Es tiempo de divinidades para Gastón Pauls. De pensar en cuestiones que, más allá de toda religión, hacen a sus creencias más profundas. "Me interesa la relación directa del ser humano con Dios, más que la interpretación que han hecho algunos hombres sobre la palabra divina que, en muchos casos, se ha aprovechado para uso propio", sostiene el actor mientras se acomoda frente a la ventana del bar de Palermo, limonada con jengibre en mano.
Hace un tiempo que Pauls inició esa búsqueda interna que no es otra cosa que bucear en las cuestiones de la existencia humana y en la posibilidad de una fuente creadora superior. Quizás sea porque conoció dolores profundos y porque estuvo casi dos décadas sometido a los abismos de las drogas, que hoy su presente lo encuentra valorando lo más íntimo de su alma recuperada. De oscuridades sabe. Por eso, la cercanía con una espiritualidad ejercida a través de charlas que brinda en todo el país, América Latina y Estados Unidos, lo convierten en un comunicador de experiencia. Esa que puede servir de espejo. Esa que demuestra que siempre se pueden superar los abismos más atroces.
"Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura". La frase bíblica bien le cabe al actor con eterna cara de baby face, a pesar de sus 47. Y será por esas cuestiones de la atracción que su presente personal dialoga muy directamente con lo laboral: este jueves, se estrena El plan divino, película dirigida por Víctor Laplace que lo cuenta como protagonista junto al propio Laplace, Javier Lester y Paula Sartor.
En El plan divino, Pauls interpreta a un monaguillo un tanto mayor para el puesto quien, junto a otro ayudante de misa, se propone una misión: "Tienen que tomar una decisión en torno a un sacerdote que ya está en las últimas. En tono de comedia, el guion gira en torno al poder dentro de la Iglesia, en quién es el representante de la palabra de Dios. De alguna manera estos monaguillos creen que la palabra de Dios no está bien representada por el padre Roberto, interpretado por Víctor Laplace, y buscan modificar eso para que el plan divino se haga presente. Ahí aparece el gran interrogante: ¿Podemos los humanos jugar a ser Dios?".
—¿Podemos?
—A esta altura creo que todos venimos de un mismo lugar y vamos a un sitio común.
—¿Quién es Dios?
—Las religiones se han apropiado de Dios. Han sido absolutistas, han masacrado a otras creencias con muy poco respeto por lo diverso. Dios no podría representar eso. Para mí es una energía creadora que seguramente no quiere mucho de lo que sucede en este mundo.
Hace algunos meses, en otro film, a Pauls le tocó interpretar al predicador Luis Palau. Y hace pocos días rodó, también en la piel de un sacerdote, la nueva película de la directora Natural Arpajou: "Participaron actores del Barrio 21 y otros chicos, también vecinos, que no lo son. Participó Nancy (Dupláa) y fue mi película número sesenta y dos".
Palabra de Pauls
Desde hace un tiempo, el actor reparte su tiempo entre la tarea artística y las charlas públicas en las que cuenta el infierno de sus adicciones y, sobre todo, su presente recuperado. Hay algo del orden de la divinidad en cada encuentro con quienes buscan espejarse en él para poder salir del abismo del consumo de las drogas.
—Más allá de la ficción, ¿te ves predicando?
—No. Se trata de dar un testimonio. Mi testimonio. Aunque puedo hablar ante 200.000 personas, como me sucedió.
En la era de la comunicación carecemos de comunicación
—¿Eso no es predicar?
—No lo sentí así, sino que estaba contando mi experiencia de una manera genuina. Siento que hace falta que se comunique ese mensaje porque, en la era de la comunicación carecemos de comunicación.
En los últimos dos años, el actor ofreció cerca de 80 charlas en todo el país, Uruguay y Colombia. Y ya tiene pautadas otras tantas para lo que resta del año y el 2020, en la Argentina, Chile y Estados Unidos: "Hablo sobre mi historia, sobre el consumo, sobre mi oscuridad. Tengo diecinueve años de consumo, son un montón. Y llevo doce de recuperación, desde el 2007 en que inicié este camino. Es contarlo en primera persona, pero también abrir el juego para que, quien quiera hablar, lo pueda hacer. Estoy escuchando cosas muy fuertes: desde gente que confesó que vendía y no lo quiere hacer más, hasta quienes confiesan que, consumo mediante, perdieron a toda su familia".
—Esas charlas tienen espíritu de epifanía. La recuperación es posible.
—La adicción no tiene cura, pero tiene tratamiento. Hay recuperación posible.
—En tu cuenta de Instagram sostenés: "Dicción es decir, adicción es no decir".
