Georgina Mollo: de Chiquititas a su retiro del medio, el éxito, los gritos en el set y sus sueños con Romina Yan
Integró los elencos de las novelas infantiles más exitosas de todos los tiempos, creció en los escenarios de Cris Morena pero abandonó la actuación para dedicarse a su familia y hoy, a sus 37, se reencontró con su primer amor: el teatro
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Gerorgina Mollo comenzó su carrera como actriz casi por equivocación, se presentó al casting de Chiquititas reemplazando a su hermana que no había querido ir a causa de una lluvia torrencial. A esa decisión, la misma que cambió su vida adolescente, es a la que vuelve hoy con 37 años y siendo madre de tres.
Cuando dejó de actuar, lo hizo porque se encontró, casi por casualidad, con el anonimato y le gustó. Y pese a que siguió siendo una “cara conocida” durante un tiempo, finalmente su entorno se acostumbró y “Georgi”, como le decían también a su personaje en la ficción; estudió Diseño de Indumentaria, se puso en pareja y fue mamá.
Con la aceptación de sus hijos mediante, el año pasado se animó a volver a ese primer amor: la actuación. Si bien sigue estando muy presente en la crianza de sus hijos, Felipe, Juan y Eva; Mollo volvió al lugar que siempre disfrutó más: el teatro. Todos los domingos, a las 20.30, se sube al escenario de la sala Multiescena para protagonizar con Solange Verina (amiga y ex compañera de Chiquititas), Nicolás Zuviría y Gastón Ares Un balcón con vistas, una reconocida comedia española sobre el amor y la vida en pareja.
-¿Cómo se dio empezar con la actuación nuevamente?
-Empezaron a dar Rebelde Way en Netflix y a mis hijos les empezó a interesar saber quién era yo. Veían a sus ídolos en la pantalla y también salía mi cara. Empezaron a hacerme preguntas sobre la actuación y a interesarse. Yo muchas veces dudé de volver a la actuación porque no quería dejar de dedicar tiempo a mi familia. Mis hijos están muy acostumbrados a estar conmigo, estoy en todo momento: las comidas, las tareas, los deportes; en todo estoy yo. Entonces, les dije: si yo empiezo a trabajar, tengo que dedicarle mucho tiempo, es mucha responsabilidad y no voy a estar todo el día en casa. Ellos lo aceptaron y entonces yo también me lo permití. Empecé a estudiar teatro, porque sentía que no tenía herramientas. Sentía que todo lo que había hecho en televisión lo había ido aprendiendo y me había salido de manera natural.
Y empecé en los ensayos, sentía que no sabía cómo poner la voz, qué hacer con el cuerpo. No quería hacer un cachivache, una ridiculez. Y menos arruinar una obra que es realmente linda. Los compañeros que tengo son unos genios y María Rosa [Frega] nos dirigió y dirige de forma excelente. La obra sacó eso de mí que estaba, como si el cuerpo tuviera memoria.
-¿Cómo conciliás tu rol de madre con las horas de ensayo y de función?
-La función es los domingos y los chicos pueden venir todas las veces que quieran. Nosotros somos papás separados, así que algún fin de semana están con él. Pero los ensayos fueron muy intensos en las últimas semanas, habíamos tenido pocos por temas de Covid y otras cosas. Pero mis hijos, justo están de vacaciones, así que no tuve mucha corrida. De otra manera hubiera tenido que ir corriendo al colegio y de acá para allá. Igual ellos hacen muchas actividades, así que los iba a buscar al gimnasio o a hockey. Justo ensayábamos en la época en que empezaban a hacer todas las muestras, en ese sentido este año fue impresionante, nunca hubo tanto. Así que un poco estuve a las corridas, pero también estoy acostumbrada. Igual, mi mamá me ayuda muchísimo y mi marido también. Tengo dos hijos con mi pareja anterior y uno con mi pareja actual. Él me apoyó un montón, y me incentivó mucho hacia la actuación.
-Hace poco publicaste en tu cuenta de Instagram que habías soñado con Romina Yan, ¿cómo era tu relación con ella?
-Hermosa, yo tuve el privilegio de conocerla fuera de las grabaciones. Construimos una amistad muy linda, era casi como una hermana mayor para mí, me aconsejaba en todo. Me acuerdo que cuando se separaron mis padres, yo tenía 14 o 15 años, y en esa época no estábamos muy acostumbrados a los divorcios. Ella me contó su experiencia. También me aconsejaba cuando me enamoraba de algún chico, me llamaba, me escribía cartas. Éramos súper unidas.
