Mirta Castaño tenía 16 años cuando empezó a trabajar con su ídolo y se desmayó apenas lo vio. En diálogo con LA NACIÓN, contó qué hacía feliz y qué entristecía al ídolo y reveló la charla que tuvo con Olga Garaventa
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Mirta Castaño saluda al dueño de la Calesita “De Tatin”, le agradece por prestar el lugar para las fotos y por cuidar la placa que en 2012 puso con la agrupación “Todos x Sandro” para recordar a Roberto Sánchez; bordea Parque Chacabuco por la calle Asamblea y esta vez un vecino que pasea dos caniches la saluda. Las casualidades de la vida hicieron que la plaza, en donde el Gitano filmó Quiero llenarme de tí fuera la misma que la vio crecer y en la que cada domingo monta su puesto de artesanías. Su lugar en la feria no pasa desapercibido, allí suena la música y entre princesas y hadas de porcelana fría, que ella misma fabrica, se cuelan las fotos del ídolo. Fue una de “las nenas”, sí, pero también su secretaria durante casi dos décadas. Le gustaba porque era “el Elvis argentino”, lo vio en un club de barrio en San Antonio de Padua, en San Lorenzo y en Canal 13, fue en la emisora donde su vida cambió pasa siempre. “¿No tenés trabajo? Vení a la oficina, necesitamos secretaria”, le dijo un hombre detrás de cámara y ella, “mandada” fue. “Cuando llegó el dueño de la oficina, vi que era Sandro y empecé a gritar, después me desmayé”, cuenta entre risas vergonzosas a LA NACIÓN.
Durante 18 años, de lunes a viernes de 9 a 17, ella estaba firme en el quinto piso de la oficina de la calle Tucumán para lo que Roberto -así lo llamaba nada de nombres artísticos- necesitara. Este lunes, en una de las fotos que tiene en su casa de quien fuera su jefe pondrá rosas y una velita por su cumpleaños, así como cada cumpleaños de ella él se aparecía con flores, bombones o algún regalo, como el anillo de plata que aún conserva en su anular (lamenta que muchos objetos los perdió o se los robaron en una mudanza). Dueña de unos ojos celestes que el mismo cantante elogió y que se llenan de lágrimas al recordarlo, Mirta lo define como una persona “maravillosa” que la marcó en su vida, al punto de que tiene el tatuaje de una rosa en su mano hecho por su hija Elisa, bautizada así en honor a su canción favorita “Para Elisa”.
Podría hablar horas y horas de cómo era acompañarlo, de lo atento que era y hasta de las veces que él llegaba de mal humor, aunque hay secretos que no puede contar. Pero sí se explaya sobre qué cosas entristecían al artista, qué lo hacía feliz, quiénes fueron las mujeres que lo quisieron realmente. Además, reveló detalles de un encuentro que tuvo con Olga Garaventa a un año de la partida de Sánchez y una duda que sigue latente: “Me hizo muchas preguntas, una de ellas fue si Roberto tuvo hijos. Yo le dije que sí, si le gustó o no, me creyó o no, no lo sé”.
—¿Cómo llegaste a ser secretaria de Sandro? ¿Fuiste fan primero?
—Primero fui nena de Sandro, lo vi por primera vez en San Antonio de Padua con unas tías mías porque tocaba con Sandro y Los de Fuego. Me gustaba porque bailaba y se vestía como Elvis, se revolcaba. Estuvo en varios lados, lo vi en San Lorenzo. Yo era amiga de Rubén Matos, estaba en Canal 13 mirando el programa de Alta Tensión, detrás de cámaras y un señor me preguntó si bailaba ahí, que era muy linda. ‘No, no trabajo, soy amiga de los chicos’, le dije y me dio una tarjeta. ‘Trabajo en una oficina y me gustaría que vengas, ¿sabés algo?’, me preguntó y le dije que sabía algo de escribir a máquina y atender el teléfono, me mandé. Fui y había un señor, Ángel Cristóbal, entré a la oficina, no se veía nada de Sandro, había dos escritorios. Me mostró cuál iba a ser mi escritorio y me dijo que después de las 10 llegaban los dueños... Cuando se abrió la puerta y lo vi a Sandro, mis gritos fueron terribles, lloraba y gritaba. Lo cuento y es como si lo estuviera viendo.
