Georgina Barbarossa: “ Al Vasco siempre lo sentí cerca y lo que lamento es que no esté para compartir este momento”
La subcampeona de MasterChef Celebrity le contó a LA NACION cómo fue haber llegado hasta esta instancia del programa y cuál fue, en realidad, su mayor premio
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Tras cuatro meses de competencia y muchos obstáculos en el camino, se conoció al ganador de esta segunda edición de MasterChef Celebrity. El suspenso y las apuestas en las redes sociales se terminaron cuando Gastón Dalmau -sin dudas una de las grandes revelaciones del certamen- fue elegido por el jurado, arrebatándole el título a Georgina Barbarossa, su contrincante.
Si bien fue una final súper pareja y no apta para cardíacos, ambos finalistas coinciden en que el mayor premio fue haber llegado tan lejos en el juego. “Gastón es mi pollo, mi hijito. Lo quiero mucho y se lo merece. Yo ya gané al haber llegado hasta acá”, le confesó Barbarossa a LA NACION horas después del veredicto.
A pesar de no haberse quedado con la victoria ni con el gran premio (que consiste en una beca para estudiar en el instituto de gastronomía Mausi Sebess y 1.200.000 pesos), “la tía Georgi” se ganó el cariño de todos sus compañeros y seguramente de un nuevo público. “Si hay alguien que saco rédito de este programa fui yo porque me volvió a colocar en un lugar de masividad absoluta. Haber captado la atención de un público infantil que no me conocía es el mayor premio”, admitió quien, gala tras gala, divirtió a todos con sus estridentes pelucas y sus llamativas personificaciones.
Lo cierto es que “el mostrar su ADN en cada plato” y su cuota de humor y diversión fueron un plus para que la actriz se convierta en la subcampeona de este certamen. “Las pelucas tienen que ver con esa cosa teatral y de show para divertir al público y a mis compañeros. La idea fue de Santiago Del Moro, lo que nunca pensó es que con mi vestuarista íbamos a redoblar la apuesta y a pensar un look para cada día”, advirtió quien en estas semanas personificó a figuras como Marilyn Monroe, Frida Kahlo y Raffaella Carrá.
Además del gran desafío que implicó cocinar en cámara y en tiempo récord, la artista destacó el mayor aprendizaje que se lleva de esta gran competencia. “Este programa me ayudó a manejar la frustración. Me demostró que la vida siempre te da revancha”, reflexionó emocionada quien ha vivido situaciones muy duras a lo largo de su vida.
-¿Qué se siente haber llegado a la final?
-La verdad que todavía no lo puedo creer. Yo no me imaginaba llegar ni por casualidad. Lo único que no quería era irme en la primera gala porque es un bajón, pero nunca pensé durar más de tres. No tengo más que palabras de agradecimiento para Boxfish (la productora) que me convocó, a Telefe que siempre me hace sentir como en mi casa y a todo el gran equipo que hace este programa. Si hay alguien que saco rédito de este certamen fui yo porque me volvió a colocar en un lugar como cuando hacía Movete a la mañana. Poder transmitir alegría y haber captado la atención de un público infantil que no me conocía es el mayor premio.
¿Qué sentiste cuando anunciaron que Gastón era el ganador?
-Largué toda la emoción contenida. Me dio alegría porque fue como si ganara un hijo mío. Se rompió el alma y es un nerd, estudio un montón y se preparo mucho para este día. Yo ya gané al haber llegado hasta acá.
¿Por qué creés que el jurado lo eligió a él?
-Porque tuvo una tenacidad increíble. Se convirtió en un nerd de la cocina. Es una cosa que no para, se lo merece. Tanto él como Cande (Vetrano) y Sol (Pérez) repetían las recetas de memoria. Me hacían sentir una bruta porque yo no me las sabía de corrido. Es más, siempre decía: “Si me preguntan esto, soné”. Y ellos tan amorosos me decían: “No te preocupes tía, nosotros te ayudamos”.
-¿Qué hubieras hecho con el premio en caso de ser la ganadora?
