El conocido actor habla de su veganismo desde hace siete años y su vida familiar, a la vez que estrena una obra de recorrido en el Centro Cultural Recoleta, inspirada en la trilogía de Richard Linklater y espera el estreno de dos películas
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Gerardo Chendo ocupa sus días en los muchos proyectos que tiene, pero especialmente los dedica a los ensayos de Después del atardecer, una obra inspirada en la trilogía de las películas Antes del amanecer, Antes del atarceder y Antes de la medianoche, de Richard Linklater, con Ethan Hawke y Julie Delpy. Con producción de Andrea Ronco y dirección de Franco Verdoia, Chendo protagoniza esta obra de recorrido junto a Mónica Antonópulos en el Centro Cultural Recoleta, que podrá verse el martes 31 de mayo, el miércoles 1°, el jueves 2 y el viernes 3 de junio, a las 19 y a las 20.. “Después del atardecer tiene su propia personalidad y sucede en la Argentina. Cualquiera puede sentirse identificado con esta historia porque se refiere a pendientes, a supuestos, a cosas sin resolver. Es un mano a mano entre un hombre y una mujer que, sorpresivamente, se reencuentran luego de veinte años”, le detalla el actor a LA NACION.
–¿Qué más podes contar de esta obra de recorrido?
–Empieza en una sala del Centro Cultural Recoleta y recorre distintos espacios abiertos y cerrados, hay cine, hay música. El público nos acompaña para presenciar el reencuentro de una pareja después de veinte años. Está buenísimo y es algo poco usual. Esta pareja que se vuelve a ver casualmente, o no, e inicia una caminata a través de las distintas salas del lugar admirando su arquitectura, sus exposiciones, y hasta sus visitantes. Y mientras se cuentan su historia y descubren que la vida del otro no es tan maravillosa como sospechaban. No quisiera “spoilear” más. La idea es hacer gira por todo el país.
–¿Tenes otros proyectos?
–Hace poco terminé de filmar una película episódica independiente que se llama Putas y tiene cinco historias; una la protagonicé yo y me tocó hacer algo de mucho compromiso, porque es un muchacho con retraso madurativo. La película habla de trabajadores sexuales y en éste episodio son mujeres que se ocupan de gente con particularidades físicas, psicomotrices, neurológicos. Fue una investigación y un proceso de ensayos muy interesante. Y también hice otra película que se llama Lunáticos, de Martín Salinas, que protagonizamos con Rafael Spregelburd y Luis Ziembrowski, muy delirante, muy linda; son tres historias de una comedia grotesca. Además, estamos ensayando un espectáculo que dirigimos con Héctor Díaz, con un grupo cordobés que se llama Hecatombe y son pioneros en hacer cosas para las redes sociales. Nos contactaron para hacer una obra en Buenos Aires, y vamos a estrenar en el teatro Border, en agosto. Es muy interesante lo que está sucediente porque hay una fusión de mundos diferentes, entre nosotros que venimos de una formación clásica más teatral y ellos que son una empresa artística, que produce en todas las plataformas y con mucha creatividad. Por otra parte, tengo un estudio de entrenamiento de actores, hace ya 15 años, con muchos alumnos de distintos niveles y edades y me apasiona.
–Con varios proyectos al mismo tiempo, ¿cómo te organizás, y de qué manera entrás y salís de los distintos personajes?
–Es de las cosas más me atraen de la profesión. Particularmente me interesa la investigación, las técnicas, los modos y esto de entrar y salir de los distintos compromisos e instancias de los trabajos. Por ejemplo, cuando empezamos a ensayar Después del amanecer estaba todavía habitado por el personaje de Putas, que fue de mucho compromiso, y el cuerpo se me iba para ese lado; hubo un tiempo de depuración hasta que empecé a “linkear” con este nuevo personaje, que es un tipo de pocas pulgas, cerrado y solitario. Una vez que estableces los pilares, entras al juego. Es como jugar varios juegos de mesa diferentes, con piezas y con reglas distintas; y haces un “recalculando”, te nutrís y te predispones. Después son horas de vuelo, intuición, técnica. Eso es lo que me fascina de mi profesión. Para mí, en el hacer vas aprendiendo. Andando el carro, se acomodan los melones, como un tetris.
A los 21 años Chendo se sintió atraído por la actuación y decidió formarse. Al año ya estaba haciendo espectáculos en los sótanos de San Telmo y, a partir de los 24 años, pudo vivir de la actuación, en principio gracias a la publicidad. “Me legitimé como actor, gané confianza porque ya me pagaban, viajé, conocí directores, y apareció el cine, el teatro y después la tele. Tengo 51 años y a los 21 pisé un escenario por primera vez y descubrí que esa era mi pasión”, dice Chendo, que es muy recordado por ser el villano de Floricienta y destacarse en Malparida, Entre caníbales y El Tigre Verón, entre otros, en televisión.