—Hablar es parte del tratamiento. Me han llamado agrupaciones de padres para que los ayude. Me han convocado de pueblos de 1500 habitantes donde 500 consumen. Esa es la realidad de la Argentina: hay pibes de seis años consumiendo paco. Se viene una heavy de verdad.
—En este sentido, te he escuchado reflexionar acerca de los "no" que recibe una criatura en situación de calle.
—Millones de "no". Vos recibís un "no" y te deprimís. ¿Qué le pasa a ese chico que recibe "nos" permanentemente, que jamás escucha un "sí"? Ese pibe encuentra en el paco, la merca y la pasta base una ventana de escape para sobrellevar esa realidad. ¿Cómo quedan? Zombis, como los que muestran las películas que plantean una realidad social adormecida.
—No es casual este presente dónde te acercan propuestas vinculadas a la espiritualidad.
—Siempre creí que hay que estar alerta a las señales, al por qué se presentan ciertas cosas en la vida.
—De alguna manera sos un instrumento de transmisión de ese mensaje, ¿no?
—Desde ya, no lo tomo solamente como una experiencia laboral. No depende sólo de mí, pero si depende de mí estar lúcido y abierto a aceptar esas propuestas. Cuando unó vibra en una energía baja o negativa, atrae eso. Cuando se sueltan determinadas oscuridades, cuando uno se abre y conecta con lo más hondo y profundo, se atrae algo positivo.
—Si bien puede acontecer un momento de quiebre, los procesos suelen ser largos y dolorosos. ¿Te sucedió?
—Uno no se oscurece de la noche a la mañana. Ni siquiera el día se apaga de repente. La luz se va yendo muy de a poco.
—Tampoco amanece rápidamente…
—El momento más oscuro de la noche es el que marca que va a comenzar a aclarar lentamente. Es un proceso muy lento del día a día. Así como uno no se oscurece de la noche a la mañana, tampoco se aclara, ni vibra en una mejor energía, de repente. Es un proceso que no termina. Es cíclico. Existe el invierno, la primavera, el verano, el otoño y vuelve el invierno. Estamos poco acostumbrados a los procesos naturales. Y no estamos preparados para la posible nueva oscuridad que pueda venir. Hay que estarlo y contar con las herramientas para afrontar ese momento.
—¿Tenés miedo a que regrese tu invierno? ¿Convivís con ese temor?
—No, siento que mi madurez puede ser en primavera. No tengo miedo, la posibilidad de un nuevo invierno refuerza la luz.
—Todo te constituye.
—Solo hay que tener la claridad para comprender que la luz que puedo compartir hoy puede alumbrar a esa oscuridad que siempre está. A nivel colectivo, para cambiar las cosas hay que entender que social, espiritual y energéticamente se está viviendo un momento muy crítico, con inmensos vacíos. Ya sabemos que "money can't buy me love", como decían los Beatles. Muchos de los que hoy se creen ricos verán su pobreza en breve.
—Hablabas de vacíos. En muchos casos provienen de la valoración errónea del éxito.
—En mi medio eso se mide por el rating o por los likes cosechados en las redes.
—¿Suele ser una obsesión patológica?
—Es enfermizo y contagioso. A un pibe que comienza en este medio le exigís que tenga 35 puntos, y al día siguiente le multiplicás la apuesta. no le estás llenando un vacío.
—Hablás con conocimiento de causa: debutaste en Montaña Rusa, que se convirtió en un suceso.
—Fue una bendición y lo agradezco, pero también me curtió. Luego me fue pésimo. Hice un programa que se llamaba Mamitas, en Canal 9, y medíamos dos puntos. Montaña... fue un vendaval, y luego vino la desolación de los dos puntos, esa época en la que no te llama nadie. El medio es muy careta con el que no tiene éxito, con el que no cuenta con millones de likes. Pero, a los 47, tengo muy claro de dónde viene la calidez, por dónde va el reconocimiento real. Y no tiene que ver con las redes ni con el rating. Puedo tener dos millones de seguidores, pero si no tengo a mis hijos mirándome a los ojos, estoy complicado.
—Se te percibe muy bien física, mental y espiritualmente. Ese es todo un mensaje para dar.
—Se lo agradezco a Dios. Es una bendición. Me podría haber muerto en cualquiera de las noches de consumo porque uno ni sabe lo que se mete en el cuerpo. No hay prospecto.
—¿Te ha sucedido no poder ir a grabar luego de una noche de consumo?
—No, jamás. Dentro de la locura mantuve cierta lógica, pero he visto mucha gente morir. Esto es mortal, no hay que andar con vueltas. Por eso la importancia de prevenir y apuntalar a esos pibitos que, por curiosidad, se meten en drogas.
