Florencia Ghio: el sueño que espera cumplir y el cálido recuerdo de su papá, Adrián Ghio, a 32 años de su trágica muerte
En una charla con LA NACIÓN, la periodista, actriz y locutora habló de su familia, de la huella que su padre dejó en el público y de la gran oportunidad profesional que aún aguarda
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Florencia Ghio es una mujer polifacética. De chica soñó con ganarse la vida en el escenario como sus padres, los actores Ana Ferrer y Adrián Ghio, pero la falta de oportunidades hizo que probara otros caminos. Y le fue muy bien: hace más de veinte años que trabaja en forma ininterrumpida como locutora y periodista. Actualmente es la voz de la primera mañana de Radio Continental y está al aire desde las 5 hasta las 10, en los programas Primera hora y Pulso Continental, haciendo locución, hablando de espectáculos y dando los informes del tránsito.
“Me levanto a las 4 de la mañana y a las 10 termina mi día laboral en la radio, pero sigo en casa porque soy ama de casa también”, le cuenta a LA NACIÓN. En una charla en el estudio donde acaba de despedir a los oyentes, ya fuera del aire, Ghio reflexiona sobre sus elecciones, confiesa que tener un buen personaje es su gran materia pendiente y recuerda a su papá, fallecido trágicamente hace 32 años, luego de que un patrullero embistiera el auto que el actor manejaba cuando volvía de hacer una función de teatro.
-¿Qué querías ser de chiquita?
-Actriz. La verdad es que no imaginé nunca el presente que tengo hoy, pero las cosas se fueron dando. De chiquita jugaba a ser actriz, me disfrazaba con la ropa de mi mamá y tenía la facilidad de ir al teatro y probarme los vestuarios y subir al escenario cuando no había funciones. Ese era mi ideal. Me formé, estudié teatro con Raúl Serrano, en el Centro Cultural Rojas y en un montón de lugares. Y lo primero que hice fue a los 10 años en Saltimbanquis, que es un clásico del teatro infantil. Siempre hice pequeños bolos, pero nunca tuve continuidad como para poder vivir de la actuación. En los últimos años estuve en la película Granizo, en la serie Los protectores, y en Chaira, que todavía no se estrenó y la protagonizan Germán Palacios y Celeste Cid. Y lo último que hice en teatro fue, hace unos años, una adaptación de El diario de Adán y Eva que hizo mi mamá, que también es dramaturga.
-¿Por qué esos sueños dieron un giro y te ganás la vida de otra manera?
-Estudié periodismo y locución porque me di cuenta de que iba a ser difícil ganarme la vida como actriz, y enseguida empecé a trabajar de esto y siempre fue mi fuente principal de ingresos. De alguna manera, le saqué energía y le fue quitando tiempo a la actriz. No por elección, pero se fue dando de esa manera. Trabajé en Mañanas informales con Jorge Guinzburg, en Nosotros a la mañana, Yo amo a la TV, El club de las divorciadas, hice mucha radio, estuve 11 años en Canal 26 y ahora hace cuatro que estoy en Radio Continental. Y siempre busco más trabajo
-¿Creés que todavía no tuviste la gran oportunidad como actriz?
-Sí, creo que es una cuenta pendiente porque todo lo que hago es muy cortito.
-Siendo hija y nieta de actores, ¿pensás que podría haber sido más fácil?
-Mis abuelos paternos eran actores vocacionales y no se dedicaron profesionalmente. No sé si ser hija de actores me jugó a favor o en contra; por lo menos a mí no me sirvió para abrirme puertas. Quizá cuando mi papá vivía se podía facilitar alguna entrevista con un productor y me recibían porque era la hija de Adrián, pero nadie me abrió ninguna puerta y lo poquito o mucho que logré fue por perseverancia y trabajo. La locutora y periodista le fueron sacando tiempo y espacio a la actriz porque hay que ocuparse, ir a castings, si te seleccionan hacer un call back, volver a ir en forma presencial. Lleva su tiempo y, por otra parte, no tengo representante y a veces no me entero de los castings; yo tengo que salir a buscarlos. Me gustaría tener más chances de trabajar como actriz, pero a veces hay que poner las cosas en una balanza y lo que me da de comer es mi otro trabajo. Soy una eterna remadora.
