Elegida por Alejandro Romay, dejó la ciudad de Río Cuarto donde nació y con Guillermo Andino conformó una de las parejas televisivas más exitosas, aunque reconoce que fue una etapa de mucha soledad
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“En aquellos días, pensaba ‘quiero ser una chica común, normal’, por eso, en determinado momento, necesité conectarme de manera honesta conmigo misma y preguntarme ¿qué hago? Fue reencontrarme con mi esencia”.
En sus manos tenía lo que muchos anhelan durante toda una carrera y jamás consiguen. Ocupaba un lugar privilegiado como coconductora de un noticiero que cómodamente superaba los 35 puntos de rating y solía rozar los 50. Hacía poco había pasado los veinte años y dejado atrás su Río Cuarto natal para instalarse en Buenos Aires a partir del ofrecimiento laboral de manos de Alejandro Romay, el “Zar” televisivo propietario de Canal 9 Libertad, la señal líder en la década del 80. Sin embargo, Mabel Marchesini encontraba algo, mucho, de extrañeza en esa popularidad inusitada que le había generado su rol al frente de Nuevediario junto a su partner Guillermo Andino.
-Anhelabas ser “una chica normal”. ¿Qué significaba eso?
-Llevar una vida más tranquila, sin tener que maquillarme y producirme todos los días, sin tener que pensar cómo comunicar. Era muy joven y no tenía las herramientas que hoy manejo y, por otra parte, el nivel de exigencia era extremo y la vara era muy alta, ya que el noticiero venía de ser conducido por Silvia Fernández Barrio y Juan Carlos Pérez Loizeau con un rating impresionante. De pronto, llegaba una parejita nueva, de chicos muy jovencitos, que tenían que responder a las exigencias del rating, de la producción y de los compañeros, como José de Zer y un gran equipo, que ya venían haciendo ese éxito, toda gente muy talentosa liderada por Horacio Larrosa.
-¿Cómo se produce ese tránsito sin escalas de Río Cuarto a trabajar para Alejandro Romay?
-Por un asesor de Río Cuarto del presidente del Comfer (Comité Federal de Radiodifusión) en la época de la presidencia de Carlos Menem. Me acompañó a Buenos Aires y tuvimos una entrevista con la autoridad máxima de este organismo, quién me preguntó a dónde quería ir y me dio dos opciones, Canal 7 o Canal 9.
-Está claro cuál fue la decisión.
-Elegí Canal 9, así que rápidamente tuve una entrevista con Alejandro Romay, quien me ofreció un trabajo, pero yo le respondí que faltaba poco para la Navidad y tenía que quedarme con mi familia en Río Cuarto.
-¿Qué te respondió?
-”Vos te venís acá”; y me dio pasajes y un puesto de cronista en la calle y otro dando noticias en el estudio de Nuevediario y en Buenos noches, buenos días. Como a Alejandro (Romay) todo eso le parecía poco, también me dio una suerte de coconducción de Sábados en familia junto con Fernando Bravo, un profesional muy groso.
-¿Cómo llegás a ocupar el rol de coconductora de Nuevediario?
-Silvia Fernández Barrio se había ido de vacaciones y no volvió más, no sé qué pasó. Yo ya formaba parte del equipo, daba las noticias desde un papel secundario.
-¿Recordás cómo fue el ofrecimiento formal?
-Alejandro Romay te mandaba al toro, te empujaba. En ese momento, Guillermo (Andino) estaba haciendo un casting para lograr un papel en una telenovela y (Alejandro) Romay lo quiso para dar las noticias, creo que él quería ser actor.
Entre aquellos primeros pasos formando del equipo -donde debutó como cronista- y su rol como coconductora, Mabel Marchesini estuvo casi una década siendo parte del staff de este espacio visto por todo un país que se estrenaba hace 40 años para dejar huella indeleble en las páginas de la historia televisiva. Un servicio de noticias atravesado por la información policial, las historias de vida y las experiencias sobrenaturales, una agenda propia que las audiencias masivas celebraban y algunos grupos más elitistas miraban con recelo dada su impronta popular.
“A cara lavada”
En ese tiempo, la periodista llevaba una vida vertiginosa ya que, a la edición del mediodía y la del prime time nocturno del noticiero, se le sumaba su trabajo matutino en radio. “Llegó un momento en el que quería disfrutar estar a cara lavada, en zapatillas y no vestida de blazer y con tacos altos”.