Muchas veces me pasa de soñar con ella, sobre todo en momentos clave, tengo esos sueños que cuando te levantas pensás: “esto no fue un sueño”. Te dejan una sensación fuerte. Cuando estaba embarazada, soñé que ella venía y me tocaba la panza. Después veía como ella se levantaba y desaparecía. Esto fue una visita, pensé. Me pasa muy seguido soñar con ella, y siempre la veo con una sonrisa y cuando lo comparto con amigos en común, me dicen que también les pasa. Llamaba mucho la atención la sonrisa de Romina.
-Uno de los comentarios que recibió el posteo sobre Romina fue el de Cris Morena, ¿seguís teniendo vínculo con ella?
-Sí, no nos vemos, pero nos mandamos algún mensaje de tanto en tanto. Ella siempre nos saluda para los cumpleaños. Hace un tiempo me invitó a su espacio de arte, lo tengo pendiente. Son recuerdos muy presentes, como si todo hubiese sucedido hace muy poco.
-Fueron muchos años los que trabajaste con ella…
-Sí, trabajé durante seis años. Y después yo siempre fui a ver Chiquititas. Nos cruzábamos en algún cumpleaños también, igualmente estaba lo laboral por un lado y lo personal por otro.
-Siguen apareciendo repercusiones por el maltrato que sufrieron algunos chicos durante las grabaciones de Cebollitas, ¿cómo era el trato en las producciones en las que vos estuviste?
-Cuando me preguntaron, me llamó mucho la atención porque nunca sentí maltrato, para nada. Está bien que eso era Cebollitas y lo nuestro era Chiquititas, pero compartíamos los pasillos. Trabajé con la misma gente que estuvo en Cebollitas durante otros proyectos y nunca sentí que hubiera maltrato infantil. Sí, haciendo memoria o trayéndolo al día de hoy, me doy cuenta que estaba naturalizado el grito, como también era el trato en el colegio. Las maestras te gritaban, no digo un insulto o una mala palabra, pero sí decían cosas que hoy no dirían. En esa época estaba naturalizado el grito, y si bien éramos chicos, trabajamos con y como adultos.
Teníamos que saber la letra, respetar un horario y a nuestros compañeros. Si vos estas trabajando, de alguna manera, tenés que atenuarte a las consecuencias. No podés ir ahí a jugar. Si te equivocás la letra porque no la estudiás o si estas jugando con algún compañero es obvio que te van a retar. Como lo hacían también en el club, en el colegio o en tu casa. Juan decía que en su escena, si se equivocaba, la pasaban para otro día. Entiendo esa parte, pero no lo viví como maltrato en ese momento. Poniéndome en el lado de mamá, no me gustaría vivirlo.
-¿Como mamá someterías a tus hijos a la actuación desde tan chicos?
-Cambió tanto todo en el último tiempo que no creo que hoy tengan ese trato con los chicos, que te aclaro, nunca tomé como maltrato. Pero hoy estamos acostumbrados a otra cosa y si alguien te grita, te molesta. Desde ese punto de vista, lo veo raro. Pero en el momento no me sentí ni atacada ni lo viví como maltrato.
-¿Qué significó en ese momento protagonizar éxitos tan grandes como Chiquititas o Rebelde Way siendo tan chica?
-Fue increíble. De hecho, me di cuenta de la magnitud a la distancia, mientras lo estaba viviendo no lo percibí tanto. Si bien, era más de lo que jamás hubiera soñado, las cosas se iban dando de manera muy natural y espontánea. Era como una costumbre, empecé a trabajar en televisión y desde el principio fue un éxito. Después fuimos a trabajar al teatro, salíamos en revistas, la gente en la calle nos perseguía, nos sacaban fotos. Pero fue una cosa natural. Después a la distancia, a veces, cuando hacen compilados de lo que fue Chiquititas, veo los números, la cantidad de gente que fue al teatro y no lo puedo creer. Todos esos chicos querían ser nosotros. Cuando veo a mis hijos o incluso cuando me acuerdo de mí, yendo a ver Jugate conmigo y pensando que era mi sueño estar ahí, conocerlos. Fue increíble, impensado. Siempre pienso que me gustaría volver un día a esa época y disfrutarlo un poco más, a veces siento que me quede corta.
