthew Seager donde Accardi compartirá la acción con Andrés Gil: “un gran actor y una excelente persona”, define. El material se adentra en una historia de amor y el revés que reciben sus protagonistas cuando a él le diagnostican Alzheimer, modificando el curso de la vida de ambos y poniendo en juego una nueva forma de vincularse.
–¿Es un material tortuoso?
–Para nada. Apela a la emoción, es una historia de amor hermosa, una especie de Los puentes de Madison o Diario de una pasión. La obra es de esas que, cuando salís del teatro, querés salir corriendo a abrazar a tu pareja o al primero que se te cruza.
En parte, la actriz considera que la comodidad con que llega al estreno tiene que ver con “Nico ´la motoneta´ Vázquez”, como ella define a su pareja y director de esta aventura escénica. “Siempre tuvo muy clara su puesta en escena”, afirma.
En el momento de producirse esta entrevista, realizada en el café de un hotel céntrico, Vázquez se encuentra compartiendo una mesa con su equipo de colaboradores, con varios nombres que también forman parte de Tootsie, el fenómeno de taquilla que él protagoniza en la sala del Lola Membrives, como el productor ejecutivo Damián Armocida, involucrado en ambos proyectos.
Desde este viernes, Accardi y Vázquez “competirán” a tan solo cien metros de distancia, tramo que separa al Metropolitan del histórico teatro de la familia Spadone. Ni bi en comienza la charla con LA NACION, Nico se acerca a saludar y, antes de partir hacia su camarín, le pide cariñosamente a su pareja: “Amor, avisáme cuando llegues a casa”.
Fue Nicolás Vázquez quien encontró el material en una de esas tardes en la que se propone descubrir piezas que puedan movilizarlo para actuar o para dirigir. “Me dijo, ´Amor, tengo la obra´ y me la dio para leer. No se equivocó, es lo que venía buscando hacer”, reconoce la actriz reafirmando el olfato de su marido, quien no tiene límites a la hora de proponerse objetivos, aunque eso implique tomar medidas insólitas. “Hoy nos pasó algo increíble”, explica la actriz con ganas de involucrar a la otra parte en una suerte de confesionario.
–¿Qué sucedió?
–Luego de dos meses de ensayos, tanto Andrés (Gil) como yo sentíamos que ya necesitamos a la gente en la sala. Se lo hicimos saber a Nico (Vázquez), que no tuvo mejor idea que, antes del comienzo de la pasada, salir a la calle a buscar público.
–¿Buscó gente que caminaba por Corrientes?
–Sí. En la vereda del Metropolitan fue parando personas de distintas edades y les ofreció entrar a vernos.
–Imagino a esa gente comentando que Nicolás Vázquez los interceptó en la calle para asistir a una función de teatro.
–Insólito. Quince personas que vieron un ensayo general que fue prácticamente una función como las que verá el público desde el viernes. Se lloraron todo y nos hicieron unas devoluciones increíbles.
Esos mismos espectadores también tuvieron el privilegio de escuchar las palabras grabadas hace pocas horas por Graciela Borges, un maridaje de textos de Jorge Luis Borges y Pablo Neruda seleccionados por el director Vázquez, con los que se abre el espectáculo. “Tenemos muy buena relación con ella, eso nos impulsó a llamarla, pero teníamos miedo a que no aceptara”.
–¿Fue inmediata su respuesta?
–Sí, nos confesó que siempre la llaman para este tipo de cosas y que suele negarse, pero que, con nosotros era distinto, porque nos amaba.
Vivir lo propio
Así como le sucede a Juana, su personaje en la ficción de En otras palabras, a Gimena Accardi ha atravesado varios reveses en su vida. Siendo una adolescente, vivió la partida prematura de su madre, a los 46 años, luego de pocos meses de transitar una enfermedad. Durante la pandemia, su padre no pudo superar un cuadro de Covid.
En 2016, debió sobrellevar el duelo por la muerte de Santiago, el hermano menor de su marido, quien falleció a los 27 años de manera repentina mientras se encontraba de vacaciones en el exterior. Pocos años después, en 2021, Accardi y Vázquez lograron sobrevivir milagrosamente al derrumbe de un edificio de condominios en Miami.
“A la hora de interpretar textos como el de En otras palabras, una está plantada en otro lugar, pero no sólo por las experiencias que tocó transitar, aunque he pasado varios eventos tristes, sino también por la edad. Trabajo desde muy chica, pero la madurez te da otras herramientas y sabiduría a la hora de actuar. Con los años, te vas convirtiendo en mejor actor. Perdés cierta frescura, pero ganás en experiencia.”
Cuando su madre murió, ella tenía 18 años. “Nos dijeron que le quedaban tres meses de vida a esa mujer vital y fantástica que tenía solo 46 años. Fue mi primera bofetada fuerte. Vi a mi padre acompañar a esa persona enferma y la vi apagarse y morirse en cinco meses. Son sensaciones a flor de piel”.