Si bien había nacido y criado en una ciudad cordobesa importante, el tiempo de Río Cuarto era muy diferente al de Buenos Aires, una jungla apasionante y también hostil. “A la noche, llegaba a mi casa y lloraba. Tenía el aprecio de la gente, halagos y reconocimientos, pero volvía a mi casa y estaba sola, sin mi familia; era muy apegada a ellos y los tenía lejos”, confiesa. Aquella soledad es un tema que remarcará varias veces durante la charla. Un estigma que la atraesó.
-Por un lado, estabas al frente de uno de los programas líderes de la televisión, y la contracara era una extrema soledad.
-Me llegaban regalos, flores. A la salida del canal, la gente me esperaba para saludarme y siempre había un obsequio y una palabra cariñosa, pero eso no bastaba. Si bien mi familia estaba en el mismo país, en un punto para mí fue como un exilio, emigrar; aún más en aquellos años sin celulares ni redes sociales. Hablaba a través de los teléfonos públicos que funcionaban con cospeles.
-Hablabas de la exigencia que se manejaba en Nuevediario.
-Era mucha y yo apenas una chica de poco más de veinte años, no tenía las herramientas ni la madurez suficiente para mirar los hechos tan dramáticos que nos tocaban comentar. A esa edad, ni siquiera había transitado algunos hechos trágicos que, con el correr de los años, la vida te va poniendo en el camino. En aquel momento, prácticamente no tenía experiencia de vida y tenía que comentar, desde la emocionalidad, experiencias de otros, era muy difícil.
-¿Qué coberturas recordás especialmente?
-Me tocó la época del jarrón del Caso Cóppola; el Caso Yabrán, levantamientos carapintada.
-¿Tuviste trato con Alfredo Yabrán luego de la muerte de José Luis Cabezas?
-Vino a la edición del mediodía de Nuevediario, que hacíamos con Claudio Rígoli. Le pregunté si se sometería a la “maquina de la verdad”, que estaba tan en boga por el programa de Chiche Gelblung. Fue muy conmocionante tenerlo enfrente, tenía unos ojos muy llamativos.
-¿Cómo recordás a Alejandro Romay?
-Con muchísimo cariño, tenía una actitud muy paternalista, protectora. Cuando él no me atendía el teléfono, porque estaba ocupado en alguna reunión, llamaba y le trasladaba a Blanca, la señora que trabajaba en su casa, mi mensaje para él. Todo era muy familiar, de entrecasa, línea directa.
-¿Hubo algún consejo del “Zar” que recuerdes especialmente?
-Durante dos años, viajaba todos los fines de semana a Río Cuarto y él, enterado de esto, me recomendó ver la película Cinema Paradiso, me dijo “no podés estar en dos lugares, tenés que elegir”. Es que él lo había vivido, ya que había nacido en Tucumán. Pero tenía razón, ya que yo viajaba en micro por la noche, así que dos veces por semana dormía dentro de un ómnibus.
A los 13 años, Mabel Marchesini comenzó a soñar en aquella ciudad cordobesa, emplazada en el sur provincial y a seiscientos kilómetros de Buenos Aires, con una vocación de la que jamás se despegaría. “Una tarde, en el medio del campo, comiendo pan con miel y manteca, mi abuela me dijo ´algún día tenés que ser como ella´. Era Mónica Cahen D´Anvers. Las vueltas del destino me llevaron a competir con semejante profesional”.
Parte de Nuevediario, que comenzaba a las 19, se enfrentaba con el histórico Telenoche que arrancaba a las 20 en Canal 13 y era conducido por la notable periodista. “A partir de lo que me dijo mi abuela, comencé a pensar en la posibilidad de estudiar Comunicación, ya que las ciencias duras, como la matemática, jamás me gustaron”.
En la Universidad Nacional de Río Cuarto se había abierto la carrera afín, lo cual fue un incentivo más para esa inclinación naciente. “Se dio todo, allí me recibí de licenciada”. Sus primeros pasos profesionales fueron en su terruño, al frente del noticiero de un canal local: “Aún la gente me recuerda y me pide que vuelva”.
-¿Volverías?
