Gerardo Romano: perfil de un gran provocador que no le escapa a las polémicas
Dejó la abogacía y el rugby para dedicarse a la actuación; pasional y verborrágico, ha coleccionado tantos éxitos como escándalos a lo largo de su carrera
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Abogado, exrugbier, actor y militante. Con él se inauguró el mote de sex symbol, una categoría que parecía aplicarse únicamente a mujeres hasta entonces. “En el momento en que fui galán, era a pesar mío. No me importaba mucho, pero usufructuaba ese rol, me dejaba llevar, satisfacía lo que fuese consecuencia de todo eso sin ningún prejuicio ni culpa”, le confesó Gerardo Romano a LA NACION sobre aquellos momentos de mayor auge televisivo.
Con una trayectoria de más de cuatro décadas, este actor de 76 años se hizo popular por programas como Los hijos de López, La viuda blanca, Zona de riesgo, La marca del deseo y Como vos y yo, mientras que en teatro se destacó en obras como Sexo, drogas y Rock&Roll, Padre Nuestro y Un judío común y corriente. El amante de las películas mudas, La fuga, La Cordillera y Hoy se arregla el mundo están entre sus créditos cinematográficos más populares.
Lo que muchos no saben es que este artista de cine, teatro y televisión fue profesor de derecho en la UBA, ejerció funciones en el Ministerio de Justicia (fue Jefe de la División de Sumarios), fue custodio del expresidente Arturo Illía y del expresidente de facto Juan Carlos Onganía, y tuvo un fugaz paso profesional por el mundo del rugby. Y si bien nunca imaginó que iba a dedicarse por completo a la interpretación, algunas circunstancias personales y la llegada de la última dictadura militar lo llevaron a cambiar el rumbo de su vida casi 180 grados.
“Dos circunstancias se entrecruzaron. El deporte que tiene una vejez temprana. Y la dictadura del ‘76, donde se acabó la militancia. Yo tenía mucha participación política y ahí se acabó. Con todo ese tiempo libre, me anoté en un curso de teatro y ahí empecé”, comentó en una entrevista con Implacables en mayo pasado.
Si bien el mundo de las leyes y de los scrums han quedado en el pasado, su compromiso político y su militancia siguen intactos hasta el día de hoy. De hecho, sus ideas, sus opiniones y su verborragia lo han enfrentado en más de una oportunidad con colegas, políticos y periodistas. “Me debo a mis sentimientos y a mis pensamientos y nada más. Hablar y decir lo que pienso es más fuerte que yo”, se justifica cada vez que le preguntan por sus reacciones públicas explosivas.
Actor todoterreno
Nacido el 6 de julio de 1946, Gerardo Romano es uno de esos actores que ha conseguido mantenerse vigente a lo largo de los años. Desde su debut en la década del ‘70, ha dejado su huella en cine, teatro y televisión con papeles y personajes memorables.
De protagonizar telenovelas como Rebelde y solitario, Sola y Bárbara Narváez, pasó a mostrar su versatilidad en proyectos como Zona de riesgo, Alta comedia, Los buscas de siempre, Tiempo final, Mujeres asesinas e Historia clínica. Recientemente, se lo pudo ver en series por streaming como El Marginal y Maradona: sueño bendito.
De hecho, este año el actor volvió a ponerse en la piel de Sergio Antín en El Marginal 5, un personaje tan corrupto como entrador que a lo largo de las cuatro temporadas ha generado amor y rechazo a la vez. “Es que tiene un gran magnetismo. Antín es un personaje con mucho poder, muy acaudalado, con poca solidez ética y moral. Generalmente, el psicópata siente cierta dosis de paranoia y muy poca culpa; no padece dolor psíquico por el mal que puede producir con su conducta”, reflexionó mientras advirtió que para componerlo se inspiró en ciertos personajes de la realidad política que lo influyen.
En teatro -y curiosamente desde 2015- viene brillando con Un judío común y corriente; una obra que trata sobre la religión, Dios, la vida después de la muerte y el genocidio. “Tengo una enorme atracción y respeto por esta obra. Es, de lejos, la obra más importante que he hecho. Pasaron siete años y la obra era infinitamente inferior a lo que es hoy porque, como es un unipersonal y no le tengo que rendir cuentas a nadie, yo he ido haciendo un trabajo de pulimientos, de mejoras y he enriquecido muchísimo el material dramático”, contó en una entrevista con LA NACION.
