En noviembre último, el periodista y productor, quien murió hoy, a los 51 años, recorría la historia de su programa La peña de Morfi, analizaba su particular relación con el público y su profesión: “Hicimos shows que no se ven en la televisión del mundo”, se enorgullecía
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En noviembre último, Gerardo Rozín -quien murió hoy, a los 51 años- brindaba una extensa entrevista a LA NACION celebrando el éxito de su ciclo La peña de Morfi, un fenómeno de inusual duración en la pantalla argentina. El ciclo, uno de los escasos espacios musicales en la TV local, debía retornar a la pantalla de Telefe este fin de semana, conducido por Iván de Pineda, pero el debut fue suspendido al conocerse la noticia de la gravedad del cuadro de su creador. A continuación, se reproduce el texto completo de ese diálogo.
En los últimos diez años, Gerardo Rozín fue el responsable de Gracias por Venir; Esta noche, libros; Morfi, todos a la mesa y el actual La peña de morfi, ciclos de muy buena factura y algunos de ellos, toda una rareza en la televisión local. “Hicimos shows que no se ven en la televisión del mundo. Nos acompañó hasta Joan Manuel Serrat con una presentación increíble, que es muy difícil encontrar, tuvimos suerte”, dice Rozín a LA NACION, recordando algunos hitos de La peña de morfi, esa joya que Telefe pone en el aire cada domingo desde las once de la mañana y que, a lo largo de cinco horas, ofrece una receta con sabor propio que fusiona buena música, ejecutada en vivo por notables artistas, propuestas gastronómicas, algo de humor y un poco de deportes.
“Somos fieles a nuestra curaduría. El último mes estuvieron José Colángelo, Jairo, Miguel Mateos y Trueno, nos gusta que así sea”, remarca el conductor. La fórmula del programa es tan rendidora como de inusual calidad. En la faena, Rozín está acompañado en la conducción por Jésica Cirio y, junto a ellos, los humoristas Alejandro Gardinetti, Chiqui Abecasis, Pato Muzzio y Luis Rubio, el periodista deportivo Ariel Rodríguez y los chefs Rodrigo Cascón y Santiago Giorgini. Además con frecuencia regular, Soledad Pastorutti acompaña a la pareja de conductores.
-Gerardo, no te ofendas, pero lo que hace la diferencia en el programa, no sos vos.
-...
-Es la locutora.
-Se llama Eugenia Quibel y es extraordinaria. Tiene una forma muy particular de decir, es una locutora con personalidad, que relata de una forma maravillosa. Tenés una muy buena manera para introducir un tema...
Rozín se sonríe, aunque algo incómodo. Lo suyo no es andar ventilando intimidades, mucho menos cuando se trata de pensar en voz alta el vínculo que lo une a Quibel.
-¿Cómo va la relación personal?
-Muy bien. Esta semana salió publicado que tenía nueva novia, pero se trataba de Eugenia.
-Forman una gran pareja profesional. Ella es de las locutoras con nombre propio, no estandarizadas en su estilo.
-A mí me enorgullece que hables bien de ella.
-Suele ser complejo compartir el vínculo personal con el trabajo.
-No es un tema en el que me guste profundizar, pero la vida de las parejas que se llevan bien, suele ser parecida.
-No te creas...
-Somos una pareja normal, natural.
Así como no se mueve cómodo comentando sobre su vida amorosa, también es cauto cuando se lo consulta sobre su estado de salud. “Estoy muy bien”, dirá más de una vez. Varias veces, así se lo ve. Activo, con energía y sosteniendo un programa que se hace en vivo, donde Rozín se reparte entre dos escenografías a varios metros de distancia. Un domingo dentro de Telefe, es ver al periodista correr de un lado a otro sin pausa, enérgico, a pesar de un contratiempo acontecido a poco de estrenar la actual temporada, iniciada el 14 de marzo.