–Tu personaje en la ficción va de la mano con ese otro doliente.
–Sé lo que es acompañar al otro que sufre, es un lugar que conozco. De todos modos, como actor no tenés que pasar por esas situaciones tan extremas para poder interpretar un momento de dolor. Los actores tenemos que apelar al poder de observación y copiar lo que hemos visto de los sucesos reales y darle naturalismo, aunque, vivirlo te ayuda.
–Tu padre también falleció joven.
–Mi papá murió en pandemia a los 60 años, era súpervital y deportista, no tomaba alcohol, jamás fumó. Se contagió Covid, estuvo dos meses en coma peleando y murió, no me lo esperaba. Fue de la primera camada que murió, antes de la aparición de las vacunas. Estábamos todos encerrados, así que ir a visitarlo era complicado.
–Más allá de lo que podés capitalizar para la actuación, los golpes duros de la vida, ¿dejan una enseñanza o esa es una frase hecha?
–Siempre se aprende. Los golpes son parte de la vida y siempre se puede sacar, aún de lo más traumático, algo positivo, dicho esto entre comillas. Intento esa búsqueda porque soy estudiosa y curiosa, busco encontrarle la vuelta, el por qué y el para qué, y lo encuentro.
–¿Sí?
–No me puedo quedar en que “las cosas pasan porque así es la vida” y tirarme a llorar y no levantarme nunca más. Duelo y duele, lo atravieso, me lo respeto, me quedo una semana en la cama llorando sin bañarme, sin ver a nadie y luego renazco, soy una Ave Fénix, me digo “Vamos, la vida sigue”, aunque sea por honor a los que no están, entonces uno es el que tiene que levantarse de la cama y vivir. Además, creo en la vida después de la muerte y esas personas están acá, viéndonos, por eso creo que, si me ven no accionando, hasta deben sentir culpa.
Señales
–¿Siempre fuiste una mujer de fe?
–Mi padre era abogado, y mi mamá, psicóloga. Fue ella quien me puso la ficha de la espiritualidad, de la fe y el más allá.
–Te preparó.
–Cuando estuvo enferma, me he acercado a muchos libros sobre la temática. Todo eso que leí me ayudó. Hace veinte años Víctor Sueiro era un loco. Hoy se habla más del tema. Por otra parte, tuve muchas experiencias que me fueron confirmando que mis viejos estaban acá, que no se habían ido.
–¿Te ha sucedido?
–Sí, desde muy chica, fueron muchas experiencias.
–¿Por ejemplo?
–Son muy personales, pero puedo decirte que tuve comunicación con mis padres ya muertos.
–¿Con los dos?
–Sí, fueron señales muy marcadas, lógicas y claras. No lo hablo públicamente.
–Se suele banalizar.
–Es algo privado, profundo y verdadero, no puedo exponerlo a la opinión pública, me parece una pérdida de tiempo. Lo creo, lo pude experimentar.
Con notable racionalidad relata su historia y exhibe el tatuaje del Ave Fénix que se hizo en su brazo. Como aquella ave de la mitología griega, se levanta y sigue. Resignificada.
–¿Cómo ayuda el arte?
–Siempre que nos pasó algo grave, estábamos haciendo teatro y había que volver a hacer funciones. Hay algo del escenario y del estar ahí que es muy sanador, como le sucederá a todo aquel que hace algo vinculado a su vocación. El teatro siempre nos ha salvado. Es el lugar donde disfrutamos, donde nos olvidamos de cualquier otro mal, aunque luego haya que regresar a la vida. El arte, para quien lo hace y quien lo recibe, siempre ayuda.
Todo tiene un principio
–Nicolás Vázquez te dirige, pero no es sencillo trabajar en pareja.
–Por ahora nos funciona mucho. Cuando se convierta en una batalla campal, dejaremos de hacerlo. Nunca pondríamos en jaque a la pareja por el trabajo. Nos convocan mucho para trabajar juntos y casi siempre nos negamos, hasta que llega un material que nos gusta mucho.
–¿Se llevan los problemas a casa?
–En esta época previa al estreno nos pasábamos las veinticuatro horas hablando sobre la obra.
Accardi y Vázquez llevaban un año trabajando juntos en TV, primero protagonizando Alma pirata y luego rodando los primeros episodios de Casi ángeles. Compartían todo con mucha empatía, pero sin que nada los hiciera pensar en otras cuestiones más íntimas. “No me atraía como hombre, no había tensión sexual, pero nos divertíamos mucho, éramos excelentes compañeros”.
–¿No te gustaba?
–Nunca quise salir con actores, tampoco me gustaban los rubios de ojos celestes.
–Cambiaste de gusto.