-No tengo idea. El curso de cocina lo hubiera tomado, por supuesto. Con la plata no sé, quizá hubiera viajado con los chicos, aunque en estos momentos de pandemia hubiera sido medio imposible. Igual es algo que voy a hacer, necesito estar con ellos en familia aunque sea en Córdoba.
-¿Cómo fue cocinar por última vez?
-Todo ese día fue muy conmovedor. Estaban todos nuestros compañeros y nuestros afectos presentes. Me acompañaron mis amigos de toda la vida: Héctor (compañero de la época de los musicales de Pepito Cibrián) y Adriana, una amiga del colegio que es como mi hermana, nos criamos juntas. También estuvo Lucía, mi sobrina que vive conmigo y que me re bancó porque he llorado tanto sobre su hombro cada vez que una receta no me salía.
-¿Por qué no estuvieron tus hijos alentándote?
-Porque se llevan muy mal con la cámara (risas). Sufrieron mucho después de la muerte del “Vasco” (en referencia a Miguel Lecuna, su marido asesinado en un taxi) y yo no quería que la pasen mal. Yo iba a estar doblemente nerviosa y preocupada sabiendo que ellos iban a estar incómodos, entonces les dije que no vengan, pero están felices y orgullosísimos. De entrada me dijeron: “Vieja, la vas a romper” y me aconsejaron que esté tranquila. Para mí es importante que vean que me esforcé y que llegué hasta acá haciendo algo que nada tiene que ver con mi carrera.
¿En qué te inspiraste para elegir el menú?
-En mi ADN, en mi historia y mis ancestros. Hice una receta de mi bisabuela que pasó de generación en generación y que reversioné para la final. El plato principal fue de tierra y mar: el pescado tiene que ver con mis abuelos y mi familia de Ibiza y la carne con mis hijos y “el Vasco”. Yo me jugué por el sabor. Lo de Gastón fue más presentación, algo más exquisito.
-¿Qué se dijeron con Gastón antes de que se enciendan las hornallas?
-Tuvimos una charla muy amorosa. Gastón es mi pollo, lo quiero mucho. Hubo mucha complicidad entre nosotros, nos reímos mucho porque estábamos muy nerviosos. Si vieron el programa, habrán visto que todo el tiempo nos preguntábamos: “¿Vas bien?” “¿Qué te paso?” “Dale, no aflojes”. Por supuesto que los dos queríamos ganar, pero siempre estuvo presente el compañerismo.
-Durante toda la competencia impusiste tu propio sello con tu humor, las pelucas y los personajes... ¿Por qué no hubo look especial para la última gala?
-Porque me parecía que en la final tenía que ser yo. Ya que mis platos representaban mi ADN, tenía que ser Georgina la que estuviera ahí. Es muy loco lo que pasó con eso. A veces voy por la calle y les tengo que decir: “Este es mi pelo” porque no me creen. Para mí fue el doble de trabajo este certamen, no solo tuve que aprender a cocinar sino preparar el look de cada gala. Con mi vestuarista Leandro era todas las noches decir: “¿Y mañana qué hacemos?” Nos preparábamos como si fuera un estreno. Me la compliqué bastante porque a veces iba incomodísima. De hecho, una vez se me quemó una peluca cuando abrí el horno. Entré lacia y salí como la Mona Jiménez. Llorábamos de risa. Pero es lo que me divierte, lo que me mantiene viva. Mi ADN es el teatro, ¿Cómo no me voy a disfrazar? Hasta tengo un filtro en Instagram con mis pelucas y las nenas suben historias y me etiquetan. Más feliz no puedo estar.
-Además impusiste tu propio pasito de baile...
-Eso fue muy loco. Es un paso de baile de Rubén Cuello de cuando hice la primera obra con Pepito Cibrián allá por el ’81. Se me ocurrió hacerlo para festejar una devolución y quedó. El finde pasado estuve en Cariló y me encontré con una familia que me pidió hacer el pasito en la playa (risas).
-Por fuera del humor y la parte teatral, ¿cómo calificarías tu desempeño en el certamen?
