Gérard Depardieu cumple 75 años: la estrella que se apaga en medio de los escándalos sexuales
El actor fue acusado públicamente por al menos 13 mujeres de haber ejercido violencia sexual contra ellas entre 2004 y 2022 en sets de filmación y hasta en medio de una entrevista periodística; la vida extravagante de un actor de temperamento agresivo y provocador que llegó a tener viñedos en Mendoza
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Gérard Depardieu cumple 75 años este miércoles 27 de diciembre. En otras circunstancias estaríamos hablando de una fecha digna de ser festejada a lo grande a partir de la historia personal y artística de su protagonista, pródiga en reconocimientos indiscutibles.
Pero Depardieu hoy no está para celebraciones. Hoy su nombre no se asocia a ningún logro artístico. De él se habla últimamente nada más que por las denuncias sobre distintos hechos de violencia y abuso sexual que pesan en su contra. No hay estrenos, giras y proyectos artísticos en el horizonte de uno de los actores franceses más destacados del último medio siglo. Ese lugar ahora es ocupado por una ola de denuncias llenas de detalles escabrosos, el descrédito artístico y la condena social.
Hace exactamente un año la Justicia francesa confirmaba la instrucción de una causa contra el actor, denunciado por su colega Charlotte Arnould de haberla agredido sexualmente en 2018. Y, más recientemente, una investigación de Mediapart dio cuenta de los testimonios de 13 mujeres que acusaron al intérprete de haber ejercido violencia sexual durante el rodaje de once películas, realizadas entre 2004 y 2022. Al primer y resonante testimonio de Arnould se sumaron el de la actriz francesa Hélene Darras y, más recientemente, el de la periodista y escritora española Ruth Baza, que denunció haber sido violada en octubre de 1995 en París después de que mantuvo con él una entrevista para la publicación Cinemanía.
El largo silencio de Depardieu contribuyó a que creciera muchísimo más el ruidoso impacto de todas estas gravísimas acusaciones. Hasta que en octubre decidió hablar. “Ya no puedo ignorar lo que escucho y leo sobre mí en los últimos meses. Creí que no me importaba el qué dirán, pero no. No es así”, reconoció en una carta pública difundida por el diario parisino Le Figaro. “No soy ni violador ni acosador”, dijo al responder a la investigación en la que varias mujeres, entre ellas actrices, asistentes de producción y maquilladoras, confesaron por primera vez haber sido abusadas, agredidas, acosadas o violentadas en su intimidad por el actor en distintos tiempos y circunstancias.
Si Depardieu creyó que las aguas iban a calmarse a favor de sus declaraciones y de cierta tradición francesa más cercana a la “tolerancia social” que al castigo frente a denuncias tan fuertes como las que pesan en su contra, se equivocó. A mediados de diciembre ya se hablaba en Francia de que se llegó a un punto límite en el vínculo entre el actor y su público. El peso de tantas denuncias en su contra es demasiado grande como para imaginar en un regreso a la popularidad de sus mejores épocas. Mucho más desde que la televisión francesa reveló con lujo de detalles un video registrado durante un viaje a Corea del Norte, en 2018, en el que Depardieu dice cosas como estas: “A las mujeres les encanta montar a caballo. Allí sus clítoris rozan el pomo de la silla”.
Pocas horas después ocurrió algo todavía más grave. La actriz Emmanuelle Deveber se arrojó al Sena desde un puente y murió el 7 de diciembre, el mismo día de la difusión por TV de un largo informe sobre la carrera del actor como depredador sexual. Deveber fue una de sus víctimas. Lo había denunciado por un hecho de ese tipo en 2019 y ahora la policía, que confirmó su muerte por suicidio, abrió una investigación de hecho para determinar las circunstancias que la llevaron a tomar esa decisión.
Las figuras del arte francés que respaldan a Gérard Depardieu
La estrella de Depardieu brilla menos que nunca en toda su historia. Pero un grupo de figuras del arte y del espectáculo francés acaba de salir en su apoyo por medio de una declaración que apareció en la edición impresa de Le Figaro publicada el día de Navidad. Allí están respaldándolo firmas tan reconocidas como las de la cantante y ex primera dama de Francia Carla Bruni, Charlotte Rampling, Carole Bouquet, Nathalie Baye, Victoria Abril y Pierre Richard, que dicen que al perseguir a Depardieu como se lo hace en este momento “es el arte el que está siendo atacado”, además de criticar “el torrente de odio que se vierte sobre él sin matices, con la mayor confusión y desprecio por la presunción de inocencia”.
La declaración elude cualquier referencia a las acusaciones contra el actor y afirma que el Poder Judicial debe hacer su trabajo al respecto. Pero a la vez reivindica a Depardieu como uno de los mejores actores de Francia y uno de los últimos íconos sagrados del cine. “Cuando uno persigue a Gérard Depardieu de esta manera, es el arte el que está siendo atacado. A través de su genio como actor contribuyó en la historia del arte de la manera más elevada. Francia le debe mucho por eso. El cine y el teatro no pueden pasar por alto su personalidad única”, agrega esta carta de apoyo, que se sumó a otro respaldo clave, el del mismísimo presidente francés Emmanuel Macron. “Nunca me verán involucrado en una caza de brujas”, dijo el mandatario en una entrevista difundida por TV el 21 de diciembre. Allí se declara gran admirador de un actor que “enorgulleció a Francia”.
