La actriz, que interpreta con su voz a uno de los personajes del film La gallina Turuleca, está rodando una serie dirigida por Alberto Lecchi y, además, sigue al frente de su propia marca de indumentaria
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“Acepté hacerlo porque no lo había hecho nunca, pero no imaginé la sorpresa que sería esta experiencia. Fue muy impresionante cuando ingresé al estudio y tomé conciencia que lo único que tenía era la voz, ahí se transformó este proyecto en un gran desafío”, reconoce a LA NACION Flavia Palmiero, exhausta por sus viajes a las ciudades de Rosario y Córdoba para presentar el film de animación La gallina Turuleca, dirigido por Eduardo Gondell y Víctor Monigote, en el que le presta su voz a uno de los roles protagónicos, junto con Guillermo Francella y Sofi Morandi.
“Tuve que componer un personaje, ya que Isabel no tiene mi voz. En España, la hicieron como si fuese una viejita, pero a mí me interesó buscarlo desde otro lugar, con una voz más rota y madura, y neutral en cuanto al lenguaje. Creo que con el director hicimos un gran trabajo para este film que es un multitasking que rescata valores y brinda un gran mensaje”, se entusiasma la actriz que logró masividad al frente de ciclos televisivos para niños como La ola verde y Flavia está de fiesta o la telecomedia Flavia, corazón de tiza.
-La gallina Turuleca implica para vos regresar al cine, medio en el que debutaste hace 38 años, y a realizar un producto dirigido a los niños, género en el que has tenido gran éxito.
-Recupero lo dos amores de mis comienzos, es un lindo reencuentro. Son sorpresas que llegan cuando uno no lo espera. Un día Luis (Scalella) me lo propuso y me encantó, enseguida le dije que lo hacía. Es un gran reencuentro con el género, la música y la gente.
Luis Alberto Scalella, su pareja, de extensa trayectoria en el mundo audiovisual, es el productor del material: “Me parece muy bien que se haya esperado a la presencialidad para mostrar la película. Siento que es una gran oportunidad para sociabilizar con los chicos, ya que muchos de ellos irán por primera vez al cine. Por otra parte, para mí significa reencontrarme con mi público ya crecido”.
-¿Cómo transitaste la pandemia?
-Trabajé mucho, inventé mi marca, pero tenía la sensación que no iba a volver a estar frente a una cámara.
-¿Eso sentiste?
-Sí, en nuestro gremio había una incertidumbre muy grande, por eso me reinventé, pero extrañaba el trabajo artístico.
-Con lo cual, el estreno de una película se resignifica.
-Siempre una producción es un milagroso encuentro de voluntades, pero, en este contexto, tiene otro valor, es vivir cosas que se fueron perdiendo.
-En un panorama de abundancia de plataformas, ¿cómo tomarán los chicos la recepción de un film en un contexto presencial?
-El chico frente a la pantalla que ve en su casa está solo. En cambio, en el cine está acompañado por sus padres o un adulto y eso un chico lo valora más que a un bien material que pueda recibir de regalo. Que un adulto le preste atención, es lo que ellos más agradecen.
Maternar
La actriz es madre de Giuliana y Gianmarco, frutos de su matrimonio con el empresario Marco Batellini. En muy buen estado, a los 56, Palmiero parece desmentir el calendario. “No me importa el paso del tiempo, no me fijo en eso, sino en tener salud y estar bien”.
-Hace un momento destacabas la importancia del tiempo que se le concede a un hijo. En tu caso, habiendo tenido tanto éxito desde muy joven, como has podido amalgamar tu actividad artística con la crianza de tus hijos.
-¿Cómo hice para no postergarme?
-Eso mismo.
-Hice bastante malabarismo y creo que logré un buen equilibrio. Soy muy madraza, lo más importante que tengo en la vida son mis hijos, no me imagino la vida sin ellos. A los 22 fui mamá por primera vez, así que no tengo registro de mi vida sin ser madre. Nunca tuve niñera, pero sí gente que me ayudaba en casa, cuando llegaba a las once de la noche de grabar. Giuliana fue la que tuvo que venir conmigo a los canales y teatros, pero nunca la descuidé. Creo que haber sido madre joven, también es una bendición, ya que te permite criar a tus hijos y a la vez trabajar. Una vez, me angustié pensando en que podía estar algo ausente y Giuliana me dijo: “Mamá, estás demasiado presente”.
-Una tranquilidad.
-Sí, pero aún hoy me sigo preocupando por ellos, que ya son grandes, aunque reconozco que pude disfrutarlos mucho.
-No solo se trata de estar presente, sino de disfrutar esos momentos.
-Yo pude. De hecho, siempre digo que malcrié tanto a mis hijos que no sé qué va a quedar para los nietos. ¿Quedará algo? Muchas veces, los abuelos se culpan por no haber tenido con sus hijos el tiempo que les dan a los nietos, eso conmigo no sucederá, estuve mucho con mis hijos, me divertía con ellos, era una nena más. En un viaje, con Giulianna ya con 17 y Gianni con 12 o 13 años, una persona que acomodaba los autos del hotel nos preguntó si éramos hermanos.
