Gérard Depardieu: por qué existe una “tolerancia social” en Francia ante las reiteradas denuncias de abuso sexual contra el actor
Según el medio centenar de mujeres consultadas por el sitio de investigaciones Mediapart, las agresiones ocurrían a vista de todos; “Este escándalo permitirá saber si Francia es capaz de soportar un #MeToo nacional”, afirma la industria del cine francés
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PARÍS.– Desde hace medio siglo, pero sobre todo en los últimos 25 años, el nombre de Gérard Depardieu alcanza para asegurar el éxito de un film o de una serie de televisión. Cada entrevista –radial, televisada o escrita– lo presenta invariablemente como el “más grande actor francés”, “intérprete excepcional” o “monstruo sagrado”. Encandilados por la gloria del artista más celebrado y mejor cotizado de Francia, nadie se había atrevido hasta ahora a dirigir los reflectores sobre la realidad: su comportamiento con las mujeres. Ese secreto, que todo el mundo conocía, pero nadie se atrevía a revelar, quedó cruelmente expuesto con una larga denuncia publicada esta semana por el sitio de investigaciones Mediapart demostrando que Depardieu se comporta en forma permanente como un predador sexual.
“Este escándalo permitirá saber si Francia es capaz de soportar un #MeToo nacional”, afirma toda la industria del cine francés.
A diferencia del affaire Harvey Weinstein, que precipitó la detención y el juicio del productor norteamericano en 2017 y sacudió la industria cinematográfica de Hollywood, las repetidas agresiones sexistas y sexuales de Depardieu son toleradas como un fenómeno natural en Francia. “¡Oh… usted sabe, Gérard es así!”, justifican los testigos de sus excesos. La verdad es que nadie parece querer ver la realidad y muy poca gente se atreve a cuestionarlo por temor a poner en peligro su futuro profesional.
“Cuando le acaricia los senos a una actriz de reparto, manosea a una maquilladora o acaricia las nalgas de una actriz debutante, en pleno set de filmación, la mayoría baja los ojos y cierra la boca, miran distraídos al techo o tosen contrariados. Otros inventan pretextos para interrumpir la escena. Pero nadie, jamás, se atreve a intervenir para reprimir sus actitudes bestiales. El adjetivo no es exagerado teniendo en cuenta los relatos de sus víctimas”, afirma una conocida productora.
Sobre las 13 mujeres que acusaron recientemente al actor para apoyar el juicio por “violación y agresiones sexuales” iniciado por la actriz Charlotte Arnould, todas sus víctimas –sin excepción– relatan escandalizadas su modus operandi: su aproximación comienza por lo general emitiendo sonidos que imitan la brama de los ciervos, los gruñidos del cerdo, los jadeos caninos u otras onomatopeyas de animales en celo. El medio centenar de mujeres consultadas durante la investigación de varios meses que realizó Mediapart es una colección de descripciones obscenas de las agresiones sufridas a la vista de todos –incluso en pleno rodaje–, propuestas formuladas en términos de extrema indecencia y groseras descripciones de su excitación.
“Después de uno esos sórdidos episodios me sentí humillada y sucia, como si hubiera sido violada. Jamás me sentí tan mal después de haber sido acosada por un hombre”, recordó una figurante identificada como Lyla. Ese tipo de descripciones se repite al infinito. Los menos interesados en intervenir son, desde luego, los productores o directores por temor a ser desterrados del paraíso de euros sobre el que reina ese personaje gargantuesco. Mediapart solo logró encontrar un director, Fabien Onteniente, que se atrevió a amonestar en voz alta a Depardieu después que el actor puso las manos sobre una actriz durante la filmación de Turf, en 2013. “Si continuás, paro la filmación”, le advirtió. El gran icono del cine francés “se detuvo en seco y se recluyó en un rincón del set, como un niño castigado”. En el medio cinematográfico, su comportamiento era de notoriedad pública.
“Cada vez que en una conversación aparecía el nombre de Depardieu, cada uno evocaba su historia o algún episodio que había presenciado”, reconoció una iluminadora que testimoniará en el juicio iniciado por Charlotte Arnould.
No son pocos las denuncias de ese tipo de agresión. En una entrevista publicada en 1977 por la revista Film Comment, reproducida en 1991 por el semanario Time, Depardieu reconoció que con un grupo de amigos participó en una primera violación cuando tenía apenas 9 años. “No se trataba verdaderamente de violaciones. Eran historias de chicas que se ponían en una situación que les gustaba”, agregó. “Después hubo otras numerosas violaciones. Era algo absolutamente normal en esas circunstancias”, insistió. En esa época, cuando todavía no existía el movimiento #MeToo, esas declaraciones del “ídolo violador” –como lo definió el diario Washington Post–, provocaron un enorme escándalo en Estados Unidos e impulsaron a la poderosa National Organization for Women (NOW) a pedirle al actor que presentara excusas públicas. Esas reacciones fueron definidas en Francia como acciones provocadas por las ligas puritanas de los Estados Unidos y “ataques orquestados” por la industria cinematográfica norteamericana, “asustada por la gran popularidad del actor francés”. Sin temer el riesgo de convertirse en cómplice, el entonces ministro de Cultura, Jack Lang, le envió un elocuente telegrama: “A tu lado, de todo corazón”.
Quienes conocen la intimidad del caso, no se atreven a afirman que existe “complicidad o protección”. Pero todos admiten que cuenta con una especie de “tolerancia social”. Esa actitud, que se traduce en una forma de “cobertura”, se multiplica incluso en el extranjero, donde Depardieu es invitado con frecuencia por grandes líderes políticos, como Vladimir Putin en Rusia, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Islom Karimov en Uzbekistán, Nursultan Nazerbayev en Kazajistán, ninguno de los cuales es un adalid de la democracia. Algunos le ofrecieron pasaporte e incluso nacionalidad. Pero cada uno de esos viajes tiene su precio. Alain Delon y otros actores franceses también aceptan esas “prestaciones” a cambio de enormes retribuciones, pero el cachet de Depardieu incluye también piedra libre para sus depredaciones. Para mantener su acceso a esa industria, que le asegura millones de dólares por año, el actor no vacila a veces en cometer otro tipo de excesos, sobre todo cuando respaldó la invasión rusa en Ucrania. En ambos casos, como le mostró medio siglo de experiencia, el actor probablemente piensa que ese tipo de escándalos se extinguen con el tiempo. Es lo mismo que suponía Harvey Weinstein.
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