—¿Él que hizo mientras vos gritabas?
—Se sacó los anteojos, tenía el pelo en la frente y me dijo: ‘Soy Sandro, ¿qué te pasa bonita?’ Y me desmayé, caí redonda. Cuando me desperté lloraba de la alegría porque no lo podía creer y me dijo: ‘Con esos ojazos vas a ser mi secretaria, pero si no te ponés bien no’ y ahí empecé. Dieciocho años con un ser maravilloso. Lo más grande que Dios puso al lado mío.
—¿Qué te dijo tu familia y amigos cuando les dijiste que tu jefe era Sandro?
—Mi mamá y mi hermana lo adoraban. A mi hermana una vez la llamó, la saludó por el cumpleaños. Mi mamá lo conoció.
—¿Cuántos años tenías?
—16, estuve hasta que murió Oscar Anderle (representante), después vino Aldo Aresi. Ellos fueron grandes amigos pero con la muerte de su madre y la de Oscar (1988), que fue como un padre, se vino abajo Roberto, se dejó estar cuando partieron las personas con las que estuvo toda la vida. Oscar era muy serio, bueno, educado, y Roberto un tiro al aire.
—¿Oscar lo bajaba?
—Sí, era muy de hacer bromas en esa época, después de más grande no sé. Le gustaba sentarse a comer con uno, te decía ‘qué lindo, ¿cómo va?’
—¿Era atento?
—Sí, preguntaba siempre y era una persona normal, venía de jean. Para mi cumpleaños siempre había rosas, o bombones, una torta, era regalero, pero no solo conmigo, hizo grandes cosas por mucha gente, le gustaba ayudar, íbamos a lugares donde había chicos enfermos y hacía donaciones. Ganaba, pero le gustaba hacer beneficencia, íbamos a muchos lados y llevábamos de todo.
—¿Tus tareas cuáles eran?
—Entregaba fotos a las chicas, contestaba algunas cartas escritas a máquina, había una habitación con partituras que venían a buscar. Yo iba todos los días, de 10 a 17, y él venía dos o tres veces por semana.
—¿A los shows o giras ibas?
—No, a las giras no, porque tenía miedo al avión, él me quería llevar.
—¿Tuviste que dejar a la fanática de lado para hablar con tu jefe?
—No porque él era tan sencillo... Le hacías una pregunta y se sentaba y respondía. Estaba nuestra oficina, atrás la de él y una donde estaba su contador Armando. Era en la calle Tucumán, en el quinto piso, en el sexto estaba Palito (Ortega).
—¡Linda reunión de consorcio!
—¡Sí! Siempre se decían quién ganaba más, quien ganaba menos...
—¿Cómo era él cuando iba a componer o trabajaba?
—Él venía y nos mostraba los temas. Grababa en la calle Pavón, hasta que compró la casa de Banfield. Escribía en su casa más que nada.
—¿Estaba de mal humor a veces?
—A veces ya venía mal desde su casa y no entendíamos por qué... No sé si las mujeres con las que estuvo lo hicieron feliz. Creo que (Olga) Garaventa fue la única que lo supo llevar y lo quiso de verdad.
—Era un hombre súper deseado y seductor.
—Era seductor, pero no salía con tantas mujeres, era más de su casa. Decía ‘si hablan de mí, que hablen’, no le importaba.
—¿Cómo fue tu salida y el día después?
—Cuando murió Oscar fui dos semanas más, pero entraba a la oficina y no estaba Oscar... Tampoco el señor que me había llevado y entraba y me ponía mal. Vino Aresi y sentí que no era mi lugar. Él quería que siguiera, pero no.
