El actor, que se luce en el elenco de la serie El encargado desde la primera temporada, también mantiene una intensa agenda como docente, actor, director y productor de teatro
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Incansable. Gastón Cocchiarale enumera sus actividades y genera sopor con solo escucharlo, aunque lo hace con tal entusiasmo que no queda otra que pensar en lo vocacional como una usina de energía. Transmite su pasión de manera contagiosa.
Miguel, su personaje en la serie El encargado, de la que ya se estrenaron los primeros tres episodios de la tercera temporada por la plataforma Disney+, lo atraviesa a la hora de pensar su presente laboral. El ayudante de Eliseo Basurto, el controvertido portero de la torre de Belgrano le ha dado una masividad no experimentada anteriormente. “Hice bastante terapia, trabajé mucho no creerme más de lo que soy, ni sentir que soy un exitoso total ni un fracasado cuando las cosas van mal; este es un medio que te puede llevarte muy arriba o muy abajo”, comienza diciendo el actor.
Como mucho de lo que sucede en la vida, bajo los designios del destino, su incursión en la exitosa historia protagonizada por Guillermo Francella se dio cuando aún la pandemia del Covid era una realidad. “Estaba sin hacer nada en mi casa cuando me sonó el teléfono y era, nada menos, que un llamado de Gastón Duprat que me sorprendió mucho”, recuerda Cocchiarale, nacido y criado en Ramos Mejía, los pagos de María Elena Walsh y de Juan Alberto Badía, en el Oeste del Conurbano.
“En esa charla, Duprat me contó sobre el proyecto y sobre mi personaje; inmediatamente le dije que me interesaba mucho y que estaba listo para rendir una prueba, pero mi sorpresa fue grande cuando me respondió que no me estaba convocando a un casting, sino que se trataba de una propuesta formal de trabajo. Fue hermoso recibir ese llamado porque Gastón Duprat y Mariano Cohn son mis ídolos; El hombre de al lado me pareció una maravilla, así que actuar para ellos significaba una locura hermosa.”.
-Suele ser usual tener que atravesar la instancia de la “audición”. ¿Por qué sentís que no sucedió con vos?
-El detonante de la convocatoria fue Guillermo (Francella), quien sugirió mi nombre.
El vínculo con Guillermo Francella nació cuando compartieron el trabajo en El clan, el film de Pablo Trapero en torno al accionar de la banda que lideraba Arquímedes Puccio focalizada en la ejecución de secuestros extorsivos y crímenes. Francella le dio vida al cerebro de la organización, mientras que Cocchiarale interpretó a Daniel Arquímedes “Maguila” Puccio, hijo del patriarca de la familia de San Isidro con aspiraciones Patricias. “Pegamos muy buena onda, pero no nos volvimos a cruzar. Siete años después, él se acordó de mí y sugirió mi nombre. Uno nunca sabe quién te está viendo o pensando, por eso siempre es importante estar a la altura, más allá de si te ve mucha o poca gente”, dice.
-¿Cómo resultó la experiencia de tener tantas escenas en tándem con Francella?
-Lo escucho y lo respeto casi como un gurú; no fue difícil porque se trataba de trasladar el vínculo de la vida cotidiana a la ficción.
-Eliseo Basurto es perverso.
-Pobrecito Guillermo (Francella), él no es así.
A la hora de pensar cuál fue el mayor reto del rodaje, no duda en afirmar que tuvo que ver con ofrendarle una personalidad a Miguel: “Fue todo un desafío, ya que yo poseo un carácter bastante preponderante, me comunico, soy enérgico y presente; tengo un timbre de voz que Miguel no podía tener, porque es más inseguro y apagadito, así que trabajé mucho en esos aspectos”.
En la tercera temporada de la serie, Eliseo Basurto se organiza sindicalmente y va en busca del apoyo de otros colegas de su barrio. “Miguel comienza a ser la mano derecha de Eliseo por fuera del edificio; ya no es el pibe naif al que echaron de su puesto promediando la primera tanda de capítulos, se contaminó un poco y eso me permite profundizar en un arco dramático muy interesante”.
Después de su debut en Disney+, el primer episodio de la temporada de estreno de El encargado se posicionó como el debut más visto de un contenido de la plataforma en la Argentina. Además, la tercera temporada se encuentra entre los 5 títulos más exitosos de la plataforma en el país.
-El encargado bucea en lo más perverso de un personaje muy cercano.
-Sí, ahí hay un sello de Duprat y Cohn que se vio también en la película El hombre de al lado. Ellos son muy genios encontrando lo áspero en lo cotidiano.
-¿Tenés un vínculo fluido con los directores?