-Ya estoy muy acostumbrada al ritmo de Buenos Aires, me siento una ciudadana porteña.
-En Buenos Aires, ¿regresarías a la conducción de un noticiero diario?
-Sí y me sentiría muchísimo más preparada que en el tiempo de Nuevedario.
En paralelo a su crecimiento profesional, la periodista remarca su evolución emocional: “Uno tuvo experiencias de vida que marcaron fuerte, como el haber vivido en los Estados Unidos o el fallecimiento de seres queridos, con lo cual hay otra perspectiva de la vida, del país, del mundo”.
Su gran dolor
Marchesini se radicó en los Estados Unidos debido a una situación familiar dolorosa: “Mi hermana enfermó de cáncer y tuve, gracias a Dios, la posibilidad de acompañarla en todo el desenlace de su enfermedad”.
Su hermana Norma, de profesión científica, vivió diez años en ese país; poco antes de fallecer -en 2012- llegó a recibir la green card que le terminaba de confirmar su residencia: “Cuando la recibió, recuerdo que me dijo: ‘¿Para qué me sirve, ahora?’ Fueron momentos de mucho dolor”.
Mabel es la mayor de los hermanos. En Río Cuarto el apellido se perpetúa con dos varones mellizos “que me protegen tanto que parecen mayores que yo; son mis ángeles guardianes, excelentes personas”.
Sus padres ya no viven, aunque debieron atravesar la enfermedad y el fallecimiento de aquella hija emigrada: “Fue muy trágico. Mi hermana acababa de casarse y, cuando enfermó, su hijita tenía siete meses. Mi hermana le había pedido a su marido que dejara a la nena al cuidado mío, pero, con total lógica, él decidió que la nena se quedara allá, aunque para mí era como una hija”.
-En cierta forma, una doble pérdida.
-Cuando volví fue tremendo, porque fue dejar a mi hermana y a mi sobrinita.
Retiro anticipado
-Volviste a la radio.
-Sí, me costó. Mariana Assadourian, la directora de la radio MX+ fue quien me incentivó. Hago un programa con mucha más naturalidad y espontaneidad, que es lo que he ganado con los años; antes era muy insegura, con miedos, era muy jovencita.
-Incluso no dudas en dar tu opinión sobre la realidad.
-Me siento más segura y con más libertad, antes estaba más contenida. Creo que este es un momento para no ser tibios ni timoratos, la gente nos pide a los periodistas que tomemos una posición, que hablemos por ellos, que sea una suerte de catarsis.
-¿Te habías retirado de tu profesión?
-Creo que sí.
-¿Cuánto tiempo estuviste fuera de los medios?
-Cerca de diez años.
-Mucho.
-Sí, un montón. En el medio sucedió la muerte de mi hermana y, luego de eso, como hermana mayor y líder de la familia viajaba constantemente tanto a Río Cuarto como a los Estados Unidos. Estaba muy abocada a lo personal. Además, la pérdida de mi hermana fue un shock, un dolor terrible.
Repasando la propia historia, rápidamente llega su “fe de erratas”. “En realidad, luego del fallecimiento de mi hermana me convocó Rolando Graña para estar en A24″.
-¿Por qué te fuiste de esa señal?
-Ellos quisieron terminar.
-¿Cuáles fueron las razones que esgrimió la empresa?
-Los motivos que me dieron los interpreto como una excusa, son cuestiones que pasan en la televisión.
-¿Sentías que había un trasfondo político?
-No lo sé, pero las argumentaciones que me dieron no tenían razón de ser.
La tele, hoy
“Los noticieros han evolucionado, si bien se conserva la formalidad, la presencia, todo es más natural; años atrás, cometer un furcio era terrible, hoy se permiten cosas que antes no y eso es bueno, permite un mayor contacto con la gente, una cercanía”, reconoce.
-¿Qué noticieros mirás?
-Los veo a todos, me gustan mucho LN+ y TN, pero, en televisión abierta, veo todo tipo de programas, hoy la actualidad y la farándula están mezcladas, hay temas que trata LAM como si fuera un informativo, porque los personajes ameritan ser incluidos en esa agenda diaria.
-Y los noticieros les dan un gran espacio a los temas “de color” y sobre la farándula.
-Está todo mezclado, pero no creo que eso sea malo.