–Siempre salí con morochos o castaños, pero, mi madre me decía que, de tanto negarme, terminaría saliendo con un actor rubio de ojos celestes.
–¿Qué cambió luego de ese año de trabajo compartido?
–Me alcanzó la flecha de Cupido.
Todo sucedió durante el final tardío de una grabación. Accardi y Vázquez quedaron solos en el set helado en una madrugada en pleno invierno. Al despedirse, se abrazaron y algo sucedió. “Sentí lo que nunca había sentido con nadie, todo fue muy mágico”.
–¿Qué pasó al otro día?
–Fue como si se nos hubiera corrido un velo, nos encontramos para charlar sobre lo que nos había pasado.
Tiempo al tiempo
Aunque no se dice de manera explícita, el planteo del relato de En otras palabras abarca unos cuarenta años en la vida de la pareja protagonista, lo cual implica una transformación física que va de la juventud temprana a la madurez acelerada –en el caso del marido– por la declaración de su enfermedad.
“Nos preguntábamos si podíamos dar la imagen de personas de sesenta y pico de años”. Trabajo de caracterización mediante, en gran parte realizado en escena a la vista de los espectadores, los actores van haciendo madurar a sus personajes.
El nombre de la pieza alude a cómo se puede establecer la comunicación cuando el lenguaje se ve imposibilitado, pero también hay una resonancia en “Fly Me to the Moon”, el famoso tema inmortalizado por Frank Sinatra, que se escucha en la pieza.
“Aplaqué la voz, bajé mi velocidad natural. Soy de correr mucho en la vida y suelo tener esa forma, cómoda para mí, de actuar. Esta vez será la primera en la que no voy a correr en el escenario”, dice con honestidad la actriz de 38 años.
“Vi cien veces a Gime en el escenario, no quiero verte más actuar así, quiero otra cosa”, confiesa sin pruritos Accardi, recordando el mandamiento de su esposo director. “Me entregué, porque confío mucho en él, es un gran director. La gente no lo sabe: lo tienen visto como el taquillero, el humorista, pero posee un gran romanticismo, no sólo en su trabajo, sino en la vida. Es una persona a la que la emoción le recorre la sangre, por eso es de llorar mucho”.
–¿Y vos?
–Soy una roca, me cuesta mucho llorar; hacerlo en público me da vergüenza y si veo a alguien llorar no sé qué hacer.
–¿Será un recurso defensivo?
–Seguramente, por eso cuando aparece una película, un libro o una obra de teatro que me lo permite, se me abre la canilla y no paro de llorar.
–¿Qué no le permitís a Nico Vázquez que sí le permitirías a otro director?
–Es al revés, a él le permito todo. Le tengo mucha confianza, me conoce mucho y sé que buscará y sacará lo mejor de mí. Si lo mismo que me dice él me lo dijera otro, me angustiaría. En cambio, con Nico (Vázquez) nos juntamos dos perfeccionistas. Me pasa a mí cuando voy a ver Tootsie y le digo todo lo que pienso.
La actriz ya vio más de treinta veces la comedia que protagoniza su marido y que es una de las apuestas fuertes de la actual cartelera.
Así en el teatro, como en la vida
–Con Nico Vázquez conforman una pareja de exitosos, donde el ojo del espectador y del medio está puesto allí. ¿Cómo te llevás con esa exposición?
–Tratamos de hablar lo menos posible. Cuidarnos qué publicamos en las redes sociales. Hemos aprendido a sortear algunas cuestiones y no estar en un lugar de extrema visibilidad.
–Se los percibe muy caseros.
–Nos gusta eso, tratamos de tener los pies en la tierra.
–¿Cómo lográs no alienarte con el medio?
–Tengo varias amigas que no son actrices ni trabajan en algo cercano, eso me lleva a charlar sobre otras realidades, a conocer otros mundos más allá del mío.
Estudió dirección y se especializa en la dirección de actores, tan necesaria a la hora de pensar en ese rol que acompaña la puesta en escena, será por eso que le gusta verse, pero su autoexigencia la lleva a concluir que “casi nunca me he visto brillante”.
–¿Faltan buenos directores de actores?
–Suelen escasear.
En simultáneo con su actividad escénica, Accardi conduce Cuando Eric conoció a Milton, espacio del canal de streaming Olga, acompañada por Tomás “Toto” Kirzner y Homero Pettinato. Además, la actriz espera el estreno de la serie La voz ausente, basado en un texto de Gabriel Rolón, con coprotagónico de Benjamín Vicuña y dirección del uruguayo Gustavo Hernández. El material consta de ocho episodios que se verán por Star+.
–En otras palabras exhibe el paso de seis décadas. ¿Cómo te ves a los 94 años?
–El presente es lo único que tenemos, no pienso en el futuro, aunque sí me veo siempre en pareja con el amor de mi vida.
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