Gerardo Sofovich: la tragedia personal que moldeó su temple infranqueable
Hombre de hierro de la industria del espectáculo, creó éxitos como Operación Ja-Já y exprimió como nadie los juegos televisivos. Retrato de un genio cascarrabias
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Nunca se victimizó. Poco le gustaba hablar del tema. Aquel accidente vial que le costara la amputación de una pierna a sus seis años lo marcó para siempre. Acaso fue ese traumático suceso el que definió su personalidad aguerrida. Nada era imposible para él. Un tipo controvertido que ejerció importantes roles en la función pública en la época en la que su amigo Carlos Saúl Menem era el Presidente de la Nación. Creativo, conocía como nadie el gusto popular. Lo que tocaba lo convertía en éxito. Marcó una época y escribió páginas exitosas del espectáculo argentino. Amado y combatido. Nunca pasó inadvertido. Hoy se cumplen seis años de su partida física, pero su nombre quedó grabado como una marca registrada de la industria del entretenimiento. Gerardo Sofovich, el tipo que hizo una metamorfosis con la tragedia para convertirse en un triunfador.
Casi no supo de fracasos y su humor se sostenía en cómicos de renombre, bellas mujeres y una lógica machista en una época donde los empoderamientos no regían, pero la cosificación, sí. Los capocómicos dirigidos por él se nutrían de las mujeres para rematar sus chistes machistas.
Autor, director, productor y hasta animador y actor. Lo hizo todo. A la manera de Sofovich se llamaba su magazine de Canal 9 donde también despuntaba su vocación periodística, esa que inició en Noticias Gráficas, cuando tan solo tenía 14 años y ya se había convertido en un cronista de la sección deportiva. El nombre de aquel programa lo definía cabalmente. Gerardo Sofovich hizo todo a su manera. Se lo puede criticar y razones no faltarían, pero nadie podría sostener que todo lo que hizo no fue fruto de su auténtica creatividad y vocación por los medios.
De eso no se habla
Gerardo Sofovich tenía seis años cuando un tranvía lo atropelló, dejando graves consecuencias en su cuerpo. Había salido con la niñera que cuidaba de su hermano Hugo y de él, debido a que su madre le había solicitado a la chica comprar unos medicamentos en una farmacia cercana. En un descuido, y dado que Gerardo no iba de la mano de la empleada, fue embestido por el tradicional transporte público. Lo que siguió fue el horror. Griterío, la desesperación de la mujer que debía velar por el cuidado de los niños, la madre que llegó desesperada, los curiosos que no podían creer lo que veían.
En 1943, los avances de la medicina no permitieron un implante, como sí podría practicarse en la actualidad. La vida del pequeño corría peligro, así que la solución evaluada fue la amputación de una de sus piernas. Durante algunas semanas, Gerardo quedó postrado en su cama, a la espera de la lógica cicatrización. Su maestra de 1° Superior tuvo la generosidad de darle clases particulares hasta tanto pudiese reinsertarse en la vida escolar.
Gerardo pronto se convirtió en un nadador avezado del club GEBA, andaba en bicicleta y tenía gran poder de seducción con las mujeres. Será por eso que tuvo un debut sexual precoz cuando tan solo tenía diez años. No fue su decisión y aquella mujer que no le preguntó si quería le enseñó los primeros pasos en las lides del amor.
Nunca sacó partido de la discapacidad. Nunca permitió que le tuvieran lástima. Aquel accidente lo templó de por vida. A los seis años entendió que debía luchar y no rendirse para poder volver a llevar adelante una vida normal. Aquella lección le sirvió para siempre. Nunca se rindió.
Manuel, su padre, sembró la semilla en sus hijos. El hombre era dramaturgo y periodista y quien inculcó en Gerardo y Hugo la pasión por la comunicación y el oficio teatral.
Hombre éxito
Gerardo tenía mal carácter y poca paciencia. Lideraba equipos simultáneos y a su cargo podía tener más de 300 personas cuando le tocaba filmar y dirigir teatro al mismo tiempo. No gritaba, pero su susurro y la mirada penetrante de sus ojos celestes intimidaban al más valiente. Si estaba al aire, no dudaba en mostrar en cámara a algún colaborador que había dado un paso en falso. Con los años, hasta él se reía de la jugarreta y los integrantes de su equipo celebraban cuando tenían que ser retados frente a millones de televidentes.
En 1960 inició su carrera como autor, director y productor junto a su hermano Hugo. Eran una sociedad infalible, aunque Gerardo, como hermano mayor, era el que abría siempre el camino.
