Gabriel Corrado y su historia de amor de 35 años con Constanza Feraud: “Ninguno se postergó por el otro”
El actor y conductor habla de su presente laboral y de las claves de su relación con la mujer que conoció en 1986, cuando su carrera como actor apenas empezaba a despegar
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A los 60 años, el galán ojos color de cielo vive un momento que buscó y disfruta: conduce Mañanas públicas, en la TV Pública, y sigue tan enamorado de su mujer Constanza Feraud como hace 35 años, cuando la conoció. Gabriel Corrado asegura que se redescubrieron ahora que sus tres hijos viven en el exterior.
En diálogo con LA NACION, el actor habla de su presente, repasa su historia y asegura: “Creo que tomar riesgos te hace crecer, ser mejor”.
-¿Qué te atrajo de Mañanas públicas?
-Cuando aparece algo nuevo podés asustarte o arriesgarte. Y yo tengo esa actitud, soy muy curioso, es parte de mi personalidad. Siento que si decía que no me iba a perder un mundo muy interesante. Es un programa ecléctico en el que podemos entrevistar a escritores, actores, hablamos de nutrición, ecología, actualidad. Es un gran desafío y aprendo todos los días algo nuevo, de los temas que tratamos y del arte de entrevistar. Me gusta tomar riesgos, lo hice a lo largo de mi carrera y siento que sigo creciendo y renazco con cada proyecto. Es un programa de servicio en formato magazine o morning show que me abrió un mundo que no conocía.
-¿Ya te sentís canchero en las entrevistas, después de muchos meses de salir al aire?
-La clave de una buena entrevista es estudiar al personaje, por más oficio que tengas, y manejar los climas y la energía, mirar a cámara y derribar la cuarta pared para hablarle al televidente. Transité todo eso y aprendí, a pesar de que tenía un training. Se me hizo el hábito y preparo cada programa, exploro los temas, estudio un poco al entrevistado.
-¿Aprendiste algo que haya modificado tus rutinas diarias?
-Sí, por ejemplo casi no como carne por un montón de cosas sobre alimentación saludable que aprendí en este programa.
-¿Te despediste de los asados?
-Bueno, bueno, un poquitito me guardo (ríe). Pero creo que pronto voy a dejar de comer carne, y tiene que ver con una filosofía de vida. Me siento mejor con estos cambios. Y rescaté cosas que aprendí a lo largo de mi vida. Por ejemplo, yo estudié dos años de medicina y cuando hablo con médicos que vienen como invitados al programa, me doy cuento que hablo con mayor propiedad. No siento que tengo el título de conductor, pero este programa me dio un ejercicio buenísimo y me gusta que a esta altura de mi carrera me pase esto. Tengo esa actitud de entusiasmo, de curiosidad frente a la vida, de seguir buscando la oportunidad. Le doy mucha bola a la intuición y me tiro sin red si el proyecto me apasiona.
-¿Querías ser médico?
-Me gustaba la cirugía ginecológica. Siempre me interesó el tema de ayudar a dar a luz. Y la cirugía. De muy chico tuve esa necesidad de curar, de sanar.
-¿Por qué cambiaste por actuación?
-Porque desde muy chiquito quería ser actor. En mi familia soy el que ataja todos los penales. Un día escuché la palabra ‘armonizador’ y siento que soy eso, y encontrar la ecuación para que todos estén contentos y la pasen bien, es una gran virtud. Eso también tiene que ver con curar. Siempre fui defensor de causas perdidas. Dejé la facultad de Medicina sabiendo que era una carrera universitaria que me gustaba, pero siempre, siempre, quise ser actor.
-¿Dejaste medicina para entrar a alguna novela?
-Cuando dejé la facultad de Medicina empecé a trabajar como modelo en publicidades e hice muchas, tanto en televisión como gráficas. Se pagaba muy bien y además viajé bastante. Y al mismo tiempo estudié teatro con Augusto Fernández y Raúl Serrano. Un día me conseguí un representante que es el mismo hasta hoy, Alejandro Vanelli, y me contrataron para un especial en Canal 7 que se llamó Pantalones azules; hacia un bolo, y dirigía María Herminia Avellaneda sobre un cuento de Sara Gallardo. Después hice otro bolo en Mesa de noticias y al poco tiempo hice un casting para Canal 9, y me eligieron para la novela Quiero morir mañana, un casi protagónico. Desde entonces trabajo con continuidad. Ahí tuve que aprender o aprender.
-¿Ya entones estabas de novio?
-Si, con Constanza ya éramos novios, y ella me ayudaba a pasar letra, algo muy difícil cuando no tenés ese perfil. Había que estudiar muchas escenas y pensaba que no iba a poder. Pero machacando fui aprendiendo, y mi mujer me ayudaba, haciendo el otro personaje.