-¿Seguís en contacto con alguna de las chicas del elenco?
-Con Solange [Verina] siempre mantuvimos contacto, nunca lo perdimos. Con Jime Piccolo, tampoco. Valeria Díaz se fue a vivir en Inglaterra pero cada tanto vuelve y nos juntamos. Con Guille [Santa Cruz] también. Con otros quizás no nos juntamos pero siempre hay algún mensaje de feliz cumpleaños. A veces, tienen que pasar uno o dos años para que hagamos una juntada o hablemos, pero tenemos nuestro grupo.
-Dijiste que dejar la actuación se fue dando “casi sin pensarlo”, ¿no hubo algún hecho en concreto que haya contribuido a que eso pase?
-Cuando empecé a estudiar me di cuenta que no tenía tantas ganas de dedicarle tiempo. Yo veía que mis compañeros se empezaban a formar en lo artístico y a mí eso no me llamaba la atención. Sí me atraía el diseño; y para mí el CBC [Ciclo Básico Común] de la UBA fue durísimo. Hubo semanas en las cuales, quizás, no dormía durante tres días, iba a grabar, llegaba a mi casa y comía para estudiar y volver a irme a la facultad. Fue tanto sacrificio el CBC que me propuse ponerle pilas, sobre todo porque me gustaba.
Me hice un grupo de amigas que no eran de televisión y nos fuimos de vacaciones a Brasil donde no me conocía nadie, fue un shock, que la gente no me mirara me gustó. Sentir que se acercaban a hablar conmigo y no porque era la de Chiquititas, me encantó. Cuando sos chico es fuerte eso, sabes que la gente que se acerca lo hace porque salís en televisión y si se acercan a tu familia, también es por vos. Fue bastante pesado eso y cuando me di cuenta de que la gente no me conocía, que estaba en otro país, me gustó.
Tenía un poco de ganas de volver, pero hacer una aparición era volverse público. Así que me mantuve en el anonimato. Después tuve hijos y no quería que ellos estén en el medio y que vivan lo que vivieron mis hermanas, a las que constantemente les preguntaban por mí. Se dio así y lo acepté, tampoco vinieron y me dijeron: “¿qué querés hacer?” Empezaron a bajar mucho los proyectos de televisión y cuando surgió todo lo de los influencers me sentí en otra vereda. No me veía filmando mi vida o haciendo un monólogo y vendiéndome a mí misma. Me sentí fuera del circuito. Ahora es otra historia, ahora me animo a explorar la actuación pero desde otra vereda.
-¿Cómo fue la transición hacia una “anónima”?, ¿extrañabas la fama?
-Fue una transición paulatina. En la UBA, cuando estudiaba, todavía era conocida porque recién había dejado hacer Rincón de Luz y Rebelde Way. Me preguntaban qué hacía estudiando, y a mí eso me dolía, pensaba: “¿por qué no puedo estudiar?” Después me empecé a juntar siempre con la misma gente y dejó de ser noticia mi pasado en la tele. Igual cada tanto algo resurge, sobre todo con Chiquititas. Más aún ahora que lo repiten, la gente lo mira por Youtube, están todos los capítulos y no me cambió tanto la cara. Cuando no me reconocen los chicos, me reconocen las mamás y les dicen a sus hijos: “ella es a quien mirás”. En general, una o dos personas por día, me preguntan algo de la tele.
-¿Y cómo te estás tomando este nuevo encuentro con la fama?
-Recontra bien. El otro día vinieron mis hijos, amigos y toda mi familia a verme, copamos el teatro. Pero yo tenía la necesidad de mostrarles a ellos quién era yo antes, porque todos les dicen que su mamá trabajaba en la tele, que era famosa. Les da intriga, por eso tengo una necesidad de mostrarles que hacía, lo que todo todo el mundo conoce de mí y ellos no. Cuando salí al escenario y los vi sentados en la primera fila me agarró una emoción absoluta, de poder mostrarles esa parte de mí, era algo que tenía pendiente. Chiquititas no lo van a vivir nunca, pero al menos que ellos conozcan esa faceta. Ahora cuando les digo que voy a trabajar, ellos lo entienden o cuando estoy con el celular les puedo decir que estoy trabajando. Están aceptando que su mamá, además de ser mamá, trabaja. El otro día me dijeron: “Má, me gustó mucho verte actuar, que no se te ocurra dejarlo”.
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