—¿Volviste a llamarlo?
—No. Después fui madre y no. Mis hijos me decían que fuera a verlo, pero no. Tuve su número de teléfono, pero me atendían otras personas y no me contactaban. Era difícil contactarse con él, muchas personas fueron y les cerraron la puerta, y cuando llegó Olga cambió todo el personal. Roberto quería a todos, a todos los empleados y a quienes tenía al lado.
—¿Lo ibas a ver a los shows?
—No, porque me quedaba con mis hijos, pero seguía todo lo que pasaba con él.
—¿Cómo te enteraste de su muerte?
—Por televisión. Mi hija cumplía quince y estaba al lado de la tele y fue terrible. Mi hija me dijo: “mamá, es importante para vos, tenés que ir”. Fui como una fan más, hice la fila y cuando lo vi no lo podía creer, no era él. Pensar en la persona que era...
—¿Con las mujeres de Sandro cómo era la relación?
—En la época en la que yo trabajé, Roberto estaba con Julia (Visciani). Un lunes llegué a la oficina y estaba todo lleno de muebles, él le compró un departamento y nos pidieron que los llevemos a la nueva dirección de ella, que se habían separado. Ahí la conocí, salió con una bata rosa, dijo unas cuantas cosas feas, estaba muy enojada.
—¿Era complicado formar pareja para él con sus fanáticas? Era una época en la que los ídolos tenían que ser solteros...
—Y sí. Lo que más me afectó es que se habló de que había hijos y por las fans se decía que no tenía que decir la verdad. Diferente al caso de Palito Ortega que a Evangelina la gente la conocía. Por ejemplo, antes se decía que si tenía hijos ya no iba a tener tanta fama y por eso, se ocultaron muchas cosas. De las mujeres que tuvo al lado conocí a Julia y a otra persona, María Elena (Fresta), que fue una gran señora y cuidó mucho a su mamá y estuvo muy enamorada de Roberto.
—Hablando de los hijos, ¿Sandra Junior se contactó con vos?
—La conocí en un show de Fernando Sanmartín en Avellaneda, me la presentaron y me quedé mirándola porque era muy igual a Roberto en todo, pero no quiero hablar de eso. Tuve problemas graves y que decida la Justicia sobre ella y sobre Cristian Cowes, el muchacho que vive en Calafate, su mamá vive allá también, pero no quiso hablar con los medios. Cristian me vio en televisión y me llamó llorando porque quería saber su historia, me preguntó si conocía a su mamá y si ella había salido con Sandro, y sí. Cuando me dijo el nombre de su mamá, me cayó la ficha. Había venido a la casa de Roberto, no sé qué pasó, estuvo en la tele y no quiso salir más y dejó todo.
—¿Con Garaventa hablaste algunas vez?
—Sí. Me la presentaron en la misa del primer año. Los saludé y cuando terminó la misa me fui y cuando estaba volviendo en el colectivo suena el celular y era ella, me dijo que fuera a la casa al día siguiente. Fui con mi amiga Delia y me hizo muchas preguntas, una de ellas fue si Roberto tuvo hijos. Yo le dije que sí, si le gustó o no, me creyó o no, no lo sé. Ella en los programas decía que Roberto le dijo que no tenía hijos. Pero hubo muchas cartas, fotos... no sé qué pasó.
—¿Él se llevó el gran secreto? Aunque en febrero la Justicia determinó que Roberto Sánchez no tenía hijos.
—No sé si Sandra es hija o no, pero ella dice que en la Justicia se hicieron las cosas mal. Lo tienen que arreglar ella y Cristian con la Justicia. Roberto me contó muchas cosas, pero son secretos y no los voy a decir.
—¿Qué fue en tu vida?