Toda esta defensa de Depardieu tiene que ver en principio con su impresionante carrera en el cine. Lleva hechas casi 200 películas. Algunas de ellas son verdaderas obras maestras, en parte por los méritos indiscutibles de su protagonista. Otras podrían avergonzar a un actor de su categoría, valorado entre los mejores de Europa a lo largo de las últimas cinco décadas, pero es muy probable que nunca se arrepienta de una sola de esas apariciones. Hasta en las peores, según confesó más de una vez, pudo decir cosas que le interesaban.
Pero en estos días agitados, el actor más popular de Francia debe estar pensando mucho sobre la conveniencia de haber apostado fuerte en la última década por Vladimir Putin. Tal vez imaginando que el recuerdo inmediato de sus elogios incondicionales hacia el autócrata ruso podrían profundizar todavía más una reacción negativa de la opinión pública francesa. Depardieu comenzó 2023 como lo hizo 2022, año de inicio de la invasión a Ucrania: en un cono de sombra. Ese mutismo se alteró solo en una oportunidad, cuando hizo un llamado para frenar la guerra provocada por la invasión de las tropas rusas ordenada por Putin. “Rusia y Ucrania siempre fueron países hermanos. Estoy en contra de esta guerra fratricida. Les digo: ‘¡detengan las armas y negocien!’”, dijo el actor a la agencia de noticias AFP en marzo pasado.
Ahora, de una manera irónica, Putin y Depardieu conviven en forma de estatuas de cera en un depósito del Museo Grévin, que desde 1882 alberga una exhibición permanente con la reproducción en ese material de figuras famosas, visitada por casi un millón de franceses cada año. A mediados de diciembre, tras comprobar las reacciones negativas de los visitantes, las autoridades del museo retiraron la estatua dedicada al actor. Lo mismo había pasado con la de Putin después de la invasión rusa a Ucrania y el comienzo de la guerra.
El temperamento agresivo y provocador siempre ha sido la marca identificatoria de la personalidad de Depardieu, en quien conviven todo el tiempo el triunfo artístico, el escándalo y algunas decisiones extrañas, curiosas o extravagantes. Por ejemplo, cuando se le preguntó hace poco sobre los alcances de su ciudadanía rusa, que adoptó en 2013 en protesta por un aumento de impuestos en Francia y recibió de manos del mismísimo Putin, confesó que la mayor parte del tiempo la pasa “a la deriva”, navegando por el Mediterráneo. “Tengo dos barcos para la pesca de altura. Uno en Dubai, país del que también soy ciudadano, y el otro en Estambul, donde mandé ambientar un departamento”, dijo.
También es dueño de una mansión del siglo XIX en el corazón de París, en la que recibió a LA NACION en 2016 poco antes de su última visita a la Argentina, durante la cual hizo una de sus típicas películas olvidables (la comedia policial Sólo se vive una vez, junto a Peter Lanzani, María Eugenia “China” Suárez y el español Santiago Segura) y un par de extraordinarios recitales de dramaturgia y música en el Teatro Colón, frente a una sala semivacía.
En esa entrevista contó que decidió vender las dos hectáreas y media de malbec que tenía en la provincia de Mendoza. “A pesar de su calidad, encuentro los vinos argentinos un poco pesados”, reconoció con aire de experto. Siempre se habló de su interés por la vitivinicultura como hombre de negocios y también de una cultura alcohólica que, en su caso, resultó el marco de unos cuantos excesos.
En 2014 contó en una entrevista que podía llegar a consumir 14 botellas de bebidas alcohólicas en un solo día. “Yo no bebo como una persona normal. Empiezo en casa, con champagne o vino tinto antes de las 10 de la mañana. Después más champagne y luego pastis [típica bebida francesa hecha a base de anís], quizás media botella. Después el almuerzo, acompañado por dos botellas de vino. Por la tarde champagne, cerveza y otra vez pastis hasta terminar la botella. Más tarde vodka o whisky. Bebo cuando me aburro y nunca termino completamente ebrio, solo un poco achispado”, dijo a la revista So Film.
Depardieu protagonizó unos cuantos accidentes de tránsito mientras manejaba con más alcohol del permitido en su cuerpo y sobran anécdotas de las escenas que grabó en estado de ebriedad para algunas de sus películas. En esos casos no cumplió con su propio consejo: “Todo lo que hace falta para evitar la borrachera es nada más que una siesta de 10 minutos y un poquito de vino rosado. Después uno se siente como una rosa”, completó.
De la delincuencia juvenil a la actuación
Toda esa conducta excesiva es el rezago de una personalidad rebelde y conflictiva desde la juventud. Nacido en Chãteaureaux, pequeña ciudad del centro de Francia reconocida por su patrimonio histórico y arquitectónico, Depardieu se volcó a la delincuencia en sus años juveniles, pero logró salir con la ayuda de un psicólogo penitenciario, que le recomendó tomar clases de actuación como terapia. Con el tiempo terminó reconociendo que actuar es lo que más lo alegra en la vida. “Soy actor por casualidad”, le dijo a LA NACION en 2016.