-De mucho aprendizaje porque me di cuenta que con la cocina que me había enseñado mi mamá no iba a llegar a ningún lado. Cuando mis hijos se fueron de casa, yo me quedé viviendo con ella, que era diabética y yo que me la paso a régimen entonces preparaba cosas ricas, pero no a este nivel. Además la cocina cambió y tuve que reversionar las recetas. Hay sabores exquisitos que nunca se me hubiesen ocurrido mezclar, además de las presentaciones, que les tenés que dar altura y frescura. Yo tenía esa cosa de madre italiana de cargar los platos y ahora es todo gourmet.
-¿Sentís que tu mamá te ayudó a llegar hasta acá, ya sea con sus recetas o su energía?
-Totalmente. Tanto a ella como al “Vasco” siempre los sentí cerca y lo que más lamento es que no estén para compartir este momento de tanta alegría conmigo. Porque mi paso por MasterChef no solo me hizo reversionar mis recetas sino que me reversionó a mí. Me ayudó a ser feliz otra vez, a recuperar la alegría y poder transmitírsela a la gente. Dar el mensaje de que a pesar de que te pasen cosas duras se puede seguir adelante es maravilloso.
-¿Pensaste en abandonar la competencia alguna vez?
-Sí, el día que tuvimos que hacer la torta de las tres leches que me equivoqué con la receta y Betular me dijo: “Tiró todo y empezá de vuelta”. Casi me arranco la peluca y me voy. Quería llorar porque me quedaba media hora para empezar a hacer todo de vuelta. Ahí siento que fue mi vieja la que me ayudó y me dijo: “Dale, seguí adelante”. ¡Y ese día gané! Mirando hacia atrás siento que siempre estuvo, sobre todo cada vez que me desbordaba.
"Dar el mensaje de que a pesar de que te pasen cosas duras se puede seguir adelante es maravilloso"
-¿En quiénes te refugiabas cuando las cosas no salían tan bien?
-En mi familia y mis amigos que me bancaron un montón. Si con el Covid se puede ver poco a la gente, con MasterChef menos. Sábado y domingo me la pasaba encerrada tomando clases y si venía alguien a visitarme, les decía: “no me hablen”, “ni respiren”, “se quedan ahí y yo les cocino”. ¡Una loca! (risas). Agradezco la paciencia que me tuvieron porque había días que caminaba por los techos. También en mis maestros, Rudolf Castro y Rodrigo Toso (mi chef en Movete con Georgina), con los que tomé clases y me han apuntalado y ayudado gala tras gala. Fueron una gran contención en este esfuerzo titánico, pero estoy feliz de haberme animado.
-¿Cuál fue la mayor presión para vos dentro del certamen?
-El tiempo. Es más, cuando mi manager me dijo que había sido convocada para esta segunda edición, yo dije: “Ay, no, es un estrés tremendo, me voy a infartar”. Esos tres minutos en el mercado o la cuenta regresiva para emplatar es una cosa tremenda. Además está todo el tiempo en juego el tema de la frustración y este certamen te enseña mucho sobre eso. Cosa que le faltó a Alex Caniggia. Él se fue por no tener la capacidad de decir: “bueno, me la banco si me sale mal”.
-Alex era uno de los candidatos, ¿cómo tomaste su abrupta salida?
-Es una lástima que se haya ido. Acá ganó un lugar y una imagen muy linda para su carrera. Es un chico que si bien no sabía cocinar, ha viajado muchísimo y eso también te abre la cabeza. El hecho de conocer otros mundos, otros sabores, otras presentaciones, te ayuda. Una pena realmente porque tenía todo para ganar.
-Otra de las que cocinaba muy bien era Claudia Fontán, ¿sentís que lo del tofi la dejó fuera de la final?
-Definitivamente. Yo la quiero muchísimo a la Gunda, pero se mandó un moco tremendo. Estos realities te desnudan. Es impensado que haya hecho algo así porque si hay alguien que cocina como los dioses es ella. De hecho, cuando entró al certamen dije: “Sonamos”. No me parecía justo porque sus presentaciones son de libro. Pero creo que sí, que eso la dejó afuera. Lo que ha llorado pobre no tiene nombre, para ella la cocina es su pasión.