Luego de conducir tres programas, el periodista y productor se ausentó para reaparecer el domingo 11 de abril a través de una videoconferencia. “Me voy a tomar una licencia. Ando con un tema de salud que, afortunadamente, pinta bien”, dijo en esa oportunidad, antes de ausentarse por un mes. “Falté cuatro semanas, tuve un tema de salud. Primero me tomé el tiempo para entender porque no entendía muy bien qué me estaba pasando. Si tuviera que sintetizarlo, te diría que viví, realmente, momentos de mucha preocupación. Afortunadamente, hasta ahora, salió todo extraordinario”, confiesa con entereza, en medio de una charla en la que, lógicamente, prefiere priorizar cuestiones más amorosas.
-Se te ve bárbaro...
-La verdad es que estoy muy bien. Ya llevo tres o cuatro meses muy bien.
-¿Tuviste miedo en algún momento?
-Sí, claro, por supuesto... pero cuando las cosas se arreglan, agradecés.
Prudente, prefiere no ahondar en el tema con información innecesaria: “No comento en público detalles que, quizás, no le conté a mi familia, pero estoy bien. Si la cosa se hubiera complicado, otra sería la charla. Afortunadamente, estoy bien”.
-Tenés muy buen semblante, ese es un parámetro externo que suele decir mucho.
-Al poco tiempo, las cosas empezaron a dar bien y pude volver al aire sin dificultad. Ya está, me pegué un susto, ahora, venir a hacer el programa es una felicidad.
-Además, el cuerpo no avisó, fue todo repentino.
-Así es, como suceden tantas cosas en la vida.
-Dicen que es más sano preguntarse “¿para qué?”, en lugar de “¿por qué?”, privilegiar el planteo con un sentido filosófico y no de lamentación.
-Yo soy más empírico como cuando produzco el programa: “¿Cómo viene la mano? ¿Qué hay que hacer?” Y se hace. Es como un partido, se juega y, si va bien, como en este caso, ya estás pensando en el otro.
-¿Cómo transitaste la pandemia?
-Estuve especialmente paranoico con el tema del Covid, muy encerrado. No vi a nadie, salvo a mi círculo muy íntimo.
Cuestión de números
“No convocamos a los artistas por lo que miden de rating. Todos tienen su tiempo y, muchos de ellos, además, terminan midiendo muy bien”, sostiene el responsable de la productora Corner, compañía que también tiene a su cargo Es por ahí, el programa de los mediodías de América con Guillermo Andino, Soledad Fandiño, Chantal Abad y Guido Záffora.
Rozín es de los hiperactivos. Además, cuando puede, despunta su faceta de escritor. Durante la tarde que LA NACION pasó en los estudios de Telefe, ubicados en la localidad de Martínez, el periodista aprovechó cada intervalo del vivo de La peña de morfi para pispear las mediciones del minuto a minuto del rating. Una productora, entrenada para satisfacer esta demanda de información, le acercaba las novedades que él evaluaba.
“No soy de hablar de rating, casi nunca los publico, pero hoy, hace 19 semanas que ganamos todos los cuartos, pase lo que pase enfrente, porque todos hacemos cosas buenas”, sostiene sin medias tintas. Se trabaja para ganar. Regla de oro de la televisión. En el caso de Rozín, con buenas herramientas y un programa que puede darse el lujo de tener a Jairo cantando, a María Graña ensamblada con Esteban Morgado y a Luciano Pereyra anticipando sus nuevos conciertos. Todo eso en la descarnada televisión abierta que se permite estos pequeños placeres sibaritas, como los platos que se preparan cada domingo por los histriónicos chefs del programa.
-¿Con quién te divierte más competir: Mirtha Legrand o Juana Viale?
-Te lo digo de corazón, estoy muy atento a mí programa. No sé nunca qué invitados lleva el de enfrente, me entero acá. Ese chip lo cambié hace tiempo, cuando hacía Esta noche, libros.
-¿Qué chip cambiaste?
-Entendí que la clase de preguntas que hacemos, ni mejores ni peores, solo las hacemos nosotros, con nuestro tiempo relajado. Uno toma riesgos, pero también está bien que haya otra gente que no los tome o que haga otra cosa. Nosotros tenemos que hacer un plato, servirlo rico y que se venda mucho, pero eso no quiere decir que uno no quiera que los demás no vendan.
-¿Cómo percibís este momento de la televisión? ¿Te satisfacen las grillas de los canales?