Operación Ja-Já, Polémica en el bar y La peluquería de Don Mateo fueron sus títulos más emblemáticos. En los programas de Sofovich desfilaba lo más granado del humor nacional: Fidel Pintos, Alberto Olmedo, Javier Portales, Juan Carlos Calabró, Jorge Porcel, Vicente La Russa, Mario Sánchez, Mario Sapag, Rolo Puente, Juan Carlos Altavista y María Rosa Fugazot fueron dirigidos por él, entre cientos de celebridades que se disponían a ser dirigidas por el hombre éxito de la televisión.
En la década del ´80, los martes por la noche se paralizaba el país. A las 21 horas comenzaba Operación Ja-Já, ciclo que podía llegar a medir 60 puntos de rating. Hoy, un éxito no llega a los 20 puntos. También es cierto que Gerardo no competía con la inexistente televisión por cable y con las plataformas que hoy exhiben cine y entretenimiento.
En aquellos programas, también se destacaba un puñado de mujeres bellas, bombas sexies les decían en la época. Adriana Brodsky, Noemí Alan, Luisa Albinoni y Amalia “Yuyito” González aportaban belleza y eran funcionales a los gags de Jorge Porcel, Emilio Disi y Rolo Puente. También participaba Carmen Morales, en el papel de la manicura Alelí.
Operación Ja-Já fue el tanque televisivo del que se desprendieron títulos como La peluquería de Don Mateo o Polémica en el bar, este último aún en el aire bajo la tutela de su hijo Gustavo Sofovich.
También la revista porteña encontró en Gerardo Sofovich a uno de sus grandes directores, en una época de oro de ese género teatral. No se privó de dirigir, no sólo a los próceres del humor que lo acompañaban en la televisión, sino también a las grades vedettes de la época como Ethel y Gogó Rojo, Norma y Mimí Pons, Moria Casán y Nélida Roca.
Su comedia El champán las pone mimosas fue una de las más vistas del teatro nacional. Cuando se estrenó en el teatro Regina de Mar del Plata en la década del ´80, Santiago Bal y Rolo Puente eran parte de la compañía. Florencia de la V y Nazarena Vélez la protagonizaron en sus últimas temporadas.
En cine, con fórmula similar a la que utilizaba en televisión, apeló a las historias siempre atravesadas por la picaresca y la exposición física de mujeres bellas. Le iba bien con estructuras simples y siempre viradas al doble sentido: Los doctores las prefieren desnudas, Los caballeros de la cama redonda, La noche de los sostenes y Las muñecas que hacen pum fueron algunas de esas creaciones lideradas por figuras como Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Susana Giménez y Moria Casán.
Ya siendo muy famoso, a Sofovich no se le caían los anillos para ir en busca de su público. Apelaba a todo para seducir y conquistar el éxito. Este cronista era un adolescente cuando se lo cruzó en la puerta del entonces Canal 13 sobre la calle Cochabamba y él mismo invitaba a los transeúntes a presenciar la primera emisión de La Noche del Domingo, aquel programa que cerraba el fin de semana con la búsqueda de perros perdidos, musicales, pulseadas y el desfile de ejemplares todo tipo de razas de animales. Un juego proponía que los dos participantes involucrados corten una manzana en partes iguales. Simple y atractivo para la audiencia de “el ruso”. También Sofovich entrevistaba a celebridades famosas y no se privaba de los chismes del espectáculo con Luis Pedro Toni, las recomendaciones de cine de Gogo Safigueroa y los rimbombantes pronósticos deportivos de Guillermo Nimo. La orquesta en vivo era liderada por Mario Marzán. El ciclo se iniciaba a las ocho de la noche y podía terminar cerca de las dos de la mañana. Así era Gerardo.
Función pública
Fue muy amigo de Carlos Saúl Menem. El vínculo tenía larga data cuando el riojano fue elegido Presidente de la Nación. En aquellos tiempos, Sofovich solía visitarlo en la Quinta Presidencial de Olivos donde compartían cenas, miraban fútbol o películas, hablaban sobre la realidad nacional y, para distenderse, charlaban sobre mujeres, debilidad de ambos.
En esas tertulias, Menem le ofreció dirigir Argentina Televisora Color, la emisora estatal de la avenida Figueroa Alcorta. Sofovich buscó darle una impronta comercial, contrató a figuras como Antonio Gasalla, a actrices amigas de Menem como Cristina Lemercier, y colocó en la grilla a su famoso programa La Noche del Domingo. Durante un tiempo, la señal contó una réplica dentro de la televisión no abierta llamada ATC Cable.
La gestión fue controvertida: aquel ATC quedó a medio camino y nunca llegó a importantes números de rating. Existía la intención de posicionar al canal con una propuesta comercial más afín a una empresa privada, posibilidad no compatible con los medios estatales, pero nunca llegó a liderar o hacerle sombra a Canal 13, Canal 9 Libertad y Telefe.