-Un buen piropo.
-Más allá de eso, era como que ya éramos grandes los tres y podíamos compartir aventuras. A veces, los cargo porque no se dan cuenta que soy grande y me obligan a estar a la par de ellos.
-¿Qué te hacen hacer?
-Mi hija me hizo pasear todo un día por Madrid en bicicleta. “Soy tu mamá, soy grande”, le decía. Mis hijos están felices de poder compartir tantas cosas conmigo.
-¿Tiene algo en contra la corta brecha de edades con tus hijos?
-Sí, cuando ellos iban creciendo y aparecían temáticas más fuertes para conversar, sentía que no estaba del todo preparada. Esa fue una gran exigencia para mí, pero me la banqué, me creía grande, así que le puse el cuerpo.
-Una madurez que tiene que ver con haber trabajado desde tan chica.
-A los 17 años salí a trabajar, no tuve adolescencia. Salí del colegio para vivir mi vida, me casé joven, así que la vida que tiene la mayoría, yo no la tuve, pero no me arrepiento.
-En tu Instagram posteaste un saludo que incluía no solo a tu padre, sino a Marco, el padre de tus hijos y a Luis Scalella, tu novio. Una forma sana de transitar los vínculos, pero que no siempre se puede concretar.
-Es un trabajo, es una armonía por la que se lucha todos los días, no es color de rosa, pero quién dijo que era fácil. Tenemos algo muy utópico que es ridículo, es como con el trabajo, todo es exigencia, se rinde examen cada día.
-¿Cómo te llevaste con la exposición pública desde tan chica?
-A los 17 años, con el regreso de la democracia, salir al ruedo con Evita fue toda una audacia. Es el día de hoy que me asombro de aquello y de cómo tuve la adultez para enfrentar a los medios. Creo que, cuando uno hace lo que le gusta, es auténtico y está convencido de lo que hace, se produce la magia. En eso hay que confiar mucho.
-Tenés más años de figura conocida que de anónima.
-Por eso no me doy cuenta y llevo una vida normal, ando por cualquier lado. Irrumpí de muy chica, así que lo vivo naturalmente. De todos modos, no me considero famosa, soy una persona común con un trabajo extraordinario.
-¿Cómo fue interpretar a Eva Perón a tus 17 años?
-Pasó tanto tiempo, fue natural, así lo viví. No lo pensé demasiado, lo sentí y punto.
Horas antes de realizar esta entrevista, Palmiero dedicó su mañana a continuar rodando el protagónico de la serie Madame Requín, dirigida por Alberto Lecchi y con un elenco integrado también por Luciano Cáceres y Fabián Vena: “Es una mujer todopoderosa, una empresaria y financista, muy corrupta y mala, que representa a un grupo económico internacional. Todo lo que se te ocurra, en ocho capítulos lo hace. Usa un léxico técnico económico, extorsiona a políticos y medios, es muy oscura”.
-Conocemos mujeres así.
-Le estoy poniendo el cuerpo y el alma, es un personaje difícil, pero lo estoy transitando.
-Más allá de lo explícito, ¿qué diferencia tu trabajo frente a la cámara de televisión con respecto a la de cine?
-Yo soy de aquella televisión demencial donde grabábamos un capítulo por día, pero a mí me gusta mucho el cine, de todas las disciplinas es la que más me interesa. Lo que sucede con las series es que implica un esfuerzo similar al de hacer ocho películas en dos meses, ya que cada episodio es un film en sí mismo, tiene una exigencia técnica, artística y de producción muy grande.
Allá lejos...
-Se conoce poco de tu infancia.
-Nací en Palermo y me crié en San Telmo y Barracas.
-¿Cómo nació la vocación artística?
-No lo sé. En esa época, nadie quería ser artista. Lo que recuerdo es que el colegio inglés al que iba, con doble escolaridad, alquilaba el teatro Ópera para los actos de fin de año.
-Ahí está el germen.
-En esos actos, me volvía loca. Me encantaban el escenario y los camarines. Tenía cinco años y sabía que era eso lo que quería, pero no se lo decía a nadie. Como soy hija única y mi mamá trabajaba mucho, mi entretenimiento era la tele.
-¿A qué jugabas?
-Me hacía la conductora de televisión, me divertía hacerme la animadora de programas para chicos, bailaba y cantaba. Sin embargo, no fui a estudiar antes de comenzar a trabajar, eso lo hice de grande con Raúl Serrano y Augusto Fernández.
-Es un acto de humildad, siendo una figura conocida, ponerse a estudiar.
-Mirá, es importante, pero creo que se aprende mucho trabajando y así voy aprendiendo, aún sigo aprendiendo.
-¿Asignaturas pendientes?
-Siempre quise volver al infantil y ahora lo estoy concretando con La gallina Turuleca, es una parte mía que es mágica, está en mis venas.
-En la televisión abierta es un nicho vacante el de los ciclos para niños.
-La tele cambió mucho, pero eso será motivo de otra larga charla.
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