—Esa época de adicción, ¿afectó tus vínculos de pareja, fue uno de los motivos que frustró la relación con Nancy Dupláa, por ejemplo?
—No, pero hay algo en relación al paso del tiempo que hace que me cueste analizar ese tipo de cosas.
Cuando reconocí públicamente, hace doce años, que había consumido, al día siguiente encendí la televisión y me estaban cargando
—¿Padeciste la estigmatización del medio?
—En mis charlas hablo de mis adicciones pasadas, pero también de mi lucidez actual. En general se estigmatiza al adicto, que paga los platos rotos de una sociedad aparentemente sana, pero que no lo es. El medio está repleto de gente que consume. Jamás daría el nombre de nadie porque tengo códigos, pero, cuando reconocí públicamente, hace doce años, que había consumido, al día siguiente encendí la televisión y me estaban parodiando, cargando. Eran el conductor y los panelistas de un programa. Se reían de un enfermo. Me dolió mucho, pero lo que más me molestó es que ese conductor que me cargaba había estado consumiendo conmigo, cuatro meses antes, en el baño de un bar de Palermo. Eso es lo perverso del medio.
—¿Te resulta agobiante volver sobre el tema una y otra vez?
—No, siempre y cuando el mensaje final sea que se puede vivir mejor. Y eso lo vivo todos los días en mis charlas. Solo puedo contar ahora lo más lindo del asunto que es que se puede salir y vivir bien. La enfermedad se contagia, pero la salud y la esperanza también.
Volver al amor
En la reciente premier de la película El plan divino, el actor no dudó en mostrarse junto a Camila Canicoba Jaimes, su flamante novia, a quien le lleva casi treinta años. El cuadro lo completaban Muna y Nilo, los hijos que tuvo con la actriz Agustina Cherri: "Con Camila estoy en pareja desde hace seis meses. No es casual. Estoy bien con mis hijos, con la madre de mis hijos y con mi pareja. Un hermoso presente".
—¿A qué se dedica Camila?
—Camila quiere actuar; canta y escribe. Ahora está trabajando conmigo en un par de proyectos que tienen que ver con el teatro y con una película.
—¿Pensaron en la convivencia?
—Recién estamos arrancando y pensando lentamente en eso.
—¿Cómo se conocieron?
—A partir de un proyecto que aún continúa en proceso y estamos desarrollando juntos. Es muy loco, no era mi plan para este momento de mi vida, porque estoy con muchos viajes, enfocado en otra cosa. Pero ella me acompaña.
—¿Volverías a ser papá?
—Sí, volvería a ser papá. No pensaba en ser padre, tengo dos hijos y está todo bien. Pero...
—¿Cómo fue el reencuentro con los integrantes del elenco de Montaña rusa?
—Divino. Cada uno con sus vidas muy marcadas, definidas: Eric no laburó más, Nancy sí, Sebastián hace cine. Pero seguimos siendo los pibitos. El código está ahí, al toque. Es muy lindo. A los dos minutos de vernos estábamos haciéndonos los mismos chistes que en el 94, con las mismas personalidades. Hay cosas que no cambiaron.
—Nombraste un par de veces a Nancy Dupláa. Entiendo que te marcó y que ocupa un lugar importante en tu vida.
—Fuimos compañeros, amigos, pareja. Volvimos a ser amigos y a trabajar juntos en El desvío, Nueces para el amor, Todos contra Juan.
—Casi familia…
—Somos amigos y quiero y respeto mucho a Pablo (Echarri). Son muy cercanos a mí. Hace poco, en un casamiento, me pasé toda la noche hablando con él. Eso es por afinidad emocional. Además me gusta lo que construyeron actoralmente. La quiero a Nancy y lo quiero a Pablo.
—Compartís con ellos lo ideológico.
—Mi militancia la ejerzo a través de mis charlas y de mi fundación.
Hace 16 años que el actor está al frente de Cacuca, a través de la cual ayuda a niños y jóvenes en situación de calle. "Recibimos donaciones y propuestas laborales. Ya hemos trabajado con 4000 pibes. Y hasta tengo dos hijos adoptados que conocí en la Fundación: Adrián y Nai son mis hijos también. Están grandes, tienen 27 y 28 y los conozco desde los 14. Me he ido de vacaciones con ellos y mis hijos. Esa es mi militancia, en el día a día, con los compromisos que asumo". Suena el celular. Se trata de la madre de sus hijos. El "Hola Agus" no se hace esperar. Es momento de concluir la charla. Hay otras prioridades familiares. Ese otro plan divino.
Se puede colaborar con Cacuca a través de www.cacuca.org.ar
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