En una charla íntima y extensa con LA NACIÓN, el joven artista de 24 años habló sobre lo que sufrió tras la muerte de Romina Yan, de su pasión por la actuación y de por qué a los 18 años decidió irse a estudiar a Londres
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La vida de Fran Yan no es tan distinta a la de muchos de los personajes guionados por su abuela, Cris Morena. Franco: perdió a su mamá, Romina Yan, cuando tenía solo 10 años y su refugio ante tanto dolor fue el arte. No solo son sus gestos y sus facciones los que lo conectan -a simple vista- con su mamá sino que a los dos los mantiene unidos un mismo cordón de sensibilidad, el mismo hilo de pasión por la actuación.
El año pasado, después de estudiar cuatro años en Londres y vivir un tiempo en España, el joven regresó a Sudamérica para ponerse en la piel de Fach, un hacker “bueno, pero con alma de ladrón” que se despliega con soltura y talento en la serie Margarita. Hoy, a sus 24 años, el actor se siente listo para contarle a la prensa quién es: “Quiero que sepan quién soy más allá de ser nieto o hijo”. Franco, signado por su nombre, se muestra transparente y se lanza con frescura a su primera entrevista con LA NACIÓN.
—A los 18 años te fuiste a estudiar actuación a Londres, ¿siempre tuviste en claro tu vocación?
—Sí, es algo que tengo claro desde siempre y siempre tuve ganas de irme a estudiar afuera. Crecí viendo cine en casa. Te imaginarás que con mi familia siempre mirábamos un montón de cine y admirábamos la escuela británica o la escuela estadounidense. En la Argentina tenemos unos maestros impresionantes, pero yo quería ir a la cuna del teatro: a la tierra de Shakespeare y Marlowe. Tengo en claro que me quiero dedicar a esto, es mi vida y mi pasión. Soy muy disciplinado y antes de salir una noche de fiesta, yo prefiero ir al teatro, a un ensayo o a grabar. Es lo que a mí me hace feliz y no lo cambio.
—Son muy pocos los que logran ingresar a la Royal Central School of Speech and Drama de Londres, vos ingresaste y además eras el único extranjero de tu camada...
—Sí, seleccionan solo a 15 personas y hay que preparar monólogos y canciones para el proceso de admisión. Me gradué ahí y pude armar una “familia de actuación”. Cuando terminé la universidad tuve la oportunidad de actuar en la versión española de Los puentes de Madison junto a otro argentino, Gerónimo Rauch. Me quedé un tiempito más en España hasta que llegó el casting para Margarita. Me encantó la propuesta del personaje, mandé un self tape y quedé.
—¿Cómo se tomó tu familia tu decisión de irte a vivir afuera siendo un adolescente?
—Fue una decisión que mis abuelos (Cris Morena y Gustavo Yankelevich) ya se imaginaban y me apoyaron. Tal vez a mi abuela le surgió el bichito ese de que me iba a extrañar, pero por suerte entendió que para mi carrera y para mi futuro era lo que tenía que hacer. Mis abuelos estuvieron muy presentes en todo y siempre nos apoyaron en lo que quisiéramos. Con mi abuelo me llevo espectacular, es una persona increíble, todo lo bueno que escuches de él multiplicalo por tres.
—Decidiste volver a la Argentina para rodar en Uruguay, Margarita, la última ficción que produce tu abuela Cris Morena...
—Se dio la oportunidad. Yo busco oportunidades en todos lados. Si me gusta la propuesta digo que sí. Con Margarita en particular me pasó que me llevé una sorpresa, el elenco fijo ya estaba seleccionado, así que pensé que ese proyecto estaba cerrado, pero un día me llama Laura Fernández, la productora ejecutiva, para ofrecerme el casting.
—¿Cómo fue trabajar con tu abuela?
—No sé lo que es trabajar con mi abuela porque yo trabajé con Cris Morena: marcamos esa diferencia desde el día 1. Le dije “siempre voy a hacer tu nieto, eso todo bien, pero acá vos sos Cris Morena y yo Franco, un actor más y quiero que tengas el mismo trato que tenés con todos”. Ella lo entendió perfecto y eso se mantuvo durante toda nuestra relación laboral. Admiro el trabajo de mi abuela y lo que ha logrado, pero tengo muy separado lo que es mi abuela en la intimidad y en lo laboral. Siempre voy a ser su nieto, pero también espero no siempre trabajar con mi abuela. De hecho, también trabajé en otras producciones. Quiero armar mi camino siendo quién soy y que me reconozcan como tal y no por nieto. Nunca tuve un trato diferente al de los otros chicos del elenco. Incluso hay chicos de Margarita que hasta el día de hoy ni deben saber que Cris es mi abuela y eso me encanta. Nunca me crie sintiendo que “soy hijo de” y “nieto de”. Eso me lo inculcó mi mamá: siempre quiso que fuéramos vistos como cualquier chico sin ostentar.