Reconoce que no es muy sociable y que suele recluirse bastante, razón por la cual no es muy participativa en el grupo de WhatsApp de Nuevediario y confiesa que, si bien no entabló una amistad, tiene buena relación con Silvia Fernández Barrio y con Cristina Pérez, sus compañeras en aquel noticiero.
-¿Qué conductoras de noticiero te interesan?
-Todas lo hacen muy bien, me gustan Marina Calabró, Débora Plager, Milva Castellini, Dominique Metzger. Hoy cada una tiene su estilo, eso es bueno, antes todo era más estructurado y las conductoras se copiaban unas de otras.
Si bien su imagen quedó muy asociada al noticiero de Canal 9 Libertad, lo cierto es que, luego de esa extensa y exitosa experiencia, continuó trabajando en los espacios matutinos de la señal estatal. “En la TV Pública hacíamos con Pedro Dizán un noticiero de seis a siete de la mañana y nos iba muy bien. Al lugar al que voy, la gente me acompaña. Como decía Theodore Roosevelt, ‘hago lo que puedo con lo que tengo y donde estoy’”.
-¿Por qué dejaste la TV Pública?
-Cuando asumió Rosario Lufrano quiso tener la editorial informativa del canal y nos levantaron el programa. En realidad, el ciclo era de la productora de Eduardo Metzger, que también llevaba adelante Desayuno. Recuerdo que Dominique Metzger era productora de mi equipo. En esa época, hacía el noticiero de seis a siete y luego me sumaba a Desayuno hasta las diez, cuando Victor Hugo (Morales) no se había convertido y era muy crítico de (Néstor) Kirchner. El canal, lógicamente, quería manejar la línea editorial y levantó los programas que eran de la productora de Metzger. Todos los medios tienen sus líneas editoriales, uno se adapta o no.
-¿Tenías buen vínculo con Víctor Hugo Morales?
-Sí, en esa época, pensábamos muy similar.
-¿Harías política?
-Sí, alguna vez lo haré, me gustaría devolverle a la gente todo el cariño que me ha dado y poder hacer algo de una manera concreta.
-¿Te interesaría ser intendenta de Río Cuarto?
-No lo sé, hasta ahora me han ofrecido integrar listas de diputados, pero no acepté, todavía no es el momento. Hasta el día de hoy mi profesión me moviliza, me hace vibrar. Es una vocación que elegí desde la emoción y no desde la razón o la conveniencia.
Privacidades
-No se conoce nada de tu vida personal. ¿Estás casada o en pareja?
-Es incierto, no me preguntes por eso porque ni yo sé.
Confiesa que no ha sido madre por decisión propia y que “hay distintas formas de maternar, mis hijas son mis sobrinas y antes habían sido mis hermanos menores. Por otra parte, nunca dejé de ser hija; hasta que vivió mi mamá fui la hija perfecta”.
En aquellos tiempos de Nuevediario, como varios años después les sucedió a Cristina Pérez y a Rodolfo Barili en Telefe noticias, el público se “ilusionaba” con una relación entre Mabel Marchesini y Guillermo Andino: “Una vez coincidimos en el preestreno de una película y eso alimentó muchos rumores, pero nunca existió absolutamente nada”.
-A pesar de aquel “padecimiento” en la época de tanta exposición mediática, ¿añorás algo de todo eso?
-No me anclo al pasado; fue un período maravilloso, pero no me ato a eso.
-¿Te han hecho regalos de importancia?
-La gente nos esperaba a la salida y nos pedía autógrafos, pero nunca recibí nada importante.
-Entre los fanáticos que te esperaban en la puerta del canal sobre el pasaje Gelly, no faltarían los candidatos...
-Algunos había, recuerdo que, en una oportunidad, Diego Armando Maradona me envió un ramo de flores y lo firmó “1+0=10″. Unos días antes había estado en el estudio de Nuevediario, luciendo una llamativa camisa Versace.
-El regalo de un astro a una estrella televisiva.
-Pero era una fama muy solitaria la mía, era volver en colectivo desde el canal hasta la 9 de Julio y de ahí caminar hasta el departamento de Córdoba y Suipacha donde vivía y estar completamente sola.
-¿Regresarías a la televisión?
-Sí, me gustaría mucho volver.
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