-Sí, no están subidos a ningún caballo, a pesar de estar en un momento explotado de proyectos y donde cualquier actor quiere trabajar en una serie de ellos. Gastón Duprat te puede llamar un domingo a la tarde para contarte como marcha de público un proyecto y, a la vez, es el mismo tipo que, en España, trabaja con Penélope Cruz.
-¿Cómo viviste la sentencia judicial por la muerte del hermano de Mariano Cohn?
-Le mandé un mensajito por teléfono y le deseé lo mejor. Vi el documental que él generó y me conmovió mucho todo lo que hizo, aprovechó su estado de fama para la lucha.
Del Oeste al Centro
Nació en Haedo, pero se crio y vivió hasta los 21 años en Ramos Mejía. De ahí, un salto hasta Arévalo y El Salvador, en el corazón de Palermo, cerquita a su actual domicilio en un hermoso rincón limítrofe entre ese barrio y Colegiales. Fue en Ramos Mejía donde comenzó a estudiar teatro, pero no impulsado por la vocación: “Me metí en un taller del colegio Don Bosco porque estaba enamorado de una chica”.
-¿No querías ser actor?
-Sí, pero era muy tímido y no me veía actuando, era un deseo un poco apagado. Se me había puesto difícil, porque no me podía parar arriba de un escenario sin ponerme colorado.
-El amor obró el milagro.
-Esa chica me invitó y fui, aunque primero lo pasé como ort… no lo disfruté nada, no me gustaba la exposición; pero fue raro, porque lo pasaba mal y bien al mismo tiempo, como una montaña rusa que te da miedo y, cuando te bajás, querés volver a subir.
En ese momento, sus amigos ya habían definido sus carreras universitarias, algo que a él no le sucedía. “No concebía la idea de imaginarme trabajando en un lugar como un medio para llegar a otro lado, quería trabajar con vocación”, asume.
Su padre siempre se dedicó al servicio de catering y, además, abrió una trattoria seis meses antes de la irrupción de la pandemia; emprendimientos familiares en los que él dio algunos pasos. “Fui mozo, porque, estaba todo bien con ser artista, pero mi idiosincrasia hizo que jamás dejase que me mantuviesen mis viejos, fue una ley que me impuse. Si quería ser actor y me cagab… de hambre, iba a morir con las botas puestas o laburaba de otras cosas para pagar las clases de teatro”. Cuando no soportó más el ritual de la empresa familiar -“No es fácil trabajar con los afectos”, dice- probó suerte atendiendo una librería y como boletero del teatro Don Bosco de Ramos Mejía, donde aquel amor de adolescencia lo había llevado al descubrimiento de las tablas escénicas.
En aquellos tiempos de estudiante, rigurosamente veía teatro una vez por semana. “Me tomaba el tren a Once, de ahí me iba al local de Tickets en Diagonal Norte y me sacaba entradas con descuento para ver varias obras. Cuando terminaba la última, comía pizza “parado” y regresaba a Ramos Mejía. “Ver tanto teatro también fue mi escuela”.
-Pensando en aquellas épocas de timidez, tu contextura física y tu modulación de voz tan exacta y proyectada, ¿fueron escollo o lo supiste capitalizar? El cuerpo, ¿te ha dado inseguridad?
-Actoralmente, no, pero, socialmente, el cuerpo seguramente me dio inseguridad por la cuestión hegemónica, sobrepeso sí o sobrepeso no; pero fue una característica física que no intervino en mi trabajo.
-La paternidad, ¿es un deseo?
-¡Maru!
Invoca a su novia Maru Blanco y, rápidamente, responde: “Sí, claramente es un deseo, pero, en este momento, todo está muy focalizado en mi profesión, no entra un pibe en este cuadro. De suceder, sería un padre muy ‘hdp’, ya que el nene terminaría en terapia diciendo que su padre pasa más tiempo adentro de un teatro que jugando con él”. A su novia, también actriz, la conoció compartiendo el escenario de la obra Tres en la sala El Método Kairós. “Caímos en el cliché de los actores que se enamoran”.
En la habitación del departamento de Palermo con vista a unos silos devenidos en lofts se encuentra su pareja, quien se acerca a saludar, “robarse” un alfajor, y regresar al cauteloso bajo perfil. En el mientras tanto, él prepara café y ofrece algunas opciones del manjar marplatense.
Full time
En diciembre pasado, un breve viaje a Europa con su chica interrumpió el habitual trajín que, durante el primer semestre del año, se extendió de lunes a domingos. “Vengo sin tener un solo día libre”, pero la confesión lejos está de la queja. Todo lo contrario. Su agenda sobrecargada es tema para su analista. “Lo veo en terapia, porque no puedo parar, no descanso nunca. No hago nada por fuera de la profesión; también forma parte del ocio, porque es lo que me apasiona, pero llega un punto donde hay que entender que se termina profesionalizando hasta el tiempo libre”.