Luego de su pasó directivo, atravesó diversas causas judiciales que buscaban indagar en cómo había sido su gestión ATC, pero siempre salió sobreseído. También fue accionista de la empresa que ganó la concesión de la administración del Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires en 1991.
Fraternidad
Gerardo y su hermano menor Hugo compartieron la pasión por el espectáculo. Fueron hacedores en sociedad y por separado. Fue la madre de ambos quien le pidió a Gerardo que le diera una mano a Hugo y lo hiciera entrar en el medio. Gerardo siempre se llevaba el mayor porcentaje de las ganancias, debido a que era el líder indiscutido del grupo. Con los años, Hugo quiso mayores ganancias, lo cual llevó la relación a cierta tirantez. Ese habría sido el motivo por el que se distanciaron durante 22 años.
Una tarde, caminando por el shopping Bal Halbour de Miami, se toparon cara a cara. Programaron una cena y no volvieron a separarse más. Ya eran maduros, gente grande que conservaba ese amor de sangre. Aunque distanciados, Gerardo seguía la carrera de Hugo con devoción y viceversa. Fueron Gerardo y Celia, la esposa de Hugo, los últimos que acompañaron al autor del programa No toca botón en su suspiro final. Alguna vez se dijo que la pelea se desencadenó en una partida de truco. No fue así.
El juego fue una de las debilidades de Gerardo. Jugador compulsivo perdió y mucho en los casinos del mundo, al punto tal que podía viajar especialmente a Las Vegas para despuntar el vicio. Aquella noche que perdió más de lo normal, cifra millonaria en dólares, dijo basta. Estuvo años sin volver a pisar una sala de apuestas. Cuando regresó a las mesas exclusivas, lo hizo más sosegado. Con el cigarrillo no pudo. Su consumo de tabaco lo acompañó hasta el final y fue minando su salud a paso lento, pero firme.
Una mujer llamada Carmen
Gerardo fue un seductor nato. Su relación más extensa fue con la actriz Carmen Morales, a quien conoció porque era la mujer de un amigo suyo fallecido en un accidente durante la luna de miel con ella. Cuando la actriz de los programas de Pepe Biondi enviudó, Gerardo la acompañó en el dolor y en la convalecencia de aquel accidente. Corría 1963 cuando buscó el acercamiento laboral y la contrató para participar en Operación Ja-Já. No tardaron mucho en formar pareja.
A los dos años se casaron y tuvieron a Gustavo, el único hijo del matrimonio, quien hoy continúa la estirpe familiar produciendo teatro y televisión.
En 1995, el matrimonio entre Gerardo y Carmen se rompió. Ella se alejó de la vida pública y hoy transita su ancianidad internada. Gerardo volvió a formar pareja con Sofía Oleksak durante tres años. Luego de su matrimonio con Carmen Morales, al empresario se lo vinculó con diversas actrices, pero él siempre guardó recato y no se mostró abiertamente con nadie.
El final del guerrero
No conoció el ocaso profesional, aunque supo cuál era su lugar en sus últimos años. El hacedor imparable decidió dejarse llevar por las propuestas que le iban llegando. No tenía el caballo cansado, porque hasta último momento produjo teatro y tenía en mente más de una idea para desarrollar. Sin embargo, lo divertía sumarse a los proyectos de otros. Así fue como se convirtió en uno de los jurados más inteligentes del Bailando por un sueño, el certamen animado por Marcel Tinelli, a quien lo unía una cálida relación.
Su hijo Gustavo estuvo en el final. Habían logrado un vínculo estrecho que les permitía contarse todo. En el verano de 2015, luego de varias internaciones y más de diez operaciones cardíacas a lo largo de su vida, el cuerpo de Gerardo parecía apagarse lentamente. Una caída en Punta del Este fue la alerta. Lúcido, le dijo a su hijo: “Ya está, llévame a Buenos Aires, tuve una linda vida”. Prologó su deceso.
En Buenos Aires, a los pocos días debió ser internado. Al salir de su casa le susurró un deseo a su hijo Gustavo, quien cumplió con el mandato pedido por su padre. El 8 de marzo de ese año murió en la Clínica Suizo Argentina de Barrio Norte. El parte detalló un choque hipovolémico provocado por una hemorragia digestiva grave. Tenía 77 años y había dejado escritas páginas icónicas del espectáculo nacional.
Aquel accidente 71 años atrás, lejos de amedrentarlo fue el motor para desafiar a la vida. Vivió con intensidad. Cascarrabias y poderoso. Algunos le temían. Él jugaba con ese rótulo de hombre inquebrantable. Si hasta se reía cuando lo nombraban y de fondo sonaba la música de El padrino.
Construyó un imperio. Se codeó con el poder. La dictadura lo prohibió cuando se mofó de los militares en la revista La Semana. Nada lo detenía. Si aquel tranvía no pudo con él, nadie podría con Gerardo Sofovich.
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