–¿Alguna vez tuviste dudas sobre esa pasión que transformaste en tu profesión?
–Nunca tuve una sequía muy grande de trabajo. A veces tuve mucho, bien remunerado sobre todo en televisión. Y cuando estuve medio año sin trabajo, empecé a dar clases y descubrí otra vocación, algo que se armó como si las musas me estuvieran esperando. Desde entonces combino la actuación con la docencia, y nunca dudé porque siento que nací con esta madera de actor y desde muy chico me interesan las personas, las conductas, los vínculos. Eso es mi motor. Jamás tuve dudas, sería terrible, como si me faltara el aire. El riesgo de un artista es deprimirse, pero no me sucedió.
–¿Y tu familia te acompaña?
–Siempre. Con Marisa convivimos desde hace 23 años y creo que nuestro secreto es que ella pertenece a otro mundo, es terapeuta. Y nuestro hijo, Benicio, tiene 18 años y es actor: acaba de estrenar su primera obra oficial en El Extranjero, Torna amore. De muy chico payaseaba, construía historias, tenía su propio universo. Lo que tienen de bueno los hijos de artistas es que se sienten con derechos, y no tienen que arrancar de muy atrás, ni cumplir otros mandatos.
Un nuevo comienzo
–Alguna vez contaste que haber decidido ser vegano fue un nuevo comienzo para vos, ¿podés dar más detalles?
–En estos momentos tan particulares que vivimos hay muchos despertares, como el respeto por los géneros, por la ecología. Cada uno encuentra su afinidad para, en principio, hacer menos daño, abrir el corazón, vivir una vida más integrada, amorosa, en equipo. Hice el clic cuando entendí que los seres humanos no necesitamos vivir ni de la muerte, ni de la tortura ni del encierro, ni del sufrimiento de los animales. En 2008 me hice vegetariano y cuando filmé en Valdivia, al sur de Chile, di el paso al veganismo, en 2015. Con el tiempo descubrí que era un nuevo comienzo porque ser vegano o vegetariano implica un cambio energético, físico, kármico. Y en ese viaje estoy, no me jacto sino que soy un aprendiz. No soy un militante ni un guerrero porque no tiene sentido, pero soy un difusor del veganismo en mis redes.
–¿Tuviste que aprender a comer otra vez, a cocinar de otra forma?
–No lo viví así porque ahora hay muchas propuestas veganas. Seguramente los pioneros, hace treinta años, tuvieron que aprender muchas cosas. Hoy somos tantos y cada vez más, hay tanta demanda que hasta en los fast food hay comida vegana. Yo cocino muy poco, no me atrae la cocina, pero tengo el freezer de cosas riquísimas. Hay pizza vegana, hamburguesas veganas, helado vegano, quesos veganos, hasta en el supermercado hay muchas cosas veganas que uno ni sospecha. Es mucho más fácil de lo que se cree y rápidamente te organizas.
–¿Tu mujer y tu hijo también son veganos?
–Mi mujer se hizo vegetariana un año después que yo, y mi hijo de chico comía carne, pero hace años que también es vegetariano. En casa no se comen animales, aunque ellos sí comen derivados porque no son veganos sino vegetarianos. Todo es un proceso primero interno y después externo. Cuando estaba viniendo mi hijo, hace 18 años, hubo un despertar de algo que hasta ese momento no sucedía y, en definitiva, es un camino espiritual. Porque es espiritual tratar de no matar a un animal, mucho más que rezar a la mañana. Descubrí que todo se fue hilvanando y una cosa fue trayendo a la otra y para eso estamos acá, para hacer todo con amor. Y creo que la alimentación alivianó mi carácter porque antes era bastante más calentón, me lo permitía más.
–¿No extrañás el ritual del asado algunas veces?
–Cuando dije que no comía más carne, mis amigos dijeron, bueno, ya se le va a pasar. Y ahora ya hay cuatro o cinco que son vegetarianos, otros flexi, que son los que comen poca carne. Los amigos empiezan a considerarte y a poner verduras en la parrilla, y sino llevás comida para compartir y muchos quieren probar y descubren que es rica. Nunca hay que enojarse, y si no hay nada, trabajás la paciencia.
Para agendar
Después del atardecer: martes 31 de mayo, miércoles 1°, jueves 2 y viernes 3 de junio, a las 19 y a las 20. En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
La entrada, gratuita de acuerdo a capacidad limitada, puede solicitarse por a través de http://www.centroculturalrecoleta.org/
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