—Vos sabés que mucha gente va a pensar que estás en la serie porque sos “el hijo de...”, ¿qué te pasa con eso?
—Espero que vean mi trabajo. Nadie conoce mi historia mejor que yo. Si la gente quiere hablar, que hable. Hay tantas personas que son hijos de personas famosas o de gente que ha tenido mucho éxito en el medio y que pudieron demostrar lo que son por ellos mismos y por su talento. Estoy muy conectado con mi pasión y sé que no soy el primero de mi familia que se dedica a esto. Mi hermana Azul está estudiando en Los Ángeles, está siguiendo sus sueños y se viene con todo.
—¿Qué diría tu mamá si te viera hoy actuando?
—Para mí, tener la misma pasión por actuar que ella no tiene precio. No sé qué diría... pero sí sé que en una entrevista le preguntaron si veía alguna veta artística en alguno de nosotros y dijo que veía algo en mí. Ella dijo que lo que me hiciera feliz, a ella también la iba a hacer feliz. Eso era lo único que le importaba, así que creo que estaría contenta de verme haciendo lo que me gusta.
—¿Cómo vivís el amor que tiene la gente por tu mamá?
—Todo el tiempo recibo mensajes de personas que son más que fans: para ellos mi mamá es parte de su vida, como un miembro más de la familia. No solo es una actriz querida, mi mamá logró estar presente en muchas vidas. Eso no es común. La gente me dice: “Yo amo a tu mamá y la tengo siempre conmigo, le pido cosas, le hablo”-se emociona-. Como hijo es un orgullo. Siento ese cariño y lo siento como si viniera de ella también. Es muy lindo que a tu mamá la recuerden así. Y eso que ellos no la conocieron como madre, en la intimidad, era el triple de buena. Lo que me hacía reír, lo que me hacía divertir, lo que nos entendía... Era muy fácil para mí hablar con ella: me entendía y me entiende. A veces hablo de mi mamá en presente porque para mí está. Mi mamá es mi refugio. En el colegio no la pasé muy bien, sufrí bullying, pero yo sabía que volvía a casa y estaba mi refugio, mi mamá. Con ella siempre pude hablar lo que me pasaba en el colegio y en esa época no todos los adultos escuchaban a los chicos.
—¿Cómo viviste el bullying?
—Nunca me sentí cómodo en el colegio. Siempre decía lo que pensaba y como soy muy imaginativo les parecía que era de loquito. El bullying me hizo más fuerte. Fueron cosas que me cambiaron o me hicieron madurar. El día que mamá falleció cambió todo.
—¿Qué es lo que cambió?
—Empecé a ser un poco más tímido, más cauto. Yo ya no iba a tener a mi mamá, el resto no me importaba nada. Crecí de golpe y me refugié en el arte. No sé cómo hubiese hecho si no me hubiese puesto a tomar clases de comedia musical y de actuación.
—La tenés muy presente y sos muy parecido a ella...
—Sí, mucha gente me dice que tengo muchos gestos parecidos y hasta cuando hablo me dicen “eso mismo lo hubiera dicho tu mamá”. Hay días en que escucho la misma música que escuchaba con ella y siento que está conmigo. Ella siempre escuchaba, por ejemplo, a Alejandro Sanz y a David Bisbal... me acuerdo mucho de ella y de cómo le encantaba la música.
—Sos el hermano mayor y hablás con mucho amor y fascinación de tus hermanos...
—Azul es mi princesa, mi debilidad. Valentín también hace lo que lo hace feliz [es corredor de autos] y eso me dispara una admiración hacia él que es tremenda. Verlos disfrutar de sus pasiones es el mejor regalo que me pueden dar como hermano.
—¿Cómo te llevás con la idea de la fama y la exposición?
—No me dedico a esto para ser famoso, lo hago porque es lo que me brota de los poros. Más allá de actuar, a mí me gusta mucho escribir. Me encanta contar historias, ya sea actuando o escribiendo.
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