-Alguna vez contaste que te enamoro que fuera una mujer que iba al frente…
-Eso me encantó, como puntapié inicial. Nos vimos por primera vez en un autoservicio de Bella Vista, donde ella vivía y donde yo había ido a preparar algunas escenas de Bodas de sangre con algunos compañeros. Nos vimos por primera vez y hubo un flechazo, una energía especial. Después consiguió mi teléfono fijo, porque estamos hablando del ‘86 y no había celulares, y me llamó para invitarme a una fiesta. Me encantó esa actitud.
-¿Qué más te sedujo de ella?
-Cuando la conocí, me sedujo su sentido del humor. Y siempre digo que me deconstruyó porque en ese momento no era habitual invitar a un hombre a salir, y me pareció genial. Estuvo bueno que nuestra relación naciera de esa manera. Nunca tuve vocación de machista, no lo soy ni lo fui, y Constanza es una persona con una personalidad fuerte. Crecí al lado de mujeres muy fuertes, como mi madre, o maestras y profesoras, y somos tres hermanos varones. En mi casa, mi mamá tomaba muchas decisiones, a pesar de que mi padre también lo hacía.
-¿Cómo creció ese amor?
-Nos pusimos de novios en el ‘86, al año nos fuimos a vivir juntos, casi como una medida de protección porque en ese momento yo estaba pasando del anonimato a la popularidad de un plumazo, y eso te puede volar la peluca, sacar de foco. Y también nos mudamos juntos por un tema de intimidad, porque en esa época se usaba mucho que se acercaran a pedirte autógrafo. Elegimos casarnos en el ‘89, teníamos un amigo franciscano y nos casó él en una chacra en las afueras de Buenos Aires y hasta le pedimos permiso al Obispado y al cura, porque no te podías casar donde querías. Hicimos esa movida porque queríamos casarnos en un espacio natural, al aire libre. Fue muy lindo preparar todo eso y muy romántico vivirlo.
-El amor sobrevivió a los celos, a los amores de ficción y a las fans…
-Nosotros construimos nuestra historia de amor con mucho respeto y ninguno se postergó por el otro; si bien ella en un acto de amor me acompañó a vivir en el exterior para trabajar en España e Italia, siempre mantuvo su independencia. Eso hizo que, de movida, formáramos un buen equipo, cada uno tiene su rol y nos complementamos. Cuando nos fuimos a vivir juntos ella me dijo ‘yo sé cocinar’, y yo le contesté ‘puedo lavar los platos’. No hay fórmulas, pero tenemos diálogo y funcionamos bien. Claro que tenemos crisis, y cada etapa tiene cosas buenas y malas. Y por otra parte, nunca fomenté mi carrera en base a escándalos, porque no lo necesité y me da pudor. Constanza siempre entendió bien las reglas del juego porque este es un laburo como cualquier otro, y paso doce horas en un estudio de televisión como cualquier tipo que trabaja esas horas fuera de su casa, y podés tener las mismas tentaciones que en cualquier otro rubro.
-Sus tres hijos ya son independientes, ¿cómo es volver a ser dos?
-Cada etapa tiene su foto, y en esta nuestros hijos se fueron y nos reinventamos y renacimos y volvimos a ser dos y no cinco. Lucía está en Hamburgo (Alemania), Lucas en Amsterdam (Holanda) y Clarita en Nueva York (Estados Unidos) y la tecnología nos ayudó y tenemos charlas los cinco, por zoom. Si bien no podemos pegarnos un abrazo, nos sentimos muy cerca. No hay melancolía sino alegría, porque están haciendo su propio camino. Este aprendizaje nos potencia, nos energiza, nos subimos a esta ola y la surfeamos con sus luces y sombras, pero no nos sentimos solos y abandonados. Al contrario, solos la pasamos bárbaro. Cuando los chicos vivían con nosotros viajábamos los dos solos, porque elegimos conservar nuestro espacio íntimo y eso es clave y te prepara para este momento. La pandemia también fue un desafío para cualquier matrimonio y la terapia de pareja es muy bien.
-¿Hacen terapia de pareja?
-En este momento no, pero hemos ido varias veces y es muy saludable. Hay que pedir ayuda cuando se necesita o hay que resolver algunos temas. A veces uno tiene miedo o le da vergüenza, pero es muy saludable. Lo más fácil siempre es tirar la toalla, dar un portazo e irse; es mucho más valiente pelear por ese amor.
-¿Proyectos?
-Seguir con Mañanas públicas, y con mi productora vamos a hacer una ficción en Rumania, asociado a un canal de allí. Y hay algunas cosas que me involucran como actor, pero están verdes todavía.
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