Se conocieron protagonizando un musical, pero no hubo flechazo sino una construcción del vínculo; llevan 16 años juntos y aman compartir trabajo y amor
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Hace 16 años que están juntos y tienen una hija, Nina, pero cuando Florencia Otero y Germán Tripel se conocieron no hubo flechazo. Ni siquiera buena onda al principio. Se vieron en 2008, en los ensayos del musical Rent, en el Centro Cultural Konex, y lo primero que ella pensó fue que él estaba ahí por ser conocido. Y lo cierto es que Tripa, como le dicen todos, venía de ser el líder de Mambrú, la banda que se armó luego del reality Popstars. En una entrevista en La Once Diez, Otero se sinceró: “Pensé que no era actor y decía ‘que garrón que pongan a alguien por el simple hecho de ser conocido’. Tenía en la cabeza que Germán estaba ahí por ser conocido, ocupando el lugar de alguien más preparado. Pero después empezamos a ensayar y un día lo escuché cantar y me partió la cabeza, no podía entender cómo con esa voz toda la interpretación tomaba sentido y era perfecto para ese personaje porque entendió muy bien toda la línea de pensamiento de su personaje”.
Los dos habían quedado como reemplazo en Rent, pero el destino hizo que los dos elegidos para protagonizarlo se bajaran antes de empezar y entonces Otero y Tripel pasaron al frente. “Al principio no había mucha onda, nos costaba encontrar este vínculo de pareja que tenían nuestros personajes y el resto del elenco sí pudo hacerlo rápidamente. Entonces empezamos a hacer ensayos aparte y fue ahí donde nos conocimos mejor”, contó ella.
En ese momento él tenía 28 años y ella diez menos, y los dos estaban en crisis con sus respectivas parejas y terminaron separándose. Poco a poco, ensayo tras ensayo, Otero y Tripel se hicieron compinches y a la salida del trabajo iban a caminar por el barrio de Recoleta, a tomar algo en un bar, a conversar. “Íbamos a un bar que tenía muchos números en el nombre... Y no sé por qué, pero nos gustaba quemarnos con una vela en la mano y ver quién aguantaba más. Una pavada, pero nos divertíamos mucho”. Ese mismo año se hicieron novios y nunca más se separaron. “Una de sus grandes pruebas de amor fue aprenderse el nombre de todos mis siete hermanos en orden de aparición en la vida. Y somos un montón”, comentó ella entre risas.
Se casaron el 11 de noviembre de 2011, en una ceremonia íntima a la que la madre de ella llegó veinte minutos tarde porque había mucho tránsito ese día. En ese entonces mucho se habló sobre la fecha elegida: 11-11-11. “Es increíble porque además nos tocó la libreta número 111. Parece una señal. Sabíamos que tenía una carga histórica la fecha y que nunca más se iba a repetir ese número. Además, en la Biblia el versículo 11.11.11 es el Padre Nuestro”, contaron en ese momento. Y Tripa reveló que él fue quien dio el primer paso: “Por una cuestión de hombría y para equipararme con ella porque fue la que me encaró cuando empezamos a salir, fui yo el que propuso casarnos. En Nochebuena de 2010 le pregunté si se quería casar conmigo y gracias al cielo dijo que sí en esa cosa de empezar a armar nuestra familia. Queríamos ya proyectar tener hijos y el recuerdo es hermoso. Lo que me pone más feliz es tener al amor de mi vida, haberla encontrado, habernos elegido y ser tan felices uno al lado del otro”.
Otero también lo recuerda como un momento especial: “Fue un momento hermoso porque Ger me invitó a cenar y en un momento dado, se arrodilló con un anillo en la mano y me pidió casamiento. ¡Bien de película! Siento una alegría que me desborda. Mi sueño era casarme y tenerlo a Germán a mi lado. Habernos elegido para estar el resto de nuestras vidas juntos es hermoso”.
Nina, la única hija de la pareja, nació en 2015. Los dos coincidieron en contar que nada es color de rosa en la vida de la pareja, pero se aman y cada día hacen algo para fortalecer el vínculo. “A veces nos dicen que somos la pareja perfecta y nosotros no lo vemos así porque además eso no existe. Sí tenemos la fortaleza, las ganas y el amor, y hablamos mucho. Eso es fundamental. Elegimos estar juntos”, contó la actriz. Y le confesó a LA NACIÓN: “Hay una construcción desde afuera y nos hacemos cargo de la parte que nos toca, pero hay algo de proyección de los otros. No somos los Ingalls ni tampoco decimos serlo. También hay mucho hater que se burla de eso. Pero más allá del afuera, que no tengo idea, lo que puedo decir es que es preciosa la vida con él, no elegiría otra forma de vida. Cuando encontrás un lugar tan sano donde podés ser libremente y el otro no sólo acepta, sino que construye sobre eso, te enaltece y vos podés hacer lo mismo, no necesitás más o yo no necesito más. No es que sea perfecto, no estamos adentro de una burbuja, hay días que discutimos y no nos soportamos, trabajamos juntos y estamos de mal humor, pero a veces nos reconciliamos con una canción, ya sé que es muy ‘goma’ lo que digo, pero sucede. Es hermoso y Nina es el reflejo de eso, de esta locura, somos re ciclotímicos, nuestra vida es así, sin rutinas, trabajos que duran meses y después nada, éxitos y fracasos. Trabajar juntos nos potencia, aunque reconozco que es mejor si otra cabeza lidera y decide, que si lo hacemos nosotros”.
Cuando hay discusiones ellos hablan y hablan, y así siempre pudieron acercar las diferencias. Él es más impulsivo que ella y también más romántico. Alguna vez Otero dijo que cuando cumplió 19 años y recién estaban saliendo, Tripa le hizo 19 regalos, uno por cada año que no la conoció. Trabajaron juntos muchas otras veces después de Rent y se llevan también de maravillas. “Estamos un poco acostumbrados a trabajar juntos. Así nos conocimos y es hermoso. A veces se complica porque algunas cosas no terminan en el trabajo, sino que siguen en casa, pero siempre nos ponemos de acuerdo. Nos divertimos mucho”, coinciden.
Hace un tiempo, Tripel contó en LA NACIÓN qué lo enamoró de Otero: “Muchas cosas me enamoraron de ella, por empezar su talento. Y no me refiero solo al talento que todo el mundo ve en ella para el canto y lo actoral, sino el talento para concebir el medio siendo tan joven. Nos conocimos cuando yo tenía 28 y ella 18, y nos pusimos de novios un tiempo después. A esa edad yo comenzaba en el musical y ella ya había trabajado en Los Miserables y en un montón de cosas más. La miraba y pensaba: qué increíble, qué centrada, qué distinta. Yo no creo en las cosas mágicas, pero ella tenía una vibración distinta, no vibraba como el resto del mundo. La tenía que mirar, no podía dejar de prestarle atención y eso que en ese momento no sabía que me gustaba, simplemente me atraía su don de ser humano. Después empezamos a noviar”.
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