No hizo falta leer el libreto para que Romano diga que sí ni bien le llegó la propuesta. “Un día me llamó por teléfono mi representante y me dijo: ‘Estoy acá con un señor que tiene una obra para vos, que trata sobre el nazismo, sobre un sociólogo al cual un profesor de la secundaria invita a concurrir a su clase para debatir con sus alumnos el tema del judaísmo’. Enseguida le dije: ‘Quiero hacerla’. Sin siquiera leerla porque ya sabía que el tema era muy interesante para mí”, explicó.
Padre de Lucio (35) -fruto de su relación con la actriz Andrea Bonelli- y de Rita (17) –fruto de su relación con Romina Krasinski-, Romano se define un padre muy presente. Como su hija vive en Uruguay y él también tiene casa en la costa esteña, suele cruzar el charco bastante seguido. “Amo profundamente el Uruguay porque he pasado mucho de mi vida allí y estuve autoexiliado”, confesó.
Respecto a su vida sentimental, el actor no está en pareja aunque el verano pasado aseguró estar enamorado. “Mientras uno se enamora, mientras tiene capacidad amatoria, uno no envejece”, reflexionó sin develar la identidad de la mujer en cuestión. Lo que sí advirtió es que ese amor no era correspondido.
Más y más escándalos
Gerardo Romano siempre sobresalió como un personaje muy polémico. Ha protagonizado, a lo largo de los años, muchos cruces por defender lo que piensa, y se encontró en el ojo de la tormenta en más de una oportunidad por algún que otro exabrupto mediático. Sin embargo, también algunas compañeras de trabajo dieron cuenta de situaciones de maltrato y abuso que habrían sufrido de su parte mientras compartían algún proyecto.
Hace un tiempo, la fallecida actriz Mariana Prommel contó una situación que vivió con él en el set de Polka. “Grabábamos juntos Lobo. Era la primera vez que trabajaba allí y estaba rodeada de hombres, en una escena le llevaba el desayuno y el personaje de él estaba con una bata, se abre la bata y dice: ‘Vení, vení, poneme la bandeja acá’, señalándose su parte viril’', contó la intérprete aún muy conmovida.
Sin embargo, ese no fue el único momento incómodo que vivió con él: “Yo hacía de mucama. Estábamos en la cocina. Yo dejaba entrar a una persona. Él (Gerardo Romano) estaba como alucinando. Y me tenía que decir: ‘No quiero que dejes entrar nunca más a nadie sin mi permiso’. Yo le decía: ‘Bueno, discúlpeme, señor’. Y él me dice: ‘Si lo volvés a hacer... Te voy a cortar el clítoris con un tramontina”, reveló en Confrontados quien en ese entonces no dijo nada públicamente, pero supo defenderse.
En las últimas horas, otra actriz -Paula Di Chello- también acusó al artista de haberla empujado contra la pared, besarla y morderle el labio hasta dejarla sangrando mientras grababan Se dice amor; la telenovela producida por Enrique Estevanez en 2005.
Si bien la situación trascurrió hace varios años, recién salió a la luz esta semana. “Fue un desastre. Un horror. Y en ese momento no se podía hablar del tema. Estábamos en la grabación de una novela de Quique Estevanez. Eran los primeros capítulos. El personaje de Romano tenía una clínica trucha, oscura, y estaba envenenando a una señora millonaria, y yo era su secretaria”, recordó la actriz y escritora en el ciclo Mamás felices días atrás. Allí, Romano componía a Octavio Ocampo, uno de los malvados de la novela que mantenía cautiva a Juana Benegas (Silvia Kutika) en su propia clínica. El personaje de Di Chello era Tania, la secuaz de Ocampo.
“En una de las escenas, en un pasillo, sin que estuviera guionado, me pone contra la pared, me encaja un chupón, me muerde la boca y me hace sangrar”, rememoró la actriz y agregó: “El beso, ponele, pero la mordida hasta que me salga sangre del labio... ¿Qué necesidad?”. Tras asegurar que lo tiene grabado, Di Chello contó que no volvió a cruzarse con el actor nunca más pero de haberlo hecho, “le hubiera dado un cachetazo”.
En cuanto a por qué no lo denunció en su momento, la actriz explicó: “Él era un actor muy famoso y yo no; él tenía mucha experiencia y yo no. Había una cuestión de poder que era difícil de sortear, también. Sabía que si hacía algún tipo de problema o de denuncia, me iban a sacar... La decisión de irme de la novela la tomé yo, pero muchas veces las mujeres no queremos decirlo porque nos corren, nos cancelan. Es algo que sigue pasando”.
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