En Punta del Este, donde descansa junto a su marido, Facundo Bullrich, la modelo y fotógrafa disfruta de las primeras vacaciones con su hija de un año
La ola pasó. Pero Florencia Fabiano (33) sigue sosteniéndole las manos a su hija en la orilla del mar de La Barra. La modelo y fotógrafa observa con atención la cara de su bebé, que queda paralizada mirando sus pies mientras se hunden en la arena mojada. “A mí me pasaba lo mismo cuando era chica y lo reviví a través de los ojos de Francesca. Es un flash, porque su llegada significa un renacer para mí, recapitulé recuerdos mínimos de mi infancia”, dice. Mientras disfruta de unas vacaciones en familia en Punta del Este con su marido, Facundo Bullrich [empresario dedicado a la logística], repasa su primer año como mamá.
–Es un verano distinto para vos...
–Como toda experiencia nueva, no sabía cómo iba a hacer con los miedos de una madre primeriza: la arena, el mar, salir o no salir a comer… Los fantasmas del “no saber”. Al final, fue una experiencia hermosa. Primero fuimos a Brasil. Mis papás tienen unas cabañas en Jureré, en Florianópolis. Mi único objetivo era tratar de respetar la rutina de Francesca. Antes de irme de vacaciones, la metí por primera vez en el arenero de la plaza a la que vamos siempre, cerca de casa. Y comía arena como loca. Yo no sabía cómo controlarla. Pero el médico me dio el okey, con límites. Hay batallas que no puedo ganar, no se puede decirle todo el tiempo “no”.
–¿Te consideras una mamá permisiva?
–Creo que “frikearse” con la maternidad es un daño muy grande para una y para tu hijo. Tener a un bebé controlado todo el día es agotador. Yo digo que Francesca es un poco colonizadora, porque cada vez que descubre un lugar nuevo, desordena todo y lo lleva a ese lugar. Yo la dejo. Si realmente le cortás esas cosas, no la dejás ser y no le descubrís ciertos hábitos propios.
–¿Cómo fue el primer contacto de Francesca con el mar?
–Fue en Brasil con mi papá, así que no la vi, no tengo grabada en mi mente su mirada cuando vio esa inmensidad. Fue en conexión con su abuelo. Pero los días que le siguieron fue gateando hasta al mar sola. Por ese entonces no se había largado a caminar, recién lo hizo hace unas semanas.
–¿Te ves parecida a tu hija?
–¡Sí! Más allá de que físicamente es parecida a su papá, cuando se ríe hace una cara que es muy mía. Además es bastante alegre y sociable, algo que mi mamá siempre me decía cuando era chiquita. Yo la veo a ella y me siento reflejada en un montón de actitudes. Los hijos son una versión mejorada de uno, son la evolución. Por ejemplo, en mi caso, mi mamá estuvo en el concurso Miss Siete Días, en el año en el que ganó Graciela Alfano. En esa época, ella no tuvo el apoyo de su familia para seguir la carrera como modelo, pero yo tuve la oportunidad de llevarlo a cabo. Cumplí algo que mi mamá había dejado trunco. Para mí, la vida es así. Si hay algo que uno desea tanto, lo pasás en el ADN y alguna generación lo va a concretar.
–Si bien con Facundo estás hace cuatro años y medio, el casamiento y la llegada de una hija se dio en menos de un año.
–Siempre imaginé esta realidad, la de formar una familia. Y se concretó. Antes Facu y yo nos manejábamos muy independientes. Ahora, con la llegada de “Fran”, somos uno. Me sorprendió la transformación. Fue rápido todo, pero agradezco a Dios que llegó a mi vida porque me daba bastante miedo la maternidad, temía dejarme de lado, pero la idea del combo familiar era algo que anhelaba desde chiquita, cumplí mi sueño.
–¿Cómo es ser mamá de una nena?
–Es muy lindo. Cuando estaba embarazada, creí que iba a ser un varón. A los cuatro meses, me tuve que ir a Uruguay a hacer una campaña de ropa interior y la noche anterior al shooting me puse a hacer meditación para embarazadas, estaba nerviosa por la situación de posar, no me sentía sexy. Ahí empecé a imaginarme como mamá de una nena y me di cuenta de que era lo más. Nos imaginé a las dos viajando, compartiendo la pasión por la ropa… Eran las dos de la mañana y lo llamé a Facu para contarle. Me encantó tener una hija, porque hizo que mi marido se saliera de la rigidez y ejerciera la dulzura. Se le despertó algo tan lindo.
–¿Te gustaría tener más hijos?
–Antes quería una familia numerosa, ahora creo que no. [Se ríe] Ahora me doy cuenta del cuaudal de dedicación, amor y atención que requiere un chico. Siento que le voy a sacar algo mucho más gratificante a la maternidad si tengo un formato de familia más chico.
–¿Cómo viene el 2017 a nivel laboral?
–El año pasado encaré un proyecto que quería concretar hace tiempo, Paguito Kids, una marca de ropa para chicos. Después de viajar a India, tuve la idea con una amiga, Estefanía Rubio [dueña de la firma Pago Chico], de hacer una línea dentro de su marca. Pero cuando nació Francesca, todo cambió, me renovó. Entonces surgió la idea de enfocarme en niños. Mi hija creció junto con el proyecto.
–¿Inspiraste la colección en ella?
–Sí. De hecho, hay muestras que son cosas de Francesca. Así descubrí qué cosas necesitan los bebés y los chicos. Son telas resistentes y prendas cómodas y cancheras. Es un mercado nuevo para mí en la parte de diseño, pero siempre estuve en contacto con la ropa. Además, sigo desfilando, hice bastantes pilotos para televisión y además tengo ganas de escribir para alguna revista. Trabajo desde los 14 años. Amo trabajar, estar activa, creativa y sociable. No lo quiero dejar de lado. Me hice de un nombre, ya no soy la morocha de ojos claros.
- Texto: Paula Galloni
- Fotos: Sebastián Umpiérrez
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