Además de actor, Cocchiarale se desarrolla como dramaturgo, director, productor y docente, un abanico de posibilidades para pensar su quehacer y canalizarlo desde diversos prismas. Se mueve en el mainstream con la misma comodidad que lo hace en los circuitos independientes: “Mientras grababa la tira Argentina, tierra de amor y venganza en Polka -con 25 puntos de rating-, los viernes por la noche, hacía una obra para 30 espectadores en el teatro Polonia y todo lo abordaba con la misma pasión y alegría; cuando terminé la filmación de la serie Nada, con Luis Brandoni y Robert De Niro, continué dando clases; todo vale la pena y me encanta, las luces no me encandilan”.
-Sin embargo, debe primar una selección, una suerte de curaduría propia.
-Tengo un problema, porque soy muy workaholic con lo cual me resulta muy atractivo hacer todo lo que hago, no sé decir que no.
Acaba de finalizar la temporada de Comienzo, la pieza de David Eldridge y con dirección de Daniel Veronese que protagonizó en el teatro Picadero junto a Vanesa González, pero continúa al frente de sus clases de actuación en el espacio Creer es crear que funciona en Patio de Actores y en la castinera Saigón. “Me encanta dar clases, vengo de una familia donde mi mamá era docente y siempre me interpeló mucho el vínculo entre el maestro y el alumno; será por eso que soy fanático de películas como La sociedad de los poetas muertos”.
-¿Viste el film Los que se quedan de Alexander Payne con Paul Giamatti?
-Sí, por supuesto, fui al cine a disfrutarla, me encantó. Me interesan esas historias de alguien guía o ilumina al otro en su deseo.
En el rol de alumno, estudió con Agustín Alezzo, Lito Cruz, Esteban Mellino y Lizardo Laphitz, a quien considera su “gran maestro”.
-¿Sos de prestar atención a la técnica que abordan popes de la actuación como Luis Brandoni o Guillermo Francella?
-Sí, mido lo que hacen y todo lo tomo, soy una esponja que presta atención a cómo estudian sus textos, como los dicen, como arman una escena, escucho sus sugerencias.
Así como con Guillermo Francella lo une el trabajo en el film El clan y en la serie El encargado, con Luis Brandoni rodó la serie Nada, que actualmente puede verse en Disney+, donde también le tocó jugar escenas nada menos que con Robert De Niro. “Yo les pedí a Duprat y Cohn trabajar allí, aunque sea diciendo dos frases junto a Luis Brandoni, servirle el café”.
-Hiciste más que eso.
-Me terminaron construyendo un papel muy distinto al de El encargado, un dueño de un editorial muy asqueroso.
Su admiración por Brandoni lo llevó a expectar varias veces las obras protagonizadas por el actor. “No sé cuántas funciones vi de Parque Lezama, llevé a toda mi familia; con mi viejo y mi abuelo vi Don Arturo Illia y, cuando se abrieron los teatros en pandemia, me compré la entrada para aplaudirlo en El acompañamiento”. Recuerda que, en esa primera función donde se instauró el aforo reducido, se conmovió ante las palabras finales de Brandoni bregando por el oficio y jugándose a todo o nada en su madurez y con los riesgos sanitarios que aún persistían. “No podía dejar de llorar; eso era amor por el teatro; me decía ´quiero ser como él´”.
-¿Cómo te enteraste que cruzarías escenas con Robert De Niro?
-Cuando leí los comentarios en los diarios me pareció que había un error, inmediatamente fui al guion para ver si compartía alguna escena con él.
-¿Lograste empatía con De Niro?
-A esas grandes figuras no hay que molestarlas y, como no hablo inglés, había una barrera muy rígida.
“Como actor argentino es un honor trabajar con usted”, le dijo en un inglés cauteloso que el actor neoyorquino logró entender. Cuando escuchó que los directores dijeron “cámara 1 con Luis Brandoni, cámara 2 con Robert De Niro y cámara 3 con Gastón Cocchiarale” se estremeció: “Pasó toda mi vida por delante, casi me pongo a llorar en ese mimo momento, fue una locura”.
-¿Creés en el destino?
-No, hay un camino predeterminado, pero uno lo puede moldear y construir como quiere, de acuerdo a sus circunstancias y oportunidades.
A los 32 años tiene claro que, en su madurez, posiblemente se dedique solo a producir. Una realidad muy lejana en el tiempo. Actualmente se encuentra en gira con La gran renuncia -pieza que también produce y es una versión libre de La fiaca de Ricardo Talesnik-, dirige Amantes, casados y desconocidos -donde también trabaja su pareja- material que se repondrá en Timbre 4 y, posiblemente, regrese con Comienzo. A media voz aclara: “Ya hay rumores de una cuarta temporada de El encargado”. Está en lo cierto: Disney+ acaba de confirmar la continuación de la historia durante el próximo año.
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