"Yo la quiero muchísimo a la Gunda, pero se mandó un moco tremendo. Es impensado que haya hecho algo así"
-¿Cómo tomaste los dichos de su hermana Alejandra contra la producción del ciclo? Inclusive dijo que vos tuviste que tomar calmantes durante el último mes. ¿Es cierto?
-Sí, tuve que tomar pastillas para dormir porque me despertaba a las 2 de la mañana repitiendo las recetas. Cada gala es un examen, como un estreno de teatro. La meditación me ayudó mucho también. Me permitió hacer foco y concentrarme. Era la única manera porque yo soy una persona muy dispersa. En el ’75 hice un curso de control mental donde aprendí que la palabra “No” no existe. Es algo que después en meditaciones pude plasmar. Yo además soy una mujer de fe. Creo, pido, oro, plasmo.
-¿Qué opinás del jurado? ¿Quién fue el más exigente?
-¡Amo a los tres! Los tres son muy generosos y amorosos. No sabés cómo se esfuerzan y los tips que te dan para ayudarte. Siempre me tomé las malas devoluciones con humor, como un aprendizaje. Cuando Martitegui me ponía esa cara seria me moría pero sabe tanto... Además se hace el malo pero es un divino. Es conciso y preciso como buen vasco. Siempre fueron críticas constructivas.
-No te fuiste con el título de ganadora pero te llevaste el de “la tía Georgi”...
-¡Sí, el mejor! Yo soy un poco mamá gallina y los pongo a todos bajo mi ala (risas). Me voy con nuevos amigos, unos hijitos que he adoptado para siempre, así que más feliz no puedo estar. Es todo ganancia. Tenemos un grupo de WhatsApp, en donde hablamos todo el tiempo y ya organizamos para ir a comer. De hecho, hace unas semanas La Chepi me invitó a participar de su videoclip porque lanza un tema nuevo. Cada vez que se iba uno, yo lloraba como una marrana. Se armó un grupo muy amoroso, la hemos pasado muy bien. Me sentí muy querida por todos. No solo por mis compañeros sino por toda la producción, los técnicos, los chefs, que han sido muy cálidos y contenedores.
-¿Qué proyectos tenés después de MasterChef?
-Adelgazar porque al tener que probar cada cosa que hacés ¡engordé 8 kilos! (risas). Hablando en serio me encantaría volver a conducir un programa como Movete para tirarle buena onda a la gente desde temprano. Eso me divertiría muchísimo. Tengo ofertas para hacer radio, cine y teatro, pero quiero pensar bien qué hacer porque quiero disfrutarlo. Necesito tomarme un tiempo para escuchar las propuestas y decidir.
-Hablás de este reality como un gran desafío en tu carrera... ¿Hay alguna asignatura pendiente que te quede por concretar?
-Sí, tengo pendiente hacer una obra de García Lorca, pero creo que no es momento para algo tan dramático porque la gente quiere reírse. Así como soy divertida y loca también soy dramática, pero no estamos para tragedias en este momento. De hecho, antes de la pandemia me ofrecieron hacer una obra que hizo Carmen Maura en España, pero era muy trágica. Me di cuenta que no era el momento y me fui con Flavio Mendoza a Córdoba, que también fue un desafío porque me colgó de todos lados. He hecho cosas insólitas como estar en un circo, tirarme a la pileta con Marley en Celebrity Splash y me encanta; siempre voy por más.
-Además de muchos tips gastronómicos, ¿qué aprendizaje te llevás de tu paso por MasterChef?
-MasterChef es un aprendizaje mucho más allá de la cocina. Te enseña algo más profundo que tiene que ver con la templanza, la paciencia, la frustración. Me enseñó a manejar mis emociones y a tomarme las cosas de otra manera, con más humor. Me demostró que la vida siempre te da revancha.
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