-¿Cómo está formada tu familia?
-Mi hija mayor se llama Malena, tiene 19 años y estudia licenciatura en actuación en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). El amor por la actuación sigue, de generación en generación. Y mi hijo Ezequiel tiene 15 y está en la escuela secundaria. Con mi marido Bruno llevamos 28 años juntos, es técnico de fútbol, pero nos conocimos en una radio de Lomas de Zamora, cuando los dos todavía estudiábamos y recién empezábamos a trabajar. En este momento es el director de captación de Banfield. Y aunque los chicos están más grandes, hay que estar. Bruno viaja mucho por su trabajo y hay temporadas que no está; de hecho, dirigió San Martín de San Juan y estuvo poco en casa durante nueve meses, así que yo estuve a cargo de todo.
-Tu hija entonces sigue tus pasos y los de tus padres... ¿Qué le decís?
-Lo que me decían mis viejos a mí, que estudie otra cosa porque se va a morir de hambre. Pasa de generación en generación (risas). Ella había empezado muy copada Ciencias Políticas durante la pandemia, hasta que un día me dijo que no la enganchaba y que quería hacer teatro. Ingresó a la UNA y qué le voy a decir. Está chocha de la vida. Me encanta que se dedique a la actuación porque es una de las cosas que más me gustan en la vida, pero también es cierto que es una profesión muy inestable; casi todos los actores tienen otro trabajo. Y mi mamá está contenta con la decisión de la nieta, pero el mensaje siempre es el mismo. Mi mamá fue visitadora médica también y después tuvo una pyme de regalos empresariales, donde ella era todo. Y mi papá en algún momento tuvo que trabajar como relaciones públicas en una empresa, incluso cuando todavía era muy conocido.
-¿Cómo recordás a tu papá?
-Era un tipo muy querido y todavía hoy, cuando preguntan mi nombre, me dicen: “Ghio, como el actor”. Me dan una linda devolución de él. Tengo muchos recuerdos, era un padrazo, y siempre estuvo presente, aunque tuvo separaciones de mi mamá, iban y venían, pero se amaban mucho y siempre volvían. Nunca dejamos de ser una familia. Con mi hermana Carolina tuvimos una infancia hermosa. Era muy divertido, siempre tiraba para delante. Un padre amoroso, dedicado.
-Adrián Ghio falleció el 12 de junio de 1991, 39 días después de que un patrullero que iba sin luces y sin sirena, lo chocara. ¿Se hizo justicia?
-No. Siento que no hubo justicia. Que la justicia no es justa. Era un hombre joven, con una familia y un futuro hermoso porque en ese momento se estaba armando el grupo Los mosqueteros y él iba a ser parte junto a Jorge Marrale, Juan Leyrado, Darío Grandinetti, Hugo Arana. Estaba haciendo Pareja abierta con Cecilia Rossetto, que era un éxito tremendo. A los dos policías le dieron la baja y al que manejaba dos años de prisión en suspenso, por homicidio culposo; es lo mismo que nada. Todo se demoró muchísimo: cobramos la parte del juicio civil en 2010 y no nos interesaba la plata, pero encima fueron dos pesos con cincuenta que nos dieron 19 años después de la muerte de mi papá. Una vergüenza.
-¿Y para qué te alcanzó esa plata?
-Cancelé cuotas de la tarjeta de crédito y pude poner un pequeño adelanto para comprar una casa que es donde vivo ahora. Pero no era nada. La falta de justicia es algo que no cambió y dudo que vaya a cambiar, lamentablemente; tiene que ver con las leyes y con quienes la interpretan. No hay justicia y todos los días hay casos como el de mi papá.
-¿Alguna vez pudiste dejar atrás la tragedia y dar vuelta la página, quedándote con los buenos recuerdos de tu papá?
-Es difícil porque es todo parte de la misma historia. A medida que pasa el tiempo, aprendés a convivir con el dolor y la angustia que provoca la ausencia, pero es una herida en carne viva, siempre.
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