—Siempre está presente, fue una gran experiencia en muchas cosas. Me decía que si tenía una hija le tenía que poner de nombre Elisa, porque me gustaba ese tema y a veces me decía: “ya sé, no me digas nada, toco ´Para Elisa´”, porque tenía el piano en la oficina en una época.
—¿Tu hija se llama Elisa?
—Sí. Ella lo conoció. En un programa de Susana Giménez, esperamos afuera y golpeó ella la ventanilla y le mostró el documento, fue terrible la emoción, nos hizo subir al auto y vimos el show detrás de cámara. Ella le contó que se llamaba así porque él se lo dijo a su mamá.
—¿Fue la única vez que se vieron desde que dejaste de ser su secretaria?
—Sí. La única. Mis hijos saben lo que significa. Dejé de ir al cementerio y eso fue un dolor muy grande para mí porque me amenazaban [algunas fans se enojaron con ella cuando deslizó en TV la posibilidad de que el ídolo tuviera hijos], lo hablé con Garaventa y me dijo que hiciera la denuncia, pero decidí no ir más.
—Qué triste esa división y no poder recordarlo con alegría.
—Sí, él quería a las nenas juntas. Tengo ganas de ir y ponerle rosas pero no...
—Hablando de rosas, tenés la rosa tatuada en tu mano.
—Sí, me lo hizo mi hija Elisa y otro que dice “Siempre te amaré” y la firma de Sandro.
—¿La placa que está en la calesita de Parque Chacabuco la pusieron ustedes?
—La pusimos con mi amiga Delia Montiel, ahí él filmó Quiero llenarme de tí. Con ella hicimos “Todos x Sandro”, hicimos eventos, fuimos a donar cosas a la maternidad Sardá, se hacían eventos en una plaza, nos reuníamos... Martín Isaurralde, intendente en ese momento, nos brindaba apoyo para pasar películas y pasar un lindo día en el cumpleaños. Largamos globos al cielo.
—¿El papá de tus hijos no se puso celoso nunca?
—No, me separé cuando mis hijos eran muy chicos. Después tuve otra pareja, padre de mis otros dos hijos.
—¿Tu canción preferida además de la de Elisa?
—Imposible elegir una. Lo sigo escuchando y lo pongo en la feria y decoro con Sandro.
—¿Cuánto hace que estás en la feria?
—Hace catorce años, hago todo con porcelana fría, princesas, hadas. Mi otra pareja, el papá de mis hijos más chicos que ya falleció, hacía cosas en arcilla y me enseñó, íbamos a la feria de Luján llenos de cosas para vender y volvíamos sin nada. Mi hija Elisa también me enseñó mucho. Los domingos vengo siempre.
—¿Qué significó Sandro para vos?
—Todo. Toda mi juventud, mi vida. Hablar de Roberto es llorar, me emociona, todos son recuerdos.
—¿Y cómo lo definirías?
—Fue un ser maravilloso, no hubo otra persona tan maravillosa. Ocupó un lugar muy especial en mi corazón como ser humano y como artista, siempre decía: “soy Sandro en el escenario y después Roberto Sánchez” y yo conocí a los dos. Siempre estuvo en mi corazón y lo va a estar, hasta el día que yo no exista más y esté al lado de él. Era un libro abierto y hablaba de Dios y decía que cuando no estuviera, no lo lloraran.
—Como su canción, ¿y qué cosas lo entristecían?
—La muerte de su madre lo marcó, fue la tristeza más grande, era muy cariñoso. Se lo callaba, pero sé que era así, al convivir con él en una oficina te dabas cuenta y siempre hablaba de su madre.
—¿Qué lo ponía feliz?
—Que las nenas no se peleen, que hagan la fila para verlo, que no discutieran. Siempre las atendía bien. Era así, muy de brindarse.
—Hoy, el Gitano cumpliría 79, ¿qué vas a hacer?
—No creo que vaya a ningún lado, pero siempre hay en mi casa unas rosas y una vela para él y lo recordaré.
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