En esa larga entrevista se mostró también como un apasionado conversador, un lector voraz y un amante de la música. Creció marcado por la pobreza en un minúsculo hogar de dos habitaciones y expuesto a los castigos de un padre violento y alcohólico. “Éramos tan pobres que siendo adolescente tuve que ayudar a mi madre a parir a mi hermana menor”, confesó.
Perdió el habla entre los 13 y los 15 años, tiempo en el que solo podía expresarse a través de onomatopeyas. Recuperó la palabra “leyendo en voz alta, aún cuando no se comprende lo que está escrito”. Y desde ese momento nunca dejó de hablar, a veces casi compulsivamente. Gracias a esta disposición y una imponente presencia física que siempre logró jugar a su favor, el joven Depardieu empezó a ganarse un lugar cada vez más importante en el cine francés y europeo. Su primer gran éxito, Las cosas por su nombre (1974), expresaba en la pantalla las características básicas de su personalidad rebelde, provocativa, desmesurada, a veces descortés y hasta vulgar.
Pero la voracidad que lo identificó en todo sentido (laboral, corporal, intelectual) le confirió con el tiempo hasta un aura distinguida que nadie imaginaba en él. Así se convirtió, en 1990, gracias a una inolvidable película de Jean-Paul Rappeneau, en el rostro definitivo de Cyrano de Bergerac. Dos monólogos extraídos del texto de Rostand estuvieron entre lo mejor de su actuación de 2016 en el Teatro Colón.
Podríamos sumar al Cyrano unas cuantas muestras más de la grandeza interpretativa de Depardieu en el cine, con el respaldo de grandes directores: Mi tío de América (Alain Resnais), Novecento (Bernardo Bertolucci), El último subte (Francois Truffaut), Danton (Andrzej Wajda), Todas las mañanas del mundo (Alain Corneau), Jean de Florette (Claude Berri), El cantante (Xavier Giannoli), Bellamy (Claude Chabrol). A finales de 2022 se convirtió en el nuevo rostro del famoso inspector Maigret, la creación de Georges Simenon, en una película de Patrice Leconte, recientemente incluida en el catálogo de la plataforma Amazon Prime Video.
En términos literales y simbólicos, la presencia de Depardieu es tan enorme que nadie se explica cómo fue capaz de hacer tantas películas y encarar fuera de la pantalla emprendimientos de todo tipo a lo largo y a lo ancho del planeta. Participó de negocios relacionados con el petróleo en Cuba, montó una inmensa concesionaria de motos cerca de París, tuvo restaurantes y, por supuesto, una incontable cantidad de viñedos, incluidos los que durante algún tiempo poseyó en la Argentina.
También enfrentó unos cuantos momentos ingratos, desde la muerte de su hijo Guillaume a finales de 2008 hasta el bypass al que tuvo que someterse por su sobrepeso, el exceso de colesterol y “otras cosas” que no quiso especificar.
Un desaire a su país
Cansado de los políticos franceses y sobre todo del impuesto a las ganancias que lo obligaba en su país a tributar el 73% de sus ingresos, Depardieu protagonizó allí en 2013 un verdadero escándalo nacional cuando decidió aceptar el pasaporte ruso. Fue recibido como un héroe en ese país, le llegaron a ofrecer hasta un ministerio y hasta mucho después siguió defendiendo con enjundia al artífice máximo de esa concesión. “Veo alguien extremadamente valiente, que si no estuviera allí todo sería un caos absoluto”, dijo a LA NACION sobre Putin.
La guerra lo obligó a morigerar tantos elogios y a atender otras cuestiones más urgentes, entre ellos sus asuntos ante la Justicia francesa. “Soy inocente y no tengo nada que temer”, dijo a finales de febrero de 2022 al diario italiano La Repubblica. Esta novedad judicial conectó la realidad de Depardieu con la ficción de Welcome to New York, de Abel Ferrara, en donde el actor lleva al cine la vida del exdirector gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, cuya carrera pública terminó en medio de varias acusaciones por delitos sexuales.
Mientras tanto, Depardieu no para. Además de Maigret, su nombre aparece en no menos de siete películas ya terminadas y con estreno cercano, en proceso de producción o próximas a iniciarse. El estreno en streaming de la película de Simenon fue la última ocasión para hablar de Depardieu fuera de sus escándalos. ¿Qué pasará con los otros proyectos? ¿Acompañarán el ostracismo artístico que vive hoy quien fuera la gran estrella del cine francés? ¿Cómo serán recibidos si llegan a estrenarse?
Fuera del cine, se comenta que Depardieu tiene desde hace tiempo otros proyectos en la cabeza. Como la idea de producir una marca de “vodka biológico” con ingredientes “respetuosos del medio ambiente” y agua de manantiales montañosos. Para eso deberá aguardar la llegada de tiempos más favorables y transita, en medio de escándalos sexuales y acusaciones cada vez más graves, el cumpleaños más amargo de toda su vida.
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