-Soy cocinero y no crítico gastronómico. De verdad, no opino. Si el otro hace hamburguesas y son ricas, quizás me gusten a mí también, pero yo estoy siempre pensando en lo que voy a servir en mi programa.
Habla con orgullo de esa creación que nació casi por azar, buscando potenciar un estreno del canal. Corría 2016 y Rozín hacía Morfi, todos a la mesa en las mañanas de Telefe cuando le propusieron un especial de domingo para darle la bienvenida a Polémica en el bar, que se sumaba a la programación de la emisora. “Veníamos haciendo Morfi..., que era un éxito del canal, pero como un lunes se estrenaba un programa nuevo a las tres de la tarde, nos pidieron que, por única vez, hiciéramos un Morfi... ese domingo para calentar el ciclo que debutaba al día siguiente”.
-¿Cómo fue que ese especial se transformó en La peña de morfi?
-Medimos mucho y nos ofrecieron seguir, pero me inspiré y dije que aceptaba hacer un sexto día de aire, si me dejaban hacer música. Estábamos convencidos de hacer eso y que nos iba a ir bien. Así que, La peña de morfi es un programa que nació de casualidad y terminó siendo un motivo de orgullo muy grande.
-¿Cómo te llevás con la popularidad que genera un programa como el tuyo en una señal abierta líder?
-La gente me trata como si no fuera de la tele, como a un pariente, con lo bueno y con lo malo que eso implica. Llego a un lugar y me empiezan a hablar como a alguien que conocen de toda la vida y me hacen comentarios de los más diversos. Como durante mucho tiempo hice política, hasta me hablan del país, de la grieta. Es muy curioso y divertido. Me ven, me gritan un “qué haces, gordo” y arrancan.
Transgresiones
“Aunque tuvo un gran rating, nadie me comentó cuando llevé a José Sacristán, quien me contó, de la mejor manera que escuché en mi vida, la Guerra Civil Española. Sin embargo, todos me comentan cuando bajé desnudo la escalera de Sábado bus”, sostiene con algo de pesar, recordando aquella escena en el programa de Nicolás Repetto, del que él era la pata periodística.
“Lo más transgresor que hice fue iluminar la mesa de tres metros de La pregunta animal, llenarla de libros y comentar lo que había allí con Tom Lupo. Fue loquísimo. Dos horas recomendando libros en Canal 9, eso fue transgresor”. Rozín no pierde el buen tono, pero se le nota su decepción por algunas cuestiones que se perciben injustas.
-¿Sábés cuántas notas me hicieron por La peña de morfi?
-No.
-Esta entrevista de LA NACIÓN es la primera.
-Más allá de determinadas articulaciones del medio, nunca hiciste concesiones con respecto al rumbo del programa.
-Nunca cedimos a no hacer música en vivo y a que la propuesta gastronómica sea siempre original. Más allá de eso, que es la base del programa, el formato fue cambiando con los años. Acá se cocina y todos los músicos vienen.
-Es el tipo de programa al cual el artista quiere ir.
-Me parece que sí, son muy agradecidos. Además nos divertimos y nos emocionamos con ellos.
-El tándem que conformás con Jésica Cirio es otro de los aciertos de La peña de morfi.
-Jésica tiene simpatía, baila como los dioses, arma climas.
Por estas horas, Rozín dialoga con Telefe sobre las modificaciones que sufrirá el formato del ciclo durante la temporada 2022. Sosteniendo la esencia, varias novedades refrescarán el programa a partir de marzo del año que viene.
-¿Boulevard Oroño de Rosario o Corrientes y Florida de Buenos Aires?
-Boulevard Oroño. Buenos Aires fue y es muy generosa conmigo, soy muy agradecido a la ciudad, pero yo soy un exiliado. Rosario es mi lugar, mi patria.
-El exiliado padece el destierro, no es una elección.
-Sí, se padece, soy rosarino, vivo de esa forma, pero sin quitarle un gramo a toda la felicidad que esta ciudad me dio. Acá soy feliz, nacieron mis hijos, pero si me preguntás, puntualmente, te respondo a favor de Rosario.
-Siempre estuvo cerca.
-Siempre.
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